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Bitácora y apuntes

Salvemos a la democracia de los proxenetas

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Gaspar Oliver

Este hombre que gobierna España va a por todas, y lo viene demostrando desde hace cinco años. Y cuantas más barrabasadas hace, más firme es su apoyo electoral. Es una paradoja inquietante, y estimula las tendencia apocalípticas. Es preciso serenarse.

Primero hay que observar la realidad, describirla y analizarla.

No hay necesidades personales apremiantes en el país. Es decir, en términos generales la gente tiene para comer, lugar donde dormir, puede vestirse, asearse y moverse sin restricciones; también el que tiene instrumentos tecnológicos puede decir en público lo que le plazca, incluso contra el gobierno y/o la oposición.

No nos falta de nada, funcionan los servicios, y nuestra libertad de palabra y de movimiento no está trabada. ¿En un futuro próximo dejará de ser así? Prefiero quedarme en el presente. Me gustaría tener amigos como Leguina, antiguo presidente de la Comunidad de Madrid, por el PSOE, para pedirles datos estadísticos fiables sobre los votantes, sobre todo edad y estudios. No sé si los habrá, fiables al menos.

Es una de las incógnitas de estos tiempos turbulentos. El retrato de la sociedad española de hoy es en blanco y negro intensos. No es izquierda/derecha, ni secesionistas/unitaristas, ni constitucionalistas/anticonsticionalistas. Estas categorías están mezcladas. Lo más aceptable que encuentro es progubernamentales/antigubernamentales, y todo en torno a la persona del presidente del gobierno: sanchistas/antisanchistas. A mí esto me parece anacrónico. La historia de España desde 1808 marca la tendencia, a favor o en contra del liberal, del conservador, del militar, del republicano, del monárquico en ejercicio del poder.

Es evidente que las elecciones están para eso, o este o su contrario; puede que haya varios contrarios a un lado y a otro, pero en el fondo, da igual. En eso estoy de acuerdo con el editor de esta revista: a efectos políticos, es decir, a efectos del gobierno, lo mismo da que manden unos que otros, los efectos serán parecidos, porque los límites del territorio político y económico son bastante inflexibles, en especial desde que nos metieron de cabeza en lo que hoy es la Unión Europea.

Pero las actividades del gobierno que gobierna Sánchez nos llevan derechitos a la confrontación. Eso lo saben los de derechas y los de izquierdas, los constitucionalistas y sus opuestos, los españolistas y los segregacionistas, los centralistas y los confederales. Pero los votantes de Sánchez lo practican con un empeño notable, desconcertante. Por eso reclamaba yo a los buenos leguinas que nos proporcionen explicaciones sociológicas.

Yo no entiendo el anacronismo. Tengo amigos con los que me hablo sin restricciones, salvo la polémica política, que votan a Sanchez (ojo, no estoy diciendo que le defiendan) sin taparse la nariz. No son separatistas, no son confederales, no son anticonstitucionalistas (a los votantes a Sánchez de ideas radicales también les saludo, aunque soy más cauto en el intercambio de palabras). Son personas doctas, profesores, profesionales, autoempleados, ingenieros, funcionarios. Ninguna de estas características, y tampoco la edad (los hay de todas) señalan que haya una razón misteriosa para que voten a una persona que está sembrando España de sal.

Aquellos que salgan ahora diciendo que lo mismo que yo sostengo aquí puede valer para explicar lo contrario, están tergiversando la realidad. Que Sánchez y su gobierno están produciendo un daño difícilmente reparable en España es visible, sobre todo en los medios de comunicación, que en el futuro serán testimonio de semejante melodrama. Que Feijoo, los suyos, Abascal y los suyos sean la extrema derecha que nos conduce al fascismo es una mentira o una arbitrariedad deliberada. Todo el mundo nos mentimos. Pero consentimos el juego, no se nos va de las manos.

A esto se reduce la pugna política española hoy: o estás a favor del progreso eterno y luminoso, o eres un fascista enfangador. Algo insostenible, desconcertante. Sin embargo, lo terrible de esta palanca divisoria que convierte la disputa en guerra es lo que afecta a otros órdenes de la vida política. Si el Parlamento está partido en dos, la Justicia, también. Esto produce espanto porque “va en serio”. No se puede esperar que los jueces carezcan de ideología o de filias partidistas. Es una circunstancia que suele ignorarse u ocultarse, y que en algunos países se nota más que en otros, independientemente de su sistema de gobierno. Pero que la justicia se transforme en campo de prácticas de tiro político conduce al desgobierno, porque nadie (sensato) puede confiar en una democracia donde el gobierno determina la justicia y el Parlamento, en lugar de ser al revés.

Y sin embargo soy relativamente optimista.

Llegará el día, aunque sea dentro de tres años, en el que Sánchez se vea expulsado del poder, substituido por uno de la temida “ultraderecha fascista”. Se les llame como se les quiera llamar, obtendrán más votos. Lo que no está tan claro es que tengan la inteligencia de entenderse entre ellos.

Este es el mejor de los escenarios. El peor es que Sánchez se las ingenie y tenga las agallas de llevarnos a los españoles a un despeñadero: o yo o el caos, o yo o el nazismo. ¡Valiente estupidez!

En mi alforja de pesimismo incluyo a la princesa Leonor. Me permito dudar de que pueda reinar si Sánchez se pone de acuerdo con los que necesita para gobernar y son más antimonárquicos que él. Le exigirán la república confederal. Si Felipe VI se hubiera negado a firmar la Ley de la Amnistía habría creado un conflicto explosivo del que podría haber salido exiliado. Es verdad. Pero a lo mejor no habría salido exiliado, nos habría librado de un déspota y habría asegurado el trono para su hija. Lo curioso es que yo me siento tan monárquico como antimonárquico. Quiero decir que soy un antisanchista sin remedio, pero no me disgusta esta monarquía ni me opongo a ella.

El mejor de los escenarios no es ningún paraíso. El nuevo gobierno, si llega a constituirse, tendrá que hacer malabarismos (con lo cual seguiríamos igual que ahora) con los separatistas, o zanjar el asunto con una reforma constitucional con la cabeza fría que los desactive y recentralice. Los otros temas pendientes de arreglo son de gran envergadura, pero este es el mayor y más urgente. No son cosa baladí, y habrá que tener redaños para llevarlo a cabo.

Y luego está la posición de España en el mundo, algo que inclina más al pesimismo que al optimismo. Según el editor de esta revista, para que el atasco político en España y en el resto de Europa se deshaga será necesario una conmoción social que fuerce a los gobiernos a afrontar un cambio de sistema político. De este cambio se puede derivar una transformación del actual sistema democrático en otro ahora mismo imprevisible, o una serie de modificaciones inservibles, que desembocarían en algo parecido a una revolución, la tercera en algo más de dos siglos, eso que los sociólogos de la historia dan en llamar un “cambio de ciclo”.

Esta fórmula política, explica el editor de esta revista, ha dejado de funcionar por un uso espurio que la ha debilitado. El parlamento no representa a los ciudadanos, cuyo único poder está en algo tan ligero como el voto o en abstenerse, y responde a intereses partidistas, personales, e incluso extranjeros a su solar patrio encubiertos con instituciones decorativas como la Unión Europea y la Otan. La libre asociación de los ciudadanos es una farsa, la libertad de prensa es otra falacia.

Esto es así, siempre que se mida la democracia con su modelo puro y casto. Lo que tenemos es una democracia adulterada y prostituida, que es la normal y corriente. Yo no es que crea mucho en ella, es que no tenemos otra fórmula a mano. Así que lo importante es evitar que derive en cornuda de ciervo y en puta de barrio bajo. Yo confío que lo lograremos.

1 Comentario

  1. Manuel 17 junio, 2024

    Luces y sombras. Si observamos el devenir de los acontecimientos, hoy el objetivo de todas las iras es Sánchez. No hace tanto tiempo lo era un tal Pablo Iglesias, del que ya no nos acordamos, pero sacudió el tablero político de este país. Los acontecimientos se desarrollan a una velocidad de vértigo y es obvio que en el «debe» de Sánchez está la tan manida amnistía que, sin entrar en otras consideraciones, ha desatado una profunda zozobra profunda en la sociedad española. Eso y el pactar con los partidos a su izquierda y apoyarse en partidos independentistas es sin duda un elemento que desata la ira de una parte de la ciudadanía. Nada que objetar. Pero… ¿y en el «haber»? Llevando a la izquierda al PSOE ha evitado su desaparación (PS francés, PASOK…) y ha anulado a Podemos. Ha gestionado una pandemia brutal que hizo caer nuestro PIB ¡en un 12%!, gestionando con Díaz los ERES redujo el impacto en el desempleo. Se ha paseado por Europa y fué uno de los artífices de los Next Generation, así como de la «excepción ibérica» que ha supuesto un éxito en la contención de la subida de la energía, ha subido el SMI, en definitiva ha recibido el aplauso del FMI en su política económica. Hay sombras (vivienda, inflación…) Con estos datos, que cada uno saque sus conclusiones. Veremos como lo hace el centro-derecha (del que a día de hoy desconozco su programa económico), cuando como es lógico vuelva a gobernar a medio/corto plazo. De la degradación de las instituciones hablamos otro día pero, estimado Gaspar, la dictadura es otra cosa.

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