Agrolife: una realidad agroecológica levantada desde cero en Alcáser
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Declaraciones recogidas y editadas por Fernando Bellón. Fotos de FB y de Agrolife
En un idílico lugar de l’Horta Sud (Huerta Sur) de Valencia, se encuentra Agrolife. Exactamente en el término de Alcáser. No es una cooperativa, no es una sociedad, no es una aventura de jóvenes insatisfechos. Es una iniciativa seria y decidida de construir una empresa basada en el cultivo agroecológico y en su comercialización. Además, la visión emprendedora de sus promotores les lleva a explotar las variadas posibilidades de una iniciativa de este sitio: alquiler y gestión de huertos familiares, talleres de agroecología para estudiantes y adultos, escenario de visitas guiadas, granja y corral. Y un puesto en el mercado del barrio de Ruzafa de Valencia. En economía a esta estrategia se le llama diversificación. Los promotores de Agrolife son Juan Solaz Martínez, Enrique Solaz Martínez, Francisco Ibáñez del Elis y Mario Benlliure. Hablamos con los tres primeros y con Irene, relaciones públicas y gestora económica.
Si el cincuenta por cien de la población de Valencia se acostumbrara a comprar al agricultor, se crearían muchos puestos de trabajo en torno a la agricultura.
Una de las cosas que estamos haciendo es diversificar. No es viable vivir sólo de la huerta y de la venta de verduras si quieres mantener unos precios estables y asequibles
Nos negamos a poner un kilo de manzanas a tres euros, que es el precio de la manzana ecológica en Valencia; y las zanahorias a 2,80; aquí las vendemos a 1,50.
Está surgiendo toda una economía al margen del sistema y del euro, el intercambio de toda la vida. Pero no directo, yo te doy a ti cebollas y necesito algo que tú no tienes,que obtengo de otro.
Juan. Agrolife somos los dos hermanos, Mario, nuestro cuñado, y Francisco. Somos los integrantes, como los dueños… Bueno esto no se sabe exactamente lo que es. Somos el núcleo central, los que invertimos. Luego, hay mucha gente que colabora con nosotros, personas que producen aquí para nosotros, chavales que son dueños de huertos; unos nos hacen los puerros, otros hacen otras cosas, es un segundo nivel de participación.
Trabajamos entre 37 y 38 mil metros cuadrados. 10.000 metros destinados a huertos familiares, y el resto para nuestra producción. Verdura de temporada. En invierno, alcachofa, cardo, coliflor, col de bruselas, apio, rúcula, ajo tierno, puerros, nabo, patata, remolacha, habas, guisantes, lechugas, acelgas. En verano, productos de ensalada, remolacha, zanahoria, tomate, cebolla, patata, berenjena. pimiento, judía…
Contamos con otras personas que son colaboradores que nos hacen los productos. Nosotros hacemos algunos, y ellos hacen por ejemplo, zanahoria, cebolla, puerro, el plantel del que tomamos lo que plantamos… Trabajamos a comisión. La tierra es nuestra, aunque la tenemos alquilada, es decir, tenemos el usufructo, y parte de ella la cedemos a esos colaboradores para que la cultiven y nos vendan la producción. Cada vez producimos más, y nosotros no podemos llegar a hacerlo todo. Nosotros, el 30 por ciento, y el 60, ellos.
¿A qué os dedicabais antes de empezar con Agrolife?
Juan. Lo último que hice antes de venir aquí y convertirme en agricultor ecológico fue trabajar en obras públicas en Utiel. Antes, estudié enología. Con la agricultura he tenido contacto toda la vida en casa de mis padres, viticultores, nuestra verdadera especialidad.
Francisco. Yo era camionero, de Utiel.
Enrique. Igual que mi hermano, hemos sido viticultores toda la vida, con algo de almendros, que cultivamos en ecológico. Montamos un restaurante y luego una empresa de obras públicas. Cuando la crisis echó todo abajo, vinimos aquí y montamos Agrolife.
Juan. Fue un momento en nuestra vida en que necesitábamos un cambio. Creíamos en la agricultura ecológica, empezamos a pensar en esa dirección, alquilar huertos, producir verdura y pensamos que le podíamos sacar rendimiento a la idea. Empezamos en marzo de 2011, y fue en Alcáser porque aquí encontramos la finca que buscábamos. Recorrimos gran parte de l’Horta Nord y l’Horta Sud. Y esta fue la que nos gustó más. Esta tierra llevaba seis años parada. Tenía naranjos, que se arrancaron, la aplanaron y la dejaron en barbecho. Empezamos a roturar la tierra, arreglamos la casa para vivir en ella, dos habitaciones para dos personas, otro chaval que sigue de casero y yo. Estuvimos aquí alrededor de un año.
Enrique. En esta casa hay que estar siempre para proteger el campo. Si pudiéramos dejar las puertas abiertas y vivir fuera, lo haríamos. Pero eso es un sueño. Nos han robado maquinaria, grupos electrógenos, bombas, radiales; mil euros, a lo mejor.
Francisco. Yo estoy aquí principalmente por amistad con Juan y Enrique. En la empresa en la que yo estaba de camionero no iba la cosa bien. Llevaré aquí año y pico.
Enrique. Empezaron mi hermano Juan y mi cuñado Mario, los primeros que llegaron aquí, mientras yo seguía en Los Corrales de Utiel liquidando lo que teníamos allí, la empresa de obras públicas, y trabajando en las tierras de mi padre. Y vine en agosto del año pasado para quedarme.
Dificultades técnicas y personales.
Juan. Técnicamente, la complejidad del negocio: cultivar 17 productos a la vez. Es una agricultura muy compleja. Y también, y sobre todo, financiación. Nos va bien, pero nos está costando sudor y lágrimas levantar esto. Si tuviéramos financiación cómoda, que nos permitiera hacer todo el proyecto de golpe… Pero no es así. Cada cosa que hacemos, cada cien euros que gastamos, nos cuesta mucho recuperarlos, y no ganamos tanto. El dinero es un gran problema.
¿Os habéis financiado con ahorros?
Juan. ¿Ahorros? (Carcajada general) Un banco nos prestó 11.000 euros y luego 6.000. Y los estamos devolviendo. Pero hace falta mucho dinero para poner todo en marcha.
Enrique. Sería muy fácil, teniendo 20 ó 30 mil euros. Adecentas la casa bien, acondicionas los caminos, haces unos sectores muy bonitos con jardines y huertos, y lo tienes todo hecho desde el primer momento. Todo el mundo que viene puede verlo perfecto y hacerse una idea del proyecto. Pero en nuestro caso vamos muy poco a poco, invirtiendo en la finca todo lo que tenemos. Y nos cuesta mucho, porque también tenemos un puesto en el mercado de Ruzafa donde tenemos que pagar impuestos, pagar el gasoil del transporte, y para mover el motor con que sacamos agua del pozo… Son todo gastos.
¿Contáis con el sello de Agricultura Ecológica?
Juan. Estamos a punto de sacarlo. Tenemos algunas discrepancias con el sello de agricultura ecológica. El problema son los 400 euros iniciales que nos cuesta entrar. Cuando llegamos, se plantaban dos hanegadas, ahora, después de tres años, casi conseguimos llegar a plena producción. Lo que hemos pagado al dueño de la finca hasta ahora suma 12.000 euros. Un proyecto como este, en el que creemos y nos gusta, cuesta mucho dinero.
Irene. En torno al sello de agricultura ecológica hay montados negocios. Porque ves a determinados agricultores que están situados al lado de fincas convencionales, pero que cumplen con los requisitos. Y a lo mejor otra gente, que está situada en un sitio perfecto y que hace las cosas bien, se encuentra con la barrera del dinero porque no tienen presupuesto para pagar cuatrocientos a euros al año.
Juan. Si los tuviéramos… Pero es que aquí el dinero entra y sale. Hasta ahora hemos estado en déficit, pero ya hemos llegado al punto de equilibrio.
¿Cómo os organizáis en el trabajo?
Juan. Paco y yo estamos en el campo, preparamos pedidos, bajamos al mercado alguna vez… estamos pendientes de los huertos de alquiler…
Irene. Hay dos mañanas a la semana que Juan colabora en un curso de integración laboral de discapacitados psíquicos con Bona Gent, en Tabernes Blanques, para que aprendan a ganarse la vida con un huerto.
Juan. Es otra muestra de lo importante que es el dinero. Cuando vas allí y ves la Alquería, te das cuenta de que es un proyecto superbonito. Pero como no hay dinero, está estancado, han estado a punto incluso de dejarlo. Los chicos llevan ya la huerta, va a empezar a hacer cestas.
Enrique. Yo estoy en el puesto del mercado de Ruzafa. Y alguna tarde vengo a recoger, pero yo ya no les echo una mano en el campo.
¿Cómo ha sido la planificación del proyecto?
Juan. Ahora empieza a verse la luz. Hemos estado con las cuentas en rojo, pero vamos a salir. Ricardo nos asesora. Ha recopilado los datos. Ha sido contable. Ricardo es un venezolano de cierta edad que ha tenido experiencia en la gestión de empresas. Le gustó el proyecto. Tiene un huerto aquí, y nos echó una mano con el control de costes. Por otra parte. Mario, mi cuñado, se ha vuelto a Utiel porque tiene una hija de un año, está de baja maternal (risas). De momento está en Utiel con mi padre, trabajando los manzanos y almendros que tenemos allí.
Irene. Luego están los colaboradores. Y dentro de ese grupo estoy yo, apoyando en gestión, impuestos, nóminas, seguridad social, cositas de ese tipo, y parte de difusión y márqueting, Facebook y contactos con la gente de los huertos. Soy especialista en contabilidad y márqueting, y me he dedicado a dar clases y a asesorar a pequeños negocios para ayudarles a arrancar. Llegué aquí como mucha gente. Aterrizas en una jornada de puertas abiertas, te enamoras del sitio. Empecé a coincidir con ellos en otro proyecto en el que yo colaboraba, les gustó como trabajaba, a mí me encantó el sitio y su proyecto, y fue el momento de entrar. Mi marido, dos amigos y yo cogimos un campito de alquiler aquí… Y así vas entrando sin darte cuenta, hasta que te encuentras metido hasta las cejas; y ahora la mayor parte de mi tiempo se la dedico a Agrolife.
Juan. Hay que dejar claro que no existe una relación laboral entre los colaboradores y nosotros. Uno de los grandes problemas que tenemos es que la Administración no ayuda en nada al emprendedor.
Enrique. El puesto de Ruzafa necesita mensualmente para mantenerse abierto, sólo en impuestos, 800 euros.
¿Cómo sobrevivís?
Juan. Con las verduritas. (Risas.) Aquí nadie ha tenido todavía un sueldo, pero tenemos para comer, trabajamos a porcentaje, porque es la única manera. Nos encargamos de la infraestructura y de los puntos de venta. En realidad, los únicos que cobran a corto plazo son los colaboradores. Y a alguno, no se llega en estos momento; de modo que, en cierta forma, nos financia con su trabajo, o se establece algún acuerdo de trueque. Ahora empezamos a respirar. Pero a nosotros nos quedarán con suerte unos seis meses sin cobrar sueldos.
Irene. Una de las cosas que estamos haciendo es diversificar. No es viable vivir sólo de la huerta y de la venta de verduras si quieres mantener unos precios estables y asequibles.
Juan. Nuestra verdura vale lo mismo el uno de enero que el 31 de diciembre. No tenemos variación de precios. No tenemos esas subidas de las verdulerías, donde una berenjena empieza valiendo 2,80 el kilo y termina por el suelo. Nuestra berenjena, desde el primer día, vale un euro hasta terminar la campaña. No dependemos del mercado, al estilo de “en Almería hay mucho, bajo el precio”; que viene de Holanda un camión con productos, bajan los precios en Mercavalencia, o suben si es al revés. Nosotros mantenemos el mismo precio todo el año. Nuestra intención es sacar verdura ecológica a un precio accesible a todo el mundo, por debajo incluso de las cadenas de venta más populares. Nos negamos a poner un kilo de manzanas a tres euros, que es el precio de la manzana ecológica en Valencia; y las zanahorias a 2,80; aquí las vendemos a 1,50.
Otras actividades
Irene. La cuestión es cómo sostienes esto si no quieres cambiar de política. La clave es que hay otras actividades que ayudan a la verdura. Están los huertos de alquiler en la finca, y las comidas para grupos con reserva previa. Está “Huerto Jardín”, que es que vamos a tu chalet, a la residencia de ancianos, al patio del colegio, montamos un huerto y llevamos el mantenimiento, o vamos y hacemos actividades de huerto en la finca o aquí, o vas a dar una charla, o haces una jornada de puertas abiertas, haces talleres, cursos. Vas haciendo otras cosas que colaboran a mantener esa línea, y mantener una estructura como esta.
Una de las actividades diversificadas son los huertos de alquiler, que los pueden coger un grupo de amigos o un particular. Pero hay también colectivos, escuelas infantiles, que cogen un huerto con un propósito de educación en valores. Por ejemplo, “El Patufet” es una escuela infantil del barrio de Ruzafa de Valencia, y el acuerdo de colaboración que hay firmado con ellos es que la verdura y hortaliza que gastan en su comedor viene de los cultivos ecológicos de Agrolife; y Agrolife les cede un huerto en la finca, donde los profesores, los papis y los alumnos vienen cuando quieren o cuando lo programan. Los niños de tres años tienen un contacto con el campo y aprenden de dónde sale un pimiento. Otra de las líneas de diversificación son las excursiones escolares.
El compromiso es que estamos todos en el mismo barco y nos tenemos que ir ayudando. Del mismo modo que un huerto familiar de alquiler ayuda a una familia que está mal de dinero, y por 15 euros al mes pueden comer trabajándolo ellos, al igual, un colegio, un instituto que tiene que sacar a los chicos de excursión a un precio muy económico, se pueden venir a la finca a hacer un taller de huerto. Hay institutos que están sacando a los chicos de excursión en bicicleta, para no pagar el autobús; y aquí llegan carriles bici. Así que estamos haciendo contactos con institutos para que vengan a un precio muy asequible, que es la política de Agrolife con todo.
Proyectos
Juan. Las realidades firmes son los huertos familiares o particulares, la venta de verdura, el huerto jardín escolar y los talleres. Y luego están los proyectos. Una cosa que queremos tomar en serio que es un corral de gallinas camperas ponedoras de huevos. Nos falta dinero de momento, pero nos gustaría hacer un huevo ecológico como Dios manda. También tenemos como objetivo asentar bien el puesto en Ruzafa, la verdulería.
Enrique. La verdulería va muy despacio, pero no es un problema de nuestro puesto. Es que los mercado municipales en Valencia no funcionan. Es por culpa del horario. Un mercado municipal abre a las seis de la mañana y cierra a las dos o a las tres de la tarde, cuando el noventa por ciento de la gente que trabaja sale a las siete. El comercio lo mantienen las personas que compraban hace cincuenta años, abuelas, gente en paro. La gente mayor se levanta y compra hasta las diez de la mañana. Yo creo que los mercados municipales deberían tener un horario comercial como cualquier otro negocio de abastecimiento. El Ayuntamiento te da la opción de pedir los días de apertura por la tarde. Pero hay muchos puestos en los mercado que siguen viviendo de las abuelas, con todo el respeto para la gente mayor, gente que está jubilada, se levanta, hace su compra y ya está. Pero esas personas, en diez años se han acabado. Tenemos que abrir los mercados a un abanico más amplio de gente. Tú vas a una gran superficie a las nueve de la noche y están las cajas llenas, porque muchas personas salen de trabajar a las seis, seis y media de la tarde, y no conocen los mercados. Así que los mercados se están muriendo.
Fruta y verdura que sabe y huele
Enrique. Sobre las fruterías de paquistaníes, se dice que le tocó la lotería a unos hermanos y han montado una franquicia. A Mercavalencia va a comprar un trailer, un camión grande, y luego reparte, pero compran en los mismos asentadores que los demás. Es la misma verdura que tienen las grandes superficies, una verdura sin sabor. Puedes hacer una prueba, subes al primer piso de esta casa, donde están las manzanas que hemos traído de Utiel, un poco feas, pero olerás a manzana; y cuando vayas a una de estas superficies grandes, intenta oler la fruta. Aquí se rompe un tomate en la mata, y huele a tomate, porque ha madurado en la tierra, no en una cámara, huele y sabe a tomate. Los tomates que compras por ahí son casi de plástico, con una corteza muy gruesa, y no saben a tomate. La zanahoria que peor vista tiene en el mercado de Ruzafa es la nuestra, la más fea. Pero es la que mejor sabe. Para hacer un cocido, nuestra zanahoria rinde siete u ocho veces más que una convencional.
Posibilidades de la agricultura ecológica
Juan. La agricultura es en España la solución.
Francisco. La gente se tiene que mentalizar de que lo que tiene que hacer es comprar al agricultor de su zona. Promoverá la economía local, evitará intermediarios, la verdura será más fresca y contaminará menos, porque no necesitará un camión que venga de lejos a traer la verdura. Se trata de localizar a un agricultor que viva cerca de tu casa, que no eche pesticidas o que lo controle bien, y cuanto más se promueva eso, más se volcará la gente en la agricultura local y sana. Si se empieza a hacer, puede producir un efecto dominó, llegará a mucha gente, revitalizará la economía.
Juan. Mira, nosotros somos tres personas en producción, Juan, Emilia y José Luis, dos personas en bici y reparto, Sergio y Rubén, Jesús, que también está en el transporte. Irene en lo suyo, y Alejandro en el chiringuito que atiende los grupos que vienen a comer a la finca. Fíjate la importancia que tiene el proyecto. Si el cincuenta por cien de la población de Valencia se acostumbrara a comprar al agricultor, harían falta muchos agricultores y un montón más alrededor del sector. ¿Que otro sector hay en España con ese potencial de crecimiento? Tenemos el clima, tenemos tierra.
Francisco. Una verdura de calidad y a un precio razonable, porque evitas al intermediario. La gente está más concienciada ahora, con toda la movida de la economía. Hablo de gente que tenga algo de recursos. Porque si tú ves a un chaval joven que dispone de 20 euros para comer toda la semana, irá a una gran superficie a comprar lo más barato que encuentre.
Juan. Los jóvenes están entrando. Nosotros teníamos a dos biólogos que plantearon el proyecto de las gallinas. Estaban trabajando en la Institución Príncipe Felipe de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, se quedaron en paro, alquilaron aquí un huerto y empezaron a desarrollar lo de las gallinas. Y José Luis y Emilio son dos chavales jóvenes que están en paro, y producir verdura en Agrolife les ayuda a salir adelante. Hay tres chicas, una de ellas ingeniero agrícola, que han venido aquí para que les explicáramos cómo habíamos montado todo esto. Nosotros, en estos tres años, hemos visto nacer y hemos visto caer muchos negocios de esta naturaleza. Es muy difícil aguantar. Hay veinte o treinta en Valencia, que se van estabilizando, pero a costa de grandes sacrificios. El paso de no declarar nada, de estar en los límites de la legalidad, a declarar es tan brutal, que si tres personas, por ejemplo, tienen que empezar pagando mil euros a la Seguridad Social, ya no pueden arrancar. No pueden asumir ese coste. Cuando nosotros empezamos, la Administración publicitaba dar seis mil u ocho mil euros para empezar un proyecto; mentira, no los dieron.
Huertos para la supervivencia
Irene. Siempre han sacado propaganda sobre los préstamos ICO, para emprendedores y cosas así, tanto del Estado como de entidades bancarias; y luego cuando empiezas a ver los detalles y las condiciones, no es real. Te piden los mismos avales que si no hubieran hecho la publicidad de emprendedores por la tele. Lo que sí se está dando cada vez más es personas que, no como una forma de ganarse la vida, pero sí como autoconsumo, tienen su campito. Algunos ayuntamientos lo están potenciando, asociaciones, organizaciones. Va parejo con los movimientos que surgieron del 15 M, y con todos los que han salido a raíz de las monedas sociales como el Eco. Vas a un mercadito, y a lo mejor de 40 personas, veinte tienen un huerto, compartido o familiar; personas que están heredando casas en el pueblo pone en marcha la huerta que llevaba su abuelo en el jardín; claro, no tienen ni idea, pero lo están intentando. Hay un gran movimiento en ese sentido, pero para resolver tu necesidad propia de comer, no para ganarte la vida.
Enrique. Aquí se puede ver. Hace dos semanas recogieron el boniato, y llegó un momento que había catorce personas rebuscando después de la cosecha. Un comerciante del mercado de Ruzafa al lado nuestro, tiene un campo por la Ciudad de las Ciencias y acaba de recoger la patata, y el otro día encontró doce coches aparcados rebuscando los restos de la patata.
Juan. Se está pasando hambre. Pero no se da a conocer, se queda de puertas adentro.
Enrique. En el mercado, los puestos de nuestra tira preparamos cinco o seis cestas semanales para gente que no puede comer, se regalan.
El fenómeno de las monedas sociales
Irene. Está surgiendo toda una economía al margen del sistema y del euro, el intercambio de toda la vida. Pero no directo, yo te doy a ti cebollas y necesito algo que tú no tienes. Entonces lo que hacemos es utilizar una página web, la del Community Exchange System, el CES, que funciona por todo el mundo. Dentro de esa página hay grupos locales. Tú das de alta tu cuenta en un grupo local, te la autorizan y es como una cuenta de banco. La página publica ofertas y demandas como un periódico de segunda mano. Y además hay mercadillos físicos que funcionan con monedas sociales. Es intercambio, pero en lugar de ser entre dos personas, yo compro lo que necesito en Ecos, me voy al ordenador y digo, venta o compra de tal cosa. Por ejemplo, a mi hijo se le quedó pequeña la bici, y en vez de ir a una gran superficie y gastarme una pasta en una bici nueva, entré en la web del CES, contacté con una chica que vendía una bici y se la compré por sesenta Ecos; fuimos y la recogimos. ¿Cómo gano yo los Ecos? Dando clase de contabilidad a otra persona que no tiene que ver con la que me vendió la bici. Agrolife está yendo ya a mercaditos de Ecos a vender verdura y a dar a conocer el proyecto.
Enrique. En Ruzafa estamos cobrando en Ecos. Ayer vino una persona que me quería pagar en Soles.
Irene. El problema es que el Sol, como funciona por su cuenta, con un sistema propio, y no a través del CES, no es tan fácil interactuar con ellos.
Enrique. La compra es así: el que compra me da su cuenta de Ecos, y al ordenador. Y con lo acumulado nos hemos comprado, por ejemplo, un transformador de corriente, que conectamos a una batería de coche, porque aquí no hay corriente y lo necesitamos para pesar las verduras.
Irene. Va una persona al mercado de Ruzaga y le dice a Enrique, oye que te quiero comprar en Ecos; Enrique le cobra mitad en Ecos mitad en euros, porque hay que cubrir impuestos, seguridad social y otras cosas. A mí me llega un whatsup que dice, “cuatro Ecos, código Tal y Tal y un número, Fulanito de Tal”. Yo entro en el ordenador y tecleo, venta de verdura de Agrolife, cuatro Ecos a Fulanito; la operación queda registrada. Es igual que una cuenta de banco, pero en Internet, donde me entran cuatro Ecos y se los quitan a esa persona. Yo cojo esos cuatro Ecos y un poquito más y, como hace falta un transformador de corriente, empiezo a ver ofertas, hasta que encuentro la que me conviene. Es una economía que está surgiendo y que crece. Cuando llegas a poder comprar comida, aparatos electrónicos, cosas que en su momento necesitaron euros para producirse, y tú ya no las compras en euros, sino en intercambio, eso ya es un paso adelante, y un mensaje alto y claro al Estado.
Francisco. No hay dinero en la calle. Antes se salía con cincuenta euros a cenar, y si lo necesitabas, sacabas más. Ahora, el que sale con quince euros a cenar ya se da con un canto en los dientes.
Enrique. Con frecuencia en el mercado de Ruzafa, los vendedores hacemos un corro; te miras a la cara, no pasa nadie. Hay mogollón de ventas a cuarenta céntimos. Dos pimientos. Gente que viene a comprar lo que consume en el día, y días que no compran porque no tienen. Esto es la realidad cotidiana. Y nosotros estamos contentos porque vamos creciendo y consolidándonos. Pero hay una tormenta ahí fuera que es para irse a otro país.
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