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Cultura y comunicación

Nacho Agraït, Galería Punto de Valencia

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La competencia y la crisis estimulan la creación artística

Una entrevista realizada por Fernando Bellón

Veinte galerías de arte de Valencia, Alicante y Castellón (VAC) se unieron en septiembre pasado para inaugurar a la vez, o casi a la vez, la temporada. Es una táctica que en algunas ciudades europeas, punteras en el mercado del arte, realizan desde hace tiempo.

Una de las personas más implicadas en este programa es Nacho Agraït, que lleva la galería valenciana Punto junto a su hermana Amparo. Nacho y Amparo son hijos del matrimonio Miquel y Amparo Agraït, veteranos en el mercado del arte contemporáneo de la ciudad de Valencia. Nacho se implicó en este mundo a los 14 años, cuando empezó a viajar con sus padres a las ferias internacionales. Esto le ha convertido en un galerista de carrera, con un pedigrí intercontinental que tienen pocos profesionales de este negocio.

En esta entrevista señala las bases de la continuidad de la galería fundada por sus padres en 1972, hace una precisa descripción del mercado y el gusto actual del arte, y señala que el abandono de la actividad cultural de las Administraciones ha devuelto a la iniciativa privada un papel que mantuvo hasta la década de los 90. La crisis que ha pulverizado tantos negocios culturales también permitirá, a juicio de Nacho Agraït, la renovación de la creación artística y enriquecerá el acervo cultural de los ciudadanos más activos.

Esta es la primera de una serie de entrevistas con galeristas, artistas y estudiosos cualificados de la Comunidad Valenciana, que Perinquiets irá dosificando en las próximas semanas.

¿Por qué fundan tus padres la galería Punto?

Ellos eran coleccionistas. Les interesaba el mundo del arte, y creían que había un vacío aquí, en Valencia. Pero en aquella época era una locura abrir una galería. No eran los únicos interesados en el arte contemporáneo. Estaban Vicente García, fundador de Val i 30, y alguna otra que colgaba cuadros modernos esporádicamente.

Lo que le decidió a montar la galería fue un viaje que hizo a la Foire Internationale d’Art Contemporain (FIAC) de París, hacia el año 71. Entonces se dio cuenta que los artistas del postimpresionismo, el postsorollismmo, que es lo que los coleccionistas de aquí tenía en sus casas y lo que gustaba en Valencia, no ocupaban un lugar dentro del mercado internacional. Vio también que muchos artistas buenos españoles estaban en el exilio. Comprendió que una cosa era el mercado regional y otra el mercado internacional, que iba por otro camino, con distintos mensajes, a partir de las vanguardias hasta las últimas tendencias de la época.

Le ayudó mucho Vicente Aguilera Cerní, que era un crítico internacional, prácticamente el único español en ese campo. Le hizo dar a mi padre menos pasos en falso. Eso no quiere decir que se vendiera, pero al menos lo que hizo estuvo bien. Las exposiciones que se hicieron en su momento, luego han sido historia el arte.

¿Fueron también rentables?

No. Rentables no lo fueron. Mis padres tenían algunos apartamentos y algunas cosas que volaron en el intento. Aunque a posteriori, sí. Ya empezaron a compensar el trabajo. Al principio era una locura. Conseguían mantenerse a base de muchísima actividad. Hemos hecho más de 150 ferias internacionales por todo el mundo. Era más fácil ganarse la vida fuera que dentro, porque aquí no había mercado. Íbamos a la feria de Basilea, a Chicago, a Colonia, a París…

Nosotros intentábamos siempre llevar pintores valencianos, aunque para nosotros el arte es internacional. Iban Horacio Silva, Anzo, a quienes intentábamos colocar. Pero ocurría que todo el mundo tiene padres artísticos, influencias de un artista específico. Pero en algunos casos la influencia era tan evidente que parecían epígonos y llamaban la atención. Fuimos afinando hasta que empezamos a depurar; era cuestión de tiempo y de aprendizaje.

Enseguida se superó esa etapa. Y lo bueno es que también contactabas con artistas internacionales muy importantes como Jean Dubuffet, maestros japoneses, el pop, tanto el americano como el inglés… Luego la galería se abrió al pop español que se iba conociendo. Ahí estaba el Equipo Crónica, el Equipo Realidad…

También mis padres asesoraban a muchos amigos y a familiares. Hay familiares que tienen buenas colecciones porque les indicábamos las buenas inversiones, y les convencíamos que lo comprobarían en el futuro. Y les repercutió. Más de uno luego pudo casar a sus hijos a todo nivel gracias a un papel de Miró y cosas así que en su momento costaban poco dinero. Por ejemplo, mi padre llamó al propietario de Billares Colón, porque un cuadro del Equipo Crónica recreaba la fachada del negocio, además de reflejarla en otras obras. Mi padre sabía que ese cuadro valdría una fortuna, como ha sido.

Pero eso no lo entendía la gente. Hablando con Marisa, de [la galería valenciana] La Nave, dijo una vez, “vosotros tuvisteis la suerte de salir fuera, y nosotros nos quedamos peleando el mercado valenciano, y nos salió un poco caro”. Pero no fue una suerte. Nosotros teníamos que sobrevivir. Ellos [La Nave] tenían un apoyo muy fuerte de Madrid, y nosotros lo teníamos que hacer solos. El mercado internacional era el que nos salvaba. Ahora estamos volviendo a él con más intensidad, aunque nunca lo hemos dejado. Mientras la situación esté baja, habrá que seguir.

Aunque realmente ha cambiado totalmente el esquema. Ahora hacemos muchas exposiciones de gente joven y a precios más accesibles. Ahora hay muchos medios. Si alguien quiere una pieza, yo se la puedo encontrar sin problemas. Hay muchos caminos, básicamente a través de páginas de Internet. De todas maneras, no bajamos el listón. Podíamos estar haciendo exposiciones de lo que le gusta a la gente…

¿Qué le gusta la gente?

Lo primero que entra es la figura humana. La figuración en general, el bodegón. Todavía hay mucha gente que lo aprecia. Hay una razón. Lo primero que ves es una figura, y eso lo entiendes y no tienes que asimilar nada.

Pero hemos cambiado todos en la forma de vestirnos, la música que escuchamos es por completo diferente… Sin embargo, en pintura parece que cuesta… Pero ha cambiado muchísimo, y los museos han ayudado mucho.

¿Cómo es el mercado contemporáneo del arte, en Valencia y en los territorios que tú conoces de primera mano? ¿Qué tipo de gente compra?

Hay muchos sectores sociales diferentes. Hay gente joven que pueden comprar a plazos sin intereses; nunca nos han fallado, son personas con la ilusión de tener una colección… de obra gráfica o de otra cosa; a esa gente hay que ayudarla, son los compradores del futuro; tienen una idea muy definida de lo que quieren y les gusta. Luego hay el que es inversor, que se centra en el arte porque otros sectores no funcionan bien. Los valores seguros en arte siguen siendo una buena inversión. A lo mejor el espectro no es tan amplio, el numero de artistas es más concentrado, nacionales, Miró, Picasso, o internacionales. Un grabadito de Picasso se puede comprar aquí, mañana te lo llevas a Alemania o a los Estados Unidos, y lo puedes vender.

Las instituciones también compran, pero poco. Tampoco pueden. Se han pasado de rosca, pensaban que todos los perros se podían atan con longanizas. Otros coleccionistas eran los constructores, gente con poder adquisitivo como notarios y otros profesionales que no tenían tanta capacidad, pero que compraban a su manera, con todas las ayudas que le podíamos dar.

El chorro de galerías que han ido abriendo en Valencia en los buenos años, ¿ha sido un perjuicio para Punto por la competencia?

No creo que la competencia sea un perjuicio. Todo lo contrario. Cada galería lleva una línea completamente diferente, y su espectro de clientes también es distinto. Además, creo que si un cliente viniera siempre a mi galería, se aburriría. Prefiero que vaya a otras, que disfrute en otras, y que todo el mundo pueda intentar vender.

Yo llevo desde los catorce años saliendo por todas las ferias del mundo. Cuando venía a Valencia y me iba a la Asociación de Galerías de Arte Contemporáneo (que por cierto está completamente renovada, hay mucha gente joven, han traído aire nuevo, es muy interesante, mi hermana Amparo ha conectado muy bien con ellas) veía un mundo completamente diferente. En Miami me sorprendió algo que parecía extravagante. Llevaban a los clientes importantes a todas las galerías, en unos autobuses pequeños. ¿Qué ocurría? Que paraban en una galería, uno compraba, llegaban a la siguiente galería, y otro, digamos, se picaba y compraba, y así en las demás. Se tomaban dos copas y se envalentonaban… Claro, cuando yo volvía a casa y veía que las galerías de la ciudad querían inaugurar cada una un día diferente, cuando en Colonia, por ejemplo, las cerca de 140 galerías concentradas en un barrio inauguraban todas a la vez, me preguntaba, ¿por que nosotros lo hacemos justo al revés? Funciona, porque mueves, creas expectativas, la gente disfruta, la oferta es tremenda y es maravilloso. Es como cuando vas a una feria como Arco, que crea un movimiento que dura tres meses, uno antes y dos después, por la cantidad de gente involucrada.

La galería, vista dese fuera, es un espacio muy bonito donde se exponen cuadros, esculturas, dibujos, pero suele estar vacía…

Eso es una galería cerrada, durará una temporada. Para que una galería funcione tiene que tener una cartera de clientes, nacionales e internacionales. Tiene que tener muchísima actividad… Ahora las galerías estamos haciendo lo que hasta hace poco hacían las instituciones, charlas, actividades… Claro, como lo están dejando de hacer, las galerías estamos volviendo a lo que hacíamos en los años ochenta.

Mientras las instituciones realizaban actividades, no tenía sentido que las hiciéramos nosotros. Pero cuando existe un vacío, tenemos que volver a llenarlo. Amparo y yo pensamos que una galería con los cánones habituales, puertas abiertas al público… no funciona, la gente no entra. Has de crear actividades, desde danza a una prueba de vinos, cualquier método para que la gente entre es buena. En los primeros Arcos me hicieron una entrevista sobre qué pensaba del alquiler de obras de arte para colgarlas en despachos de grandes negocios; se pensaba que eso estaba vacío de contenido cultural, porque luego las devuelven y todo se olvida. Pero no, se equivocan; en las visitas, de repente a alguien se le despierta una ilusión… A Arco se lo veía como algo absurdo, lo abstracto, no se acababa de entender qué ocurría allí. Pero aunque sea por esnobismo, a lo mejor algunos compran, y al cabo de dos o tres años, esos esnob eran gente informada, daba gusto hablar con ellos sobre arte, y venían a la galería con gran provecho para todos.

¿Cómo ves la creación plástica en Valencia?

A mí siempre me ha impresionado. Es una ciudad de artistas, pero no es un tópico, es una verdad. Muchas galerías de fuera vienen a por ellos. No sé my bien a qué se debe. Será por la Facultad [de Bellas Artes], no lo sé… Para algunos es la luz, que suena a tópico… Pero también es verdad que aquí les damos acogida a los artistas, aunque en términos económicos es en el norte donde se les apoya mejor.

Hay una buena cantera. Y también tiene que ver la climatología. Los artistas están pasando una crisis muy grande, mayor que la de los galeristas. En esta ciudad no resulta tan caro vivir, tiene buenas facultades, y hay muchísima actividad, muchas galerías y muchas ganas de hacer cosas. Siempre lo ha habido. Los valenciano somos personas a quienes nos gusta el arte.

Y fuera del territorio valenciano, ¿cómo está la creación plástica, es un caos, es manierista, es ecléctica… ?

Es cierto que las crisis tienen una buena y una mala influencia. Buena, porque la creatividad sube con la dificultad, pasa en las mismas guerras. Pero mala porque la producción y los proyectos son más caros.

Siempre que hay miedo económico, se vuelve a la figuración. Lo bonito es más fácil de asimilar. Pero hasta esa figuración es nueva. Hay cientos de caminos. La misma exposición que tenemos ahora (La Inocencia: Sandra Paula, Ana Elena Pena, Rocío Verdejo) es un ejemplo de creatividad. Siempre hay algo que decir, la imaginación humana es innata y tremenda, y tiene que plasmarse. Pero también es importante el poso cultural. Si no sabes lo que se está haciendo en todo el mundo, puedes repetir los procesos que están haciendo otros, digamos que en Japón. Es impresionante. Vienen artistas y me dicen, “mira lo que he creado”; y yo, “verás, tal artista lo creó hace diez años en Alemania”, pongamos por caso. Eso es un poco triste.

Para acabar, ¿por qué los textos de muchos catálogos, escritos a veces por los comisarios, son tan oscuros, tan incomprensibles, tan sublimes, al menos para mí?

Yo creo que a los que no entiendes no son comisarios de exposiciones, son filósofos. Lo que hacen es lucir sus teorías, su forma de pensar, en donde el artista no tiene mucha cabida. Algunos están alejados de la realidad. Pero yo creo que siempre se tiene que usar un lenguaje comprensible; la misma expresión artística, si no dices nada, por muy fantástico o sutil que quieras ser, no sirve. Imagina que estás en una feria donde hay 200 estands, y en cada uno de ellos, 10 artistas. Te vas a 2000 artistas. No te van a ver si no estás diciendo algo.

 

1 Comentario

  1. diego del pozo jimenez 5 enero, 2020

    Me llamo Diego del Pozo, soy de Ávila y soy licenciado en Bellas Artes. ademas de un máster en educación. Se que este mensaje se perderá en las entrañas de internet sin ser ojeado por ningùn ojo. Pero me gustaria tener una oportunindad de trabajar para una galeria que este interesada en el hiperrealismo. (trabajo pastel y grafito.) Me gustaria que echarais unos minutos para ver mi obra, tanto en facebook como instagram,( me estoy creando mi pagina web.) Un saludo y perdonar por las molestias.

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