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Agricultura y naturaleza La botánica de Rafael Escrig Series

Explotación forestal y animal

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La Botánica de Rafael Escrig (30)

Existen muchos tipos de explotación por parte de los seres humanos sobre el resto de los otros seres vivos. Pero aquí sólo quiero referirme a un tipo de explotación llamada industrial, que se dedica a explotar de manera intensiva a los animales (explotación ganadera) y a los árboles (explotación forestal). La RAE, de sus tres acepciones sobre la palabra explotación, en ninguna se refiere a la tala de bosques, ni al sacrificio de los animales, que son precisamente las formas más abusivas, puesto que se aplican a quienes no pueden ejercer su defensa. Todo esto que parece un asunto sobre derecho legal, en realidad sí lo es, puesto que ya hay organizaciones que se han enfrentado a la industria, defendiendo el derecho de animales y tala de bosques, con el agravante, en el caso de los árboles, de propiciar la deforestación y por ende, el irreversible cambio climático.

Voy a centrarme un poco más para hablar sobre los árboles. La explotación forestal es una actividad legal en todo el mundo, que se destina a la tala de cierto tipo de especies para la producción de madera para la construcción y de pulpa para la fabricación de papel. Esta explotación, en cierto modo es sostenible, puesto que se restablece el número de ejemplares talados, aunque se pierde biodiversidad, convirtiendo el bosque en una especie de máquina sin vida propia. La agricultura es la segunda causa importante de explotación, o quizás la primera, porque es la que roba al planeta más hectáreas de bosque al año, haciendo lo que se denomina “agricultura de roza y quema”, lo que provoca también pérdida de biodiversidad y desertificación del suelo. La tercera causa es el furtivismo que, como en la caza de animales salvajes, es una de las peores actividades criminales que se ejercen en el planeta. Los furtivos forestales, son verdaderas compañías industriales perfectamente organizadas que, con el consentimiento de los gobiernos locales, abren caminos en la selva y explotan grandes zonas boscosas, talando los ejemplares más grandes y de mayor valor económico que son imposibles de sustituir. Sin hablar de los daños colaterales, en cuanto a la desaparición de la diversidad animal y humana que habita en tales territorios.

Estoy convencido de que, dadas las circunstancias, es muy difícil luchar contra ninguna de estas formas de explotación. Como naturalista me revelo ante los hechos y denuncio la situación. Como individuo perteneciente a esta sociedad, sabedor de las limitaciones que tiene nuestra protesta, me contento con escribir sobre ello con la idea de despertar conciencias que puedan tomar el testigo. No pretendo ser un nuevo Stéphane Hessel con su “¡Indignaos!”. Sólo ser uno más que alerte sobre el magnicidio que se está realizando sobre animales y plantas, del que somos plenamente responsables y al mismo tiempo víctimas, por las dramáticas consecuencias que se deriven de ello.

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