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Agricultura y naturaleza

«El valor supremo de la tierra es sentimental» Rafael Juan, cooperativa San Isidro de Segorbe

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«Y además, es necesaria. Nunca dejará de cultivarse.»

Más de un siglo tiene la cooperativa de San Isidro de Segorbe, Castellón. Agrupa a todos los pequeños agricultores del término, unos cien. Son agricultores a tiempo parcial, se ganan la vida en una variedad de oficios, profesiones, están en el paro o jubilados. Casi todos se hallan en la madurez de la existencia, y acaso algunos han vivido antes en exclusiva de la tierra. El cultivo dominante es el olivo, una pequeña parte del cual es ecológico. Pero las sequías últimas han paralizado el envasado de este tipo de aceite. Su mercado es por encima de todo local, luego regional, algo nacional y un poco de exportación a Alemania, a Holanda y a Francia. Otros productos de temporada son caquis, cerezas, nísperos, coliflores, patatas y tomates.

Un reportaje de Gaspar Oliver

Las grandes ferias internacionales no sirven para nada a los pequeños productores y distribuidores. Están concebidas no para vender sino para fidelizar clientes.

La agricultura es poco rentable, y los agricultores se cuidan mucho de hacer más tratamientos de los que deben.

Un vecino de Segorbe, comprando en el súper de San Isidro

Un vecino de Segorbe, comprando en el súper de San Isidro

En cien años hay tiempo para todo tipo de sucesos, desde otras sequías a momentos de estabilidad como el presente, pasando por una guerra que no perdona campos, hombres o mujeres. La prosperidad actual de la cooperativa San Isidro de Segorbe se basa en el trabajo de los productores y en una gestión inteligente. La marca que la distingue es Segorbenostrum.

Hemos conversado con Rafael Juan Pacareu, el gerente, y nos ha hablado de sus esfuerzos por orientar la cooperativa a las tendencias del mercado, descubrir los gustos de los consumidores y acoplar la oferta a la demanda. Enunciar estos objetivos no cuesta nada, pero realizarlos es obra de calado.

Una marca de aceite premiada.

Una marca de aceite premiada.

Rafael Juan explica que la clave del éxito está en urdir bien la economía de escala. Esto quiere decir concentrar la oferta de pequeños labradores con campos aparcelados, dispersos y distantes unos de otros, y reducir los grandes costes que supone esta forma de cultivo. La medida económica es la unidad de producto, cuya reducción se busca. “Por ejemplo”, dice, Rafael Juan, “si tienes que transportar con un camión y lo llenas, te sale más barato la unidad de producto que si llevas sólo diez cajas”.

Intentado buscar el máximo rendimiento para los socios, hace 10 años surgió la idea de poner un pequeño supermercado. Se habían percatado de que la gente el pueblo, de forma automática y sin que interviniera ninguna publicidad, iba a la cooperativa a comprar productos, atraídos por el hecho evidente de que lo que adquirían venía directamente del campo.

La conexión agricultor-consumidor final, sin intermediarios, fue un éxito. Era un fenómeno económico, social y psicológico. A raíz del boom de grandes supermercados, el comercio tradicional, tanto en pueblos como en ciudades está desapareciendo, pero lo local además de propio es fresco. “Los consumidores saben que consumen productos locales y ayudan a la economía del pueblo; además saben que son recién recogidos, y los agricultores, al eliminar intermediarios en la cadena de distribución, consiguen un mayor precio”.

No tardaron en darse cuenta de que la afluencia de clientes era tan considerable que podían ofertar otros productos de familias y artesanos locales, que tienen dificultades en colocarlos en los mercados. Se trata de mermeladas, patatas fritas, frutos secos, olivas, hierba aromáticas, mieles, vinagres, vino, quesos…

El segundo descubrimiento fue que la clientela del supermercado empezó a ser forastera. Pensaban que lo que ofrecían interesaba solo a los segorbinos, pero comprobaron que los turistas y los visitantes de la ciudad de Valencia y Castellón empezaban a entrar en la tienda.

Segorbenostrum

“En aceite de oliva”, explica Rafael Juan, “nuestro mercado principal está en la Comunidad Valenciana, pero también estamos exportando a Alemania a Holanda, a Francia. Buscar mercados exteriores es difícil. No es eso de ‘voy a exportar, y ya está’. Primero hay que hacer un estudio del mercado al que quieres ir, Alemania o China o donde sea. Una vez definido en detalle este mercado objetivo, tienes que ver cómo presentar tu producto, adaptado a las costumbres del consumidor extranjero. Por ejemplo, Una de las primeras cosas de las que nos dimos cuenta es que en España siempre se ha vendido el producto en botella de vidrio o de plástico transparente. En Alemania, la botella transparente, por lo que sea, no funciona. Antes de darse el patinazo hay que hacer una prospección de mercado, descubrir las costumbres de los consumidores, cómo presentan los productos tus competidores y adaptarte al mercado objetivo”.

Los olivos han sufrido los efectos de la sequía, y producen menos.

Los olivos han sufrido los efectos de la sequía, y producen menos.

El conducto hacia la exportación es el IVEX, el Instituto Valenciano de la Exportación. Pero también han contado con ayudas del Ayuntamiento de Segorbe. Los estudios realizados por el IVEX en sus oficinas comerciales en Europa definen por ejemplo los gustos de los consumidores o la presentación de producto. No obstante estos apoyos, la cooperativa, dice Rafael Juan, ha tenido que aportar una fuerte inversión y sobre todo esfuerzo e ingenio personal.

Contacto directo con el cliente de gama media-alta

“Al principio hicimos varios viajes a ferias para formarnos una idea de cómo estaba el mercado. Luego, una vez el producto vestido y adaptado a ese mercado, asistimos a ferias. Empezamos a asistir a ferias de gran calado internacional. Pero rápidamente nos dimos cuenta de que esta línea no era buena. Hace bastantes años, uno se iba a las ferias y se venía con un bloque de pedidos confeccionado. Pero estas grandes ferias están concebidas no para vender sino para fidelizar clientes. Son grandes multinacionales que convierten la feria en un punto de encuentro con clientes de toda la vida, y montan espectáculos, almuerzos, cenas, comidas, cuentan experiencias, pero no hay tanto negocio como se presupone. No hay espacio para el pequeño agricultor, y además son muy caras. Así que nos pusimos a buscar ferias locales, tanto de consumidores finales, como de poblaciones grandes o ciudades medianas, donde podemos conectar con los puntos de venta que queríamos. Nuestra producción es limitada, no podemos abastecer a grandes cadenas de supermercados, buscábamos tiendas de barrio, de gama media-alta, pero conectada con el consumidor de barrio”.

Así es como conectaron en Hamburgo con una asociación de tiendas delicatessen, Corpus-Culinarium.

“Ahí tienes un contacto directo y positivo con los clientes. Ahora vamos menos a ferias, prácticamente hemos paralizado esa actividad, porque tenemos garantizada la colocación, hemos ajustado nuestro producto al mercado, no necesitamos crecer más, tenemos vendido el producto. Además, estos últimos años, con la sequía, la producción ha bajado, e incluso tenemos problemas para abastecer a nuestros clientes habituales.

Potencial inagotable de la agricultura ecológica en el norte de Europa

La agricultura ecológica tiene un gran potencial, sobre todo en el centro y norte de Europa, asegura Rafael Juan basándose en su experiencia.

“Nosotros tenemos demanda de agricultura ecológica, sin tener producto. Hace dos años empezamos a hacer aceite ecológico. No fue mucho, tres mil cuatro mil litros, y lo vendimos tan rápidamente que nos sorprendió. Pero estos dos últimos años, con la sequía ha habido muy poca producción, y no hemos podido seguir la línea. Pero el gran potencial está ahí. El agricultor ecológico puede sacar un poquito más de dinero que en convencional, y tiene su rentabilidad”.

El mecanismo de formalización ecológica el caso del olivo es inscribir las parcelas en el Comité de Agricultura Ecológica de la Comunidad. Hacen una visita de inspección y dan un plazo de tres años para adaptar el cultivo.

La idea es que si se han utilizado previamente abonos químicos y otros productos no ecológicos, en ese plazo de tiempo su efecto sobre las plantas y el terreno se habrá desactivado. A partir de la inscripción, empiezan a abonar y a utilizar productos autorizados, naturales, sin residuos químicos. Pasados esos tres años pueden empezar a certificar.

“En estos momentos, mantenemos la marca ecológica, pero al haber poca producción, mezclamos el aceite con la marca convencional. Mantener el certificado de almazara y envasadora ecológica nos cuesta la barbaridad de 3000 euros al año”.

Miedo al cambio

“La agroecología no es dura”, dice Rafael Juan.” Los que la trabajan son conscientes de que están contribuyendo a mantener recursos hídricos, evitando la contaminación de tierras, del aire… No les resulta duro, sino lo contrario. Hay un factor clave, tienen ilusión. Esto minimiza las dificultades del trabajo, no cuesta tanto hacer lo que te gusta. Y luego, los propios agricultores ecológicos se crean sus propios abonos. A quién le cuesta esfuerzo es al agricultor tradicional, cambiar le da miedo”.

“En el olivo”, continúa Rafael Juan, “hay un tema claro: en los últimos años se han prohibido una cantidad grande de materias activas, porque se ha visto que eran dañinas para la salud de las personas. Las materias activas que están en el mercado son bastante inocuas dentro de lo que cabe. Luego, hay una gran concienciación entre los agricultores sobre el respeto a los plazos de seguridad, una vez hecho un tratamiento hay que esperar a que el producto se absorba y deje de ser dañino. Otro hecho clave es que cada día la agricultura es menos rentable, y los agricultores se cuidan mucho de hacer más tratamientos de los que deben. Antiguamente había malas prácticas: se pensaba que cualquier producto valía para cualquier cosa, la gente tenía en casa cantidad de productos químicos en un cuarto, y los usaban a razón del primero que pillaban, sin saber si era adecuado para la planta en cuestión sin conocer las dosis, ‘aquí pone dos, pues le voy a echar cuatro’. Todo eso se ha cambiado, la gente es consciente del daño que puede hacer. Además, está controlado. Es obligatorio que los agricultores tengan una formación para manipular los plaguicidas, deben de poseer un carnet que se obtiene mediante cursos. El año que viene, para poder dispensar productos fitosanitarios a los agricultores, estos te tienen que enseñar el carnet”.

No se tiran piedras contra el propio tejado

“Cada vez se tiende a utilizar menos productos químicos”, asegura Rafael Juan. “En el olivo cada agricultor lleva su cartilla con una relación de los productos que pueden utilizar, que prácticamente son inocuos, con los plazos de seguridad. La mayor razón de ser de la cooperativa, a parte de un complemento económico es el autoconsumo. Nadie tira piedras a su tejado. Una persona que sabe que va a consumir el aceite o los tomates que cultiva, lógicamente va a cuidar los métodos de trabajo”.

En Segorbe, prácticamente nadie vive de la agricultura, la mayoría de los socios de la cooperativa San Isidro tienen otros trabajos remunerados de los que vive la familia, y la agricultura es su complement.

En toda la comarca puede haber cuatro o cinco grandes agricultores que viven de su trabajo en la tierra, calcula Rafael Juan. Casi todos son mayores, están cerca de jubilarse. ¿Qué pasará con la tierra cuando deje de cultivarse?

“Yo tengo mi teoría, aplicable a casi todas partes. La tierra tiene un valor sentimental muy grande. Se dice que cuando la gente mayor no siga con la tierra, se perderá. Pero la evolución de la vida hace que cuando desaparecen los mayores aparecen los menos mayores. Cuando estas personas se encuentran con una tierra dicen, ‘caray, esto lo han trabajado mis antepasados durante siglos y no voy a ser yo quien lo deje perder’. Esto les hace seguir practicando la agricultura, no con una visión económica o comercial, sino de autoconsumo; y como siempre hay una producción mayor, nosotros recibimos esos excedentes, o los colocan por su cuenta en el mercado.

El agricultor con medios, esos cuatro o cinco que funcionan en Segorbe, es autosuficiente, no forma parte de la cooperativa, porque está más allá de la economía de escala. Él solo es capaz de fletar un camión entero sin compartirlo con otros. Se puede permitir el lujo de tener pequeñas instalaciones para envasar y calibrar la fruta, algo impensable para un pequeño productor. Y ahí surge la cooperativa, para concentrar la oferta de los socios, comprar maquinaria para calibrar, envasar.

“Si esto ha aguantado cien años, con todo lo que ha sucedido… Hay épocas malas, que esta cooperativa ha sabido superar. Creo que seguiremos así. Además, la agricultura es la base de la economía. Hoy está muy subvencionada, porque ningún país desarrollado puede dejar un principio tan básico como es la alimentación de las personas a terceros países, no pueden permitirse esta dependencia.En tiempos difíciles, la agricultura al menos te da alimento. Hay muchísima gente que se jubila, y como hobby se dedican a la agricultura, como los que se van a pescar, cazar o a dar paseos con bicicleta. Nuestros clientes saben que nuestros productos estaban destinados en principio para el autoconsumo, saben que cuando alguien produce para autoabastecerse, trabaja bien. Por eso confían en nosotros”.

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