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Prisma informativo

Hablemos de pandemia con datos encima de la mesa

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Un artículo de Fernando Bellón, editor de Agroicultura-Perinquiets 

(La ilustración de presentación descubre a un virus resistente y oxidado creciendo en un campo de rastrojos)

Deben sumar miles de millones las páginas publicadas en los medios convencionales y en la Red sobre el Covid 19. A esto se añaden los videos de media y larga duración colgados en YouTube sobre el mismo tema, calculo que también millones en todas las lenguas. Dejo a un lado el océano de palabras transmitido en «Redes sociales», un alud capaz de sepultar a la población del planeta si fuera de nieve.

Quiero hablar de cifras, de datos, entrando lo menos posible en su interpretación. Es la única manera de hablar de la etiquetada pandemia sin entrar en polémicas. Y también es la mejor manera de cargarnos de argumentos.

1.- Según el Instituto Nacional de Estadística para 2018 en la página aquí enlazada fueron 427.721 las defunciones, aunque no queda del todo claro si totales o sólo por enfermedades más frecuentes.

2.- Datos del mismo INE: el total de defunciones en el año 2019 fue de 418.703, incluidas todas las causas. Hubo un descenso del 2,11% en relación al año anterior, 2018.

3.- En otra página del INE se dan las defunciones según la causa de muerte más frecuente entre enero y mayo de 2020, la primera ola del Covid-19. Total por enfermedades, 231.014. Identificados por Covid, 32.652. Sospechosos de Covid, 13.032

4.- Otra página muestra una infografía sobre las defunciones diarias por lugar de ocurrencia y sexo de enero a mayo de 2020. Las de cada día se pueden ver por totales, por domicilio, centros hospitalarios o residencias. Hay que irse con el puntero al calendario para ver que la incidencia mayor se produjo el 31 de marzo, 3.214 fallecidos, es de suponer que muchos de ellos relacionados con el Covid 19.

5.- Todavía señalo otra página del INE titulada «Defunciones según causa de muerte. Avance enero-mayo 2020«. La cifra que da es la misma que las citadas en el apartado 3. Pero a la derecha de la pantalla aparece un cuadro estadístico titulado «Total Nacional» que me confunde, con unos datos muy superiores: 487.050 total de enfermedades, 68.841 por Covid 19 y 27.476 sospechosas de Covid. Creo que se refiere a los datos de todo el año 2020, de lo que cabría deducir esta otra cifra: que entre 2019 y 2020 hubo un incremento de total de muertos por enfermedades de 68.347, casi la misma la cifra que muestra la columna dos del cuadro.

Obsérvese algo a mi parecer significativo: ni en los años 2018 ni 2019 aparece ningún apartado de muertes por gripe o por ese tipo de enfermedades leves para la mayoría de la población, fatales para una fracción de la misma. ¿Podemos deducir que el estadístico ha decidido incluir estas posibles muertes en las de las otras enfermedades crónicas o graves (isquémicas del corazón, cáncer de bronquios o pulmón, insuficiencia cardíaca, enfermedades crónicas de las vías respiratorias inferiores, diabetes, insuficiencia renal, etc.)? Es decir, que la gripe haya sido el empujoncito final para acabar con la vida del enfermo.

La variedad gripal del Covid 19, al ser más agresiva, ha incrementado la cifra de los muertos en 2020 por enfermedad grave o crónica. ¿Se puede distinguir a los fallecidos por «el empujoncito» de los fallecidos por el puñetazo del coronavirus?

Y ahora vamos a la actualización de las cifras del Covid 19 en la fecha que escribo este artículo, el 18 de enero.

6.- A 14 de enero, esta página (https://cnecovid.isciii.es/covid19/#distribuci%C3%B3n-geogr%C3%A1fica) decía que los casos notificados en los últimos 14 días, es decir, desde el 1 de enero, era de 226.618, y la incidencia acumulada por cien mil habitantes en esos 14 días era de 482 casos como media. Cabe advertir que si el lector entra en esa página, se encontrará con nuevos datos actualizados, claro. A 30 de enero la cifra (que debe corresponder a una fecha anterior) es de

7.- En la página de la Moncloa de 15 de enero de 2021 las cifras son distintas. Vuelvo a advertir que si el lector pincha la página los datos habrán variado, por la actualización correspondiente. Dice esa página que el total de casos en España (desde el comienzo del conteo) es de 2.252.164 (un 4,6 por ciento de la población total de 47 millones).

Ingresados en hospitales incluidas UCIS (no especifica la diferencia) 225.085, se entiende que desde el inicio del conteo. Esto supone un 0,5 por ciento de la población total de España.

Los fallecidos hasta esa fecha son 53.314. Es decir un 0,11 de la población.

Obsérvese la diferencia notable de las cifras proporcionadas por el INE para 2020, 68.347 fallecidos, con las que ofrece Moncloa desde el inicio de la pandemia al día 15 de enero, 53.314. Faltan o sobran 15.033 muertos.

Que se me perdone el sarcasmo, pero es inevitable. Dos departamentos del Estado dan cifras diferentes sobre el mismo fenómeno. ¿Esto cómo se explica? ¿Mala gestión? ¿Descoordinación? ¿Despreocupación? ¿Cachondeo? En mi juventud decíamos «cachondeo poco, pero que dure», y nuestros funcionarios y/o gobernantes se han aplicado el cuento a fondo.

Por su parte, la Organización Mundial de la Salud, en fecha 17 de enero, da 53.079 fallecimientos en España a lo largo de la pandemia. ¿De dónde obtiene los datos?

Vamos a resumir las cifras.

1.- INE. Total de defunciones en el año 2018: 427.721, incluidas todas las causas.

2.- INE. Total de defunciones en el año 2019: 418.703, incluidas todas las causas.

3.- INE, entre enero y mayo 2020. Total de defunciones por enfermedades, 231.014. Identificados por Covid, 32.652. Sopechosos de Covid, 13.032

5.- INE, total para el año 2020. 487.050 defunciones por todas las enfermedades, 68.841 por Covid 19 y 27.476 sospechosas de Covid (en números redondos, casi 100.000 por Covid).

7.- Página de la Moncloa. Total de casos en España (desde el comienzo del conteo), 2.252.164 (un 4,6 por ciento de la población total de 47 millones).

Ingresados en hospitales incluidas UCIS (no especifica la diferencia) 225.085, se entiende que desde el inicio del conteo. Esto supone un 0,5 por ciento de la población total de España.

Los fallecidos hasta esa fecha son 53.314. Es decir un 0,11 de la población.

Unas reflexiones

Me baso en los datos anteriores y en mi experiencia como ciudadano y como enfermo leve de Covid 19 (di positivo), más las experiencias de algún amigo y algún familiar que han pasado por lo mismo.

Me pongo en la piel de cualquier gobernante español, sin distinguir ni el color político ni el ámbito de su jurisdicción, y no me cuesta comprender el aprieto en el que se vieron. Vale. Un año después, no hay excusa posible. Un gobernante está en la obligación de asumir su compromiso hasta el final, o dejar de ser gobernante. Lo que no puede hacer es dar palos de ciego, y es la impresión que están ofreciendo.

Tampoco el hecho de que la mayoría de los gobiernos del mundo (menos el marxista y materialista chino, que parece vivir en otro universo, el sobrenatural o de los milagros) hayan pasado por las mismas circunstancias y mostrado su impericia y hasta su imprudencia, tampoco esto, decimos, descarga de nada a los políticos en ejercicio en su más que discutible ejercicio del poder.

La muestra evidente de tamaña incompetencia es el mamotreto de normas que se han sucedido con los estados de alarma en todos sus grados. Juntos ocuparían más páginas que una novela de romanos de Santiago Posteguillo. Ni la autoridad vigilante ni el ciudadano obediente es capaz de memorizar y menos de cumplir semejante cascada de prohibiciones y recomendaciones contradictorias.

El ciudadano ha sido un náufrago en la tempestad sin saber a qué salvavidas agarrarse, el del gobierno central, el de las autonomías, el del ayuntamiento o el de la comunidad de vecinos.

Supongo que cuando pase la tormenta, se podrá hacer una valoración menos apasionada, y lo primero que se verá es que las autoridades del mundo entero se han comportado (y se siguen comportando) como un coro sin director, sin partitura, con la mitad de los coristas sordos, y el resto mudos y ciegos. En otras palabras tienen una vaga idea de lo que está pasando. ¿Y los expertos?

Los «expertos» deben de serlo más en la polémica que en la ciencia, a juzgar por la variedad de análisis que llueven sobre nosotros a través de los medios de comunicación. Todavía no se han puesto de acuerdo en qué es el Covid 19 y cómo se ha expandido como el rayo por el planeta.

Pero no hay que preocuparse. Han llegado las vacunas. Sobre este asunto reproduzco un comentario que he publicado en Facebook, titulado «Señor, Señor, las cosas que hemos visto y las que nos quedan por ver»

Esta mañana (por el 28 de febrero) he escuchado a un reputado director de informativo matinal de radio calificar de «negacionistas» a todos aquellos que no quieren o se resisten a vacunarse contra el Covid 19.

Ha llegado a definir los grupos de personas afectados por la condena: los que niegan la eficacia de las vacunas o sospechan de su composición, y los que niegan la existencia del coronavirus.

Somos muchos los que desconfiamos de las vacunas dichosas, porque no ha habido tiempo de probarlas en grandes grupos y se está haciendo sobre la marcha. Simplemente desconfiamos, y hemos decidido esperar un tiempo prudencial.

Esta desconfianza no es caprichosa ni paranoica. El problema de suministro de vacunas y la resistencia de la Unión Europea a hacer públicos los contratos con las farmacéuticas no predisponen a la confianza y menos a la fe del carbonero.

Queda mucho por conocer y también por saber en términos científicos, políticos y económicos sobre esta crisis pandémica. Los hechos lo muestran a diario. Calculo que antes de fin de este año esas dudas estarán resueltas, y a lo peor nos llevamos alguna sorpresa escandalosa.

Y eso por no hablar de la congelación de derechos y libertades en virtud de las leyes de excepción.

Para más Inri, tenemos la histeria mediática, imponiéndose por encima de todos los obstáculos del sentido común, la prudencia y la razón. Del júbilo por el descubrimiento de vacunas casi milagrosas, hemos pasado a la perplejidad. No sería extraño que a la vuelta de unas semanas, cuando las cosas se vayan aclarando ellas solas, ciertos medios poderosos empiecen a volverse semi negacionistas.

Señor, Señor, las cosas que hemos visto y las que nos queda por ver.

Unanimidad sospechosa

Hay una unanimidad sospechosa, sin embargo, entre los «expertos», los políticos y los que se ganan la vida en los medios de comunicación con poderío.

Argumentar cualquier proposición que ponga en duda la versión (o versiones) oficial sobre qué es el corona virus, cómo se ha presentado sin avisar y se ha difundido a la velocidad del rayo, eso está prohibido, está condenado, y se ha encontrado un nombre nefando, negacionismo; a los que se atreven a manifestar sus dudas se les tacha de chalados o de malvados.

El mundo de los negacionistas es ajeno al común y corriente, proceden de Marte, o del Infierno. El método no es nuevo en la historia de la Humanidad, pero jamás había tenido tanta fuerza, tanta vigencia, tanto efecto. Si los que mandan, los que saben y los que difunden mensajes autorizados tienen razón, quienes lo discutan son enemigos de la humanidad, invasores de «Mars Attacks», demonios. La lógica de esta proposición es insultante, no cuela. Por eso, refugiados en las redes y en las conversaciones entre amigos, millones de individuos desconfían de los portadores de la verdad.

Un ejemplo. Busque usted, lector, en Google «Médicos por la verdad». Los primeros catorce resultados de los 355.000 son denuncias, ataques y burlas de lo que se supone que proclaman esos médicos. En el puesto quince aparece su página. Si usted entra en ella verá argumentos, discutibles o no, pero nada de falsedades.

No me consta que los Médicos por la Verdad sean marcianos, demonios o tontos del bote, porque las instituciones profesionales les han abierto expedientes, y a los idiotas no se les toma en serio. Han estudiado una dura carrera y muchos se han doctorado. Y además de ellos hay biólogos y otros profesionales que critican las verdades blindadas sobre el Covid 19. Me resisto a admitir que haya tantos imbéciles o irresponsables con carrera que se atrevan a hacer frente a pecho descubierto a un poder dispuesto a condenarles al ostracismo.

Finaliza el mes de enero 2021 con una explosión de contagios. La reacción en los medios dominantes es escandalosa literalmente hablando, ruido, especulaciones, amenaza apocalíptica. No obstante. la vida sigue a trancas y barrancas para una mayoría aplastante de la población, incluso la infectada.

La saturación hospitalaria tiene una explicación que escuece: ningún hospital del mundo fue diseñado para una pandemia o una catástrofe semejante. Un año después, parece que los administradores de la sanidad no han aprendido nada y se han interesado muy poco por adecuar la sanidad a estas circunstancias. Un escándalo.

Termino. Hay un cuento de Philip Kindred Dick titulado A Little Something for Us Tempunauts traducido como «Algo para nosotros, temponautas», que viene como anillo al dedo para concluir. Es la aventura de tres astronautas enviados al futuro, y que al regresar sufren un accidente que les deja atrapados en un círculo vicioso temporal.

Una de las consecuencias del accidente es que asisten una y otra vez a su propio entierro, en la caravana que exhibe sus féretros por las avenidas de Washington. Viajan en un coche a la cola de la comitiva. Los servicios de inteligencia militar han preparado un montaje, para despistar a la población. Han pasado un guión a los periodistas que retransmiten, y estos lo siguen al pie de la letra. Se trata de que la gente acepte un invento llamado Actividad del Tiempo de Salida. A última hora las autoridades cambian de idea, intentan abortar la parodia, pero los periodistas se echan encima de los astronautas vivos (o muertos, o fantasmas, o lo que sea, Philip K. Dick no lo deja claro), y estos deciden denunciar el montaje simplemente porque no pueden aguantar más vivir en un bucle.

Los responsables de la edición del cuento comentan en el «Apéndice»: «si consideramos la fuerza coercitiva del moderno aparato de propaganda de los estados actuales (cuando se trata del enemigo, a esta propaganda la llamamos ‘lavado de cerebro’)»…. «Nuestros gloriosos líderes de lo que está bien y de lo que es justo, pueden ahora ya aprisionarnos en lo que podríamos considerar como meras extensiones de su cabeza.»

La fecha del cuento y de la antología en la que está incluida es 1974. Final Stage, Edward L. Ferman y Barry N. Malzberg; Última etapa. Antología de la ciencia ficción definitiva. Editorial Bruguera, Barcelona, 1976.

Lo que está pasando ahora ha sido ensayado multitud de veces, y está reflejado en novelas y en películas.

(Mi agradecimiento a Toni Arroyo, que me ha ayudado en los temas estadísticos)

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