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Bitácora y apuntes

Diálogo entorno a la actualidad incandescente

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Fernando Bellón y Segismundo Bombardier, dos de los cuatro editores de Agroicultura-Perinquiets, establecen un diálogo platónico en ausencia de Sócrates, sobre asuntos que les importan y deberían importar a casi todos, excluidos los niños y los alienados víctimas del sistema . (La ilustración es un fotomontaje de Álvaro Olavarría).

Fernando.- Buenos días, Segismundo.

Segismundo.- Buenos días, Fernando.

Fer.- ¿Empezamos por el principio?

Seg.- Es justo y necesario.

Fer.- Antes de entrar en materia es preciso advertir que nuestro diálogo se centra en esa actualidad que hemos llamado incandescente, porque nos quema las manos y los pies.

Seg.- Voy al grano. ¿Tienes claro a quién vas a votar en las elecciones europeas?

Fer.- Sí. No voy a votar. ¿Y tú?

Seg.- Si me das razones convincentes para no hacerlo, puede que también me abstenga.

Fer.- Con frecuencia he intentado convencer a gente de seguridades mías. Pero luego he encontrado flaquezas en mis razonamientos, y me ha dado vergüenza advertir que estaba equivocado. Así que líbreme Dios de poseer verdades. Vivimos rodeados de fanáticos, y todos corremos el peligro de contagiarnos.

Seg.- Cierto. Pero, ¿tú tienes claro por qué no vas a votar en las elecciones europeas?

Fer.- Porque no sirve de nada. Ni a mí ni a casi nadie del pueblo llano o selecto. El Parlamento Europeo es un autentico tigre de papel que ni siquiera ruge y no asusta. Varios cientos de individuos que viven como príncipes, sin responsabilidades, que corean o abuchean las decisiones de un Consejo de Ministros Europeo al que nadie ha elegido, compuesto de individuos que son la flor y nata de los corsarios políticos de sus respectivos países, y toda esa tropa asistida por varios millares de funcionarios que viven como duques,

Seg.- Es una imagen estereotipada.

Fer.- Eso es. El Parlamento Europeo, el Consejo de Ministros Europeo, la Unión Europea son estereotipos construidos a imagen y semejanza de una fantasía disparatada: que para acabar con las disputas nacionales había que construir un arca de Noé. No sé si desde Francia tenéis una visión parecida a esta. En España conozco a pocas personas que se tomen en serio las instituciones europeas. La mayoría las ignora, y unos pocos las despreciamos.

Seg.- Para muchos franceses de antes las instituciones europeas eran una garantía de paz, y también de prosperidad. Creían que el Mercado Común era la trinchera que contenía el instintivo expansionismo alemán. Pero después de la reunificación de Alemania, las nuevas generaciones no quieren saber nada del pasado, de la historia, se creyeron esa estupidez de que por fin la historia se había acabado. Además Francia tiene una población africana elevadísima, y no entienden la rivalidad europea. Estar en Europa es para ellos una garantía de supervivencia. Lo francés, lo alemán, lo belga o lo holandés les importa un pimiento. Así que la Europa que ellos reconocen es la que les ha sacado de la miseria en la que dejó a sus países el colonialismo, y están dispuesto a cualquier cosa con tal de no volver a sus artificiales países.

Fer.- ¿Quieres decir que vienen a vengarse?

Seg.- Involuntariamente. Los que hemos sido emigrantes conocemos lo que es sentirse ajenos, sentirse otros. Si no eres un multimillonario con palacio en la Costa Azul o en Marbella, el color y el tono de la piel te señalan como un intruso. Y eso te fastidia. Los chavales africanos de segunda generación hablan el francés de sus colegas, bastante incomprensible, por cierto. Pero no les basta para hacer creer a nadie que son franceses. Me parece a mí que muchos ni se sienten franceses. Lo digo basado en observaciones propias, no en encuestas.

Fer.- De eso puede deducirse que no irán a votar en junio.

Seg.- Sus padres, si han adquirido la nacionalidad francesa, es posible que acudan. Ellos sí tienen necesidad de sentirse europeos. A mí me pasó igual, cuando pude votar en Francia antes de que en España se estableciera la Constitución del 78. Me sentía un tío con suerte y un ciudadano europeo, como si los españoles no lo hubiéramos sido siempre.

Los bárbaros modernos

Fer.- En mis últimos viajes a Alemania y a Francia me ha sorprendido ver a tanta población joven no europea. Africanos, incluidos magrebíes, turcos, árabes, iraníes, hindúes, vietnamitas, paquistaníes. Tengo la impresión de que sumados en su conjunto, hay más inmigrantes ajenos a las culturas y a las religiones occidentales que inmigrantes eslavos. A eslavos, griegos, italianos y españoles no les coloco en ninguna casilla problemática. Son bastantes. Son los bárbaros de siempre.

Seg.- Bárbaros al revés, ¿verdad? Celtas, visigodos, íberos, lusitanos, ostrogodos, burgundios, alamanes, francos, ilirios, macedonios. Entre todos somos la forja de Europa. Hemos dado nombre a regiones, a naciones. En el siglo XIX todavía pudo hacerse una Unión Europea, pero todos sabían que solo era posible si una sola nación dominaba con puño de hierro. Nadie quería esa Europa. Hoy es irrealizable por las mismas razones. Así que la que existe es un fraude.

Fer.- Acaso con los países eslavos, los escandinavos y los bálticos podría formarse una Europa con ciertas garantías de estabilidad.

Seg.- ¿Incluyendo a Rusia? No creo. Ahora lo que Europa necesita es mano de obra que pague las pensiones de los viejos de mañana. Todo lo demás, la integración, el choque cultural, todo eso le importa un comino. Los burócratas creen que se arreglará solo.

Fer.- A eso iba. Europa es el continente donde emergieron las naciones modernas, con variedad de lenguas y de culturas propias. Durante siglos esas naciones estuvieron enfrentadas, las guerras se sucedieron hasta hacerse mundiales entre países dispuestos a matarse entre ellos por rivalidades muy serias, porque la lengua, la cultura, y los intereses económicos son cosas muy serias. En Europa. Introducción a su historia, nuestro amigo Pío Moa lo establece con claridad. La era europea comienza con el declive de la hegemonía española, en el siglo XVII, y acaba con la Segunda Guerra Mundial, en 1945. Desde entonces Europa cede la hegemonía a los Estados Unidos. Y cuando los Estados Unidos reciben los primeros impactos en su territorio en 2001, se inicia su propio declive.

Seg.- El dominio de una superpotencia no es ni absoluto ni duradero. Lo que más llama la atención es la miopía de los administradores políticos y militares de eso llamado geoestrategia. Los yanquis estaban convencidos de que Rusia se había ido a pique, y de que la China no podría crecer económicamente sin pasarse a la democracia occidental, previa catástrofe. Recuerdo que en los años 80 la mayor preocupación de Occidente era Japón, que inundaba los mercados de productos y los Estados Unidos de capital. Se escribieron editoriales, panfletos y ensayos sobre el peligro amarillo.

Fer.– Y de pronto asomó sus orejitas la China Comunista. La influencia de los chinos hoy en el mundo es aplastante. Y a la vez, el dictador Putin sitúa a Rusia en una posición peligrosa para el imperio yanqui y anglosajón. Con Rusia se han atrevido, acorralándola y empujándola a una guerra que contemplamos como una película de ciencia ficción interplanetaria, como si sólo estuviera en una pantalla. Pero con China no se atreven.

Un riesgo para quienes animan la guerra

Seg.- Nos estamos yendo del tema, pero no puedo evitar pensar en el peligro de guerra nuclear asociado a la guerra entre Ucrania y Rusia. ¿Es tan serio como clama el amigo Pío Moa?

Fer.- A mi parecer, y él entiende más que yo de eso, el peligro no es mayor que el que hubo durante la guerra fría. Sin embargo, la continuación de las hostilidades no puede durar mucho sin acabar como el rosario de la aurora. Hoy es una paradoja cronológica. La tecnología bélica es muy superior a la de hace cien años, pero los ejércitos mantienen un frente casi estable, solo varía unos kilómetros al norte o unos kilómetros al sur, depende de las ofensivas, como en la Gran Guerra de hace un siglo Se diría que es una guerra de trincheras. El resultado es una matanza.

Seg.- Tampoco diría yo que los rusos tengan una estrategia clara en Ucrania.

Fer.- Bueno. Su objetivo parece ser establecer una nueva frontera segura en los territorios que consideran suyos o de los rusoparlantes. Si la Otan obligara a Ucrania a firmar una paz “cediendo” ese territorio, y pongo “cediendo” entre comillas porque las fronteras en la estepa ruso ucraniana no han dejado de moverse a los largo de los siglos, y han alcanzado a Polonia, a los Países Bálticos y a Finlandia, que han pertenecido mucho tiempo al imperio zarista, es un viejísimo conflicto; digo que si la Otan obliga al pelele Zelenski a ceder ese territorio, se acabaría el problema, de momento.

Seg.- Creo que sé a donde vas. Ucrania carece de fuerza y de potencia armada para contener a los rusos. A la vez, Putin no quiere que la guerra de movimientos tácticos se convierta en una carnicería eterna. Mientras tanto, la Otan, consciente de las debilidades de ambos déspotas, se dedica a abastecer con armas a un ejército exhausto con la intención de debilitar a la larga a los rusos. Pero los rusos han aguantado históricamente mucho más que el resto países europeos, con la excepción de Alemania y de España.

Fer.- Es un empate sangriento. Yo, al contrario que nuestro amigo Pío, no creo que la Otan vaya a pedir a los países europeos el envío de tropas de choque al frente. Eso implica una guerra total, de consecuencias imaginables e indeseables. Pero antes de llegar a ese momento del envío de tropas al frente habría que esperar la reacción popular. Algunos creen que como los ejércitos europeos son profesionales, los ciudadanos quedarían indiferentes. No será así. Hay tantos conflictos internos en casi todos los países, que antes de que saliera un regimiento, se producirían todo tipo de motines. Por ejemplo, las tropas de asalto estarían formadas por inmigrantes africanos, hispanoamericanos, paquistaníes, turcos. ¿Qué les han hecho a ellos los rusos? Los musulmanes establecidos en Europa aprovecharían el lío para asentar sus bases políticas, y cuando digo bases quiero decir bases, ciudades o barrios sublevados.

Y por su lado, los millones de eslavos establecidos en Occidente no se iban a quedara de brazos cruzados. Por último, China está muy bien preparada para intervenir, no en las trincheras, sino en la retaguardia. La infiltración económica de los chinos en España, por ejemplo, es formidable.

Seg.- Quieres decir que la Otan no es tonta, que sabe que juega con fuego.

Fer.- Quiero decir que la Otan lanza globos sonda sobre la vuelta a la recluta obligatoria para observar las reacciones en las sociedades aludidas. Pero las sociedades aludidas no están preocupadas por la guerra de Ucrania, sino por cosas más domésticas. La gente está educada para ser egoísta. Ante una movilización general, que duele mucho, saldría a la calle, y la Otan tendría más problemas internos que exteriores.

La democracia realmente existente

Seg.-¡Qué barbaridad! Parecemos oficiales de inteligencia de una universidad de Nueva Inglaterra. Vamos a volver a la realidad de los zoquetes, que la nuestra. En varios artículos publicados en esta revista hemos coincidido ambos en la necesidad de desmitificar la idea de democracia; quiero decir, en señalar que la democracia es un mito, como demostró nuestro querido profesor Gustavo Bueno.

Fer.- En realidad Bueno diseccionó la «democracia realmente existente» frente a la fundamentalista y a otras versiones.

Seg.- Es cierto. Fue un palo filosófico a los demócratas fundamentalistas. Democracias ha habido en el mundo a docenas, desde la antigüedad y los pueblos aislados en selvas o en islas del planeta hasta el presente. En nuestra edad moderna, los únicos que se opusieron a la democracia parlamentaria de occidente fueron los nazis y los comunistas. Cada uno con sus propias razones, pero con el mismo propósito de crear un gobierno fuerte e inaccesible para el vulgo, que rigiera a la sociedad según reglas eugenésicas, eliminar a los enfermos (incluidas todas las desviaciones de la normalidad estándar) y a los judíos, en un caso, y eliminar a los burgueses, a los pequeños burgueses y a los disidentes cualquiera que fuera su ideología o su extracción social, para establecer el comunismo eterno, la salvación de la Humanidad, así con mayúscula, en el otro caso.

Ignoro de qué forma, los académicos acuñaron la etiqueta de que los nazis eran la extrema derecha y los bolcheviques la extrema izquierda. Debieron ser académicos pro bolcheviques, porque a ellos no les molestó el término que les correspondía. Pero los nazis alemanes y los fascistas italianos no aceptaron la etiqueta. Ellos no eran la extrema derecha, ellos venían a purificar al pueblo elegido de las lacras sociales.

Digo esto porque hoy el nazismo y el fascismo han dejado de existir, y el bolchevismo no persiste más que en Corea del Norte. Pero se siguen empleando como designaciones políticas. Es un empleo espurio, malintencionado, despectivo, para menoscabar al rival. Suelen usarlo con profusión portavoces de ideología supuestamente de izquierdas, para atribuir propósitos criminales a determinadas formaciones de la supuesta derecha. En cierta forma se puede decir que los autodenominados progresistas se han agarrado como a un clavo ardiendo al mito de «la derecha y la ultraderecha».

Fer.- Ahí querías llegar…

Seg.- Exacto, pero déjame acabar, por favor.Tú y yo hemos coincidido en una idea clave a mi juicio. La democracia parlamentaria es un sistema de gobierno más. El sistema adecuado a una sociedad de consumidores avanzados o pletóricos, como proponía Bueno, porque parece que otorga a los ciudadanos satisfechos el poder de gobernarse por delegación de voto. Pero esto es falso de cabo a rabo. Ni siquiera los ayuntamientos están gobernados por los ciudadanos, que no están todos tan satisfechos. Los ciudadanos somos los objetos de extracción de cuanto nos dejamos sacar. A los alcaldes les importamos un rábano. Los políticos en ejercicio del poder, el que sea, local, regional, estatal, no tienen consideración con el ciudadano, y eso lo demuestran cuando nos toman por imbéciles, que es muy frecuente. Las campañas electorales se parecen a las ferias de crecepelos y jarabes que todo lo sanan. Y nos las tragamos como lo que son: estafas. El fracaso del nazismo, el fascismo y el comunismo obligó a los académicos a maquillar la idea de democracia. Dieron en hacernos creer que «la democracia había triunfado».

Fer.- La democracia parlamentaria tiene muy poca historia, y tampoco se ha manifestado como el remedio de los males del mal gobierno. No sé que tipo listo tuvo la ocurrencia de decir que la democracia era el menos malo de los gobiernos. Es como decir que más vale que te mueras de un ataque al corazón que de un tumor en el páncreas.

Seg.- Todos los mecanismos que ha establecido la democracia parlamentaria para asegurar el bien y la salud de los ciudadanos, la eutaxia, han fallado. El ser humano, en cuanto se hace poderoso, pierde la vergüenza, la chaveta, y tiende a comportarse como un déspota. Da lo mismo que sea un concejal que un primer ministro.

En otras palabras, la democracia realmente existente es uno más de los sistemas de gobierno. No es ni el mejor, ni el menos malo ni el último. En eso creo que coincidimos los dos. Las revoluciones sangrientas querían transformar al ser humano a base de matanzas. No lo consiguieron, ni se conseguirá.

Histeria de energúmenos

Fer.- Hay quien me dice, ¿y de qué forma se puede gobernar mejor, según tú? Pues yo no lo sé. Desde luego, no como hasta ahora. Y para eso podemos volver a aterrizar en la realidad española, si no te parece mal. Lo digo porque la francesa no creo que sea muy diferente, y a mí me conmueve menos, y quizá también a nuestros encomiables lectores.

Seg.- Estoy de acuerdo. Los problemas domésticos de Francia no tienen casi nada que ver con los problemas domésticos de España, pero el escenario político es muy semejante. Empecemos con una pregunta interesada: Si mañana hubiera elecciones generales en España, ¿a quién votarías?

Fer.- En un artículo de marzo, Hipocresía, desvergüenza e histeria de energúmenos, dije que a quién votar era una pregunta sin respuesta, dado el espectáculo circense que ofrecen a diario nuestros representantes. Terminaba preguntando: ¿A quién votar, si no hay nadie digno de ser elegido? ¿Para qué votar, si nadie se va a ocupar de los problemas de la ciudadanía? ¿Por qué votar, cuando la experiencia nos dice que los ganadores harán lo que les plazca? Hoy sigo pensando lo mismo.

Esto no es una proclama por el apoliticismo. Es una denuncia de la indecencia política de nuestros profesionales del gobierno. Lo que estoy diciendo es que votar a Sánchez y a sus satélites devolvería al país al estado en el que hoy se encuentra. Votar a Feijoo no garantiza que se vaya a modificar nada de lo necesario, ni siquiera lo más urgente, como es asegurar un sistema educativo, sanitario y financiero universal en toda España, y restaurar el poder policial general en todo el estado, y me da igual lo que puedan hacer con moços, ertzainas y demás cuerpos. ¿No quieren las supuestas izquierdas un estado federal ? Pues que tengan una sola Bundespolizei, como la Bundesrepublik Deutschland. Votar a Abascal no asegura nada, porque carecen de los sufragios precisos. En otras palabras, se reproduciría la situación de estancamiento, sin mayorías suficientes. Y en el caso de una mayoría de la supuesta derecha coaligada, ¿reuniría la voluntad y la fuerza necesarias para empezar a desmontar el andamiaje que ha dejado la supuesta izquierda? No es que lo dude, es que no tienen ni convicción ni voluntad, al menos los de Feijoo. Todo seguiría igual.

Seg.- ¿Y entonces? Estoy contigo en que las autodenominadas izquierda y derecha no se apoyan ni en la voluntad ni las ideas sino en estereotipos. Precisamente porque parten de una confusión o una falacia: ponerse una etiqueta que ha dejado de tener contenido. Un gobierno «de derechas» en España, incluso si el separatismo catalán y el vasco hubieran abandonado su quimera, no haría nada muy distinto de un gobierno «de izquierdas». Esa situación de gobiernos intercambiables se da en toda Europa. Es un modelo fabricado por la Unión Europea que persigue la fábula de la uniformidad política del continente. Suponen que una vez conseguida, ellos se mantendrán en sus butacas burocráticas para siempre, sin que nadie les moleste. No lo dicen así, pero asegurar que la estabilidad política es la garantía del buen gobierno es decir, «no nos molestéis, que somos profesionales capacitados, y os daremos pan y circo toda la vida». Y volviendo a la dificultad de conseguir un gobierno mejor cabe preguntarse cómo.

Fer.- Claro. Nadie es profeta, y yo soy un desastre en eso. Recuerdo que días antes de la desastrosa invasión de Ucrania por tanques rusos, escribí y publiqué que Putin no era tan idiota como para meterse en un avispero.

Pero sospecho que el cambio de dirección, el volantazo político no caerá como una pera madura, sino que vendrá de golpe y contagiará a todo Occidente. Toda transformación política ha sido traumática, desde la desaparición de las maravillosas ciudades griegas minoicas y micénicas hasta la rendición del magnífico Japón imperial a bombazo sucio, es decir, nuclear.

El pesimismo conduce siempre al optimismo

Seg.- Me temo que sí. Y sin embargo quiero hacer una precisión. Nunca en la historia documentada de los pueblos y naciones del planeta se había vivido tan bien. Puede dar la impresión de que el pesimismo es una exageración de cenizos. Pero el pesimismo es necesario para avanzar en beneficio de los seres humanos. Nuestra generación, la de los europeos que tenemos entre setenta y ochenta años, ha sido la más afortunada de los últimos siglos. Salvo los pobres yugoslavos y los chipriotas, hemos vivido en paz. Estoy contento de mi vida. Pero dudo que nuestros nietos tengan la misma fortuna.

Fer.- Yo también lo dudo. Aunque es una ley de la historia que los peores desastres las más rotundas derrotas terminan por abrir la puerta a soluciones y a la recuperación de la prosperidad, aunque sea a costa de la libertad o de la independencia.

Me gustaría acabar con una cita de Fray Benito Jerónimo Feijoo, un ilustrado anticipado, un hombre dedicado a la renovación moral y a la educación de los españoles. En su discurso «Voz del pueblo», de 1726, dice: «Aquella malentendida máxima de que Dios se explica en la voz del pueblo, autorizó la plebe para tiranizar el buen juicio, y erigió en ella una potestad tribunicia, capaz de oprimir la nobleza literaria».

Si cambias «Dios» por «democracia» y «nobleza literaria» por «sabiduría de gobierno», la idea no ha disminuido ni en fuerza ni en significado. Cómo es posible, cabe admirarse, que trescientos años después la persistente ignorancia del vulgo sea la mayor atribución del poder.

1 Comentario

  1. Manuel Carreño 2 junio, 2024

    Menudo diálogo más… ¿cómo lo definiría? Es que toca muchos de los temas actuales con ironía, sapiencia y un cierto aire de desasosiego. Daría para escribir no un comentario sino un artículo… tan solo se me ocurre apuntar, humildemente, que se observa un cierto aire de decadencia en occidente. Una decadencia que afecta a los valores, las certezas. En definitiva a la cultura occidental de este siglo que no para de encadenar crisis tras crisis y sumerge al ciudadano en un cabreo antisistema creciente. No soy indiferente a ese cabreo, pero sigo creyendo que la política, con todas sus imperfecciones, está para eso: para canalizar el conflicto social sin tener que coger un arma para defenderte del vecino, para intentar una sociedad más justa… Me niego a pensar que seguimos en la España del Lazarillo de Tormes y de El buscón. Para eso necesitamos a Europa, para armonizar e igualar nuestro derecho y ser más civilizados. Pese a todo no sé a quién voy a votar en las europeas, pero no quiero volver al pasado. Quiero seguir siendo europeo. ¿Por qué? Pues porque con todas sus carencias (que las tiene y muchas) ¿en qué zona del mundo se vive mejor que aquí?

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