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Cultura y comunicación

Derecho natural en portugués. Una serie de calidad

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Segismundo Bombardier

“Derecho natural” o “Causa propia” es una serie televisiva portuguesa bastante buena.

En un mundo dominado por la maquinaria norteamericana, y los artefactos británico, francés, alemán y ahora ya el turco, una serie portuguesa, y encima bien hecha, es una jubilosa novedad.

Del complejo que sufren los pequeños productores es testimonio el título en inglés (Natural Law), para entrar y competir en un mercado internacional lleno de variados productos, supongo. Pero, hombre, un poco de dignidad viene muy bien, sobre todo cuando sabes que tu trabajo supera con creces los de las grandes industrias de hacer películas. “Jamás se halló portugués necio”, sentencia Baltasar Gracián en su Criticón.

Sugiero como referencia a los interesados este artículo en inglés (Keeping it Natural) publicado en “Drama Quaterly”, una interesante revista digital de libre acceso.

Vamos a Natural Law, que en España se ha emitido con el título de “Causa propia”.

Hacer un presentable producto televisivo es hoy algo casi sencillo. La sofisticación de las tecnologías, una vez aprendidas y dominadas, permite a cualquier Mengano con algo de experiencia envolver su creación en papel de celofán de la mejor calidad.

Lo difícil es contar una buena historia, y hacerlo con cierta originalidad.

“Derecho Natural” es una buena historia de género negro, que en Francia llamamos Polar, por Roman Policier. No voy a extenderme en la trama, porque tendría que destriparla en perjuicio del lector interesado en verla.

Traduzco de «Drama Quarterly» el resumen necesario: “Vila-Nova (la actriz protagonista) interpreta a Ana, una juez en una ciudad pequeña, cuyo trabajo consiste en presidir un tribunal que juzga las pequeñas crisis cotidianas de la comunidad. Pero cuando aparece un joven estudiante muerto en un parque, y acusan a un grupo de adolescentes de asesinato, la cosa se complica al relacionar al hijo de Ana con el crimen. Ana se enfrenta a un dilema que puede poner a su familia en peligro.”

El artículo mencionado proporciona datos sobre la producción y los presupuestos del cine portugués, que ilustran el panorama de una industria pequeña, pero capaz de hacer trabajos de calidad.

En lenguaje cinematográfico, “Derecho natural” sería una serie de culto. Por poner un ejemplo relativamente paralelo, “True Detective”, una cuidada producción yanqui, con presupuestos altísimos, realización a lo William Faulkner y de retorcida estética, que cuenta historias de “detectives de verdad”, es decir, de policías “humanos”, redundancia ocurrente, porque todavía no hay policías robóticos o digitales. Se supone que nos presentan a hombres y mujeres con dramas personales que afectan a su carácter huraño, pendenciero, alcohólico o peor.

Dice el productor de la serie portuguesa, Edgar Medina: “Empezamos con la muerte, y la idea era  contaminar a todos los personajes con ella, para que en la conclusión todos hubieran cambiado en relación con la muerte. Lo que los personajes aprenden sobre ellos mismos y sobre la verdad y la justicia quedará aclarado al final”

Se adivina una intención de drama clásico, de tragedia griega, en la que los protagonistas van sufriendo descalabros emocionales de los que ellos son responsables, pero que se les echan encima como una fuerza del destino.

Este esquema trágico está bien desarrollado, acompañado de una escenografía y un estilo narrativo habitual en este tipo de series en un tono plomizo (el color dominante) y melodramático. Las alegorías están bien escogidas: la jueza cuida con primor su jardín florido, que al final deviene en la tapadera de un secreto fatal.

También hay estereotipos de este tipo de géneros, bordados en las malas costumbres del tapiz vital del presente: el policía desaseado frente a la jueza vestida de boutique, aquel con un pasado doloroso. El ex marido de la jueza, un tipo egoísta e impertinente, otra policía con aspecto de transexual de fiesta de orgullo gay, y cosas así.

Consta de siete capítulos bien articulados, aunque los cinco primeros estirados al límite, para dejar el nudo y el desenlace en los dos últimos. El desenlace es moral, el territorio de la Justicia en toda literatura que se precie, y que los autores dejan abierto por si acaso el producto cuaja en el mercado y obtienen recursos para ampliarlo.

Dicen las crónicas que la serie fue filmada en la ciudad de Caldas de Rainha, unos cincuenta kilómetros al norte de Lisboa, tierra húmeda, nebulosa, con un parque de tupido arbolado y la laguna de Óbidos al oeste, ambos escenarios de la historia. Es un paisaje hermoso, como casi todo lo atlántico, que los guionistas y el director de fotografía aprovechan al máximo.

Búsquela el lector y disfrutará de ella. Y ya que estamos, busque también otra serie polar, esta vez galaico portuguesa: Auga seca, buena trama y meritoria producción.

 

 

 

 

 

 

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