CARGANDO

Escribir para buscar

Bitácora y apuntes

La sombra alargada de la Revolución Francesa

Compartir

Estudiar la Revolución Francesa y sus repercusiones a lo largo del siglo XIX es uno de los ejercicios más estimulantes de la conciencia política. Se ven pasar las revoluciones que se produjeron durante dos siglos y pico. Todas se realizan sobre el mismo patrón, con las debidas peculiaridades geográficas y nacionales, motines callejeros y violencia, demagogia y dictadura. (Fotografía de portada: Las llaves del futuro colgadas de cordeles)

Fernando Bellón

Lo más curioso es que los protagonistas de las sucesivas revoluciones parece que no se habían entretenido mucho en conocer las anteriores. Habrían ahorrado daños y disparates. Salvo la revolución bolchevique, triunfante gracias a la mente privilegiada de Lenin y el aparato implacable que creó.

Doscientos y pico años después del 14 de julio, descubrimos la sombra de la Convención, el Terror y el imperio napoleónico en señalados dirigentes políticos de las democracias realmente existentes desde 1950 más o menos. Me refiero a ciertos dirigentes que, de propósito, por ambición incontenible, por estupidez o por lo que sea, intentan apartarse de los fundamentos que la experiencia política de estos tres cuartos de siglo ha ido ejecutando.

Yo, que no creo en la infalible virtud de la democracia, y que veo su final quizá no tan próximo, pero sí inevitable, para mí, digo, es todo un espectáculo, muy entretenido, por cierto, observar las crisis políticas que brotan en casi todos los países democráticos.

El declive de la democracia parece conducirnos hacia detrás, a momentos en los que la convivencia política estaba en el alero, y se forjaban las bases de las democracias parlamentarias hoy en vigor, bastante flojas, por cierto. Alguien diría que esto es la serpiente de la historia que se muerde la cola. No me atrevo a tanto.

El cuarto poder es una muestra de ello, la más significativa y reveladora de lo que se está cociendo. Hay dos que están en el alero, legislativo, judicial. Y uno que se fortalece, ejecutivo. Es como si regresáramos al absolutismo, al Antiguo Régimen.

La mecha de la Revolución Francesa la constituyeron los miles de periódicos, libros y panfletos que se publicaron hasta que llegó Napoleón y puso orden. (Bueno, antes, la Comuna de París empezó a cerrar periódicos.) Cada individuo con reconocimiento público, cada cenáculo, cada grupo parlamentario se expresaba a placer. La libertad de prensa estalló en las narices de una monarquía insolvente y paralizada. Es sabido el consejo de Mirabeau a Luis XVI: es imprescindible crear un periódico potente que refleje las opiniones e intereses de la corona, y distribuirlo por toda Francia. Mirabeau fue un buen asesor, fue subsidiado por el Antiguo Régimen, se hizo pasar por un patriota, y le enterraron en el Panteón, hasta que se hizo público lo que una elite de personas sabía, además de que fue un jugador y un mujeriego. Vivió como un príncipe gracias al gobierno, entre otras cosas porque tenía un secretario que le redactaba sus discursos y soflamas.

La corrupción política, tan de actualidad en nuestro país y en casi todos los que comparten el régimen parlamentario, es un tigre de papel. Se ejerció en el Antiguo Régimen, y el nuevo se construyó con los ladrillos de las mordidas. La corrupción es un problema universal, pero no la causa de las revoluciones y de los cambios de régimen. La corrupción es básicamente un caladero de noticias, conjeturas y calumnias, que cubren el iceberg sumergido.

En el ocaso del siglo XIX sólo se podían conocer las novedades y las mentiras por medio de la prensa escrita. Así fue durante ciento y pico años, hasta que se consolidó la televisión y se agilizó la radio.

Hoy, las novedades, ciertas o mentiras, las sacamos de unas cajitas digitales, cuando nos viene en gana. Esto es un chollo para los interesados en la confusión. Todavía están por aclarar algunos misterios de la Revolución Francesa. No se conseguirá debido a la muerte de los protagonistas y la destrucción o inexistencia de documentos. Los manipuladores de noticias de hoy han estudiado a fondo su trabajo a lo largo de los siglos. Y cuentan con medios que ni soñaron sus predecesores más desalmados.

Por eso decía que los medios son hoy la muestra más evidente de la crisis de la democracia vulgar y corriente (no hay otra, claro).

La ambición destructiva

No es verosímil, sin embargo, que ciertos políticos hayan visitado bibliotecas. Leer es una pérdida de tiempo cuando lo que se pretende es conseguir el poder y conservarlo. Sólo hay que ser un tipo tenaz, un buen observador, un fisonomista del carácter, y carecer de escrúpulos.

He aquí lo que dijo George Auguste Couthon en octubre de 1792, cuando la Asamblea Legislativa había abolido la monarquía y debatía si podía o debía juzgar a Luis XVI. Girondinos y jacobinos se enfrentaban con virulencia.

“Existen en la Convención dos partidos… uno de las personas de principios exagerados cuya debilidad conduce a la anarquía. Y otro de personas finas y sutiles, intrigantes y sobre todo extremadamente ambiciosas que apoyan la República, la apoyan porque es lo que apoya la opinión pública, pero en realidad quieren ser la aristocracia, quieren perpetuar su influencia, tener a su disposición puestos, empleos y sobre todo los tesoros de la República”. ¿Verdad que suena muy actual?

Couthon pasó, como tantos otros, de defensor de la monarquía a jacobino. Como tantos otros, fue guillotinado en 1794.

Claro está que una revolución en marcha no tiene los rasgos de una crisis, si bien todas las revoluciones se fraguan en una o varias crisis previas.

Pero echar un vistazo a ciertos momentos históricos es un ejercicio saludable cuando la salud de un país está quebrada, caso de España hoy.

No estoy imaginando que España o los países europeos enfangados en dificultades políticas y económicas acaben en estallidos revolucionarios. Eso es territorio reservado a las películas y las series de catástrofes. La realidad se parece poco a la catástrofe, que suele ser puntual y pasajera.

Lo que importa es vislumbrar lo que puede avecinarse, recurriendo a los conocimientos del pasado. Otra conjetura más, pero hecha con buena fe y con algo de bibliografía. A continuación, y a grandes rasgos

Los problemas de España

Uno. La fractura del Estado, dispersión territorial, erosión deliberada de la Constitución. Responsables: el gobierno “progresista” alucinado, la oposición que combate con un florete al tipo de la espada, y la población hipnotizada por la vida cómoda.

Dos. La demografía y la inmigración. Responsables, los mismos.

Tres. La disolución moral de una sociedad distraída con los escándalos y corrupciones del escenario político ocupado por marionetas que ladran y le echan la culpa al otro, el que sea, el que toque. El director de de esta comedia de títeres es un auténtico felón al que apoya un fragmento del electorado

Los problemas de Europa

Uno. El espejismo de la guerra de Ucrania, una guerra civil como fue la yugoslava, de la que es responsable la Otan, que hizo lo posible por perjudicar a Rusia, hasta que Rusia se hartó, se atrevió a plantar cara, calculó mal y se metió en un lío peligroso. Los socios de la Otan se dedican a alertar sobre el apocalipsis, y los medios a repetir como monos parlantes ideas bélicas.

Dos. La difusión propagandística de relatos que nadie cree, y que los políticos en ejercicio de todos los países (menos Hungría, parece) repiten como avemarías en un rosario. Europa carece de hombres de estado como lo fueron Franco, De Gaulle o Churchill, y a los que dirigen hoy, parece importarles un rábano la posibilidad de una guerra; quizá no la crean probable, pero la están urdiendo.

Tres. La burocracia de la UE que lo inunda todo y responde a las necesidades propias, no a las de sus ciudadanos La UE es algo imposible donde se deben de entender políticamente decenas de naciones con decenas de lenguas, de tradiciones y de intereses. Si se hubiera quedado en un organismo de mediación económica, posiblemente estaríamos en mejor situación.

La consecuencia es desconfianza masiva, inmigración brutal, dirigentes zombis y población desconcertada, aunque esto último no es ninguna novedad.

Puesto que se hace muy poco para abordar estos problemas, la deriva hacia una crisis internacional es inevitable. Tarde o temprano llegará.

Una remate para el final. La dictadura de Franco puede criticarse por la persecución política a la izquierda combativa, por su incompetencia administrativa, y por todo lo que fastidiaba la libertad del ciudadano para hacer y decir lo que le diera la real gana. Fue una dictadura de verdad. ¿Ha remediado todo esto la democracia realmente existente? Es cierto que no hay persecución política penal, se puede opinar sin que te detengan (aunque no sin que te persigan bandas de fanáticos), y todo eso.

Pero la incompetencia administrativa y sobre todo la incompetencia de los políticos que dirigen y orientan la administración y la vida de los ciudadanos es escandalosa, más si cabe porque se produce en un sistema democrático. Con la dictadura no había manera de castigar a los incompetentes. Hoy, no parece que al ciudadano le importe castigar al corrupto o al sinvergüenza, sobre todo si se confiesa de izquierdas. Y si hacemos caso al felón, está dispuesto a mantenerse en el poder contra viento, marea y Constitución.

La democracia es el sistema perfecto para someter al ciudadano. Se le hace creer que puede decir lo que quiera, pero no se le deja hacer lo que necesita. Y el ciudadano, tan contento. Por eso la democracia no tiene futuro.

Deja un comentario

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.