Diario de un viajero. Andorra, Toulouse, Gerona y el Vendrell
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Nueva entrega turística del naturalista y botánico Rafael Escrig. Esta vez se ha marchado a Andorra, antes capital del estraperlo, ha atravesado los Pirineos en dirección norte, ha parado en Toulouse o Tolosa de Francia, capital del antiguo reino visigodo de Hispania y Aquitania, y ha vuelto al sur, con paradas en Gerona y El Vendrell.
ANDORRA 1
Rafael Escrig
Salimos de casa a las siete de la mañana. Tenemos por delante 530 kilómetros hasta llegar a nuestra primera meta, Andorra. He tomado el mejor itinerario que me sugiere la aplicación de Google, que es por la autopista AP-7 hasta Tarragona y después la C-14.
El coche devora los kilómetros, uno detrás de otro, sin que exista otra cosa más que asfalto y coches. Después de cuatro horas de viaje, paramos en Tárrega para tomarnos un café con leche. La C-14 es la clásica carretera de toda la vida. Esa carretera que divide en dos los pueblos y tiene plátanos de sombra a ambos lados. Al mismo tiempo tiene bastante tráfico, es estrecha y no tiene arcén.
Al paso de Tárrega hay una extensa planicie sembrada de cereal. Más adelante el paisaje cambia. Pasamos por pequeños pueblos, con su arquitectura de piedra y techos de pizarra.
Prados y bosques nos acercan el embalse de Oliana sobre el río Segre. Aunque está prohibida la entrada, saltamos una valla y nos acercamos todo lo posible al embalse para ver su bonita pared escalonada. El río corría a 102 metros por debajo de nosotros. Cerca de allí, en un espacio verde, un perro jugaba al frisbi con su dueño.



ANDORRA 2
Desde que llegamos a Andorra la Vella, nos llama la atención la proliferación de construcciones de todo tipo y grandes almacenes con sus llamativas fachadas y coloridos rótulos anunciando todas las marcas de este mundo.
Pasear por el centro de Escaldes-Engordany es como abrir una revista de Vogue, Elle o Vanity Fair. La idea es que te fijes en el escaparate de una perfumería o veas unos exclusivos zapatos de mujer rebajados a 360 euros y te olvides del paisaje.
Estamos en el corazón de los Pirineos y los Pirineos no se ven.
Desde el 2020 se está construyendo como si se quisiera edificar una ciudad encima de otra, con el agravante de que los edificios, que antes no podían pasar de seis plantas, ahora se permiten torres de hasta 22 pisos.
Gracias a un IVA de 4´5% y otras ventajas fiscales, desde el 2020 la población ha crecido exponencialmente. De ahí el auge de las promotoras y los apartamentos de lujo.
Con este nuevo escenario, me parece inconcebible que no se haya puesto orden en el crecimiento y que tampoco se haya tenido en cuenta la integración urbanística con el paisaje. Es como si se quiera ocultar la belleza de la montaña. Todo en aras de una economía que ya está amenazando el verdadero valor donde se sustenta: el paisaje pirenaico.




ANDORRA 3
Un microbús de la línea L-1 nos lleva desde el hotel hasta el centro de Andorra la Vella. Cuesta 10 céntimos el billete sencillo. Ochenta céntimos un pase de diez viajes. Sorprende, ¿verdad?
Hoy hemos subido a un teleférico. Me gusta subirme a esa cabina suspendida por un cable y siempre que tengo la oportunidad, lo hago. Este es el teleférico de Encamp que sube hasta la Collada d´Enradort a más de 2.500 metros de altura. El ascenso dura unos veinte minutos. Hemos dejado atrás los pinos negros, las sabinas y prados con caballos pirenaicos pastando. Aquí arriba es una especie de páramo, sólo poblado por Cardo palustre, Senecio pirenaico, Cardo de nevero, Siempreviva y piedras, muchas piedras de pizarra rotas por el frío y el hielo.
Desde esta cumbre, un todo terreno nos lleva por una senda infame, hasta el lago del Cubil. Por el camino vemos docenas de madrigueras de marmotas, los principales habitantes de estas montañas. El aire es fresco y el suéter se agradece.
Los lagos de Andorra son de origen glaciar. Hace miles de años, cuando todos los Pirineos estaban cubiertos por metros de nieve, lo que ahora es Andorra la Vella, era un enorme glaciar que ocupaba todo el valle, y se extendía montaña abajo siguiendo el curso del actual río Valira. Entonces sólo andaban por allí algunos cromañones vestidos con pieles de oso. Hoy todos son turistas.



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Andorra destaca por sus iglesias románicas. Torres de piedra, una sobre otra, vanos abiertos a los cuatro vientos y un tejado de pizarra, como un paraguas negro. Hoy vamos a dedicarnos a hacer un recorrido por sus pueblos.
Estas iglesias son construcciones del románico más primitivo. Tienen una sola nave y las torres muy sencillas, estrechas, con rústicos vanos de medio arco y parteluz. Las piedras apenas están talladas y van colocadas en filas irregulares, como si las hubieran puesto los mismos vecinos del pueblo, a ver hasta dónde llegaban poniendo piedras.
Fuimos a visitar las iglesias de Sant Juliá de Loira, Santa Coloma, Engordany, Escaldes y Ordino. Algo que no te puedes esperar está en la iglesia de Sant Julià de Loira, concretamente en su interior reconvertido en una iglesia moderna que contrasta con las viejas piedras de la torre. Su decoración es con mosaico de inspiración bizantina del artista esloveno Marko Ivan Rupnik, cuyos trabajos se pueden ver por todo el mundo. El más cercano lo tenemos en la Catedral de La Almudena, en Madrid.
Ir a Andorra y no descubrir su arte románico sería imperdonable. Podríamos decir que, junto con la montaña, son la esencia de Andorra y todo el Pirineo.



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El otro protagonista de Andorra es el río Valira. Este río divide las dos primitivas parroquias de Engordany y Escaldes. El puente de Engordany, es el nexo que unió a las dos barriadas. Una dedicada a la agricultura y la otra, gracias a sus aguas, al comercio y el turismo.
El río Valira es todo un espectáculo. Es el clásico río de montaña que podríamos ver en cualquier cumbre alpina. Desciende dando saltos entre grandes piedras graníticas arrastradas a lo largo del tiempo y corre con fuerza, bramando y pidiendo paso con estrépito.
Un apunte para el que nunca ha ido a Andorra: En Andorra, la lengua oficial es el catalán. Pero que nadie piense que por ello te van a hablar catalán en todas partes o que te lo van a imponer, ni nada por el estilo. Te hablan en catalán si tu lo hablas, pero a continuación cambian al castellano sin ningún problema. Lo he comprobado aquí y posteriormente también en Gerona: hay mucho de mito en eso de la imposición del catalán, al menos en la calle y el trato personal. En realidad es como si estuvieras en cualquier otro lugar de España.
Otra cosa es el empecinamiento de la clase política catalana al respecto. Esto es, la tiranía de la lengua, una de las armas del catalanismo, como sucediera hace más de cincuenta años con el franquismo. Mismos métodos y misma miopía cultural.


ANDORRA 6
Al salir del hotel, hemos dejado sobre la almohada dos pajaritas de papel y una monedas. Es nuestro simbólico tributo a las camareras de habitación cuyo trabajo merece todo nuestro reconocimiento.
Vamos en dirección al Pas de la Casa en busca de la próxima parada, Toulouse (Tolosa en español). Nos llama la atención Soldeu donde todas las casas a uno y otro lado de la carretera son hoteles o tiendas dedicadas al esquí.
La carretera atraviesa Soldeu como si fuera la huella de un río, y nosotros vamos remontándolo hasta salir del pueblo. Allí la carretera se bifurca para subir el puerto d´Envalira.
Hay dos opciones, pero nosotros iremos por el túnel aunque cueste 8´10 euros; se cruza en 5 minutos. Por la carretera te puede costar media hora, sin contar con los riesgo. Ahora tenemos algo de lluvia y niebla hasta llegar a Francia.
Paramos en Tarascón sur Ariège para estirar las piernas. Lo primero que vemos al llegar es que el rótulo de la carretera que anuncia el pueblo, está puesto al revés. ¿Es un error o una gamberrada? Nada de eso. Me informo en Google que se trata de una medida de protesta de los agricultores por los bajos precios y las dificultades del sector.
Poner el rótulo cabeza abajo como protesta pacífica, creo que llama mucho más la atención y es más civilizado que cortar la carretera o tirar por el suelo las frutas que llevan los sufridos camioneros.



TOULOUSE 1
Uno de los puntos de interés es la plaza del Capitolio, sede del ayuntamiento, donde turistas y tolosanos pasean y llenan las terrazas. La plaza es grande y cuadrada, con soportales en la fachada que enfrenta con el edificio del Capitolio. En cierto sentido me recuerda la Plaza de San Marcos de Venecia. En la Plaza de San Marcos está el Café Florián y en Toulouse está el Café La Florida, fundado en 1874. Nosotros nos sentamos en la terraza del Café Albert, cuando el camarero anuncia la Happy Hour.
Detrás del Capitolio, se encuentra el Donjon, antiguas mazmorras de la ciudad que después pasó a ser el archivo municipal. Ahora es una oficina de información turística.
Pero hay en Toulouse algo mucho más práctico: En Andorra ya vimos un autobús que te llevaba por toda la ciudad por 10 céntimos. En Toulouse es un microbús que puedes parar en cualquier punto donde lo encuentres levantando la mano, totalmente gratis. Si aquello nos asombró, con este alucinamos, sobre todo al compararlo con el servicio de la EMT de Valencia que acaban de subir el billete sencillo a dos euros.


TOULOUSE 2
El protagonista de Toulouse, sin duda, es el río Garona y su Canal de Midi.
Un recorrido por el canal, cruzando exclusas a su paso por la ciudad y escoltado por altos plátanos, te muestra la verdadera importancia de una obra colosal que cruza el Mediodía francés desde la desembocadura del Garona, en Burdeos, hasta Sète en el Mediterráneo.
Menos protagonismo tiene el extrarradio de Toulouse, al otro lado del Pont Neuf.
El extrarradio es esa parte de la ciudad donde las calles se limpian menos y las fachadas están más degradadas, las aceras son estrechas y los locales tienen aspecto poco recomendable, lo mismo que la gente que ya no es tan guapa, ni viste tan bien.
Un extrarradio es donde viven los trabajadores, los inmigrantes, donde en lugar de hoteles hay apartamentos antiguos y en lugar de Prada o Gucci, está la frutería del indio o el kebap del turco.
Toulouse tiene todo eso, lo mismo que todas las ciudades, lo mismo que Valencia. Pero cuando vamos de de vacaciones a otra ciudad, no estamos para penas. Queremos ver sus monumentos, su historia y la belleza que la envuelve, y Toulouse tiene mucho de todo eso.


GERONA
Salimos de Toulouse por la C1. Vamos dejando atrás Montferrand, Carcasonne, Narbonne, Perpiñan y Figueres hasta llegar a Gerona a las 12:30. Hotel Ciutat de Girona, 130 euros la noche. Estupendo y moderno hotel en pleno centro histórico de la ciudad. El coche duerme en un parking público por 31´40 euros la noche.
Parece que queramos volver a casa sin dinero. Como cuando se usaban las monedas nacionales, antes del euro. Antes de cruzar la frontera tenías que desprenderte de toda la calderilla ya que aquí no podía cambiarse. Pues nos está ocurriendo algo así.
Gerona es una ciudad que ya habíamos visitado un par de veces. Se come y se pasea bien. El río, la catedral, las escalinatas, el puente de hierro de Gustave Eiffel, el Barri Vell, el mercado agrícola en la calle…
No obstante, la motivación para venir aquí, era pasar por la tienda donde nos compramos los caleidoscopios. No existe otra tienda especializada en toda Europa y aquí venimos, cuando nos viene bien, a ver las novedades. En esta ocasión han sido tres preciosos caleidoscopios que ya engrosan nuestra bonita colección.




EL VENDRELL
Hoy es la última etapa del viaje. Ya hemos salido de Gerona y todo es autopista hasta llegar a casa, pero antes vamos a hacer un alto para comer y lo hacemos acercándonos a El Vendrell.
Hay que apurar las cosas todo lo posible. Hay que apurar la experiencia del viaje, las emociones, la sonrisa, todos los momentos en que te sientes vivo. Hay que apurar el vino, la belleza del mundo, la noche y el amor. Hay que apurar la vida, mientras estemos aquí.
Son las fiestas de Santa Anna. Asistimos al espectáculo de los niños “diables i diablons” que recitan en verso sus quejas y demandas a las autoridades en la plaza Mayor. Comemos en un gastrobar ensaladilla de marisco y patatas bravas al queso de Cabrales.
Antes de salir paso por el servicio. Junto al lavabo hay una silla de rejilla blanca: Parece un decorado. Cuando salgo le pregunto a la dueña para qué es esa silla y me responde que es para que los hombres se sienten y se puedan atar los cordones de los zapatos. Ha sido lo más surrealista de todo el viaje.
A las siete de la tarde, después de 1.380 kilómetros, llegamos a casa y nos encontramos el mismo lugar que estaba aparcado el coche cuando salimos, frente a la puerta de casa. Todavía más surrealista que lo de la silla.




