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Cultura y comunicación

Galería Imprevisual, mercado e intercambio de cultura

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Arístides Rosell Cabrera es un diseñador formado en Cuba, pintor y gestor de arte, que dirige la Galería Imprevisual, en el barrio Ruzafa de Valencia desde 2004. De abuelos catalán y canario, se instaló en Valencia hace casi 30 años y no paró hasta hacer realidad su sueño, después de un tránsito por la hostelería, la administración y la empresa privada. Arístides forma parte de la nueva generación de galeristas que conciben su trabajo como una profesión y un negocio, no un pasatiempo de fortunas bien administradas. Su formación caribeña tiene su sello en Imprevisual. Para él, una galería de arte es un vivero de cultivo del gusto; un lugar donde se moldea la educación estética de los ciudadanos y también se los predispone a la compra de objetos; es decir, una fábrica de creación de ese mercado del arte que hasta ahora estaba restringido a las familias adineradísimas. Pero cuando una crisis retrae el consumo de bienes considerados de lujo, la galería de arte peligra. Algunas, quizá muchas, han cerrado. Acaso porque no se planteaban su existencia como un negocio del que vivir. Arístides es un profesional de la cultura buscador de soluciones. Un ejemplo es Russafart, una especie de feria ciudadana y cultural en la que los artistas y los vecinos del barrio de Ruzafa, en Valencia, abren las puertas de sus casas y sus estudios. Otra alternativa es la promoción de eventos culturales realizados con fondos escasos, la generosidad y el riesgo de los creadores, y con la iniciativa privada como bandera. La última alternativa de Arístides y su Imprevisual ha sido la asistencia a ferias nacionales e internacionales de Arte.

Una entrevista realizada por Fernando Bellón

En Cuba me licencié en Diseño Gráfico, y justo terminando la carrera me fui, cuando tenía 23 años. Fue un intercambio cultural, y viví dos años en Estocolmo. Retorné a Cuba y… En aquellos años, todo lo que olía a Cuba en Suecia llamaba la atención, alguien que venía del Caribe a un país cubierto de nieve medio año… Y yo, que tenía ganas de jugar con eso, hice muchas exposiciones y también muchas declaraciones a la prensa… Así que al volver a Cuba me hicieron un expediente con todo ese material, y quedé fatal. Yo volvía a Cuba de vacaciones para un mes, y me retiraron el pasaporte, durante un año. Luego se comprobó que las declaraciones no eran antirégimen castrista, sino valoraciones críticas, y volví a salir gracias a unos amigos suecos de Amnistía Internacional. Allí estuve un mes. Y de ahí me vine a Valencia, donde pedí asilo político. Pero entonces, en 1992, no estaban dando asilo político a los cubanos. Y después de una tramitación legal que duró casi tres años, conseguí la residencia.

Entonces monté algo que no tenía que ver con mi experiencia artística, el primer restaurante cubano de Valencia, Salsa Habana, en la calle Cádiz del barrio de Ruzafa. Desde que llegué he pertenecido a este barrio. Todavía sigue abierto, aunque yo lo vendí al cabo de tres años.

Luego estuve trabajando con Fundación Bancaja cuatro o cinco años. Después estuve en una constructora, en el campo de la alta decoración, hasta que ya decidí volver a mis orígenes. En todo ese tiempo seguía trabajando, pintando, exponiendo, haciendo cosas relacionadas con el arte… pero nunca de una manera permanente, más bien intermitente.

Deduzco que eres una persona inquieta y a la vez emprendedora.

Soy culo de mal asiento. Todo lo que he hecho ha sido emprender proyectos. Y no han salido mal. Te cansas de uno y te pones con otro. Hasta llegar a Imprevisual. Ha sido el último proyecto, aunque la idea de realizarlo fue la primera que tuve al llegar a Valencia, y que no pude realizar por falta de recursos económicos.

Las condiciones se dieron en el nuevo siglo. Coincidió con unos problemas de salud que tuve por mi inquietud, me dio un pequeño fogonazo en la bomba [se toca el pecho a la altura del corazón]. Eso me hizo ralentizar el trabajo, y me dije, ahora es el momento. Justamente, la constructora en la que trabajaba realizaba una obra aquí. Esto era un colegio particular, muy pequeño, con dos habitaciones, pizarras, como una escoleta. Después, antiguos alumnos han pasado por aquí y me han dicho que el dueño era un señor Ramírez. La rehabilitación la hice ya para mí, compré el local, porque vi que era la única manera de quedarme quieto, de echar raíces, de tener una base operativa. Desde aquí puedo hacer todo lo demás. Eso fue en el 2004.

¿Hay distancia entre el proyecto original y la realidad presente?

El proyecto no ha cambiando nada, al contrario, me falta implementar cosas que tenía en mente. Sigo fiel a él desde el principio. Era crear algo que a principios del siglo XX funcionó muy bien, esos cafés literarios donde se reunían intelectuales, pintores… Quería buscar ese punto de conexión entre pintores, literatos e intelectuales. La idea era un café-galeria. Entonces fui el primero, porque me gusta emprender cosas que no existan. Pero me di de frente con la Administración, porque no existía como actividad ningún café galería. El mío era el primero que se abría en Valencia, y me tocó emprender un camino tortuoso para que me dieran las licencias necesarias para empezar a operar. Quería hacer una residencia para artistas, literatos, un sitio donde se hacen tertulias, donde la columna vertebral son las exposiciones, y a partir de ahí crear un círculo donde el arte, la literatura, la cultura en general puedan generar diferentes proyectos. Y he sido fiel hasta ahora a esa idea. Una “residencia” es un espacio, utilizo la palabra como metáfora, no en su sentido literal.

Hay dos cosas que se mezclan. Dos actividades diferenciadas que al final las tuvimos que conjuntar, porque no existía como actividad. Los inspectores del ayuntamiento me preguntaban si esto era un cibercafé, un café teatro… No, no, una Galería-Café. El bar da servicio a la gente que viene, mantengo cuatro mesas en medio de la sala, para que todos los que se sienten en torno a ellas estén en contacto directo con las obras de arte. Desde cada mesa puedes ver la exposición preparada.

Imprevisual se refiere a algo que para mí tiene mucha importancia, la función educadora y social del arte, que hemos ido perdiendo, incluso en la escuela, donde han ido mutilando de esas asignaturas que sirven para predisponer a los muchachos desde edades tempranas, para que vayan identificando las artes plásticas. Es la formación del gusto, la base para que las nuevas generaciones reconozcan el arte; los niños no van a museos, no tienen nociones de lo que hoy es el arte. Si no se rectifica, en las próximas generaciones no vamos a tener ni compradores de arte ni gente con sensibilidad hacia él.

Tú no puedes vender una obra de arte si antes no has dado pie a un proceso de adaptación y concienciación. No se trata de vender un pedazo de tela, que nunca se sabe dónde va a acabar, sin saber siquiera quién es el autor. Aquí intentamos por todos los medios que la promoción del arte y de los artistas sea una de las premisas fundamentales dentro del proyecto. Le doy mucha importancia al proceso de promoción, para que esto sirva como una catapulta hacia otros destinos dentro del arte.

¿Cuantas exposiciones has realizado desde que empezó Imprevisual?

Unas setenta y ocho desde el 2005. Incluyendo los proyectos propios y los proyectos que hacemos fuera, la curaduría de otras exposiciones fuera del espacio Imprevisual. Por ejemplo, con la Diputación de Valencia hemos hecho exposiciones en diferentes localidades, en Buñol, en Alcira, en Alcublas, con artistas que convoco para cada uno de los proyectos. Hago la obra de comisariado y la gestión integral de proyectos culturales. Por ejemplo, Russafart. Es un evento bienal, y la de mayo de 2014 será la tercera edición.

Con muy poco dinero se puede hacer mucho. Pero la falta de eventos culturales nos ha llevado a la depauperación de la cultura. Y encima, desde fuera nos ahogan con el IVA, esto es real.

Mañana mismo [el fin de semana del 12 y 13 de octubre] nos vamos a Paracuellos de laVega, un pueblo de Cuenca, con un proyecto, Open Natura,  preparado por la galería Imprevisual, con quince artistas. Son intervenciones de los artistas en la naturaleza, preparadas durante seis meses aquí, para presentarlas en un entorno rural. Se lo hemos propuesto a varios municipios de la Comunidad Valenciana, y no ha habido ninguna respuesta; nos tenemos que ir a Cuenca. Nos acogen en las afueras de Paracuellos, y este año es el segundo evento. Lo hacemos en coordinación con la Diputación de Cuenca, la delegación de Castilla la Mancha, la Facultad de Bellas Artes de Cuenca y de la Universidad politécnica de Valencia, de donde proceden algunos de los artistas, alumnos de los últimos cursos, vienen ponentes de alto calibre… En un pueblo, la que hemos liado; es impresionante. El pueblo se llena de público, porque también hay ponentes con proyectos específicos de la zona, en concreto de las cuencas hidrográficas, que hablarán de la gestión del agua y su problemática en la naturaleza.

No cuesta nada de dinero. Hay solo un arropamiento institucional. Una cantidad mínima la ha financiado un grupo privado, Uflux, un grupo de empresas que gestionan la confederación hidrográfica, para poder hacer trípticos, carteles, pero la producción de obra la gestionamos nosotros los artistas. En el paraje hay un establecimiento rural que nos acoge.

Mañana [el viernes, 11 de octubre] salimos para allá en comitiva. El día 12 [de octubre] es la “plantà” de las obras, pasamos el día entero haciendo las instalaciones, y el domingo 13 se inaugura.

¿Son rentables las exposiciones en Imprevisual?

Últimamente ha habido un parón muy en seco. De estar vendiendo dos, tres piezas en cada exposición a un parón en seco, hace más o menos un año. Eso ha sido un varapalo importante. Eso significa que tienes que buscar alternativas. Y, quiero ser claro, no existen en la actualidad coleccionistas en Valencia. Es un problema serio. Los coleccionistas se han espantado. O, visto de otra manera, las colecciones que hay en Valencia se van a buscar el surtido de productos fuera de Valencia. En los últimos tiempos han cerrado galerías con una trayectoria importantísima. Si empezamos a buscar, ha habido grandes fortunas en Valencia que sostenían esas galerías a coste cero. Han cerrado porque no vendían, porque no había tráfico en la economía.

Yo sigo aguantando. Y ya te he explicado cómo: por lo que hago aquí y lo que hago fuera. Diversificar dentro del espectro cultural, para sostener tu proyecto base, para englobar y proteger esa matriz, Imprevisual.

Yo pongo los precios a los objetos expuestos, por ejemplo, en esta exposición, los cuadros de Alejandro Casanova. Van de dos mil y pico a ochocientos euros [óleos sobre lienzo de entre 150 y 70 centímetros de base]. Es algo que dialogo mucho con los artistas, no podemos especular, no podemos engañar a los clientes; hay una barrera económica que no puedes sobrepasar. Esto hay que planteárselo como lo que es, una tienda, un comercio donde vendes las obras que tienes expuestas. Y hay mucha competencia. Hay mucha oferta. Cada año se gradúan miles de artistas en las Escuelas de Bellas Artes en toda España. Tú te quedas con los artistas que van acordes con tu línea de trabajo.

Un atrevido óleo de Alejandro Cassanova evocando la corrupción municipal.

Un atrevido óleo de Alejandro Cassanova evocando la corrupción municipal.

¿Cuales son tus criterios estéticos en la galería?

Me guía el olfato. Decir, este artista tiene proyecto y proyección, tiene un discurso en el que él y yo podemos llevar adelante una trayectoria tanto dentro del arte como en el posicionamiento promocional de ese artista. Cuando descubro que hay un proyecto detrás, una línea estética que se puede proyectar y perdurar, enseguida calculo si puede encajar dentro de mis posibilidades. Pueden ser diferentes líneas estéticas. Yo no estoy casado ni con la figuración ni con la abstracción ni el surrealismo, no estoy casado con nada, sino lo que me dicta ese olfato que llevo años trabajando. Y luego, los proyectos que yo personalmente realizo de curaduría, juntando a diversos artistas que trabajan dentro de una línea estética para llevar a cabo un proyecto determinado. Acabamos de hacer uno muy chulo, que quiero convertir en proyecto itinerante, llamado “Políticamente incorruptos” . Han sido 27 artistas que normalmente colaboran conmigo en la galería, y les he invitado a desarrollar ese tema especifico, y todos han aportado una obra excepcional, han hecho unos trabajos impresionantes.

¿Qué tipo de artistas exponen en Imprevisual?

Yo doy cabida a todo tipo de artistas, no sólo a los amigos. Mi base es el proyecto Imprevisual. Tengo muchos artistas valencianos, de las antiguas y de las nuevas generaciones, me gusta ese tipo, no de confrontación sino de hermanamiento, que dialoguen en los proyectos que planteo. También hay artistas de Cuba, de Chile, de Argentina, en este caso inmigrantes que viven aquí. También he realizado intercambios culturales con artistas suecos, franceses. Han sido experiencias bastante didácticas.

Los catálogos de exposiciones a veces son esotéricos. ¿Soy yo muy corto o es un hecho objetivo?

Esto es lanzar una piedra contra mi propio tejado, y ahí te lo dejo. Yo he de reconocer que a veces hay catálogos que no entiendo. Antes te hablaba de la función educadora social del arte, y este es uno de los muros con los que se enfrenta. El discurso que se genera a partir de ciertas exposiciones es tan complicado que es imposible que llegue a la gente normal, a un público de condición media, no estoy diciendo con estudios, para poder atraerlos o llevarlos al terreno que uno tiene, el del arte. Si eso sigue siendo así, poco vamos a favorecer la salida del arte del concepto elitista. Si la burbuja artística no cambia, la especulación, la problemática artista- institución, la barrera del iva no cambia, poco vamos a tener de arte y cultura a corto plazo.

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