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Bitácora y apuntes

Jubilarse o Dame pan y dime tonto

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Leyendo «Das Kapital», en una estación de metro . Adecuada biblioteca.

Por Segismundo Bombardier

En Francia la edad mínima para jubilarse es de 62 años. Hay, como en España, posibilidades para hacerlo antes, de acuerdo con determinadas circunstancias y ajustes o recortes proporcionales de la pensión. También existen planes de pensiones privados. En definitiva, aquí arriba, como ahí abajo, las cosas funcionan de forma parecida, si bien, tengo la impresión de que el caos y la confusión dominan más en España, donde empresas y asalariados se benefician de la falta de una visión patriótica y de Estado de los gobiernos que se han sucedido: el país con mayor paro de Europa y el país con menos previsiones para el futuro de sus pensiones. No obstante, parece que no hay un escándalo generalizado ni entre gobernantes ni entre gobernados… hasta que llegue el lobo de verdad y empiece a dar zarpazos y bocados.

            El asunto es peliagudo, y no por razones demográficas, sino por desquiciamiento político. Cuando pasen unas décadas, si la Unión Europea persiste (cosa que dudo, al menos tal y como es hoy), se calificarán las que hoy vivimos como ominosas, por falta de valentía y por el lastre de burocratismo de la U.E.

Vamos a ver, utilicemos el sentido común, tal y como hacen los legisladores sensatos. ¿Es lógico que un peón u oficial de la construcción, de la minería, de la pesca de altura, del transporte público y de otras profesiones que dejan huella y castigo en el cuerpo, se jubile a los 67 años? No. De hecho está previsto, al menos en Francia, la «jubilación anticipada por trabajos penosos».

Pero la base del problema no es un defecto de lógica o de sentido común, sino de cordura política. Los gobernantes europeos y norteamericanos se comportan como si vivieran en un mundo controlado por ellos… a conciencia de que no es así.

Hemos alcanzado una cima tecnológica (me refiero a una gran parte de los seres humanos) que nos permite ordenar y anticipar cosas tan importantes como el trabajo, cada vez más mecanizado y digitalizado, la jornada o fórmula laboral de cada profesión y oficio, las relaciones sociales, las comunicaciones… De hecho, todo esto se está haciendo en la práctica, mientras la clase política y sus portavoces mediáticos se dedica a divagar, y dan la impresión de que son adolescentes a los que los poderosos de la Tierra les permiten permanecer en una incertidumbre sospechosa, y ejercer como alegres jugadores de petanca en un asilo de jubilados.

Y mientras la realidad va por un lado, los dueños de las grandes empresas, y de otras no tan grandes, se entretienen espoleando a sus ejecutivos y empleados cualificados en una carrera profesional cuya meta es la nada, estos y los políticos que dicen representarlos aceleran, dan saltos, hacen fintas como si tales ejercicios tuvieran sentido.

Salen los portavoces y expertos y lanzan peroratas económicas con trajes ideológicos diversos y a medida, y todo sigue igual, nada cambia. ¡Dentro de diez años no habrá dinero para pagar las pensiones! ¡Y qué! ¿Cómo que y qué? Pues sí, que sea o no sea acertada la previsión, la realidad seguirá fluyendo por su camino imparable, y la retórica por otro, que ni siquiera es paralelo.

De momento, y lo dice el coro de Davos sin el menor rubor, pronto viviremos todos mejor y con menos. ¿Cómo? Eso no lo detallan.

Lo que hay detrás de todo esto es el viejísimo “Dame pan y dime tonto”. Mientras los occidentales tengamos un trozo de comida que llevarnos a la boca, y cada uno diga eso de esta boca es mía, y las demás me importan un carajo, no pasará nada.

Esa es la previsión de nuestras brillantes mentes rectoras. Yo creo que se equivocan.

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