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Agricultura y naturaleza

Sin novedad en la Agricultura en tiempos de coronavirus

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Todos comemos bien, pero los labradores se comen sus patatas

Un informe de Fernando Bellón

La agricultura y la ganadería se han convertido en el sostén de la población en este Periodo de Alarma, en la misma trinchera que la Sanidad, los servicios públicos como bomberos, fuerzas de seguridad y ejército, y la distribución.

En realidad esto es una verdad de Perogrullo. En la paz y en la guerra, en la normalidad o en la excepción socioeconómica, la agricultura es clave, porque estamos acostumbrados a comer todos los días. Precisamente esta costumbre, satisfecha en la mayor parte de la población, es la que nos hace darla por descontado y tenerla en poco.

En este reportaje ofrecemos las declaraciones de dos agricultores valencianos, y una recopilación de informaciones publicadas en distintos medios de comunicación, sobre los efectos y las reacciones del sector agroalimentario ante la emergencia del Covid 19.

En términos generales cabe decir que los efectos del Covid 19 en la agricultura española han sido limitados, pero significativos, porque revierten a los problemas de siempre. Con coronavirus o sin coronavirus, los labradores medianos y pequeños no se quitan de encima los lastres impuestos por los conflictos de los mercados. La siembra de distintos cultivos, su mantenimiento y cosecha se han visto afectados por las restricciones de movimiento de los primeros días, la más importante la de reducir los viajeros de coches y furgonetas. Esto ha incrementado los costes del agricultor. Y el otro problema fuerte ha sido la pérdida de mercados amplios, como el turístico y el de restauración.

Ramón Vicent, veterano agricultor de l’Horta de Valencia, que cultiva verduras y plantones de diversos productos, es un profesional al corriente de las tecnologías y la legislación agrarias.

“Por lo que sabemos, el principal problema es el transporte de los trabajadores ya que las medidas son estrictas y no disponen de tantas furgonetas. Hay empresas que han recurrido al alquiler de autobuses ya que era la única solución para transportar a todo el personal”.

Acostumbrado a adaptarse a las circunstancias, Ramón Vicent tiene una visión optimista.

“El trabajo agrícola que nosotros desempeñamos, en ningún momento se ha resentido por el estado de alarma, ya que éste se encuentra dentro de las actividades necesarias decretadas por el Gobierno. Si en algo se ha alterado ha sido por factores climatológicos que no tienen nada que ver con el problema. Hemos puesto los medios de los que disponemos a los trabajadores, al igual que les hemos facilitado un certificado de desplazamiento para poder trabajar en la empresa agrícola”, asegura.

“Uno de los problemas que nos hemos encontrado ha sido obtener material, como mascarillas y guantes para poder trabajar, ya que no los distribuyen. Al final logramos que nos confeccionaran mascarillas caseras no homologadas pero que junto a la distancia hace que se trabaje con más seguridad. A fecha de hoy”, dice en referencia a mediados de abril, “los almacenes que nos abastecen de productos fitosanitarios aún no disponen de material de protección homologado”.

Le hemos preguntado si había establecido algún plan especial en estas circunstancias.

“No se ha elaborado ningún plan, ya que en este trabajo dependemos mucho de la climatología. Si todo va bien, en un mes se empezará a recolectar la patata y esperemos no tener ningún problema con la mano de obra.

Inundación de cebolla extranjera del mercado español

El 10 de abril, Asociación Valenciana de Agricultores denunciaba en varios comunicados el hundimiento del mercado de la cebolla.

Llegado el tiempo de recolección, una invasión extranjera de este producto llegó a los supermercados. El precio por kilo para el consumidor estaba por encima del euro, y los labradores se les pagaba a 0,10 . Y lo peor para el agricultor español es que la inundación de cebollas procedía de Perú y también de Nueza Zelanda, de Egipto, de Senegal, y de Sudáfrica. El mercado de cebollas para los productores valencianos se vino abajo, porque los almacenes que suelen comprar a los agricultores no querían pagar los precios acordados según la ley de la Cadena Alimentaria aprobada hace tres meses. Compraban la cebolla foránea y la colocaban en los grandes supermercados. A la vez, AVA anunciaba que “alrededor del 30% de la cosecha se está quedando en el campo y, en caso de contar con una salida comercial, se ofrece a los agricultores entre 0,18 y 0,20 €/kg, un precio que no compensa ni de lejos los gastos de producción y la contratación de mano de obra para su recolección”.

El 15 de abril se unía a estas denuncias la Unió de Llauradors i Ramaders reprochando la “torticera maniobra comercial llevada a cabo con cierta antelación a la crisis del Covid-19 consistente en la importación masiva de cebollas originarias del hemisferio sur con el objetivo premeditado de inundar los lineales y empujar a la baja los precios de la cosecha valenciana desde los inicios de la campaña de recolección”.

El 30 de abril, recibíamos este comentario de un agricultor: “A día de hoy, los precios de la cebolla en el supermercado se mantienen igual de caros y en el campo ahora no hay precio. Si no cambia, que la perspectiva no es buena, habrá que tractorarla toda”. Y avisaba de que estaba ocurriendo lo mismo con la cosecha de patata.

En relación con los mercados, resulta curioso un dato en apariencia desconcertante.

La exportación de alimentos españoles se disparó en el primer trimestre del año un 9,9 %, hasta los 13.357,6 millones de euros, lo que la convierte en la categoría con mayor peso en las ventas al exterior, compensando parcialmente el descenso en otros sectores lastrados por el impacto de la Covid-19.

La información, publicada por la agencia EFE el 19 de mayo de fuente gubernamental, precisaba que la comercialización de productos cárnicos (especialmente derivados del cerdo con destino a China) y de frutas, hortalizas y legumbres (a otros países europeos) ernn dos de los pilares que habían sostenido las exportaciones alimentarias de enero a marzo.

El caso de la exportación de cítricos es digno de destacarse. Según el Comité de Gestión de Cítricos el mes de marzo pasado ha sido el mejor en la historia de la exportación de naranjas, con un total desde enero de medio millón de toneladas. “Con una cosecha nacional casi un 24% más baja y pese a la importante caída del comercio a ultramar, se ha logrado exportar hasta esa fecha las mismas toneladas que la pasada campaña (2,86 millones de Tm)”. “Con las cifras disponibles hasta el momento, ya se puede afirmar que, con 276.701 Tm, el tercer mes de 2020 —el del estallido del coronavirus en toda Europa— ha sido también el segundo mejor mes de marzo jamás registrado en naranjas (por detrás del de 2015 con 287.900 Tm y un 17% por encima del de 2019)”

La visión estadística, que ignora los números pequeños de los labradores medios, resulta poco estimulante para los que ven su trabajo en el alero.

Una fuente sindical agraria afirmaba en relación a las importaciones que si algo ha quedado demostrado durante la pandemia ha sido que la salud y la alimentación de la población europea no pueden estar en manos de terceros países. Los sectores estratégicos no deben deslocalizarse.

La agricultura ecológica ha sufrido menos por el coronavirus

Nuestro segundo interlocutor ha sido Fermín Salcedo, de la próspera empresa de agricultura ecológica de l’Horta Sud Sà-i-Fresc.

Optimista sin tregua, asegura que el efecto ha sido mínimo. La naturaleza no entiende de virus ni confinamiento, dice, pero el miedo de no saber si el compañero, los proveedores o los clientes están infectados causa inseguridad.

La producción sin embargo, ha seguido su curso normal. “Al principio hemos tenido algún pequeño retraso en el suministro de algún recambio del tractor, de furgonetas y camiones. En suministros agrícolas, todo ha estado normal. La distribución también ha sido normal. Pero nos ha afectado de un modo paradójico. La producción dirigida a los colegios la hemos tenido que destruir. Y un tema sangrante ha sido los calçots. Es un producto que se consume en grupo, en fin de semana y en plan fiesta, bien en restaurantes grandes bien en colectivos o en grupos familiares. Desde el día siguiente del confinamiento no se ha vendido nada, lo hemos destruido todo”.

Por contra, dice Fermín Salcedo, ha cambiado el consumo familiar, lo cual ha redundado en un aumento del consumo particular. “Los que venían a comprar en el almacén, ahora se les lleva a casa. Las patatas se han vendido más rápido, igual que las verduras. La gente ha cambiado el consumo y a lo mejor se aficiona más a la cocina. En cierta forma lo que hemos perdido por una parte lo hemos compensado por otra”.

Confirma la escasa capacidad de reacción del trabajo agrícola debido a la temporalidad de la producción.

“Ahora, a finales de abril, el verano ya está programado: las semillas compradas, los semilleros hechos, los productos de verano, el primero el calabacín, empieza ahora, y no podemos aumentar la superficie de este calabacín. Para nosotros ya es invierno. Estamos programando la producción de invierno 20-21. Tampoco nos atrevemos a hacer grandes cambios porque no sabemos qué va a pasar el otoño que viene. No tenemos capacidad de aumentar la producción en un periodo corto de tiempo. Si se nos terminan las patatas, hay que esperar a la próxima cosecha para satisfacer la demanda”.

En entorno agrícola de Sà-i-Fresc la crisis ha afectado de muy diversa manera.

“Los agricultores de cerca de nuestros campos que suelen vender a la Tira de Contar de Mercavalencia y a mercados locales se quejan bastante de la bajada de ventas. Creemos que es debido a que la gente sale a la calle con miedo, y la compra que solía hacer en la carnicería, en la pescadería, en la frutería, ahora la hace toda en un solo establecimiento, el supermercado. Es decir, los agricultores que enfocan su producción a los supermercados, sí que han aumentado las ventas. En cambio los mercados locales han bajado la venta. Los viveristas han sufrido un desastre total.

No está claro que pueda afirmarse que los agricultores ecológicos estaban más capacitados para afrontar la crisis que los convencionales. Los labradores de huertos pequeños que venden en mercados locales han resultado perjudicados, como revela Fermín Salcedo. Aunque las excepciones han sido aireadas por los medios.

Pero a la vez es cierto que las ventas a través de Web con reparto, y también las de algunas fruterías eco situadas en la propiedad de los propios labradores en los alrededores de Valencia capital han aumentado las ventas.

Un reportaje de Marta García Aller, en El Confidencial del 17 de mayo contaba el caso de unos agricultores eco de Langreo que tienen un puesto en el mercado local; ante la crisis, empezaron a usar guasap y otras redes hasta conseguir una clientela imprevista y extraordinaria que ha salvado su negocio. Otro caso parecido se daba en Mataró, y también cita una panadería eco de Madrid.

En este sentido, pero desde la crítica, la Coordinadora de Organizaciones Agrarias (COAG) manifestaba haber suscrito con otros colectivos una carta al Ministerio de Agricultura solicitando remedio para la recuperación de los mercados locales, el apoyo a la producción a pequeña escala y a la agricultura ecológica. El colapso del turismo, dicen, ha ocasionado grandes pérdidas a quienes suministraban productos alimenticios a hoteles y restaurantes.

Cosechas en peligro por falta de cuadrillas

Un amplio reportaje del diario El Mundo del 26 de abril, firmado por Raquel Villaécija, daba voz a cultivadores de cereza del Alto Aragón, que preveían un descenso en la recolección por falta de mano de obra. Un productor de Huesca aseguraba necesitar 60 trabajadores, de los que de momento tenía 20, si bien confiaba completar la cuadrilla.

Un dato singular demuestra que algunas medidas del gobierno de la nación para prever esta falta de mano de obra han sido fallidas, como la posibilidad del empleo de parados de las localidades con necesidad de recolectores u otras tareas, sin que dejen de percibir el subsidio. El caso de una explotación de cereza de Huesca es revelador, sólo han podido contratar a un físico y a un profesor en paro.

“Los españoles no quieren trabajar en el campo”, dice el agricultor. Y dice bien, como se observa en lugares como Extremadura y Andalucía, que también tienen cosecha de cerezas. Es sabido el truco de los receptores de subsidios por peonadas: se ponen a trabajar, y cuando les cumple el periodo exigido, le piden al agricultor el pago en dinero negro. Pensemos que es un caso excepcional, pero existe.

Un pregunta realizada por Agroicultura-Perinquiets al Departamento de Agricultura, Ganadería y Medio Ambiente del Gobierno de Aragón sobre la escasez de mano de obra en la temporada de la fruta fue respondida con diligencia por la directora general de Innovación y Promoción Alimentaria, Carmen Urbano.

“El afrontar el problema de las cuadrillas de cosechadores si entiendo bien lo que me quieres decir, es como bien imaginas una situación compleja que requiere la intervención de varios Departamentos de Gobierno de Aragón y de España para evitar que exista lo que denominas un problema, ya que puede afectar al orden público, a la salud, a la seguridad, etc. Te confirmo que nuestro Consejero está implicado en el grupo de trabajo que prevé y pone soluciones en ámbitos de nuestra competencia (Agricultura, Ganadería y Medio Ambiente). Por ejemplo, en mi DG hemos puesto en marcha una medida para favorecer el empleo y evitar crisis sanitarias en lugares cercanos a las explotaciones agrícolas. Como leerás por el momento no hay falta de mano de obra para ir al campo en Aragón. Nuestro objetivo es que deje de existir el efecto llamada para que vengan colectivos ilegales sin contrato ni alojamiento, simplemente a la espera de una futura contratación”.

De la granja a la mesa, pero despacito

Los problemas del campo español y europeo oponen diversos intereses dentro del mismo ámbito agrario. Uno de ellos es el del Pacto Verde, cuya estrategia “De la granja a la mesa” está ya sobre el tablero. Se trata de avanzar hacia una agricultura sostenible y con el mínimo uso de productos químicos.

Diversos grupos ecologistas reclaman que se dé un paso de gigante, y se empiece ya el camino hacia la transformación ecológica de la agricultura. Ante la inminencia de la ejecución del Pacto Verde, el ministro de agricultura español, Luís Planas, ha declarado:

“Esa orientación estratégica hacia una PAC más verde me parece positiva, pero hay que dejar claro dos elementos: que hace falta tiempo para llevarla adelante; esto no se puede hacer de la noche a la mañana porque significa un giro muy importante en la orientación productiva del sector primario, y en segundo lugar implica costes de producción. Por tanto, necesita de una mayor dotación económica por parte de la PAC, como mínimo similar a la del periodo 2014-2020. Si hay nuevos objetivos, si hay nuevos retos, lógicamente tienen que ser financiados para conseguir esa triple sostenibilidad ( medioambiental, económica y social)”.

Y la Unión de Agricultores y Ganaderos (en Valencia Unió de Llauradors y Ramaders) publicó una declaración el 19 de mayo pidiendo que se aplace la estrategia europea “De la granja a la mesa” hasta que se conozcan las consecuencias de la crisis del Coronavirus.

“Unión de Uniones pone de manifiesto que la crisis del COVID-19 viene precedida de otra crisis sin precedentes en sectores clave que llevaron a los agricultores y ganaderos a la calle antes de la declaración del estado de alarma. La organización reclama que se analice pormenorizadamente las consecuencias antes de implementar cualquier medida que pueda restringir todavía más la viabilidad económica de las explotaciones, dado el panorama de recesión previsible a corto/medio plazo”.

En parecidos términos se manifestó AVA-ASAJA.

Uno de sus argumentos es que resulta perjudicial para los agricultores europeos que se les haga exigencias medioambientales, cuando se autoriza la importación de productos de otras latitudes que no han sido cultivados según las mismas normas de respeto medioambiental.

Y concluimos este reportaje con otro dato significativo en relación con la producción y distribución agroalimentaria y el Covid 19

Mercadona asegura haber disminuido sus beneficios un 95 por ciento en marzo, a pesar de que las ventas se han incrementado un 14%. Lo atribuye al aumento de los costes en medidas de seguridad e higiene, y a que ha reforzado su plantilla con la contratación de 600 trabajadores, y a que concedió una prima del 20 por ciento sobre el sueldo habitual de la plantilla.

Como puede desprenderse, la “normalidad” agraria está sometida a imponderables, a conflictos y a contradicciones, incluidos entre los propios agricultores. No hay soluciones milagrosas ni decretos leyes o normativas reguladores eficaces. Pero la transparencia y el buen gobierno reducen los problemas y facilitan que todos podamos seguir comiendo cada día.

1 Comentario

  1. Pedro 30 mayo, 2020

    Eso ya se sabía que iba a pasar. Otra cosa es que masas de lobotomizados negaran la evidencia. Ahora a «disfrutar» los frutos de la aldea global muchicultural.

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