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Mil palabras de Azorín Cultura y comunicación Series

Mil palabras de Azorín (T)

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El botánico, naturalista, filólogo y «arañista» (véase la entrada) Rafael Escrig, hace selección de palabras poco comunes empleadas por Azorín en sus escritos. Vuelve con al letra T. Y ofrece cumplidas explicaciones del origen y uso sucesivo de estas palabras. Otro de los provechos que tiene esta colección de Escrig es que enriquece la curiosidad del lector con apuntes al margen, traídos muy a cuento. Así nos permite conocer autores y obras que han pasado desapercibidas para el público corriente y moliente, pero no para él, detective de bibliotecas raras. (La imagen de presentación corresponde a un dibujo del humorista Gascón, de dos hombres comentando el invento del toxpiro en 1898, del que se habla en este diccionario azoriniano)

TASTANA

Probablemente cruce de tascar, del gótico taskón, con tastaz, del latín testaceum, y éste de testa, ladrillo, teja. Polvo hecho de los crisoles viejos.

1. En las tierras de cultivo, costra producida por la sequía.

2. Membrana que separa los gajos de ciertas frutas, como la nuez, la naranja, la granada.

Veamos lo que dice el Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes y sus correspondientes en las tres lenguas francesa, latina e italiana, escrito por Esteban de Terreros y Pando, publicado en 1787 en Madrid: Tastana. La cáscara leñosa que divide los cachos o piernas de la nuez por dentro, hollejo o túnica blanca que hay en las granadas entre cacho y cacho.”

“Soy espectador novicio en el “cine”; es para mí arte nuevo el séptimo arte; voy a concretar en algunos puntos lo que pienso del “cine”. Primero. No me avengo a designar las obras del “cine” con el vocablo “película”, es decir, “pielecita”, como la tástana en la granada, la fárfara en el huevo, la bizna en la nuez. Repugno este diminutivo humilde para las obras grandes.”

Para el diario “ABC”, Madrid, 11/2/1950.

El Cinematógrafo, Valencia, Pre-Textos. Caja de Ahorros del Mediterráneo, 1995, pag. 31.

TELARAÑISTA

Neologismo. De telaraña. Palabra compuesta, del latín tela antiguo derivado de texere y aranea, araña.

Que es partidario de los asuntos complejos y enredosos.

Partiendo del sentido que tiene en la novela del marqués de Valero de Urría*, se trataría, irónicamente, del propagandista y adepto de una ciencia enmarañada.

*Rafael de Zamora y Pérez de Urría, tercer marqués de Valero de Urría, nació en París en noviembre de 1861. Adquirió una sólida formación en La Sorbona y en Salamanca, donde se licenció en derecho civil y canónico. Murió en su domicilio de Oviedo un 20 de mayo de 1908. Clasicista, literato, melómano, bohemio y extravagante, se forjó una merecida fama de sabio ilustrado.

Rafael de Zamora fue un lector infatigable, escribió versos en francés y en latín, publicó doctos estudios en los periódicos locales. Tradujo del griego La Iliada y la Odisea, lo que él mismo definió como un trabajo “largo, penoso, descomunal, pero entretenidísima traducción que me sorbe los sesos, me agosta el caletre, me exprime el meollo y me tiene lelo de verdad, pues no pienso en otra cosa y durante ocho horas cada día no me ocupo de otro trabajo”. Todo este esfuerzo no obtuvo recompensa, ya que sus versiones no llegaron a la imprenta, lo que no le sucedió al complejo divertimento contra los fatuos representantes del mundo artístico que vio la luz en Oviedo de 1906 y que llevaba el largo y estrafalario título de “Crimenes literarios y meras tentativas escriturales y delictuosas (Máquina cerebral. Dogmas éticos. Banquete anual. Áureas lavas. Los ojos del amor. El cuadrúpedo-Dios) perpretados por el profesor D. Iscariote Val de Ur, catedrático de Paleografía, Criptología y Zoophonía en la Universidad de Polanes, publicados, comentados y precedidos de una biografía del mismo por Rafael Urdeval, telarañista, su discípulo y albacea”. Esta satírica obra cosechó muchos elogios. Del libro comentó Pérez Galdós que era “exquisito”; Azorín que se trataba de un “genialísimo libro escrito en sapiente castellano”, y Pérez de Ayala llegó a brindarle una alabanza poética: “¿Cómo sin ser dilecto de la sabiduría / ibas a hacer un libro tan lleno de armonía, / tan sutil y empapado de esa risa sana / que a los labios inspira la necedad humana?”. Otros críticos afirmaron que se trataba de un producto “soberbio” o “el más ameno, interesante, profundo y nutritivo de cuantos han visto la luz por estas tierras hace muchos años”.

Aunque en Asturias la aparición de esta rareza bibliográfica produjo alguna que otra censura, en ciertos medios se acertó a ver que “en aquellas traviesas y humorísticas páginas, se encerraba un profundo sentimiento de belleza y de ética, vislumbrándose allí en muchos de los conceptos un anticismo clásico y una filosofía que aún no ha aparecido y que llegará muy pronto”.

“Pasé unos días en Oviedo, en casa de Ramón Pérez de Ayala. Nos reuníamos a charlar en una salita que tenía una ventana que daba a un patio, y en una repisa estaban alineadas, en espera de la mano del lector, las obras completas de Balzac, en volúmenes de folio menor. Estuvimos Ramón y yo en el Casino, donde Clarín escribía a veces sus Paliques. Subimos a la torre de la catedral y estuvimos abarcando el paisaje. Comimos una fabada, o sea, cocina suculenta de habichuelas, en compañía de Melquiades Álvarez y de Ricardo Torres, Bombita, que se hallaba de paso en Oviedo. Visitamos al marqués de Valero de Urria, helenista consumado, latinista perfecto, autor de un libro curiosísimo, libro de peregrino humor, en que se trata de la imaginaria secta de los telarañistas, que debiera ser reimpreso en edición extensa.”

Madrid, Madrid, Biblioteca Nueva, “Obras Selectas”, 1943, pag. 973.

TELEOLOGÍA

Compuesto culto del griego teleos, fin y logos, tratado. Doctrina de las causas finales.

La teleología es una rama de la metafísica que se refiere al estudio de los fines o propósito de algún objeto o algún ser, o bien literalmente, a la doctrina filosófica de las causas finales. Usos más recientes lo definen simplemente como la atribución de una finalidad u objeto a procesos concretos.

El origen del término puede rastrearse hasta la Grecia antigua. Aquí es donde encontramos una caracterización de las cuatro clases de causas existentes, planteadas por Aristóteles: Causa material: aquello de lo que está compuesto algo. Causa formal: aquello que da el ser a un objeto. Causa eficiente: aquello que ha producido o causado un objeto. Causa final: aquello para lo que existe un objeto.

Tanto para Aristóteles como para muchos otros autores antiguos, la causa final era la más importante en cuanto a la explicación de la filosofía práctica, aunque no se debe olvidar que eran necesarias las cuatro causas para la explicación completa del universo.

“Cuando yo muevo mi pluma para escribir una página, ¿puedo asegurar que esa página es mía y no de las generaciones y generaciones que han inventado el alfabeto, la gramática, la retórica, la dialéctica?

El maestro calla. Ha cerrado la noche. La menuda fauna canta en inmenso coro, persistente, monorrítmico. Y del campo silencioso llega al espíritu una vaga melancolía depresiva, punzante.

Yuste prosigue exaltado:

-¡Admitir la propiedad como creación personal!… ¡Eso es poner en la teleología universal una fuerza nueva e increada; es admitir una causa primera y absoluta, algo que está fuera de nuestro mundo y que escapa a todas sus leyes!… ¡Eso es tan absurdo como el libre albedrío!…”

La Voluntad, Madrid, Biblioteca Nueva, 1939, pag. 33.

TERATOLOGISMOS

Del griego therato, monstruo, y lógos, tratado.

Estudio de las anomalías y monstruosidades del organismo animal o vegetal.

Fue Lucien Cuénot evolucionista frances (1866-1951), quien junto con Emile Guyénot, desarrolló la teoría del “teratologismo

Se entiende por teratología a la disciplina científica que, dentro de la zoología, estudia a las criaturas anormales, es decir, aquellos individuos naturales en una especie que no responden al patrón común.

El vocablo proviene del griego antiguo, theratos, que significa monstruo. Es, pues, la ciencia que estudia las malformaciones congénitas o mutaciones, ya sean inviables (abortos) o viables, que suelen desarrollarse en etapa embrionaria.

“Mendigos. Cojos, mancos, lisiados de mil maneras. Mendigos con teratologismos monstruosos. Mendigos que rezan, claman, plañen, hacen visajes con sus ojos en blanco, extienden las manos.”

Al margen de los clásicos, Madrid, Biblioteca Nueva, “Obras Selectas”, 1943, pag. 1076.

TERRERA

Del latín terrarius, y éste de terra. Perteneciente o relativo a la tierra.

1. Rastrero. Que está cerca del suelo o que le es rasante.

2. Montón de tierra.

3. Depósito de tierras acumuladas por la acción de las aguas.

SILLAS TERRERAS.

Dicho de una silla, la que es de asiento bajo, utilizada en labores caseras.

“La puerta es ancha; empedrado está el zaguán de menudos guijos, o solado con anchas baldosas; las sillas tienen el asiento de tomiza urdida con esparto crudo; las mesas son de pino blanco –con redondos nudos rojizos- y una de ellas es bajita, casi terrera, y en torno de ellas, en sillas también bajitas, se sientan nuestros labriegos a comer.”

Páginas escogidas, Altea (Alicante), Editorial Aitana, 1995, pag. 71.

“Azorín llega. Hace una tarde espléndida. El sol tibio, confortador, baña las anchas calles. En las aceras, las mujeres sentadas en sillas terreras, trabajan en sus labores. Se oye, a intervalos, el coro lejano de una escuela.”

La Voluntad, Madrid, Biblioteca Nueva, 1939, pag. 53.

“Son las once. Avanzo por una calle de terreras viviendas, rebozadas de cal; llego a una espaciosa plaza; me detengo ante una casuca inquietadora.”

Antonio Azorín, Madrid, Biblioteca Nueva, “Obras Selectas”, 1943, pag. 265.

“Por primera vez, acaso, debía aparecer ante la generalidad de los españoles, que contemplaran el dibujo aludido, la imagen de un ferrocarril. Imagen casi microscópica por cierto. El dibujante ha representado un pedazo de mar y un alto terrero en la costa. En el mar se ve un vapor con una alta y delgada chimenea; allá arriba, en la costa, se divisa, en el fondo, una fábrica que lanza negros penachos por sus humeros, y luego, acercándose al borde del acantilado, aparece una extraña serie de carruajes.”

Castilla, Madrid, Biblioteca Nueva, “Obras Selectas”, 1943, pag. 512.

“Y luego os ponéis a mirar el paisaje; ya es día claro; ya una luz clara, limpia, diáfana, llena la inmensa llanura amarillenta; la campiña se extiende a lo lejos en suaves ondulaciones de terreros y oteros. De cuando en cuando se divisan las paredes blancas, refulgentes, de una casa; se ven perderse a lo lejos, rectos, inacabables, los caminos.”

La Ruta del Quijote, Madrid, Biblioteca Nueva, “Obras Selectas”, 1943, pag. 411.

TESAURIZADORES

Del latín thesaurizare, atesorar. Reunir y guardar dinero o cosas de valor.

Resulta interesante transcribir una pequeña parte del discurso político que precede donde aparece el término tesaurizar:

“Discurso de rectificación pronunciado por el señor Calvo Sotelo* en la sesión del jueves.”

(Sesión del Congreso del 16 de abril de 1936, en la que, entre otros asuntos, se debatió sobre el estado del orden público):

“Lo que hay que evitar es todo ese conjunto de causas políticas que, provocando el pánico, impulsan a los cuentacorrentistas a convertir en dinero sus saldos acreedores, lo cual no quiere decir tampoco que quienes tal hacen traten de exportar capital, sino muchas veces simplemente de tesaurizar. Malo es esto; desde luego, una enfermedad para el organismo económico; pero es que eso está en manos de su S.S. evitarlo, no por el procedimiento absurdo, antieconómico, y antipolítico que ha empleado S.S. en la tarde de hoy, amenazando no sé con qué secreta o misteriosa medida de restricción en el uso de cuentas corrientes a los titulares de las mismas… (El presidente del CONSEJO: Nada de eso), porque esto es sembrar el pánico, Sr. Azaña. (El presidente del CONSEJO: Nada de eso. Eso lo dice S.S.) Perdóneme, eso he creído entender a S.S., y creo que la Cámara también. (Denegación. El presidente del CONSEJO: No diga eso S.S.., porque yo no lo he dicho.)

Me remito a lo que consta en el Diario de Sesiones. (El presidente del CONSEJO: A lo que conste, sí; pero no a lo que su señoría crea recordar. No he dicho nada de eso.) Siempre será satisfactorio que S.S. tenga la ocasión, que le proporciono, de proclamarlo. (El presidente del CONSEJO: Pero, Sr. Calvo Sotelo, el procedimiento es ilegítimo. Si me va a atribuir un despropósito cada cinco minutos para que me dé el gusto de rectificarlo, vamos a divertirnos demasiado.) S.S. hablaba de poner coto a la retirada de las cuentas corrientes. ¿Me quiere explicar qué quería decir? (El presidente del CONSEJO: Ya se lo explicaré.) Eso no se puede interpretar de otra manera más que como yo digo. O sea, que se van a poner cortapisas a esos movimientos de saca. (Un DIPUTADO: ¡Claro!) Pues eso es lo que me parece a mí gravísimo. Su señoría conseguirá que las cuentas corrientes recuperen sus saldos anteriores a febrero tan pronto como desde la cabecera del banco azul dé satisfacción al país, demostrando que se sigan sembrando lutos y sangre por las calles. (Rumores.) ¡Si lo que pedimos es autoridad! Nosotros, los hombres sentados en estos bancos, honrados adversarios del actual régimen político, sólo pedimos que sepa restablecer la autoridad…”

Este discurso aparece recogido en el periódico ABC de Sevilla, el sábado 18 de abril de 1936, pág. 22.

Sólo tres meses después, el 18 de julio de 1936, una sublevación militar dirigida contra aquel gobierno presidido por Manuel Azaña, que había surgido de las elecciones de febrero del mismo año, condujo al desastre de la Guerra Civil y, al establecimiento de la dictadura del general Francisco Franco que le mantuvo en el poder hasta 1975.

*José Calvo Sotelo (Tuy, Pontevedra, 6 de mayo de 1893 Madrid, 13 de julio de 1936) fue un político y jurisconsulto español, ministro de Hacienda entre 1925 y 1930 (durante la Dictadura de Primo de Rivera). En un exilio autoimpuesto evitó ser juzgado por sus responsabilidades como ministro de la dictadura durante los primeros años de la Segunda República; no obstante fue elegido diputado en todas las legislaturas, incorporándose a su escaño tras una amnistía durante el bienio radicalcedista en 1934. Destacó como líder de las fuerzas que pretendían la instauración de una monarquía autoritaria corporativista, a través del partido Renovación Española, aunque no mantuvo muy buena relación con las otras fuerzas de la derecha: la mayoritaria, partidaria de contemporizar con la República (CEDA) y las más próximas al fascismo, como Falange Española. En el tenso periodo entre febrero y julio de 1936, protagonizó varios debates en las Cortes en los que pidió al Gobierno que restableciese el orden público, a su juicio totalmente quebrado, reclamando que en caso contrario tal tarea fuera asumida por el ejército. En la madrugada del 13 de julio de 1936 un grupo de guardias de asalto y de militantes socialistas le secuestró en su domicilio -simulando una detención- y le asesinó. Este suceso fue el que provocó que el general Francisco Franco decidiese unirse al golpe de Estado que desde hacía tiempo se preparaba contra la República.

“¿De qué servirán palacios, parques, trenes suntuosos, vehículos magníficos, viajes espléndidos, joyas, beldades, mesa suculentamente abastada? ¿De qué servirá todo esto cuando, granito a granito, sutilmente, aterradoramente, va cayendo el tiempo en la eternidad? Y el tiempo todo se lo lleva, todo lo muda, todo lo transforma, todo lo destruye… Y quedará sumido –escribe Fray Luis- en males no finibles y en el olvido. El poeta, con arte maravilloso, nos ha hecho sentir en estos versos la emoción de la perdurable corriente de las cosas. ¿Dónde estáis, tesaurizadores que hace dos, tres, cuatro siglos, amontonabais el oro, los acariciabais con vuestras manos finas y largas? A vuestro lado, una mujer os contemplaba con ojos de melancolía…”

Páginas escogidas, Altea (Alicante), Editorial Aitana, 1995, pag. 230.

TIC-TAC

Voz onomatopéyica para imitar el sonido acompasado que produce el escape de un reloj.

Puede usarse como una sola palabra, sin separación “tictac”, como dos palabras separadas por una coma “tic, tac”, o con guion intermedio “tic-tac”.

Azorín es maestro en el uso de estas palabras que representan sonidos naturales y que permite reproducir ciertos efectos auditivos y hasta emotivos, mediante la repetición de determinados fonemas: tic-tac / frufru / tras-tras / cu-cú, cu-cú / tan, tan / fá, fá, fá, fá…

Azorín, emplea con frecuencia la onomatopeya del tic-tac, para recordarnos el ineluctable paso del tiempo.

“Los relojes, en estas horas de la noche, marcan más sonoramente su tic-tac. No sabemos ni de dónde venimos ni adónde vamos. En este momento de abstracción, mientras contemplamos el polvo brillante de la inmensa bóveda negra, nos sentimos perdidos en la inmensidad.”

Al margen de los clásicos, Madrid, Biblioteca Nueva, “Obras Selectas”, 1943, pag. 1046.

“Azorín cierra los ojos. La luz se apaga: en la obscuridad de los purpúreos grumos de la pavesa reflejan sobre la dorada lamparilla… El afanoso tic-tac de un reloj de bolsillo suena precipitado.”

La Voluntad, Madrid, Biblioteca Nueva, 1939, pag. 146.

“Nuestro otoño.- Cimas de cipreses que dobla el viento. Rosas pálidas. Campanas que plañen. Una alameda alfombrada de hojas amarillas. Olor de frutas navideñas en una cámara campesina. Una tos, unos ojos ardorosos y unas manos pálidas y finas. Pétalos de rosa que caen. El tic-tac de un reloj en el crepúsculo. Un mueble ha crujido…”

Un pueblecito: Riofrio de Ávila, Buenos Aires, Espasa Calpe, 1946, pag. 60

“Esta pieza, donde la buena vieja está siempre sentada, es el comedor. Este comedor tiene las paredes cubiertas con papeles que representan un bosque, una catarata cruzada por un puentecillo rústico, una playa de doradas arenas, en la que aparece encallada una barquichuela. En un ángulo hay una rinconera con un loro disecado; en el otro ángulo hay otra rinconera con un despertador que siempre marcha con su tic-tac monótono. Yo creo que ese tic-tac y el loro, que se inclina inmóvil sobre su alcándara, son los únicos compañeros de la pobre vieja.”

Antonio Azorín, Madrid, Biblioteca Nueva, “Obras Selectas”, 1943, pag. 213.

TINELO

Derivado de tina, del latín tina, especie de botella de vino con cuello largo y tapadera.

En la primera mitad del siglo XV se recoge tinel, más tarde tinelo, como comedor de la servidumbre, tomado del catalán tinell, y éste del italiano tinello, especie de bufet donde se pone la vajilla, comedor.

El “Tesoro de la Lengua Castellana o Española”* de Covarrubias, nos da su versión y su origen sobre tinelo, y en su entrada nos dice: “Tinelo. Lugar, o aposento donde la familia de un señor se junta a comer, es nombre aleman de tine, que vale lo mesmo que mesa, o de tix, que sinifica lo mesmo, y de alli tixuelo, y corruptamente tinelo, y hase de advertir que estas mesmas son ordinarias de gente, y que siempre se estan puestas, como las de los refetorios.”

*El “Tesoro de la lengua Castellana o Española”, es un diccionario obra del erudito toledano Sebastian de Covarrubias, publicado en 1611. Es el primer diccionario general monolingüe del castellano, es decir, el primero en que el léxico castellano es definido en esta misma lengua. Es también el primer diccionario de este tipo publicado en Europa para una lengua vulgar.

La intención del autor era elaborar un diccionario etimológico que indagara en el origen de las voces del castellano. El modelo era Las Etymologiaes de San Isidoro de Sevilla (612-621). Covarrubias recoge la idea tradicional, ya presente en San Isidoro, de que el origen de la forma de la palabra está relacionado con su significado original, por lo que investigar la etimología equivale a descubrir el origen y sentido profundo de las cosas. Así pues, La calidad de las etimologías que propone, en línea al pensamiento de su época, es proclive, generalmente, a las etimologías fantasiosas y forzadas. Covarrubias, está particularmente interesado en encontrar etimologías hebreas en el español. Esto se explica porque el hebreo era considerado la lengua primitiva de la humanidad hasta la confusión de la Torre de Babel, por lo que la lengua que más se pareciera al hebreo resultaría menos corrupta. Así mismo, Covarrubias, tiene en mente las obras más recientes de lexicógrafos de otros países, con la idea, según sus propias palabras: “de dar noticias a los extranjeros del lenguaje español, y de su propiedad y elegancia, que es muy gran honor de la nación española.”

“Un labrador monovero no podría vivir ni dos días en una casa norteña; la casa norteña con su negrura, su pajuz esparcido, sus escurrimbres, su mezcla, en el zaguán, de establo y de tinelo.”

Superrealismo, Madrid, Biblioteca Nueva, 1929, pag. 99.

“El palacio ducal –el que nos presenta Cervantes en el Quijote- se encuentra en tierra española: en tierra aragonesa. Está no lejos de un río; le cerca un jardín. Y no sabemos más en concreto; suponemos que, como en todos los palacios, hay lo que en todos los palacios: salones, salitas, antecámaras, cámaras, recámaras, corredores, galerías, patios interiores, comedor grande, comedor de diario, mucho más chico que el grande, cocinas, despensa, tinelo para la servidumbre, en fin, dependencias de toda suerte.”

Con permiso de los Cervantistas, Madrid, Visor Libros, 2005, pag. 209.

TONGADAS

De tonga, y éste del latín tunica, vestido interior de los romanos, empleado por los dos sexos.

Variante hereditaria del judeoespañol es tonga, túnica. Pila o porción de cosas unas sobre otras, extendidas en orden.

Para el sentido comparativo con túnica, capa, en el sentido de estrato.

Derivada es Tongada, especialmente en Aragón, capa de tierra o paja alternada con frutas.

Así como en catalán y en valenciano, tongada, capa, turno, tanda.

“Monovera que arregla frutas en un tabaque; las exquisitas brevas, alargadas, tersa la piel, con rajas de un blanco lechoso. Cogidas antes de que salga el sol; tal vez en las higueras de una cañada honda; las hojas de las higueras que se extienden pomposas y olorosas. En la cesta, con delicadeza, van siendo puestas a tongadas. El sabor de las frutas de secano, más fino que el de las frutas de regadío. Las manos de la monovera que se mueven entre las frutas y las hojas verdes y frescas con que se cubre el cestillo.”

Superrealismo, Madrid, Biblioteca Nueva, 1929, pag. 238.

TORMENTARIAS

Del latín tormentum. Perteneciente o relativo a la máquina de guerra destinada a expugnar o defender las fortificaciones.

ARTE TORMENTARIA.

El arte de la construcción y el manejo de las armas de guerra.

En el párrafo que adjunto como referencia, el autor habla de “cabezas humanas en expresiones tormantarias”. Evidentemente que no se trata de unas cabezas humanas para usar como armas arrojadizas. Azorín ha creado un neologismo partiendo de la misma raíz latina tormentum, pero con el sentido de algo que causa angustia o dolor físico, aflicción, pena, tristeza… Así pues, escribe tormentarias, por atormentadas. No es que se haya equivocado como sugiere Inman Fox es que, repito, crea un neologismo, es decir, le da a la palabra otra significación diferente de la habitual y conocida.

“Marchan luego a la iglesia Vieja, ojival, de una sola nave alta y airosa. La torre es un gallardo ejemplar del Renacimiento; tiene fuera, bajo la balaustrada, una greca de cabezas humanas en expresiones tormentarias; y dentro, las ménsulas que rematan los nervios de las bovedillas, son dos cabezas, de hombre y de mujer, tan juntas y de tal gesto, que parece que están unidas en un eterno beso de voluptuosidad y de dolor…”

La Voluntad, Madrid, Biblioteca Nueva, 1939, pag. 87.

(En la edición de “La Voluntad” de E. Inman Fox, éste apunta en la página 173: “tormentarios”, según el Diccionario de la Real Academia, significa: “Perteneciente o relativo a la maquinaria de guerra destinada a expugnar o defender las obras de fortificación”. Querrá decir Martínez Ruíz “atormentados”.)

“En los días grises del otoño, o en marzo, cuando el invierno finaliza, se siente en esta planada silenciosa el espíritu austero de la España clásica, de los místicos inflexibles, de los capitanes tétricos –como Alba-; de los pintores tormentarios –como Theotocopuli-; de las almas tumultuosas y desasosegadas –como Palafox, Teresa de Jesús, Larra…-. El cielo es ceniciento; la tierra es negruzca, lomas rojizas, lomas grises, remotas siluetas azules cierran el horizonte. El viento ruge a intervalos. El silencio es solemne. Y la llanura solitaria, tétrica, suscita meditaciones desoladoras, los éxtasis, los raptos, los anonadamientos de la energía, las exaltaciones de la fe ardiente…”

La Voluntad, Madrid, Biblioteca Nueva, 1939, pag. 123.

TOXPIRO

Neologismo compuesto por dos palabras de origen griego: toxicon, tóxico, veneno y piros, fuego.

Nombre dado por el ingeniero e inventor español Manuel Daza (Alhama de Murcia 1853) a un arma de guerra de su invención, similar a un misil actual.

En la edición de “La Voluntad” de E. Inman Fox, éste anota en la página 123: “Toxpiro: Cohete de forma cónica y provisto de aletas que inventó Manuel Daza. Se cargaba de materias explosivas que producían gases venenosos (de aquí su nombre griego que significa fuego venenoso).”

En una España hundida tras los desastres del 98, existía gran temor a que la flota de los Estados Unidos, posiblemente aliada con los británicos, procediera al bombardeo y posible toma de puertos a lo largo de toda la península. En principio se temían ataques a los puertos de Bilbao y Santander. En este clima, por una parte de temor y, por otra, de patriotismo, se desarrolló la sociedad española, durante los años sucesivos al desastre. La desmoralización fue la tónica general, sobre todo en el ámbito de la intelectualidad.

El desastre afectó emocionalmente a todos y no dejó de haber quien, como Manuel Daza, se resistieran a la evidencia de nuestra debilidad y pretendiesen sublevarse contra ella. El ataque a España por mar, se contemplaba como una posibilidad; era lógico buscar una defensa. No fue descabellado el propósito, sencillamente se erró en su concepción.

El Toxpiro o fuego venenoso, quiso ser en 1898 un arma letal que vengaría a las tropas españolas atacadas en Cuba.

En junio de 1897 Manuel Daza Gómez obtuvo el apoyo del Ministerio de la Guerra para desarrollar su proyecto pero éste quedó paralizado al poco tiempo por falta de resultados. No obstante, Daza persistió y en mayo de 1898 ya había retomado de nuevo la idea llegando a fabricar un proyectil provisto de algo más de 35 kg de explosivo.

A pesar de sucesivos y desalentadores fracasos, todavía en agosto de 1901 el perseverante Daza continúa realizando pruebas; esta vez el escenario era Carabanchel. De este “inventor-quijano” se ocuparía al año siguiente Azorín en su novela titulada “La Voluntad” (referencia de nuestra entrada). Anécdotas aparte, hay que concluir que fue la mala suerte en forma de toxpiro la que convirtió una digna trayectoria de inventor en la terrible chifla continua que ensombreció los días de Manuel Daza en su tierra.

El inventor quedó convertido en motivo de burla por la propia prensa que se había encargado de exagerar sus afirmaciones, porque pasaban los años y la venganza en forma de Toxpiro no llegaba. El invento pasó de largo, como también fue pasando el miedo; ninguna flota lejana llegó para bombardear Santander o Bilbao.

En “La Dinastía”, periódico publicado en Barcelona el 17 de Julio de 1898 contábase lo siguiente, cuando todavía se confiaba en que el ingenio secreto de Daza pudiera hacer cambiar el rumbo de los acontecimientos:

“En esta semana debían verificarse las pruebas públicas del tóxpiro Daza. Con tal motivo dióse el caso inusitado y sin precedentes en España de que la comisión encargada del primer informe, lo emitiese en el mismo día en que quedó constituída. De todas suertes parece que hay todavía en el invento deficiencias de construcción que retrasan el fallo definitivo acerca de su utilidad. No conozco del asunto más que lo que se dice por ahí. No falta quien sienta desconfianza del éxito acordándose del submarino Peral. De todas suertes si el explosivo sirve nos hallaremos en plena y duradera paz cuando se acepte. Y sin embargo, parece que fue presentado ha más de un año a un ministro. Siempre lo mismo. Y á propósito del tal invento no han sido pocas ni escasas las bolas soltadas por los rotativos que con ocasión de la actual campaña las están soltando buenas. Dijeron los diarios que Daza era de Yecla, que allí ejercía la profesión de boticario y que buscando una combinación química se encontró por casualidad con el efecto explosivo y deletéreo de que todo el mundo se ocupa. En efecto, es de Alhama de Murcia, no posee la profesión de farmacéutico y ya en París fue premiado un sistema suyo para perforar pozos artesianos. El tóxpiro es sencillamente un proyectil, lleno de materias explosivas que lo mismo puede construirse para un cañón de cuarenta y cinco centímetros que para fusil. Y ya veremos lo que resulta.”

“Componen el toxpiro dos, cuatro, seis tubos repletos de pólvora; los tubos van colocados paralelamente en una tabla pintada de negro; el fuego sale por la parte delantera y hace andar el toxpiro. Los técnicos exigieron tiempo atrás que el aparato transportase sesenta kilos de dinamita; Quijano no ha construido aparatos proporcionados. Y la comisión decide que los toxpiros fabricados transporten un kilo y seiscientos gramos de peso representativo de dinamita. La prensa protege los trabajos; un ilustre dramaturgo, un ministro, un exministro, están interesados en el éxito.”

La Voluntad, Madrid, Biblioteca Nueva, 1939, 72.0

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