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Volver a lo de antes

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Un artículo de Fernando Bellón

Pocos serán los que a estas alturas de la pandemia duden de que la vida no será la misma cuando vuelva la “normalidad”, sea esta la que sea. Y los que no duden viven en Jauja.

La clase media ilustrada lo vamos a pasar mal, peor que la clase media semiilustrada y que la clase media baja y la clase baja, a las que la ilustración les importa un rábano. No pasa nada. Estas clases sin ilustrar son un peligro para la clase alta dominante, y se ocupará, como puede desprenderse de las medidas económicas dispuestas por las autoridades nacionales e internacionales, de que no les falte lo imprescindible, sobre todo pan y circo. Está por ver que les salga bien la táctica.

¿Quién habla de prepararse para renunciar a la buena vida, a las vacaciones, al turismo low cost, a las fiestas masivas y escandalosas, a las comidas y cenas en restaurantes y bares de menú, a los espectáculos deportivos, al derroche consumista? De momento lo estamos viviendo, y es posible que las restricciones duren meses. ¿Y luego? Es difícil ser optimista.

Pero, ¿qué es ser optimista? ¿Esperar que la población de todas las clases se comporte como soldados, y obedezca al pie de la letra las instrucciones de la autoridad? ¿Suponer que los que tienen poco no podrán evitar transgredir y  no pasará nada, y los que poseen bastante o mucho tienen medios para saltarse a la torera las normas y no nos enteraremos?

 Lo más subversivo que pueden hacer las clases medias y bajas es, como se ha visto en las fotografías del primer día de niños a la calle, ignorar distancias “de seguridad” y meterse literalmente en jardines.

Luego vienen las clases dominantes. Esas no salen más que en las fotos de “sociedad”, que ahora están vetadas para no crear escándalo. Basta darse un paseo deportivo por las urbanizaciones de lujo, o echar un vistazo a las revistas que reparten en los viajes en avión para observar lo bien que vive la clase media alta y la clase alta, sus coches, sus barcos, sus hábitos basados en el despilfarro. ¿Estarán dispuestos a sacrificar esa vida?

Caben dos tipos de especulación.

Una es que el Covid 19 es una estafa urdida por no sé que perverso conspirador o conspiradores para humillar y dejar desasistidas a las clases medias y bajas. Los muertos y los infectados graves desmienten esta hipótesis, porque el coronavirus no perdona a las rentas altas.

En la misma categoría que la pandemia es un castigo de Dios o una venganza de la Naturaleza, siendo ambas equivalentes. Un retroceso de la religión a la magia, pura superstición.

La segunda clase de hipótesis se inscribe en el panorama de la ciencia. Hay rincones de la realidad que no conocemos, y el modo de vida y el modo de producción que llevamos facilita la explosión de este tipo de crisis. No tenemos más remedio que ser inteligentes, críticos y previsores. Y este escenario no excluye el que el virus pueda ser una fabricación humana que se ha escapado de un laboratorio.

Si se construye una urdimbre turística masiva en una zona sísmica, acabará produciéndose un maremoto, y se irá todo a freír espárragos, llevándose por delante a millares de víctimas. Eso ya ha pasado.

Si la costa mediterránea española está sembrada de ciudades dedicadas al turismo, una sencilla epidemia (y no digamos un coronavirus) da al traste con el negocio, y deja en la estacada a multitudes de trabajadores y a empresarios. También ha pasado, está pasando.

Si se desmonta la industria nacional y se la “deslocaliza”, porque fuera es más barato fabricar que en España, llega una crisis inesperada, se necesitan productos que antes estaban al alcance de la mano, y hay que importarlos a precios de oro, y además son inservibles.

La cadena causa efecto es larga y complicada, y afecta a muchos sectores que ahora están en peligro de desmoronarse.

El que crea que la vida va a volver a ser como antes, como siempre, está en la inopia, dicho sin ofender. Por eso lo mejor es prepararse a cambiar de “chip”, de actitud, de perspectiva, de modelo, y utilizar la razón crítica, no el pataleo o la injuria.

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