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Cultura y comunicación General

Ayer (cuatro) Defensa de la costa atlántica francesa.

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Guerrilleros españoles preparados para entrar en España.

Cuarto y último capítulo de Ayer, las memorias del teniente general Carlos Martínez Campos. Después de sus negociaciones con la Alemania de Hitler para obtener suministros bélicos, el autor es destinado a dirigir la defensa de los Pirineos Orientales para evitar incursiones de maquis.

Resumen realizado por Fernando Bellón

En Berlín, el conde de la Torre hace nuevas visitas esta vez a empresarios de armas. Luego se marcha a Suecia, país neutral, gobernado por socialdemócratas, pero inclinado hacia Alemania en términos comerciales, porque el país en guerra necesita mucho hierro, que sobra en Suecia. El autor considera la posición de Suecia en ese momento entre la espada y la pared. Su mineral de hierro pasa a manos de Alemania, con disgusto de los soviets. El gobierno, por supuesto, quiere evitar al paso y el disgusto; mas solamente logra, cada día, vender un poco más y hallarse más expuesto a tener que ir a la guerra.

Se dedica el Duque de la Torre a visitar fábricas de armamentos, equipos modernos y mejores, en algunos casos, que las armas alemanas. El cañón de 105 ha absorbido mucho tiempo. Sus características debían ser inmejorables; sus tolerancias, mínimas; su alcance grande; su precisión, intensa; y sus efectos, colosales… es lo mejor que se ha hecho hasta el presente.

Durante la cena, los criados cuidan de las copas vacías, y la etiqueta nórdica es inexorable.

El autor dedica una página entera a describir la mesa, llena de vainas del 105 y de otros calibres con flores en su interior. Se va desviando por caminos literarios entre las explicaciones técnicas de las armas a cargo de los ingenieros suecos. Se presenta víctima de alucinaciones debidas al alcohol. Un instante pierdo mi vaina. No sé cual es su calibre. Las vainas son para las cargas; no son para otra cosa; no sirven para el agua ni para el vino. Y sin embargo, puede que haya vino en las diferentes vainas que están sobre la mesa. Hay vino en muchos sitios. Vino en todas partes. ¿Por qué no puede haberlo en cada vaina?

Al día siguiente le invitan a una prueba de artillería. Da detalles técnicos de un modo brillante, casi poético. El cañón que rinde mucho es algo así como un caballo o un animal fogoso, logrado a fuerza de pensar y de trabajo. Es algo tan perfecto que nada cabe que origine más fruición. Es lo mismo que una máquina con alma, o que un ser que se conduce con la pasión artificial que desea imprimirle su propietario. Hace un seguido de comparaciones con animales, un galgo supersónico, un perro lazarillo que obedece las órdenes secretas de su dueño, un juguete, una fiera.

Dice que los directores de la fábrica están orgullosos del conjunto, y sobre todo de la organización social de los trabajadores. Viven la vida más burguesa que es posible concebir. Descansan en sus viviendas, disfrutan del week end. La clase baja sube; y la riqueza disminuye al verse rebasada por un nivel social que aumenta. Existe un socialismo aristocrático, mas no una burguesía carcomida por la envidia demagógica. Hay alegría y no hay pobreza. Todo flota, en vez de hundirse en el abismo.

Son observaciones de un monárquico conservador.

Describe la precaria situación de la ciudadanía sueca y de sus autoridades, presionadas por los mandos militares alemanes y por los sabotajes de que son víctimas desde Jutlandia, donde los daneses resistentes actúan apoyados por los ingleses. El conde de la Torre pasa la frontera y llega a Copenhague, sometida a Alemania. Nadie camina a pié en la capital de Dinamarca: una bicicleta nueva con las cubiertas destrozadas. No hay caucho para hacer otras cubiertas. Las ruedas están blancas, el asfalto se las comeHay obreros, señoras con sombreros, caballeros con paraguas, panaderos, colegiales, enfermeras y criaturas de edad diversa. Todos vana igual velocidad. Se mueven como un río, guardando relaciones y distancias. Sólo se apartan cuando un pinchazo les obliga a detenerse. Estoy obsesionado por los ciclistas y por las pantorrillas tronco-piramidales de las velocipedistas.

No estamos acostumbrados a tenientes coroneles y a generales con sentido del humor y con esa capacidad de observación de la vida civil.

Baja hacia el sur, a Francia. Recorre la antigua Línea Maginot, fácilmente quebrada por el ejército alemán. Da detalles de la “contra línea” construida por los alemanes para resistir una embestida francesa. Dice que son como casas invertidas de cemento, provistas de los servicios bélicos y los de intendencia más modernos. Admite que las obras francesas eran más profundas todavía que las alemanas. Pero el ejército germano, que conocía bien la construcción francesa, logró abrir una brecha en uno de los sectores menos guarnecidos, en Metz.

La última etapa de Martínez de Campo es la costa atlántica francesa. Le acompaña el general Schmeitzer, inspector de las fortificaciones del Atlántico, desde el cabo Norte, en Noruega, al sur de Francia. Describe la organización de este departamento militar, compuesto de un sector de obras y otro de instalaciones. Esta última elige posiciones en cumplimiento de las peticiones emanadas de las jefatura locales y de acuerdo con las normas distribuidas por el Mando Superior de los Ejércitos, mientras que la primera se limita a preparar las baterías en consonancia con los sectores y calibres establecidos por la anterior. Los alemanes no conciben la posibilidad de intervenir en varias cosas simultáneamente… En el Ejército y fuera del mismo, el principio de la división del trabajo se aplica siempre en forma concluyente. Este principio es necesario a causa del método seguido en la enseñanza. Es más, dicho principio es automático. Nadie concibe intromisiones. Nadie, tampoco, necesita realizarlas.

Esta visión del ejército alemán no es una observación subjetiva del duque de la Torre. En el colegio Obispo Perelló de Madrid donde yo hice todo el bachillerato, teníamos un profesor de FEN, Formación del Espíritu Nacional. Era un tipo menudo, desenvuelto, ameno, nos trataba con camaradería nada fingida. Había estado en Rusia con la División Azul. Al menos es lo que él decía. Contaba anécdotas que coinciden con lo dicho en el párrafo anterior por Martínez del Campo. En cierta ocasión en un camino embarrado de la estepa rusa uno de los camiones de la columna se estropeó, y el tránsito quedó interrumpido. Los soldados alemanes se apearon de los vehículos sin inquietarse, y esperaron a que llegara un mecánico. El mecánico fue un divisionario español, al que nadie había llamado. Con otros camaradas españoles consiguió hacer arrancar el camión y apartarlo del camino. Contaba que los alemanes quedaron admirados, pero no hicieron nada por ayudar. No era su trabajo.

El autor de Ayer continúa con sus argumentos sobre la división del trabajo en el ejército alemán. Le llevan de visita a fortificaciones, y le dan explicaciones parciales, pero no por prudencia o desconfianza, sino porque cada sector se debe a él mismo y está obligado a esperar órdenes para actuar. Quien ha de darlas, los mariscales Rundsteadt y Speerle, dirigen las operaciones desde París cada uno por su lado, aunque compartan informaciones. Yo ignoro cuáles son las repercusiones de este método… inconcebible en nuestro caso.

En su recorrido hacia la frontera española cruza pueblos bombardeados en la Guerra del 14, pueblos bombardeados en la presente (para él), bombardeados en las dos guerras, y otros que se han librado. Los de la costa están muy protegidos, los del interior rodeados con alambradas y defensas contra tanques. En algunos las calles están barreadas y algunas ventanas tapiadas. Todo en previsión de una invasión aliada que se produciría un año después. En la costa, las obras son fortísimas y la actividad es extraordinaria. Hay montañas de cementos y centenares de hormigoneras. El ruido es perenne. Pero advierte que el paseo que le dan es parcial, por los lugares donde hay “construcciones colosales” de defensa, y supone que habrá otros menos preparados.

Describe algunas posiciones acorazadas. Sus municiones pasan a las torres por ventanillas que sólo se abren durante el tiempo indispensable para realizar la carga.Movimiento horizontal eléctrico, vertical hidráulico. Atacador mecánico de tipo telescópico, y con velocidad y potencia progresivas. Vana metálica; y otros adelantos que no apuntoEn suma todo es interesante. Sin embargo pienso que la calidad y la cantidad no están a igual altura. Creo que se trata –ya lo dije– dos prototipos destinados a estudiar la orientación futura. Nos hallamos, en efecto, frente a la parte más estrecha del Canal. Se ve la costa de Inglaterra; pero, ni un solo barco pasa.

Insiste el militar español en la división estricta del trabajo, unas unidades dedicadas a vigilar el mar, otras a contrarrestar los cañones que disparan desde la costa inglesa, otros a la aviación. Dice que no hay un departamento que los coordine, pero que su funcionamiento es eficiente.

Le invitan a un ejercicio nocturno de rechazo de desembarco enemigo. Admira la precisión de los defensores, el armamento destinado a repeler un desembarco, las fortificaciones y todos los escenarios minados y alambrados para impedir el paso tranquilo de tropas invasoras.

Dice que es tal el aluvión de datos que observa y recibe, que le es imposible ordenar el esquema defensivo. Le informan que un desembarco reciente fracasado de tropas canadienses y británicas fue repelido con facilidad.

La deducción que yo me hago de todas estas precisiones militares indica el grado de preparación que había en los dos bandos en liza. La tecnificación de la guerra llegó a ser tremendamente eficaz en ese espantoso conflicto. Uno se hace la pregunta inevitable de los historiadores militares: ¿Habría aguantado Inglaterra de no haber creado Hitler el segundo frente en Rusia? Es dudoso que Stalin hubiera invadido por propia iniciativa el frente alemán. No pueden evitarse los escenarios distópicos, el sistema nazi y el sistema comunista frente a frente después de la más que posible derrota de los aliados.

También visita Martínez de Campo La Rochelle, la mañana después de su bombardeo. Todo está machacado, dice, aunque el número de bajas no es extraordinario, gracias a los veinte refugios de hormigón. Luego sigue hacia el sur.

Por pura fórmula, me llevan a hasta Irún; y, al cruzar el Bidasoa, me anuncian que los primeros trenes con material de guerra, han llegado esta mañana a la frontera. Tres convoyes simultáneos se han empezado a descargar sobre los muelles de Canfranc, de Hendaya y de Port Bou. Son los primeros de la serie. Los alemanes han cumplido su promesa y han tenido un gesto que merece mi sincera admiración.

El “grupo de reserva” 1945

Así se titula el capítulo 11 de Ayer. A Martínez Campos le hacen en 1944 jefe de un “Grupo de Divisiones de Reserva” establecido en Lérida. Su misión es encontrarse preparados para una invasión desde Francia no de tropas alemanas, sino de maquis españoles entrenados por cuatro años de guerra, dispuestos a establecer una cabeza de puente en España que facilite una invasión masiva posterior.

La llegada del duque de la Torre a su nuevo puesto en Lérida debió de producirse en diciembre de 1944, porque la fracasada invasión de los maquis españoles se produjo en octubre. El tema ha sido tratado con profusión por la historiografía española y extranjera. Las razones del fracaso se han atribuido al Partido Comunista, y en concreto a Carrillo, al que se acusa de haber sido consciente de la dificultad de la empresa, y no haberla parado.

Pero estos asuntos no interesan al militar español, que explica la importancia de su misión allí para oponer una resistencia eficaz. El Valle de Arán llegó a ser invadido por una columna internacional que sorprendió en muy pocas horas a las pequeñas unidades que tenían encomendada su defensa, y fue difícil rechazar a ese adversario a causa del invierno y de la estructura topográfica del territorio.

Martínez de Campos dirige la construcción de “nidos” en los valles principales. Una gran parte del cemento disponible en toda España fue transportado al Pirineo. Un año después, finalizada la Guerra en todos los frentes, el Grupo de disuelve. No hacía ya falta. Había quedado claro que el gobierno francés de De Gaulle no iba a apoyar ninguna invasión a España.

Admite el narrador que el último año de la guerra en Europa tuvo en un puño a muchos españoles que habían vencido al ejército republicano. Les costaba creer que Alemania no fuera imbatible, y temían una represalia de los aliados contra Franco. Es evidente que los intereses de los aliados “occidentales” (excluida la URSS) no pasaban por la expulsión de Franco de España. Y es también muy posible que la diplomacia española supiera jugar bien sus bazas en un mundo que acababa de dividirse entre comunistas y “occidentales”.

Se atreve a asegurar Martínez de Campos que a Hitler le derrotó la fortuna en determinados ataques aliados. Dice que en la Segunda Guerra Mundial naciones muy potentes se batían con todo lo que había, sin la preocupación de causar un “fin del mundo”. Se refiere a la sensación que después, en la Guerra Fría, se tenía de acabar con el planeta en una guerra nuclear de las grandes potencias. Y sin embargo, Alemania habría vencido si el servicio de información británico no hubiese descubierto el agua pesada o si las baterías establecidas en Peenemünde [en el mar Báltico, territorio alemán] no hubiesen sido bombardeadas con muchísima eficacia.

La bomba atómica, en manos de Alemania, en vez de haberse hallado en poder de Norteamérica, hubiera prolongado la vida política y material de Adolfo Hitler, otorgándole, no la razón moral, más sí la del más fuerte en cuanto se refiere a la Segunda Guerra Mundial.

Esta distopía también ha sido objeto de ensayos y de literatura de ciencia ficción. Recomiendo El hombre en el castillo, de Philip K. Dick

Martínez de Campo describe con detalle la presencia del ejército de Franco en los Pirineos, preparado en varios puntos para repeler un ataque desde Francia. Y también dedica algunos párrafos a las visitas turísticas y cinegéticas que hizo por aquellas montañas en compañía de otros militares por zonas agrestes a lomos de acémilas. Hoy esas rutas son utilizadas por decenas de miles de excursionistas y esquiadores.

Por donde procuró no pasar mucho fue por las áridas tierras de Teruel, Huesca y Tarragona, donde se libró la Batalla del Ebro, en la que él intervino. Le traía malos recuerdos de los encarnizados combates de españoles contra españoles.

Los “huidos”

Y es este tema el que le conmueve y le hace reflexionar. Cita a las tropas republicanas que tuvieron que retirarse de varios frentes después de “batirse brillantemente”, en especial las que por estar situadas cerca de la frontera francesa terminaron exiliados. En resumen, españoles en América y en Europa. Españoles que han sufrido intensamente, conservando por su patria una abigarrada mezcla de amor y aversión que ha dado origen a la “leyenda roja”. El nuevo régimen ha sido el motivo de su huida; o quizá mejor decir que el previo régimen republicano dejó por lastre la situación insostenible en la que no pocos emigrados se encontraron.

Explica que estas personas tuvieron que adaptar su vida a nuevas circunstancias con amargura, y la esperanza de amoldarse para siempre a un ambiente cuyas ventajas iban a estar ligadas a un sometimiento muy superior al exigido por la propia España de la posguerra.

Pero la preocupación del ejército vencedor la constituían los huidos que se quedaron. Se fueron al monte, y subsistieron gracias al respeto que ellos mismos infundían a aquellos pueblos [en los que se refugiaban]. Huían de la justicia; los unos por sus crímenes, y los demás por el temor de verse castigados equivocadamente. Para vivir, sembraron desconcierto; y de este modo se convirtieron poco a poco en un conjunto peligroso para el bienestar de todos.

La situación se agravó para el ejército español cuando las tropas alemanas abandonaron el Mediodía francés, y fue ocupado por los maquis. No se quedaron inactivos. Prepararon la invasión aludida antes, protagonizada por hombres acostumbrados a años de combate, frente a soldados españoles de reemplazo sin entrenamiento. El fracaso, según muchos observadores de varias ideología, se debió a defectos tácticos y estratégicos de los invasores y a que muy pocos residentes en la frontera les ayudaron. Y también a la eficaz resistencia del ejército nacional.

Dice Martínez de Campos que el armamento de los huidos no era moderno, sino restos del usado en los años de combate en la guerrilla. El hombre iba a ocupar el puesto principal de la batalla. Frente a frente se hallaría contra un adversario digno de él. Pero menos entrenado.

Y sin embargo, tuvieron que volverse por donde habían venido, con multitud de bajas.

Mi abuelo paterno se llamaba como yo, o a la inversa, Fernando Bellón. Fue guardia civil. Le tocó la guerra en el bando republicano, y llegó a ascender a teniente. Tuvo suerte y nadie de la familia causó baja. Sin embargo esa familia era de un catolicismo medular. Y bastante conservadora. Ser un guardia civil es como ser un legionario, uno se debe al servicio y al mando. Como mi abuelo no era un héroe se mantuvo en sus destinos. Cuando acabó la guerra volvió a la normalidad. Le degradaron de teniente a sargento. Pero no le iniciaron ninguna causa porque había quedado demostrado que había ayudado siempre a los perseguidos por la turba. No obstante, le enviaron a Asturias, el peor escenario de la posguerra porque estaba llena de maquis. Pasó allí creo que un año, separado de la familia. De esa etapa no queda ningún testimonio, sólo que fue muy dura. Fueron los peores años de un país que llegó a convertirse en una potencia industrial antes del desmantelamiento forzado por la Unión Europea.

Así hemos llegado al final de esta serie, Ayer. Los restantes capítulos del libro los dedica el autor a repasar sus servicios en otros puestos, de nuevo Gibraltar, donde se entretiene con distintas especulaciones y sondeos históricos. Luego un nuevo recorrido por la América hispana, estupendas páginas con referencias históricas y personales del duque de la Torre, cuya madre, la hija del General Serrano, nació en la Habana. Y un final en las islas Canarias titulado “Sobre la defensa de un archipiélago”. No es algo baladí, sino que refleja la decisión de la milicia española de todas las confesiones políticas de cumplir con su obligación de defender un territorio nacional extenso, variado y disperso, pero que constituye la patria española.

Entrega uno de Ayer.

Entrega dos de Ayer

Entrega tres de Ayer

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