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Cultura y comunicación

Cuando salí de Cuba

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Antonia Bueno

Noviembre 2013

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Cuando salí de Cuba…

Dejé La Habana anclada en la melancólica dársena de los 50

Las primeras lluvias de noviembre

Las fotos que guardé en mis retinas

Los amigos que atesoré en mi corazón…

Cuando salí de Cuba…

Dejé las colas incontables

El Malecón comido a dentelladas por el mar, el bloqueo y la burocracia

La cerveza Bucanero, fuerte y deliciosa

Las batidoras haciendo guardia en espera de acoger en su seno sabrosos mangos, guayabas, mamoncillos

Los libros de páginas tostadas

Los bellos grabados

Los óleos multicolores

Los Comités de Defensa de la Revolución…

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Cuando salí de Cuba…

Dejé a hombres oscuros discutiendo de literatura

A mujeres cocinando tostón y buñuelos de malanga

Al espectro de los gatos que pasaron a mejor vida en épocas de hambruna

A los perros flacos que se libraron de la cazuela por un tabú ancestral

A los “almendrones” circulando incansables por el túnel del tiempo…

Cuando salí de Cuba…

Dejé a las ascensoristas en sus sillas plásticas, dirigiendo eternas subidas y bajadas desde su modesto trono, mientras tejen, acunan a su bebé y charlan con los vecinos

A los jóvenes luciendo ropas de marca, en espera de novedades gringas

A la vieja excombatiente de la Revolución, persiguiendo su nuevo ideal: abandonar la isla traicionada…

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Cuando salí de Cuba…

Dejé el escenario del teatro Bertold Brecht con las huellas de nuestras protagonistas llegadas de España

Las aceras con las tripas fuera

Las fachadas descascarilladas

Los puestos de frutas

Los pioneros con sus uniformes y sus pañoletas, cantando a la Revolución con sus voces de gorriones

Y adolescentes recogiendo incansables sus rostros con el móvil: “Mira papi”

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Cuando salí de Cuba…

Dejé a un cineasta de acogedora sonrisa, enamorado de La Habana y hermosamente correspondido

A una poeta que arroja zapatos por la ventana mientras describe los prodigios del vértigo

A una joven que duerme a la sombra de Nirvana y Pinocho

A un niño que estudia el protocolo de la bandera nacional

A un pintor fauvista, sin título oficial, que no puede exponer sus cuadros más que en el comedor de su apartamento

A una administrativa que ahora puede trabajar desde su casa y ganar más de 20 dólares al mes…

Cuando salí de Cuba…

Dejé una casa humilde en el barrio de La Bívora, donde conviven cinco personas, un inodoro y un caño de agua fría…

Una iglesia llena de feligreses ratificando el Credo con el brazo en alto, como saludando al jefe de los Ejércitos Celestiales

Una logia masónica presidida por sus colosales escuadra y compás

Los cascabeles de un caballo en la Habana Vieja

El lento pedaleo de una bicicleta arrastrando viajeros

El cosquilleo de una hormiga a lo largo de mi brazo

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Cuando salí de Cuba…

Dejé a una dramaturga cumpliendo setenta y cuatro años y esperando ver cumplido su sueño: que sus obras multitudinarias pisen la escena en una época minimalista y crítica

A una cineasta locamente viva, viajera del mundo, escapada de las garras de un marido con visa abierta y mano cerrada, cumpliendo su deseo: ser libre…

Carteles desgastados: “Asamblea de justificación”, “Unidos por un socialismo próspero y sostenible”, “Prohibido bicicletas en la tienda”

Cuando salí de Cuba…

Dejé a cubanos que nunca estuvieron en España y se asombran de nuestra cercanía

A turistas comprando camisas y gorras con la bandera y el Che en la calle Obispo, o fotografiándose con un Hemingway de bronce en Floridita

Las visas no autorizadas que dormitan en gavetas oficiales

Los exultantes flambollanes

Los laureles caribeños con sus flecos colgaderos

Las palmas, palmeras, palmitos…

Cuando salí de Cuba…

Dejé a mujeres apoyadas en barandas labradas con sus pechos desbordantes

A los vendedores de grandes comercios vacíos en Centro Habana

A las vendedoras ambulantes de escobas o medallones de jamón y queso

A los que recogen pomos usados de perfume y desodorante

A los que compran oro, joyas y cajitas de reloj a domicilio

A los “cuentapropistas” con sus pequeños negocios donde venden baratijas, arreglan espejuelos y construyen su nueva ilusión…

Cuando salí de Cuba…

Dejé el olor mestizo de carburantes y frutas tropicales

Los aseos sin cisterna y con orines

Los relojes parados

Los breves coco taxis

Las casas en permuta

Los cláxones de carros

Los vigorosos tambores de Santería

Los soportales frescos

El helador frío “acondicionado”

Los carteles, las consignas, los slogans

Las galletas de soda

Sol y más sol

Humedad

El mes de noviembre…

Cuando salí de Cuba…

Dejé las metáforas

Los tópicos

Las interrogaciones

Los puntos suspensivos…

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