Tate, tate, folloncicos
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Una observación breve de la decadencia de la izquierda en Europa, y la maraña bufonesca del socialismo español en los tiempos presentes, en clave cervantina.
Segismundo Bombardier
Como no podré verlas por razones biológicas, me entretengo imaginando el tipo de series políticas que fantasearán la historia presente de España dentro de veinte o treinta años.
Español residente en Francia, de modo automático establezco comparaciones. Pero cada vez me resulta más difícil, es decir, más inverosímil hacerlo. Tampoco inverosímil es el término adecuado, porque cualquier interpretación que se haga de la actualidad política española de estos días es viable, incluso razonable, cuanto más absurda, más probable. Los españoles de 2025 están viviendo un teatro político propio de una película o novela de trama estrambótica. En otras palabras, la parodia, el vodevil, la farsa se han encarnado en la realidad. Resulta imposible aplicar esta realidad política al género burlesco, porque exagerar la exageración ni siquiera es propia de un circo malo.
La degeneración de la izquierda europea tiene dos antecedentes notables, Italia y Francia. En los dos países, la decadencia soviética dejó desamparados a los partidos comunistas respectivos. El Partito Communista Italiano de Enrico Berlinguer y el Parti Communiste Français de Georges Marchais, ambos desgajados hace un siglo de los respectivos partidos socialistas, se fueron diluyendo desde los años setenta del siglo pasado para devolver al socialismo un protagonismo que no tuvo ni en la II Guerra Mundial ni en la posguerra. Algo parecido al PSOE, que estuvo de vacaciones, como suele decirse, durante el franquismo.
El auge de los partidos socialistas francés e italiano pertenece a los años 70 y 80 del siglo XX. Su autodemolición fue un fenómeno que tuvo bastante de farsa, en especial en Italia, donde Bettino Carxi, su último dirigente con renombre tuvo que escaparse por los pelos y terminó refugiado en Túnez. La corrupción, exacto.
De estos momentos históricos se han realizado películas y series. La que mejor conozco por razones de residencia es “Baron Noir”, que no es la única “sátira política” realizada en Francia. Reseñé esta serie en febrero de 2021, bajo el título de “Panfleto sentimental contra la Democracia parlamentaria”. Nada me hacía imaginar que cuatro años después en España habría un material político insospechadamente cinematográfico de serie B. La precipitación en el abismo de la política española ha sido vertiginosa desde entonces, y hoy se encuentra en caída libre hacia un fondo desconocido.
En mi reseña intentaba clasificar la política realmente existente según categorías del profesor Gustavo Bueno. Hoy me resultaría imposible aplicar el materialismo filosófico al escenario español. Sólo un Quevedo moderno podría hacerlo.
Acababa yo mi artículo con esta sentencia: Lo que está pasando en la política española va más allá de la ciencia ficción, está situado en una Dimensión Desconocida, en la Twilight Zone. No es que imaginara lo que se nos venía encima, sólo hacía una broma literaria. Pero, como digo, cualquier asomo de burla retórica sobre la actualidad política española es un disparate más.
Claro, hasta que no se aclare a qué círculo del Infierno de Dante envía a España el gobierno de Sánchez, será aventurado imaginar una trama. Como no estoy hablando de una serie de política ficción o ciencia ficción, sino de esas que se dicen documentales, es preciso esperar.
¿Cuánto tiempo? Cabe especular, pero nos engañaríamos. Si el propio jefe del ejecutivo no ha parado de engañar al electorado con la amnistía, con los presupuestos, con la financiación de Cataluña y otros temas quizá menores, su hermano y su esposa, por ejemplo, el margen de acertar en estas previsiones sencillas es estrechísimo o al contrario, tan ancho que en él cabe cualquier salida, hasta que Sánchez sea un extraterrestre, y ahora sí soy sarcástico.
Lo que nadie puede negar es que este tipo siente una indiferencia pasmosa hacia puntos clave en la democracia: no convoca elecciones porque sabe que las perdería, ni pide a la Cámara de Diputados una moción de confianza por la misma razón. Esto ocurría en Europa durante la formación de las democracias burguesas, pero desapareció con las rutinas parlamentarias que normalizaron los gobiernos democráticos. A Sánchez todo le da igual. No sería de extrañar que tuviera genes alienígenas.
Los columnistas y comentaristas radiotelevisivos no paran de disparar al aire por si tienen la casualidad de acertar al avechucho escurridizo. Suelo repasar a diario los periódicos digitales gratuitos y un par de ellos a los que me suscribí. Me sorprende la desvergüenza en la presentación de noticias. La mayoría de las informaciones que se se nos ofrecen como tales son, efectivamente, basura. Son refritos de refritos, o chispas que se extinguen en un segundo. No hay periódico que no aproveche cualquier inanidad con nombre y apellidos para liarse a trabucazos con la supuesta noticia. De todos modos, la prensa siempre ha sido igual, lo de cuarto poder neutral que fiscaliza a los políticos es un estereotipo. La prensa interviene en la política desde que empezó a hacerlo antes incluso de la Revolución Francesa.
¿Se ha dicho ya todo sobre el “caso Koldo”? Error, la pregunta es ¿qué se ha dicho de relevante y probatorio del caso Koldo? ¿Y de ese ex ministro aficionado a la ramería? ¿Y del navarrico encarcelado injustamente según él? Es de suponer que los jueces que instruyen el caso tendrán argumentos sólidos. Pero los medios tienen tanta necesidad de “novedades” que se lanzan como leones hambrientos sobre la gacela herida. El singular hecho de los falsos currículos de los políticos es muestra de la calidad cutre del escenario. Pienso en los últimos años del franquismo. De la vida política nos enterábamos por los panfletos, que tenían poco de información. Bueno, pues ahora sigue siendo igual. ¿Es esto concebible?
Que hay excrementos por doquier no cabe dura. Pero me da la impresión de que en España se ha perdido el juicio, algo que favorece sobre todo al que manda de esa forma tan grotesca. Como está acostumbrado a vivir en la mentira y en el despotismo, cualquier acusación que se haga con tino o sin él tapa sus vergüenzas.
Para sosiego de mis compatriotas advierto que los episodios críticos en Francia desde el final de la II Guerra mundial han sido frecuentes, y también en Italia, en el Reino Unido, en Irlanda, en Holanda y sobre todo en Bélgica, que alberga la nave pirata de la Comunidad Europea. Al terminar el lío, vuelta la normalidad, todo sigue como era antes.
Así que no me angustian los pronósticos atrevidos de apocalipsis. Dudo que en Europa acabemos a tiros, entre otras cosas porque a tiros ya están por ahí arriba. En Francia no hay día sin crímenes de todo tipo. De este hecho se nutren las decenas de series policiacas que produce el país en el que vivo, y que tanto me entretienen. Observo, sin embargo, que en las tramas de esas series aparecen muy pocos problemas reales: los que la inmigración musulmana está produciendo (más por musulmana que por inmigración), se nos presentan a polis de origen magrebí, africano, y también español, portugués o italiano. La convivencia no es tan sencilla como nos la presentan.
En fin, se me han acabado las ideas para este artículo veraniego. Me han pedido que me despida de nuestros amables lectores hasta que se pase el calor. Felices vacaciones si eso es posible.