“Coquito con mortadella”, un documental demoledor sobre la Cuba presente
Compartir

Para derribar un mito antiguo, aunque tenga los pies de barro, hay que usar mucha dinamita. Ana Victoria Pérez, Bebé, cineasta cubana residente en Valencia desde hace décadas, lo ha conseguido transformando en explosivos las imágenes y las palabras de unas cuantas personas olvidadas que sobrellevan su humillación en las calles de la Habana.
Fernando Bellón
El documental se titula Coquito con mortadella. No pretende ser un alegato o una denuncia. Es una sencilla exposición de imágenes cotidianas de La Habana y diálogos sin rostros (por razones tristemente obvias) registrados también en La Habana. Es un documental demoledor de efecto retardado.
Bebé Pérez es directora de cine y actriz formada en La Habana. Tuvo la fortuna de ser hija de Mayda Royero, guionista y dramaturga, y Fernando Pérez, un director reconocido fuera y dentro de su país. (Pinche aquí para leer la entrevista con él publicada en esta revista.)
En Valencia vive una comunidad cubana notable, entre otras cosas porque se hace notar. Son personas valiosas y profesionales cualificados. Se reclaman habitados por un dolor que se llama Cuba.

Coquito con mortadella se rodó entre 2023 y 2024 en las calles de La Habana.
Para que un lector que no conozca Cuba, pero tenga una idea sobre ella (positiva o negativa), para que esa persona, digo, entienda Coquito con mortadella a través de estas líneas, he de hacer una metáfora.
Imagine que un turista español, con una opinión convencional e impuesta sobre Cuba (da igual su ideología), desembarca en la isla y recorre sus playas, sus caminos y sus calles con su teléfono móvil en ristre. Al regresar a su pueblo, enseña las grabaciones a sus amigos. Estos, que más o menos pertenecen al sector progresista de la sociedad española, le recriminan las escenas de miseria, y le dicen que eso no se hace cuando se va de turismo, que hay que respetar a la población, etc.
Bebé Pérez se ha comportado como una turista aterrada ante lo que ve en Cuba, y se aleja del tópico del paraíso caribeño. Sin embargo, Bebé no es una turista, Bebé conoce su país. Nació en una familia privilegiada (relativamente), ha vivido “el periodo especial” de carestía generalizada tras el derrumbe de la URSS. Bebé Pérez es cineasta y conoce lo bueno (si queda algo) y lo malo de aquella isla crucificada. Lo muestra en Coquito con mortadella, una imagen cotidiana e insoportable de La Habana y sus habitantes.

Yo no he estado en Cuba y después de haber visto Coquito con mortadella no me apetece nada ir ahora. Pero todos con los que he hablado que sí han estado allí reconocen que la carestía, la necesidad, el caos social, la decrepitud es general. Los hay que echarán la culpa al bloqueo yanqui. Los habrá que señalen al gobierno cubano como responsable de lo que hoy se ve.
Coquito con mortadella es un documental de obligada visión. Sobre todo para aquellos que NO VEN que la dictadura cubana ha llevado a la nación a la ruina.
De mi juventud recuerdo haber ido a la embajada de Cuba en Madrid (creo que estaba en la avenida de La Habana, como la primitiva TVE) a recoger libros y revistas muy bien ilustrados. Serían los años 70, y Cuba era la isla heroica que producía literatura revolucionaria no perseguida en la España franquista.
Cincuenta años después, “descubrimos” que todo aquello fue una farsa. La represión se organizó a conciencia desde que los barbudos llegaron al poder, con ayuda de soviéticos bien entrenados. La pobreza que hoy observamos no es cosa de ahora, nunca el pueblo cubano ha vivido con comodidad. Se ha llegado a decir (¡qué poca vergüenza!) que las condiciones extremas de vida de la sociedad cubana eran el ejemplo a seguir por Occidente para el “decrecimiento” que salvará al planeta.

La pregunta de cualquier curioso sin cápsulas de ideología en el cerebro es, ¿y cómo aguanta la gente? La respuesta es obvia: porque al que se opone lo encierran años en una celda, sólo por el hecho de oponerse. La posibilidad de salir hoy de Cuba sin problemas quizá expatríe a las cabezas más rebeldes, hartas de que su rebeldía sea infructuosa o les lleve a la cárcel. Es una sociedad sin cabezas opositoras.
Coquito con mortadella se proyectó en “Docs Valencia” el sábado 17 de mayo, como cierre del festival. También se ha exhibido en otros escenarios públicos y privados.
Dos meses después, el 17 de julio del año en curso, antes de iniciarse la proyección en una de las salas de los cines Babel, se advirtió a los presentes que tras ella habría un coloquio. No sé cuántas personas habría, seríamos más de cien. Me atrevo a calcular que noventa y tantos serían progresistas, de izquierdas, incluso comunistas (eso me aseguró con gesto desafiante alguien del público).

Pues bien, al terminar los aplausos, se advertía en la sala una sensación de incomodidad palpable. Las intervenciones fueron muy pocas. Todas felicitando a Bebé Pérez. Hubo quien se atrevió a confesar su decepción con el régimen cubano. “No es eso, no es eso, no debió serlo nunca”, era la tonadilla. Sólo dos declararon que Cuba era una dictadura criminal. Nadie intervino para negarlo o precisarlo.
Algunas personas están aprendiendo a aceptar lo que está pasando en Cuba, pero muy pocas a decir en público lo que piensan.
Una visión de La Habana de 2013 es la de la dramaturga Antonia Bueno, que visitó Cuba en aquel momento y presentó dos producciones: una protagonizada por Bebé Pérez, “Bel la Bella”, y otra suya, “Trilogía de mujeres medievales”. Véase Cuando salí de La Habana.

Conozco a algunos de quienes estuvieron presentes en la proyección. No es que les trate como para considerarlos amigos, pero no tengo disputa personal con ellos. Me figuro que son todos ciudadanos decentes y solidarios con las causas de su ideología. Sospecho, por la reacción en el coloquio, que Coquito con mortadella les ha dejado mudos, y moral e ideológicamente perplejos. También puede que me engañe, que me lo figure yo, porque no pienso como ellos.
Pero hay algo indiscutible, Coquito con mortadella es una película explosiva, demoledora, que quedará fijada en la historia del cine cubano y español. Como es de efecto retardado, pasarán quizá meses antes de que sus consecuencias se noten. De momento sólo hemos confirmado que Cuba es una sociedad indefensa. Bebé Pérez ha hecho un peliculón.
La autora mencionó en el coloquio la película de su padre Suite Habana. Es una de las primeras que muestran la amarga realidad cubana. Decía Bebé que el final de Suite Habana es esperanzador. Pero que Coquito con mortadella no tiene ni puede tener una conclusión parecida. Porque la sociedad cubana ha perdido la esperanza, no le queda ni rastro de ella.
El final del castrismo será pavoroso.
(Poca reacción ha provocado Coquito con mortadella porque se ha difundido escasamente y desde hace muy poco. En este enlace se encuentra un comentario de Rolando Díaz, veterano cineasta cubano, publicado en la edición on-line de “Diario de Cuba”.)

Ana Victoria Pérez habla de Coquito con mortadella.
“Coquito con mortadella” es una frase popular que representa la ambrosía cubana, mezclar salado con dulce.
La barra de guayaba con queso, por ejemplo, que es muy típico en Cuba, que en España es membrillo con queso, que también se come.
Añadir un platáno dulce en el plato de comida, fresa y chocolate de alguna manera también, dulce y ácido.
Y bueno en el documental, cuando se dice Coquito con Mortadella están hablando de una película de mi padre, usé el título porque es una frase coloquial, para evocar algo muy bueno, tremendo, atrevido, diferente y un guiño al cine de mi padre por supuesto.

La película se rodó en 2024. Yo, en 2023 hice un viaje de “repatriación”, un término que usan allí cuando quitan los derechos a los que emigramos, es el proceso legal para recuperar la nacionalidad. Ya en los viajes durante 2023 tenía la intención de filmar. No sabía muy bien qué. Pero la prioridad era una situación de enfermedad en la familia, y eso no me dejaba mucho tiempo para otra cosa.
En los dos últimos viajes me animé y empecé a salir a las calles con la cámara, a tomar material que me parecía interesante.
Antes del verano de 2024, en Valencia me puse a editar ese material y en verano volví a Cuba. Ya tenía algo interesante, y sentía que me faltaban detalles para completar el material recogido hasta entonces, y filmé con la idea muy clara porque ya tenía el grueso editado.
Todo lo rodé en las calles de La Habana. Las vistas de la ciudad son desde mi casa, un piso quince en la Frontera del Cerro, Centro Habana y Vedado hacia la plaza de la Revolución.
Cuando bajaba a filmar me sumergí en los barrios de alrededor de la casa, bajaba con una intención, y grababa lo que me encontraba. Lo hacía de una forma anónima, un poco “clandestina”.
No siempre se notaba que yo estaba filmando. Llevaba ópticas que me permitían ese juego.
Los testimonios que tomaba me resultaban fascinantes, una búsqueda improvisada, en la que menudo encontraba auténticas joyas.
La decepción, la tristeza, la rabia por el silencio obligado desde voces “olvidadas” por la opinión pública y medios extranjeros.

Venía trabajando varios años con Moncho Rodríguez en Portugal y Brasil, con esa idea de recuperar la memoria de los olvidados, trabajar desde lo invisible. [Moncho Rodríguez fue un dramaturgo galaico-portugués-brasileño que trabajaba la memoria popular de las poblaciones rurales, y extrajo de ella obras fabulosas. Falleció en Brasil en enero de 2023. Bebé Pérez trabajó a su lado varias temporadas]. Moncho escuchaba a los invisibles, la gente que está ahí, que no es relevante, que no sale en las películas.

Ese fue un punto de partida, pero pronto me di cuenta de que la mayoría de que los cubanos piensa así y que en lenguaje marginal y “de a pie” lo expresaban con espontaneidad. No estaba haciendo una película que daba voz a una minoría. Todos los cubanos sienten de alguna manera eso mismo.
En resumen, esa naturalidad fue lo más valioso, no necesitaba contrastar en libros de historia o noticias reales, si ellos lo sentían así, algo de verdad hay en esos testimonios, el potencial de cualquier imaginario en la creación era la base del trabajo de Moncho al que he estado muy vinculada en los últimos años.
El cubano tiene una sensación de que su historia ha sido una sucesión de derrotas, que está basada en la frustración, la traición y el fracaso. Esto me parece muy interesante y es cierto que todos de alguna manera y de cualquier clase tiene la misma sensación, tal vez por estudios o transmitida como una leyenda de generación en generación.