El futuro ineluctable
Compartir
Un artículo de Segismundo Bombardier
La otra noche me entretuve viendo una versión francesa de “Family Plot», de Alfred Hitchcock, que en España se tituló “La Trama”, y en inglés es un juego de palabras que hace referencia a las tumbas familiares de los cementerios, y en este caso evoca una intriga dramática que concierne a varios parientes. Fue un acierto, un alivio, dormí como un niño arrullado.
Fue la última película dirigida por el inglés, y transformó un complot (debe venir de plot, ¿no?) siniestro en una comedia casi ligera.
Por la noche, después de cenar, he de ver una película de entretenimiento. Hará cosa de diez años tuve una compañera de oficio (en realidad era administrativa de cierto nivel) que bajaba de la Red (supongo que oscura) o compraba películas angustiosas producidas en Asia: japonesas, chinas, coreanas. Decía que no podía ver otra cosa que dramones postmodernos donde personajes patéticos sufren muchísimo por dentro sin que se advierta que pasa nada exteriormente.
Si observamos el panorama del cine presente (bueno, el de antes de la pandemia) el dolor, el crimen, la violencia, el sexo brutal o inmundo, la estafa, la corrupción, la perversidad de personajes e instituciones debe ocupar el 90 por ciento de los contenidos mediáticos. Eso a mí no me predispone al sueño. Lo ignoro con despecho. Pero hay tanta producción acumulada, que con un poco de ingenio tienes entretenimiento para cada noche de una o dos pandemias, con ese 10 por ciento de la producción de los últimos años, más el de la era predigital.
El Covid 19 ha forzado algunas de nuestras costumbres. Ahora no cabe salir a cenar, de tertulia con los amigos, de visita, de viaje. Por la noche toda butaca y tele. En mi caso por mera y saludable inercia. Hay quien tiene la rutina de escuchar la radio a esas horas, o complacerse con un concierto o con un festival atorrante de eso que llaman “música de hoy”.
La televisión nos ata a la rutina de un modo nada sutil, a lo bestia. “O te entretienes conmigo o te buscas la vida con un novelón del siglo XIX”, parece decirnos. Yo la provoco a la hora de la siesta. Ahora estoy leyendo una novela extraordinaria de Roger Ikor, “Les Eaux Mêlées», premio Goncourt 1955. En otra de estas reseñas daré cuenta de su autor y de su obra.
Ahora se hacen multitud de pronósticos sobre lo que nos espera. El editor de esta revista publicó una corta reflexión sobre “Volver a lo de antes”. Venía a decir que lo que vivimos es consecuencia de lo que hemos preparado y construido, al margen de que sea una epidemia o un sunami lo que se nos venga encima. Si yo no le he entendido mal, propone que volver a “lo de antes” es imposible, pero no tenemos más remedio que reconstruir sobre “lo de antes”, y eso implica muchas cosas desagradables.
Uno tiende a pensar que por fin vive un momento histórico. Es defecto des intello, de los intelectualillos que dicen en Madrid, acostumbrados a enmarcarse en la Historia por la costumbre de leer ensayos más o menos sesudos o ligeros. En realidad la vida de cada hijo de vecino está llena de momentos históricos, como nos recuerdan los documentales de ciertas cadenas temáticas. Pero si uno pone como límite el horizonte de su propia mirada, la historia es anodina. Yo he visto a un Papa desde lejos, al general De Gaulle, más cerca, de visita en Lila o Lille, a Franco en Madrid, presidiendo un desfile de la Victoria al que me llevaron mis padres, a Waldeck Rochet, ya enfermo, en una tribuna de comunistas célebres; hasta a Sara Montiel y a Marcelo Mastroiani les he visto paseando por París.
Como el Covid 19 no arrasa cual los bombardeos de una guerra, tendremos que reconstruirnos más por dentro que por fuera. Cada cual según sus hábitos, su capacidad, su economía y su situación laboral. La televisión (por cable, por Internet, da igual) irá trazando el camino, y el que quiera lo seguirá.
Yo avanzaré hasta donde pueda fiel a mis hábitos higiénicos culturales, buscaré lo mejor, lo más selecto de nuestro pasado y apartaré sin remilgos la atrocidades vigentes que se nos sirven en bandeja de plata, digo en pantalla led. Tengo suerte, estoy en la retreta, y de momento, cobro la pensión.