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Cultura y comunicación

El siglo de Gustavo Bueno

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Este artículo puede incomodar a los creyentes en la teoría gubernamental del muro para contener el ataque intolerable de las supuestas derecha y  ultraderecha. A pesar de todo les ruego que intenten leerlo, y les insto a que hagan comentarios que revelen los monstruos antidemocráticos que encuentren en él. Gracias.

Fernando Bellón

Nunca he sido un ratón de biblioteca, porque aguanto mal leer y leer sin pausa. Mis lecturas han solido ser sin tino, es decir, desatinadas. Cuando dedicaba mucho tiempo y esfuerzo a un tema, no tardaba en saturarme. Entonces me sentía un intelectual endeble, y me obligaba a seguir. La culpa, que tiene gran utilidad en la sociedad humana pero no siempre, se filtraba en mi corazón. La consecuencia era meterme en un círculo vicioso de ansiedad y depresión. Una de esas crisis me condujo al borde de un precipicio psicológico. Llegué a sentirme un guiñapo incapacitado, un vago, un cobarde frente a propuestas ambiciosas.

Pero como toda dificultad tiene una vertiente pedagógica, me serví del caos de mi conciencia y de mis sentimientos para hacerme más fuerte. Esto no es un ensayo de autoayuda, vaya por delante.

Sigo siendo un inconstante (un «disperso», me calificaba un amigo severo), mi inteligencia está pegada a cachos con cola de carpintero, soy un saltamontes del conocimiento. Pero ya no veo todo esto como un defecto, sino como una ventaja. Me interesa todo, y no he tenido más remedio que aceptar que, no teniendo una mente privilegiada, no hago nada malo picando aquí y allá, y archivando lo que aprendo en mi mala memoria. Porque tengo una memoria buena, formada por los ladrillos perdidos de la mala: ellos solos se colocan y construyen el muro de mi conocimiento limitado, pero firme.

Durante años he estado visitando el Materialismo Filosófico de Gustavo Bueno. Estoy ahora en condiciones de afirmar que empiezo a sentirme a gusto en él. Este año el profesor Bueno habría cumplido un siglo. Y aun siendo un aficionado a la filosofía, me considero autorizado a defender la consideración de Bueno como el gran filósofo español de entre siglos.

Resulta pasmoso y admirable que un hombre haya construido un sistema filosófico tan completo y tan compacto en sólo una vida. La mayoría de los grandes filósofos europeos han necesitado de varias generaciones para que sus ideas y sus enseñanzas se consolidasen. A Bueno le ha bastado con una, y sus discípulos están aportando precisiones y puntualizaciones, que a los más buenistas preocupan. Esto, que es lo común en el desarrollo de una filosofía, pensar contra ella, parece molestar a los que, estando obligados a alejarse de las doctrinas, se encierran en la formulación canónica del Materialismo Filosófico.

Una de las mejores obras de la Fundación Gustavo Bueno ha sido poner a disposición libre del internauta la colección de conferencias, lecciones, entrevistas y diálogos que se han tenido en ella por medio de una página propia en YouTube. Los textos filosóficos colgados en Nódulo Materialista, su página web son otra de sus aportaciones magníficas, algunas son rectificaciones del sistema. Les estoy muy agradecido, y creo que habrá miles de personas que compartirán este sentimiento.

Pensar sin miedo a incomodar ni a incomodarme

Esta comodidad en el territorio de la filosofía me ha costado años de estudio y de audiciones de conferencias en la Red. Los resultados que yo ambicionaba no se posaban en mi pobre cabeza. Entendía poco y mal. Mis lecturas eran frustrantes, además solía dormirme. Tomaba apuntes que me servían de poco, sólo para repasar algunos conceptos, que ya es bastante.

Hasta que un buen día me di cuenta de que me estaba equivocando de plano en mi método de estudio. Yo quería entender a la primera o a la segunda lo que leía o escuchaba, fiándome más de la memoria que de la razón. No sé cuáles serán las fórmulas y métodos de otras personas para conocer ideas, es decir, para asimilarlas y hacerlas propias, su gnoseología práctica, por decirlo en términos del gremio. Cuando he intentado recurrir a fórmulas, he fracasado. Mi error era que necesitaba encajarlas en un sistema ya armado por otro, cuando lo más efectivo, lo único efectivo diría, es armar uno su propio sistema, y hacerlo desde la ignorancia, algo muy duro. No me parecía algo alcanzable ni razonable. Sin embargo, la acumulación de horas de trabajo acabó funcionando.

Mi propósito en este ensayito es, además de aclararme yo mismo, agradecer en público a todos aquellos pensadores censados o independientes sus publicaciones y sus charlas, accesibles a cualquier interesado en el tema. Las contradicciones de unos y de otros, las correcciones mutuas que se hacen, la dialéctica de los discursos, las retóricas buenas o deficientes, y otros aspectos del discurrir del pensamiento son nutritivas, estimulantes, aunque a veces estas virtudes están oscurecidas por términos inaccesibles. Aspiro a desentrañarlos antes de despedirme de la existencia, aunque sospecho que algunas son palabrería hueca.

Los heterodoxos

Como digo, empiezo a sentirme cómodo en los complicados intríngulis del Materialismo Filosófico. Y también empiezo a encontrarle sentido a sus críticos. Pensar es pensar contra algo o contra alguien, dice el propio Bueno. Y resulta chocante que los discípulos canónicos de la escuela de Oviedo, los que urden y componen la Fundación Gustavo Bueno, pierdan la compostura cuando se les contradice. Estoy exagerando, porque las primeras críticas al Materialismo Filosófico se hicieron desde la propia escuela, en presentaciones o lecciones de sus miembros revoltosos. Pero a los ortodoxos herederos les sabe a cuerno quemado que se les contradiga.

Lino Camprubí Bueno es uno de los polemistas más reconocidos, quizá por su parentesco (si yo no me equivoco) con el filósofo. Ha puesto en cuestión la ontología del materialismo filosófico, la materia ontológico general (lo que conocemos y lo que se escapa todavía a nuestro conocimiento), y las tres configuraciones de la materia conocida. Al menos esa es la impresión que yo he sacado, porque me he interesado poco en un asunto que no domino.

Lino Camprubí participó en unos encuentros filosóficos en Santo Domingo de la Calzada en 2022 sobre el tema  «Ontología y gnoseología: de los Ensayos materialistas a El Ego Trascendental». Javier Pérez Jara, colega y socio de Lino Camprubí conferenció sobre «Análisis crítico del materialismo discontinuista de Gustavo Bueno». Estas disertaciones merecieron una reacción sulfúrica de Gustavo Bueno Sánchez, hijo del gran filósofo riojano.

Otro de los críticos es David Alvargonzález. Sus reflexiones me parecen fundamentadas, tanto como la doctrina de Bueno, y eso que el Materialismo Filosófico tiene una solidez difícil de minar. Cuando le escucho, doy por buenas sus razones. En «Comentarios a la filosofía de Gustavo Bueno» hay veintiún videos de media hora en los que habla sobre este extremo.

He conocido la polémica entre ambos sobre el arte sustantivo. Bueno dedicó a este asunto pocos intentos, casi bocetos dispersos en sus obras. Era un filósofo prodigioso, pero no un superhombre que abarcara todo el abanico del conocimiento. Con la urdimbre de su sistema, las categorías o ciencias, la Materia Ontológico General y el Ego Trascendental se equiparó a los grandes filósofos de la historia.

He escuchado las opiniones de Alvargonzález sobre el arte sustantivo (para entendernos, las bellas artes, las artes no funcionales). Desmonta los argumentos del profesor, a los que califica de contradictorios y confusos. Es verdad que hay argumentos filosóficos que son o parecen confusos y contradictorios. No estoy capacitado para discernir la razón del error en este tema. Pero quizá fuera conveniente que los discípulos ortodoxos de Bueno dedicaran tiempo y esfuerzos a aclarar algunas cuestiones, a riesgo de tener que contradecir la doctrina. Ignoro si este peligro es el que les contiene, pensar contra el sabio.

Se puede dar por buena cualquier razón opuesta a otra, pero pasar de la apariencia a la realidad verdadera en ese punto de la historia requiere esfuerzo. A pesar de mi admiración por el Materialismo Filosófico no me adhiero a él excluyendo los demás sistemas. No quiero perder perspectiva; entre la doctrina y el pensamiento razonado y libre hay una diferencia, creo yo.

Tengo un amigo entrañable, formidable artista plástico con más de cincuenta años de experiencia en el oficio, que, disputando sobre la complejidad de la filosofía, vino a decirme  sobre un texto que le aconsejé, que le había parecido un peñazo; que entendía que para los muy interesados en la filosofía podía ser muy interesante, pero que a él no le decía nada. Aseguró que hacía muchos años desistió de estudiar estética porque no le aportaba nada para su creación; y además, según su criterio (equivocado seguramente, advertía) dicho de forma muy simple, cada teoría nueva invalida las anteriores. A pesar de todo, mi amigo me agradeció por ayudarle a ser menos burro.

Mi amigo es cualquier cosa menos un burro. Posee una cultura sólida y universal. Pero no pertenece a ninguna academia, ni universitaria ni ninguna otra. Por eso entiendo su reacción airada ante textos filosóficos que requieren paciencia y entrenamiento, una titulación o un gran sentido del humor para asimilarlos.

Otro crítico más severo del Materialismo Filosófico es Juan Bautista Fuentes Ortega. Se me antoja confuso en su discurso, que me cuesta seguir. Dice que Bueno es un heredero de la filosofía alemana, del idealismo alemán, rival de todo materialismo, y que Ortega, que se fue alejando del idealismo alemán poco a poco, acierta más en sus observaciones sobre España y su historia.

Supongo que lo dice por la tajante afirmación de Bueno de que España no es un mito, y su defensa de la fortaleza del pensamiento español durante una época en la que el Imperio Español dominaba el mundo. Francia, Inglaterra, Escocia, y menos, Alemania, albergaron filósofos de talla. Bueno y su escuela (hay que reconocer el trabajo ingente de sus sucesores en este punto de la defensa de la racionalidad española) han demostrado cómo el cartesianismo, la economía política británica y otras fórmulas de pensamiento «europeo» habían tenido antecedentes en pensadores españoles, muchos de ellos religiosos.

Vuelvo a Fuentes Ortega. He escuchado alguna intervención suya, y su retórica es fragmentada, pero como no he leído nada de él no puedo atribuir a su pensamiento defectos, que hay que atribuir a la capacidad de expresarse verbalmente. Lo sé porque yo escribo mejor que hablo. Tampoco soy profesor ni lo haría bien, claro. Sin embargo, Fuentes Ortega utiliza argumentos filosóficos, no palabrería hueca, pero alejados de un sistema, o sea inscritos en el suyo. Me resulta chocante su crítica a la Universidad, de la que se siente avergonzado, se refiere al profesorado que califica de pedante, de deidades de un Olimpo de pacotilla. Él es o era profesor en la Complutense.

Algo digno de reflexión de algunos de los críticos del Materialismo Filosófico es la interpretación de España y de su historia hecha desde Asturias. Bueno y su escuela subrayan el papel eminente del pensamiento español a lo largo de los siglos. El empeño en negar la Leyenda Negra puede transformarse en una sobrevaloración de nuestra historia a partir de la decadencia del Imperio. Pero esto sólo es una impresión, un reflejo engañoso.

La decadencia del Imperio Español ensombreció a nuestros pensadores, a nuestros geógrafos, a nuestros ingenieros, a nuestros difusores de la ciencia y la cultura en otros continentes. Y permitió el fulgor de quienes, además de sus cualidades propias, habían seguido la senda abierta desde España.

No ha de olvidarse que la riqueza aurífera acumulada en esos países europeos procedía del Imperio Español, que fue incapaz de retener u usar provechosamente el oro y materiales preciosos. Y también es preciso recordar los siglos de guerras incesantes que sufrió España, rodeada de enemigos. Se dice que la Paz de Westfalia de 1648 supuso el eclipse del Imperio Español. Si hubiera sido así, Inglaterra habría ocupado la América hispana de inmediato, algo que no pudo hacer siglo y medio después, cuando se independizaron los países americanos, aunque contribuyó a su menoscabo. Durante el siglo XVIII España y su Imperio se mantuvieron activos, sus clases dirigentes contribuyeron a la ciencia y al pensamiento filosófico y político europeo, y mantuvieron la paz en su territorio muchos más años que los que tuvieron que defenderlo de las invasiones francesa y británica. Una mácula con consecuencias fue la expulsión de los jesuitas de los territorios del Imperio. Esto supuso el abandono de los indígenas en América y la amputación de un sistema educativo en la península (Portugal también los expulsó) que se basaba en las órdenes religiosas. La expulsión empobreció el país en nombre de una Ilustración que derivaría en una carnicería.

Gustavo Bueno y su escuela han contribuido con energía y acierto a desmentir la patraña del pueblo y la nación decadentes.

La Ilustración y su consecuencia, el dominio de la burguesía y su forma de pensar positivista y colonialista se introdujeron en España, era inevitable; e influyeron en nuestro carácter moderno. Una  superchería de la izquierda posmoderna intenta asfixiar el pensamiento de los españoles que piensan, con excepción de ellos mismos, que no piensan. Se trata de la suplantación de la España de los descubridores y expansores de la civilización cristiana en varios continentes (con Portugal), por la idea falsa del «atraso secular».

Este esfuerzo ha llegado a identificar a la Fundación Gustavo Bueno con el partido Vox, que ni es populista ni franquista. La Fundación Denaes, Defensa de la Nación Española, dirigida hoy por otro filósofo del Materialismo Filosófico, Iván Vélez, apoya a Vox en las campañas electorales, y se identifica con el programa de su partido, basado en la defensa de los intereses de España en todos los terrenos de conflicto. Algunos de los conferenciantes en la Fundación Gustavo Bueno pertenecen a Vox. Pero también hay partidarios de programas de izquierda que proceden de la escuela de Bueno.

El intento de la Fundación y de algunos de sus alumnos descarriados como Santiago Armesilla es recuperar los valores, las esencias o las diferencias de España para recargarla de fuerza y argumentos filosóficos. Inevitablemente este camino deriva hacia la práctica y la ideología política, que en este caso representa Vox. Pero además de Vox hay corrientes en la izquierda que van en el mismo sentido, la de Santiago Armesilla mismo y sus colaboradores. Son sin embargo débiles frente a la apisonadora posmoderna de la izquierda realmente existente, una sexta o séptima generación de acuerdo con la clasificación de Bueno.

Santiago Armesilla ha promovido con otros intelectuales hispanoamericanos una institución (en el sentido antropológico, algo instituido que puede operar o no, depende de la fortuna de sus promotores) llamada la Iberofonía, en la que se reúnen las dos naciones que desarrollaron los primeros imperios transoceánicos, y que durante sesenta años estuvieron unidas. Se pretende que la Iberofonía tenga éxito contra la anglofonía dominante. A mí me parece una buena empresa, digna de apoyo. Ya veremos lo que pinta.

Armesilla viene a ser un heterodoxo. Aunque el ex-buenista más notorio es Eduardo Castro. Profesor en diversas universidades (creo que hoy en la Autónoma de Madrid) es un agitador filosófico hasta en su indumentaria algo circense. Su oratoria es fulminante, directa, a una velocidad de ametralladora. Es evidente que se trata de un polígrafo y polímata (persona con grandes conocimientos en diversas materias científicas o humanísticas), y un profesor muy entretenido. Hombre docto y de memoria inusual, se califica a sí mismo como escritor, pensador y sonámbulo milenial, elaborador de su propio sistema, el naturalismo genérico. He escuchado algunas de sus clases, y hay que reconocer su fuerza pedagógica, su facundia y su claridad. Creo que alguno le ha llamado «turbofilósofo».

Jesús González Maestro es para los buenistas de casta otro heterodoxo, algo que le saca de sus casillas, puesto que sigue a rajatabla canónica el pensamiento buenista. Ha dedicado un trabajo ímprobo a organizar una Filosofía de la Literatura y una crítica de la Literatura encomiables. A mí me han ayudado mucho, y he seguido con aprovechamiento por YouTube uno de sus cursos escolares sobre el asunto. Además, Maestro tiene un humor de todos los diablos, y cuando se altera se desata a voces destempladas.

He escuchado a alumnos ortodoxos del maestro considerar poco o nada científico el trabajo minucioso de Maestro. No estoy en condiciones de entrar en el debate, y tampoco me apetece. Pero a Maestro le tengo por un buen maestro.

Tiene un planteamiento sistemático de la Literatura con mayúscula: definición, historia, teoría, ontología y gnoseología, y un discurso sobre la crítica de la literatura bien armado y asequible, por encima de los discursos gaseosos de tanto académico.

José María Bellido Morillas  es otro filósofo relativamente joven con cierto parentesco con la escuela de Gustavo Bueno. No sé si fue buenista, porque su currículum es formidable, otro polímata y políglota. Tiene varios artículos publicados en la revista de la Fundación Gustavo Bueno El Catoblepas, otra de las buenas consecuciones de los herederos del maestro. Por cierto, yo también tengo dos artículos publicados en El Catoblepas, y estoy  muy lejos de considerarme un filósofo, ni académico ni mundano, aunque esto último puede que lo sea.

Conozco de Bellido Morillas algunos de sus videos en YouTube  de los últimos años, las referencias a Gustavo Bueno son constantes, de lo que deduzco que le debe haber o influido o fastidiado. Esto lo digo porque parece un debelador (vencedor definitivo, da la impresión) del Materialismo Filosófico. De Bueno critica su «matematización» o «mimetización» de las ciencias exactas en sus argumentos y en su sistema. Dice, como en broma, pero lo dice, que Bueno comete actos de hostilidad contra el lector, algo que si lo suelta un principiante o un ignaro tiene sentido, pero no un filósofo docto. Coincide con Armesilla (al que menosprecia) y Castro en que el sistema de Bueno es una recreación del aristotelismo y de la escolástica. Esto es algo notorio en todos los que se han zambullido en Bueno, y no es ningún escándalo. Bellido Morillas, en resumen, reparte tortas a izquierda y derecha con la habilidad de un erudito, aunque a veces se pone pedante. Su retórica se me antojan divagaciones.

Los mencionados heterodoxos o malditos son los que yo he ido conociendo en mis zambullidas en la Red en busca de alimento filosófico. Otra cosa que inclina a la clasificación de muchos yutúberes es su aproximación o identificación con los llamados influencer. De los que he nombrado, el caso más cercano es el de Bellido Morillas. No es una crítica, sino una impresión que yo he sacado. Ser influencer, como ser columnista, fontanero o electricista son profesiones reconocidas y que no avergüenzan.

Los ortodoxos o canónicos

En el terreno de la ortodoxia, los buenistas con certificación son un grupo nutrido que forma el núcleo principal de la Fundación. Citaré a unos cuantos en beneficio de quienes no conozcan bien el escenario que estoy describiendo. Si el lector desea ampliar la nómina sólo tiene que acudir a cualquier número de «El Catoblepas», o a la página de YouTube de la Fundación, en donde aparecen casi todos firmando artículos o interviniendo en conferencias, seminarios, mesas redondas y actividades videográficas.

Yo destaco a Paloma Pájaro, artista plástica, presentadora de «Fortunata y Jacinta», una página de YouTube dedicada a difundir diferentes aspectos de la realidad cultural, política o intelectual en general desde el Materialismo Filosófico. Enuncia los asuntos con claridad y orden

Otro de los que a mí me gustan es Luis Carlos Martín Jiménez, un tipo sistemático en sus enunciados. Entre sus publicaciones en papel destaca El mito del capitalismo, un estudio semejante a El mito de la cultura de Bueno. Por lo que he ido sabiendo, no está muy bien visto por el núcleo ortodoxo de la Fundación, aunque los testimonios que tengo no explican por qué.

Daniel López Rodríguez es otro fiel seguidor del Materialismo Filosófico. Es autor de estupendos libros en los que resume y documenta diversos aspectos de la realidad existente como el Globalismo o la Revolución de Octubre. Es un sevillano ocurrente y con sentido del humor en sus alocuciones.

Otros ortodoxos de los que me acuerdo son José Luís Pozo Fajarnés, que escribe y habla mucho de cine, el músico y filósofo Vicente Chuliá, el imperecedero Tomás García López, uno de los primeros alumnos de Bueno en Asturias, pozo de conocimiento y persona humilde, al menos en apariencia. Y desde luego, el hijo de Gustavo Bueno, su heredero y sucesor, una persona con un gran ingenio para la génesis de las ideas y fenómenos, y mantenedor de la Fundación.

El sentido de la vida

¿Y mi sistema? ¿Tengo yo un sistema propio? Ni mucho menos. Tengo un mapa, una geografía, topografía y topología que me sirven para entender el mundo y el sentido de la vida.

El resumen es: ser capaz de distinguir la apariencia de la realidad. Algo nada complicado, porque lo único que requiere es juicio y voluntad, virtudes escasas en la sociedad de consumo pletórico. El individuo complacido con la vida muelle tiende a evadirse de las dificultades.

El verdadero filósofo es el que convive en sociedad y ni elude ni se espanta ante los conflictos y discordancias que constituyen la vida. Estamos en ello, en la búsqueda del sentido de la vida, que no está predeterminado, ni fanático ni impostor.

Según Gustavo Bueno el sentido de la vida es contrastar críticamente nuestras ideas, y adecuar constructivamente nuestro pensamiento a las nuevas realidades. Estamos aquí para aprender. Y a eso es a lo que me dedico en la medida de mis posibilidades intelectuales y físicas. Me dedico a conocer y a aprender.

España no es un mito

Deseo dedicar el final de este artículo, que parece más una confesión que un ensayito filosófico, a un tema crucial en el presente: España y los españoles.

Comparto la idea de Bueno de que España no es un mito. España es una realidad física, geográfica, política, con una historia bastante fecunda, promotora de naciones, y que desde el siglo XIX sufre un continuo asedio interior, porque el exterior es viejo como el reino católico que instituyeron Isabel y Fernando.

Hasta finales del siglo XVIII el reino de España mantiene una solidez y una compostura probablemente superior a la de sus rivales europeos. Ha perdido su fuerza frente al imperio británico, que desde entonces ocupa el paso estratégico de Gibraltar entre el Mediterráneo y el Atlántico. Pero el Imperio, las provincias americanas, e importantes islas en los océanos Pacífico e Índico siguen siendo territorio español. La dinastía borbónica introduce la racionalidad centralista de la Ilustración, probablemente una imposición acorde con los tiempos, pero molesta para  los españoles. Y cuando Francia se descompone y recompone con su sangrienta revolución, España resiste. La batalla de Trafalgar contra la flota británica podría ser considerada el inicio de una descomposición que se irá pronunciando durante todo el siglo XIX, pero no hasta disolver el patrimonio cultural español.

El sueño de la nación indomable es el título de un estudio historio sobre la Guerra de la Independencia de 1808, cuyo autor es Ricardo García Cárcel. En él desmonta el mito de la rebelión del pueblo español ante la invasión napoleónica, pero incurre en otro mito, el de la incapacidad de España para producir algo bueno. La expulsión del ejército napoleónico fue un hecho tan contundente (nadie había vencido todavía a la milicia napoleónica) que se convirtió en mito. Tras él se escondían hechos admirables y consecuencias demoledoras.

La historiografía moderna ha corregido parte del mito indomable. La guerra contra el francés no la ganaron los guerrilleros solos, sin el ejército español y el auxilio inglés, la expulsión no habría sido tan rápida.

La consecuencia dramática fue la división de la intelectualidad española entre los afrancesados y los que no lo eran. La Constitución de Cádiz de 1812 fue la segunda después de la francesa en la que se habla de ciudadanos (los españoles y los hispanoamericanos), que a partir de entonces se constituyen en los componentes básicos de la nación, de cualquiera de las naciones que hoy existen. De esa constitución deriva el término y concepto de «liberal», hoy recogido en todos los idiomas europeos.

Las tribulaciones de la historia política española del siglo XIX son las mismas, con pocas diferencias, que las que afectaron a Italia, a Francia, a Alemania y a otras naciones en formación. Se libró el imperio británico, aunque había perdido sus colonias norteamericanas, y tuvo que dirigir su mano de obra excedentaria a la India y luego a África.

¿Por qué España se hunde poco a poco en la incuria, en la descomposición política? No se hunde. Es una apariencia, una sensación. Sucede que el desarrollo económico e industrial en Europa más allá de los Pirineos es casi fulminante. La distancia, la diferencia entre España y parte de Europa parece un abismo, pero no lo es.

De todo esto hay estudios e indicaciones numéricas, pero los historiadores han dado en presentar a nuestro país como el reino de la miseria popular y la indigencia intelectual, incluidos los historiadores españoles. Por qué es algo que ahora están empezando a desvelar algunos historiadores como Pío Moa, despreciado y excluido del mundo académico, y otros que son francotiradores del revisionismo de nuestra presunta inferioridad.

La gran oleada de menosprecio de lo propio y sobrevaloración de lo ajeno sobreviene a inicios del siglo XX.

Léase la literatura del siglo XIX (la novela es mejor testimonio histórico que los tratados académicos), y no se encontrarán más que rasgos aislados de pesimismo nacional. Hay una esperanza liberal en los grandes escritores. Pero la Generación del 98 interpreta la pérdida de las mal llamadas colonias de Cuba, Puerto Rico y Filipinas como el desastre político y moral que confirma la inferioridad de España frente al mundo entero.

La Generación del 98 es un lastre del que España no ha podido librarse hasta hoy. Desde entonces el peso del pensamiento que yo clasifico de «conservacionista», que aprecia y mantiene los valores que hicieron a España un reino temido y temible, ha sido arrinconado por los intelectuales pesimistas y los que no ven el progreso más que en la razón inapelable de la izquierda.

La Generación del 98 es, como muchas que se miran en un espejo cóncavo, de un esplendor literario y artístico vibrante, de ahí el éxito de sus proclamas denigratorias. El valor artístico y literario de la Generación del 98 es formidable, y no ha sido igualada por ningún otro fenómeno de su misma especie en el siglo y pico que llevamos desde su constitución. Lo que la diferencia de las generaciones posteriores en España es su autenticidad, su valentía desesperada. Lo que ha venido después, sin negar su valor, han sido calcos ideológicos sin originalidad.

La reacción de los que buscan en la historia de España los verdaderos argumentos de que no nos hayamos convertido en Marruecos aún no es poderosa. Puede que tengan que pasar un par de generaciones, hacia 2050, para que la nueva visión de asiente. De momento sólo cabe no desistir, debatir, no utilizar la historia como garrote, escucharse y aprender.

Claro que tal y como han dejado las izquierdas divagantes el solar de la política española, que en lugar de un Parlamento parece un patio de monipodio, y tal y como la Unión Europea está acelerando una confrontación con Rusia a la que inducen los Estados Unidos e Inglaterra… El panorama que están dejando estos escenarios hace pensar que salir de este atolladero será difícil.

La potencia china y las masivas migraciones africanas y asiáticas sobre Europa están cambiando los cimientos demográficos sobre los que se han sostenido las naciones europeas. Es vano especular sobre lo que nos depara el futuro, no a mí, sino a los nietos de mis nietos. Pero la historia de los seres humanos ha pegado muchos tumbos, y uno siempre confía en que dentro de cien años las cosas hayan mejorado, del mismo modo que podemos afirmar rotundamente que hace cien años se vivía peor que hoy en todos los rincones del planeta.

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