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Agricultura y naturaleza Historia General de la Agricultura de J.I. Cubero Series

Historia General de la Agricultura de J.I. Cubero – 17 (Las grandes rutas)

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Parte Quinta.

El final de la tradición

Capítulo 17

Las Grandes Rutas

Resumen elaborado por Gaspar Oliver. Corresponde al capítulo 19 del libro original

Recomiendo al lector que recurra a las siguientes direcciones de internet: Trade Lane Megacities, donde podrá encontrar numerosos mapas sobre las rutas del comercio en África. Y a la página Ruta de la Seda de Wikipedia, para mapas de este camino intercontinental.

El profesor Cubero detiene el curso histórico del libro en este capítulo para hacer un resumen sintético de las grandes rutas de comunicación del planeta, una vez conseguida su circunvalación por Juan Sebastián Elcano. Advierte que va a atravesar épocas históricas diversas. Cuando habla de «ruta» no se refiere a «calzada», sino a una serie de caminos que conectan valles, pasos de montaña, oasis, pozos de agua y ciudades, con multitud de variantes. Tampoco «ruta» significa un itinerario con un principio y un final, porque los viajes con mercancías se realizaban poco a poco entre distancias no muy alejadas, hasta llegar a puntos lejanísimos del comienzo.

Las vías marítimas han tenido desde antiguo una importancia fundamental. También las rutas de peregrinación han cumplido un gran papel. Las vías fluviales también conectaron puntos distantes, como la del Danubio-Rin, Ganges-Indo, Río Amarillo y sus afluentes, río Mekong o río Amazonas.

La Ruta de la Seda y otras rutas asiáticas

La Ruta de la Seda no se denominó así hasta épocas recientes (Ferdinand Von Richthofen, a mediados del siglo XIX), pero es prehistórica y mítica, la utilizaron nuestros ancestros salidos de África para dispersarse por Asia. Hace dos millones de años dejaron sus restos en la cueva de Chukutien de China.

«Sucesivas oleadas llevaron otros hombres más modernos a las proximidades de la cueva y a numerosos puntos intermedios. Mucho después, por ella transitaron los primeros agricultores, las técnicas de la cerámica, del bronce y del hierro. Hace unos cinco mil años se llevaba lapislázuli desde el norte de Afganistán a Mesopotamia y Egipto; más tarde, desde el centro de Asia le llegó a China el jade». (Pág. 614)

Existen rutas parciales dentro de la de la Seda, la del jade y del lapislázuli, como se acaba de decir, otra era la de las estepas, y también el llamado Camino Real Persa. El comercio de la seda empieza a adquirir importancia con el Impero Romano, sediento de lujos.

Su lenta decadencia empezó con la apertura de las rutas marítimas. Pero en su esplendor enlazaba la capital china con Constantinopla, con numerosos ramales por los golfos Pérsico y de Bengala, Oriente Medio, los mares Negro y Caspio. Era un buen enrejado que ponía en contacto los pueblos de la Antigüedad.

Las rutas africanas

La más importante es el valle del Nilo, que sirvió de vía de dispersión a los homínidos desde el valle del Rift hacia el Norte y del Nilo a todas partes. La fertilidad de este valle le convirtió en un hábitat permanente para hombres y animales, en una época en la que el Sáhara no era tan seco.

Desde el lago Chad, los hombres tuvieron contacto con el Mediterráneo mediante las rutas sahelianas, que llegaban al golfo de Guinea, al sur. De este a oeste también hubo caminos que atravesaban el Sáhara desde Abisinia al Atlántico, gracias a los dromedarios, introducidos en el siglo IV de nuestra era. Entre el golfo de Guinea y Mali y Mauritania se comerciaba con sal y con cola. En el otro extremo, las rutas eran costeras al Índico, por la muralla de la selva interior, el denominado corredor Swahili, desde el Limpopo al Golfo Pérsico, enlazando con la ruta Sabea. Hacia el norte se transportaba marfil, pieles de leopardo, caparazones de tortuga, oro, especias y esclavos.

La ruta Sabea y la ruta de los Monzones

La primera parte del Cuerno de África, a donde llegaban las vías interiores y costeras, recorría el sur de la península arábiga, de mejor clima que el presente, atravesaba el Golfo Pérsico por el estrecho de Ormuz hacia el Indo, donde convergían otras rutas interiores y marítimas. Por este camino pasaron nuestros antecesores, aprovechando el descenso del nivel del mar. La llamada Arabia Feliz fue un «jardín de aclimatación» para plantas africanas camino de la India, como a la inversa. De África salieron el sorgo y la judía careta.; también viajó el «algodón asiático», que en realidad es una especie costera del África oriental. En dirección inversa viajaron el bananero y las especias, que se adaptaron en Zanzíbar.

La ruta no perdió su importancia incluso después de establecerse otras marítimas aprovechando los monzones: sde mayoa septiembre, de África hacia el este, de noviembre a abril, hacia el oeste. Esta ruta la fijaron marineros árabes hacia el siglo IX. La travesía duraba ocho meses, ida y vuelta. Por eso la ruta Sabea podía resultar más rápida.

Tras completar la circunvalación de África en el siglo XV, los portugueses dominaron la ruta de los Monzones. En 1512 una flotilla portuguesa alcanzó las Molucas, y trajo cantidades importantes de especias. La Ruta Sabea inició su decadencia al poderse evitar los costosos peajes de los puertos levantinos en poder musulmán

Las rutas vikingas

Según la tradición pseudohistórica, los vikingos fueron un pueblo de bucaneros crueles que asaltaron sin contemplaciones las costas de Francia, de España, Portugal e incluso de Sicilia, saqueando pueblos y ciudades que incluían la Sevilla califal.

La historia les hace unos comerciantes especiales, porque tenían ese sentido del comercio de los griegos y fenicios antiguos, que contenía la fuerza y la extorsión cuando no había intercambio posible. Es la clásica historia de la mafia. Sin embargo, dice Cubero, los vikingos se establecieron en Inglaterra y se mezclaron con sus gentes, también en Normandía y llegaron a Sicilia. A lo bestia, eso sí, lo que les dio una fama terrorífica en la «Europa civilizada».

Los vikingos noruegos colonizaron las islas del mar del norte por razones agrícolas, asegura Cubero, y también en las tierras cultivables de Groenlandia, de donde llegaron a saltar a Terranova, ignorantes de que pisaban un nuevo continente, que pronto abandonaron.

«Los efectos más duraderos producidos por los vikingos en la Historia de la Agricultura se deben a los varegos que, desde Suecia, atravesaron el Báltico, penetraron en el golfo de Finlandia hasta el lago Ladoga, y se asentaron en el golfo de Riga y en la desembocadura del Vístula en la antigua Prusia; las ciudades de Novgorod, Riga y Truso fueron fundaciones vikingas y cabezas de grandes vías de comercio en el continente. Los varegos se adaptaron perfectamente a la navegación fluvial con barcos ligeros que podían transportarse por tierra de un valle a otro. Los ríos Vístula, Dniester, Dnieper, Don y Volga fueron las arterias principales de su colonización, pero no hubo río por el que no transitaran en todo el inmenso espacio no sólo ocupado por los eslavos, su principal presa, sino por otros pueblos procedentes de las estepas, com magiares o Búlgaros. Por los ríos llegaron al mar Negro o a Constantinopla, al Caspio y a Bagdad, y conectaron con las estepas euroasiáticas.» (pág. 618-619)

Plantea Cubero como algo fuera de toda duda que los vikingos varegos fueron el germen de os estados rusos y ucranianos. Los eslavos que fueron estableciendo reinos, propone Cubero, se inclinaron más hacia Bizancio porque la salida occidental la tenían taponada por polacos, lituanos, húngaros y germanos. De ahí que tomaran el alfabeto y la liturgia bizantina.

Para Cubero, la expansión hacia el Caspio y las estepas por lo que luego fue el Principado de Moscú se hizo por la Ruta del Ámbar, que recogía esta matera prima en las orillas del Báltico y la llevaba hasta los Alpes, el mar Negro y el Próximo Oriente. Las ciudades bálticas cayeron poco a poco en manos de los germanos, y en el siglo X nació lo que después fue la Liga Hanseática.

Aparte del ámbar, el producto comercial de mayor importancia para los vikingos fueron los esclavos eslavos. Tuvieron poco interés en la agricultura, pero las fértiles llanuras ucranianas y polacas permitieron la exportación de cereal a las ciudades atlánticas. Su cultivo poco intensivo mantuvo la fertilidad del suelo, que también favorecieron las hordas pastoralistas mogolas.

Las rutas abiertas por los vikingos no decayeron nunca, dice el profesor Cubero, simplemente cambiaron de dueño. Eso sí, permitieron la expansión de la agricultura en suelo eslavo.

El corredor de las Estepas

«Desde los confines de Mongolia y China hasta el centro y el norte de Europa se extiende no una ruta sino un inmenso corredor. «Por él transitaron conocimientos en ambas direcciones; es muy posible que la rueda y el carro, tanto el pesado de transporte como el ligero de guerra, llegaran a las costas del Mar del Norte desde las estepas asiáticas, y desde luego esa fue la vía de entrada del caballo en Europa y en el Próximo oriente. También penetraron cereales para animales y nombres. Los pueblos caballeros, esencialmente pastoralistas, fueron responsables en gran parte de la lenta acogida de la Agricultura al norte de la línea del Rin-Danubio, es decir, en el mundo básicamente eslavo, en el que se mantuvo la caza y la recolección durante largo tiempo.» (Pág. 622)

Los pueblos de las estepas controlaban buena parte de la ruta de la Seda y de las rutas Vikingas, parasitándolas y protegiéndolas. Habla Cubero de una Pax Mongólica , que al debilitarse el dominio mongol, desestabilizó las rutas. Esto permitió la natural expansión del imperio ruso hacia Siberia.

Por las estepas no sólo penetraron beneficios agrícolas y comerciales sino algo terrible, la Peste Negra, originada en parásitos de roedores asiáticos (parece que las epidemias vengan todas del Este, nota del recopilador, en medio de la del Covid 19). La peste quedó com endemismo, con numerosos rebrotes hasta tiempos recientes. El despoblamiento del campo europeo, dice el profesor Cubero, tuvo una consecuencia positiva: hacer virtud de la necesidad y mejorar las técnicas agrícolas.

El Corredor Árabe

El nombre correcto debería ser el corredor musulmán, `porque se extiende desde la Península Ibérica hasta el Lejano Oriente. Por él llegaron al Mediterráneo las matemáticas y el marfil de la India, los inventos chinos (papel, pólvora, seda), las especias del sudeste asiático, y técnicas agrícolas que hoy se asumen como de conocimiento común.

En sentido inverso viajaron esclavos, pieles, armas, mastique y coral, y luego las plantas americanas, que llegaron al Extremo oriente. De este corredor se ha hablado en extenso en el capítulo XX de esta serie.

Las Rutas Oceánicas

Empieza el profesor Cubero recordando algo a lo que no se da importancia, las rutas polinesias. «Partiendo de la isla de la Sonda y de la costa China y Taiwan colonizaron el océano Pacífico, incluso Madagascar en la costa africana, en un alarga epopeya ignorada por el resto del mundo hasta fechas recientes. Viajaron por ellas el cocotero, el banano, la gallina, el cerdo, tubérculos y raíces tropicales, creando un paisaje que hoy nos parece ‘natural’ pero que es obra humana.

El descubrimiento de América creó nuevas rutas: de España y Portugal a las Antillas, luego a Tierra Firme, a Brasil, al Sur, y después desde Inglaterra al norte del continente, si bien advierte Cubero que esa ruta ya la conocían los marineros vascos (por tanto españoles) que pescaban en Terranova.

Las rutas del océano Pacífico fueron las más heroicas, si hemos de calificarlas de algún modo. Después de la primera circunvalación de Elcano se iniciaron intentos de llegar a las Molucas desde América, para no entrar en conflicto con Portugal (siglo XVI, antes de la unión de los dos reinos). Gracias a estos recorridos flotas españolas descubren las islas Hawai (1555), que Juan Gaetano, portugués al servicio de España, llamó «Islas del Rey». Álvaro Mendaña descubre las islas Marshall y las Marquesas. Al Pacífico se le llamó «lago español».

Así llegamos al Galeón de Manila, una línea regular entre México y las Filipinas. También se le llamó la «nao de Acapulco» o «de China». El viaje estableció «terminales» de comercio a una enorme distancia a través de un gigantesco océano. «Implicaba un enorme conocimiento sobre corrientes marinas, vientos, climas, gentes, costumbres, productos y vivencias. La ruta comenzaba, en realidad, en Sevilla, de donde partía la flota de Indias; se llegaba a Veracruz y, cruzando Nueva Espñaa, a Acapulco por el llamado ‘Camino de Asia’. Desde allí a Manila atravesando el Pacífico casi en línea recta.» (Pág. 625)

Obsérvese la cantidad de disciplinas científicas necesarias para realizar con éxito estos viajes y convertirlos en rutina. Eso cuando, según la Leyenda Negra, España vivía aprisionada por la ignorante y tenebrosa Inquisición.

El regreso de Manila a Acapulco tardó en fijarse. Fue un agustino, Fray Andrés de Urdaneta, que fue soldado antes de ordenarse, el que descubrió una corriente que desde Filipinas bordeaba la costa china y japonesa y llegaba a las proximidades del círculo Polar, llevando hasta la costa norteamericana. En 1565 se realizó el primer viaje de ida y vuelta, del galeón San Pedro, al mando del capitán Felipe de Salcedo Felipe de Salcedo, con Urbaneta de piloto.

En 1593 comenzó la travesía de dos navíos anuales. Partía el galeón de Acapulco o de algún otro puerto del Pacífico en abril, y tocaba las Marianas (Guam, que siguió siendo posesión española hasta 1898, recuerda el profesor Cubero) y llegaba a Manila en julio. En el viaje de regreso, por la ruta citada, recorría 17.000 kilómetros sin tocar tierra. La mortalidad superaba a veces la mitad del pasaje.

«El papel del Galeón de Manila en el intercambio de productos está lejos de haber sido evaluado en detalle», advierte el profesor Cubero. A Sevilla llegaban maderas lacadas, sedas, porcelanas, jades y especias. En dirección contraria, pesos españoles de plata, que circularon con abundancia por el Extremo oriente, pero también armas, papel, y productos americanos como grana, añil, tabaco y cacao.

Destaca Cubero una anécdota muy significativa, cuando un corsario británico apresó un galeón español en el que encontró a parte de variados tesoros una carta del Pacífico con datos de situación de todos los puntos conocidos en la ruta. La carta estaba impresa en Manila en 1734, 43 años antes de los viajes de Cook, que sin duda conocía la carta.

A partir de 1785 el galeón de Manila sufrió al competencia de otra ruta de Cádiz a Manila por el Cabo de Buena Esperanza. La independencia de las naciones americanas acabó con la ruta de la China, al dividirse el continente en estados que no podían arrostrar la intendencia de la ruta.

Las rutas Americanas

Concluye el capítulo dedicado a las rutas y corredores con una referencia a las que atravesaron las dos masas continentales americanas. En Sudamérica, los Andes separaban dos mundos, el árido y el tropical, en cada uno de los cuales hubo una ruta Una de ellas partía de Mesoamérica y llegaba a la costa norte suramericana, según testimonia el maíz, originario del norte. También viajó cerámica maya guatemalteca que aparece en Colombia y en Ecuador. Hacia el norte iba el cobre, las papas y ascienden hacia el suroeste de los actuales Estados Unidos donde los indios Pueblo las cultivan, según pudieron comprobar los españoles, que llegaron allí mucho antes que el Séptimo de caballería. En la parte orienta de los Andes, el tabaco viajó del Chaco a las Antillas. Desde allí, en tierra firme llegó hasta las Grandes Praderas del golfo de México, y luego hasta la futura Columbia Británica.

El próximo capítulo está dedicado a «El final de la Agricultura Clásica«.

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