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Cultura y comunicación

¿Es posible atacar las libertades ciudadanas con un coronavirus?

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Un artículo de Fernando Bellón. Editor de Agroicultura-Perinquiets

Las guerras, a diferencia de las pestes, dejan constancia física. Las pestes son algo gaseoso (en sentido literal), escurridizo, oscuro, inaprensible como una mancha de aceite, solo dejan muertos.

La desinformación, por abundancia y mezcla de realidad con fantasía, es el instrumento más eficaz en periodo de guerra, sea física o vírica. Cada día nos trae una precisión nueva sobre la naturaleza del bicho o las formas de amedrentarlo, hasta con lejía y con alcohol de quemar. Hay una inacabable legión de expertos, cada uno de los cuales perfila remedios o previene rebrotes. Espero que alguien desocupado se tome la molestia de poner todas esas proposiciones juntas para ver si alguna tiene sentido, o si todas son igualmente inverosímiles porque no constatan nada en firme.

Las intervenciones que me han parecido más sensatas son las de los médicos y doctoras que practican su oficio en los hospitales; han publicitado remedios improvisados o actuaciones exitosas, sin proponer su universalidad, solo la fuerza de la experiencia, que ya es considerable. Además de admirar su arrojo, me parece meritoria su voluntad de ofrecer consejos probados y eficaces. La ciencia, experiencia depurada y concluyente, requiere tiempo para llegar a conclusiones válidas y universales.

Algo parecido requiere el análisis histórico de una guerra o de una peste. Todavía es demasiado pronto para concluir nada serio. Los intereses en conflicto son tantos y algunos tan fuertes, que la confusión fabricada desorienta al más pintado para aclarar las cosas. Se requiere un trabajo minucioso, diversificado, verificar fuentes y datos. Algo que acaso llegará a hacerse dentro de varios decenios.

La pandemia del Covid-19, la peste actual, está demasiado cerca.

No tengo un conocimiento detallado de las epidemias que han circulado por el planeta en los últimos siglos, digamos diez siglos. Pero estoy lo suficientemente instruido en la historia de las civilizaciones como para permitirme especulaciones basadas en el sentido común.

Por ejemplo, las pestes medievales, vinieran de donde vinieran, se expandieron poco a poco y fueron diezmando a la población también poco a poco. Se reprodujeron (rebrotaron) o llegaron virus diferentes de tarde en tarde. Cuando se dice que diezmaron se viene a decir eso, que murió al menos el diez por ciento de la población.

El Covid 19 nos ha caído encima como una lluvia de meteoritos, y según los expertos viene de una región de China donde la gente come murciélagos y pangolines, o los compra por gusto (extraño gusto, pero también es extraño para un inglés comer conejo). Parece verosímil creer que los virus los han traído viajeros, turistas, chinos locales con residencia fuera de su país, etc. El virus ha viajado en avión, y por eso ha corrido tanto en tan poco tiempo. El Covid 19 no ha diezmado a la población occidental porque existen sistema sanitarios eficientes y aparatos estatales o administrativos que, a pesar de sus fallos e imprevisiones, han construido barreras a la expansión. Los números de fallecidos y de infectados son un verdadero galimatías, pero aún doblando las cifras, no parece que el daño haya sido atroz, menos para los pobres que han muerto. (Medio millón de fallecidos “censados”.)

¿Por qué han muerto “tan pocos” chinos? ¿Por qué la epidemia no ha causado estragos en la India y en el superpoblado Extremo Oriente? ¿Por qué en África, donde flotan en el aire todo tipo de bichos microscópicos, por ejemplo el ébola, han muerto tan pocas personas? Debo aclarar que me congratulo que en esos países hayan superado la peste sin mortandades, estando tan mal provistos de hospitales y medios sanitarios. Hace pocos días, un amigo ecuatoriano me dijo que en su país los muertos por accidentes de tráfico y por reyertas mafiosas o de todo tipo, son superiores a los causados por el virus en el mismo tiempo. Eso a pesar de que en América el Covid 19 ha hecho bastante daño, véase Brasil. ¿Y en África, por qué menos? ¿Quizá porque África es un continente lleno de riquezas minerales todavía por explotar?

Resulta que el Covid 19 tiene predilección por los españoles, los italianos, los norteamericanos, los rusos y los brasileños; menos, por los franceses y los belgas; algo, por los alemanes y casi nada por los nórdicos. Parece que a los iraníes también les tiene manía el Covid 19, y a algunos otros estados más que han sufrido daños considerables, pero sin llegar a la tragedia catastrófica. Y otros lugares parece que sean inmunes al virus, pero no a los maremotos, terremotos, etc que acaban con la vida de miles y miles de ciudadanos en cosa de minutos.

¿Esto cómo se explica?

A mí, el sentido de la responsabilidad cívica me inclina a aceptar que la pandemia ha sido una fatalidad sobrevenida. Como para otros es un castigo divino o natural por descuido del ser humano hacia el medio natural o por olvidarse de Dios.

Pero mi sentido común y mi razón me hacen sospechar que lo que ocurre tiene explicación, pero no hay pruebas.

Sea el creciente imperio chino, sea el declinante imperio gringo, sea el nacionalismo ruso, o cualquier otro interés realmente existente, alguien ha creado y difundido un virus que mata poco, sobre todo a los enfermos y a los viejos, y lo ha hecho con cálculo y depositando colonias de bichos donde le ha parecido más conveniente. Digo un virus que mata poco porque uno letal por necesidad como el ébola y acaso otros que no conocemos, son un riesgo muy alto para una actuación fabricada.

¿Quién puede tener interés en crear un pequeño caos como el producido? Ya digo que no tengo pruebas, ni nadie las tendrá a corto o medio plazo. Pero si uno echa una ojeada al mapa de los intereses geopolíticos, a los conflictos comerciales, a la crisis económica del sistema imperante (llámese capitalismo o social capitalismo o como se decida etiquetarla), al pantano político de la socialdemocracia y del liberalismo mundialista, al malestar de los ciudadanos ante la disminución de su libertad económica y social (dinero para gastar en el mercado no faltará, es lo primero que han previsto nuestros gobernantes, temerosos de un arrebato o una revuelta), si uno observa estos fenómenos y los que les acompañan subsidiariamente, concluye que los problemas de los españoles son muy parecidos a los de los californianos, a los de los búlgaros, a los de los chinos, rusos, suecos, marroquíes, congoleños y así seguido hasta dar la vuelta al planeta.

Estamos metidos en un laberinto político, económico y social. Y alguien ha tenido la ocurrencia de dispersar colonias de virus que matan poco. Así nos acostumbramos todos a penas de presidio domiciliario, a apretarnos el cinturón (para cuando vengan las vacas flacas de una crisis provocada con precisión matemática), a colocarnos la mascarilla al salir del portal como abre uno el paraguas cuando llueve, a tocarnos lo menos posible, a tenernos miedos por si acaso nos contagiamos.

¿Que esto es absurdo? Pues sí, es absurdo, porque no se puede conseguir amedrentar a una población o a un planeta como no sea mediante la fuerza bruta, con una dictadura como la coreana, por ejemplo. Y esto no es realizable. Es absurdo, pero la decisión es posible, aunque sea solo como prueba: a ver cómo funciona, a ver qué pasa.

¿Y de quién es la responsabilidad de plan tan perverso como absurdo? ¿Una conspiración de super ricos malvados, de psicópatas poderosos?

¡Qué va! Los conocemos a todos, salen todos los días en la tele, y además están en las series que dominan el panorama de las cadenas de pago, series que parecen hechas a propósito, o que están hechas a propósito: infecciones insidiosas, canallas sin cara, asesinos a sueldo, criminales organizados, servicios secretos expertos en la perversidad, etc

¿Y por qué no han reaccionado las potencias libres de culpa si esto ha sido obra de otra potencia rival? USA contra China, China contra USA, USA contra Rusia, la Unión Europea acorralada por todos. ¡Y qué mas da! No pueden reaccionar, porque la única forma de reaccionar es impracticable, es la guerra nuclear. Tantos años amenazando con la destrucción del planeta durante la Guerra Fría, y por fin ha llegado el momento de quitarse la careta, la mascarilla.

Da igual quién ha sido el urdidor de la pandemia, lleva ventaja. Ahora queda por ver qué hacen los imperios a quienes el plan ha cogido con el culo al aire.

No tardaremos en saberlo. Mientras tanto, volcarán sobre nosotros toneladas de desinformación asfixiante, con el propósito de que actúe como cloroformo.

No creo que lo consigan, porque el instrumento que tienen para ahogarnos en mierda informativa es el mismo que usamos los tipos comunes y corrientes para decir lo que sospechamos y pensamos. Y si llega un momento en el que Internet, los instrumentos digitales de comunicación, se colapsan, ese será el fin de nuestra libertad. Tengámoslo presente.

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