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Mil palabras de Azorín General Series

Mil palabras de Azorín (S y T)

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Con dos consonantes, S y T, nos resume Rafael Escrig, naturalista, dibujante y filólogo, más palabras seleccionadas de textos del maestro Azorín. El valor de su trabajo es doble, porque nos pone delante de las narices términos de un español viejo y castizo, de raro uso en la lengua de hoy, y además nos incita a leer las obras de un autor refinado, sutil, que alquitara el lenguaje y estimula la riqueza de una lengua que, a lo que parece, odian muchos españoles. La foto de presentación es la Aljafería de Zaragoza.

SOMO

Del latín summum, cima (de los montes).

EN SOMO.

Locución adverbial: Desusado. Encima, en lo más alto.

“Los refranes, por su parte, nos brindan vocablos peregrinos; no los modernicemos, como se suele hacer; perderán, con ello, su sabor, allende de que destruiremos su eufonía. No por mucho madrugar, amanece más aína. No pongamos temprano en vez de aína. Más vale señero que con ruín compañero. No pongamos solo en vez de señero. La verdad, como el olio, siempre anda en somo. No pongamos aceite en vez de olio, ni encima en vez de somo.”

Para el diario “ABC”, Madrid, 12/5/1954.

El Cinematógrafo, Valencia, Pre-Textos. Caja de Ahorros del Mediterráneo, 1995, pag. 177.

SONOCHADA

De so, del latín, sub, bajo, debajo de, y noche, de nox, noctis, tiempo en que falta la claridad del día.

1. Principio de la noche.

2. Acción y efecto de sonochar. Velar en las primeras horas de la noche.

“La noche de su llegada, no salió de su diversorio, o sea, pupilaje, Torres; dejó para otro día, a pleno sol, el entrar en contacto con la prometedora realidad ¡Cuántas ilusiones se forjaba en la sonochada, antes de dormirse, Jaime, el iluso! He estado a punto de proferir que se hacía ilusiones; pero los puristas no quieren que se diga hacer, sino forjar.”

Memorias Inmemoriales, Madrid, Biblioteca Nueva, 1946, pag: 190.

“En los anocheceres, cuando ha terminado el trabajo de la tierra, los golpes sonoros y rítmicos de la maza que pica esparto; la maza de madera, recia, alargada, que da y vuelve a dar sobre el manojo de esparto colocado en el rulo de piedra que sirve para aplanar la parva. Esparto para trabajarlo en los ocios del día de fiesta, y en las largas sonochadas, y cuando los peones están sobranceros.”

Superrealismo, Madrid, Biblioteca Nueva, 1929, pag. 243.

SORORES

De sor, del latín soror, hermana. Palabra que precede al nombre de las religiosas.

En el “Diccionario de Terreros y Pando” de 1788, leemos en la entrada correspondiente: Soror, pl. sorores, nombre que se dan en algunas religiones mutuamente entre sí las monjas, tomándolo del latín Soror, hermana de padre y madre.

Tratándose de un vocablo latino, para su traslación al español actual, tendríamos que acudir al “Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española” de Manuel Seco. Madrid. Editorial Espasa, de 1986, en la página 342, donde nos dice:

“Las palabras latinas terminadas en consonante que se han incorporado como nombres al español deben mantenerse sin variación cuando se usan en plural: los campus, los corpus, los currículum, los memorándum, los referéndum, los déficit, los superávit, los plácet, los réquiem. Es frecuente, pero no recomendable, formen en–s estos plurales: los déficits, los memorándums, etc. El dar a estos nombres, cuando son originariamente nombres o adjetivos sustantivados, la forma latina de plural (los córpora, los currícula, los referenda, los memoranda) es práctica copiada del inglés.” Esta fórmula, nos daría de sor, sores y no, sorores.

Azorín entrecomilla la frase donde aparece el vocablo sorores, lo que significa que está tomado de un texto original en latín (el Testamento de Santa Clara –de dudosa autenticidad- que está publicado en los Annales Stadenses de la orden franciscana. Año 1253, nº 5), y hace una transcripción literal.

Traigo aquí, a propósito de sor, sores y sorores, una versión libre de la conocida leyenda histórica de “Las tres sorores”, en donde se relata el origen de las tres montañas pirenaicas: El Monte Perdido, El Cilindro de Marboré y El Pico Añisclo. Estos tres picos situados en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, tienen su mítico origen en la historia de tres princesas:

“Tres princesas moras que se habían escapado de la Aljafería de Zaragoza, vagaban por los montes buscando un paso para llegar a Francia y escapar así de su cautiverio.

El rey Mohamend se enfadó tanto por este hecho que, no queriendo quedar en ridiculo ante sus subditos, envió a buscarlas a sus mejores hombres. Así se hizo, y una fuerza compuesta por una docena de los hombres más arriesgados y fuertes salió en su busca, pero al cabo de varios días, como el terreno se hacía cada vez más y más accidentado, sólo uno de ellos pudo seguir sus huellas. Éste, conocedor de las montañas, subió por Zuera, de Zuera pasó a Huesca, luego a Laguarta y por fin a Boltana.

Las princesas, camino de Francia y temiendo que les dieran alcance los hombres de Mohamend, no hicieron caso de las advertencias que les hacían los lugareños de que se avecinaba una gran tormenta y siguieron adelante sin mirar atrás.

Desgraciadamente, esa misma noche, una gran tormenta de viento y nieve las alcanzó en el camino. El único hombre que las pudo seguir desapareció alcanzado por un arbol que cayó derrumbado por la fuerza del viento y las tres princesas murieron esa misma noche, acurrucadas a orillas del río Cinza. Tanta fue la nieve que les cayó encima que sobre ellas se formaron estas tres montañas hermanas, las que allí llaman Las tres sorores.”

“Clara parece ser que fue una buena mujer muy amante de sus hermanas. A su muerte hizo un testamento en que les recomienda que si alguna vez dejan este convento de San Damian no se aparten de la pobreza. “Y sea proveída y solícita”, dice, “ansí la que tuviere el oficio como las otras sorores, que acerca del sobredicho lugar á donde fueren llevadas, no adquieran ni reciban más de tierra, salvo aquello que la extrema necesidad demanda para un huerto, en que se plante hortalizas. Y si allende del huerto, de alguna parte del monasterio fuese menester que tenga más campo, por la honestidad y por el apartamiento, no permitan adquirir más ni reciban sino tanto cuanto la extrema necesidad demandare; y aquella tierra no la labren ni la siembren, más ansí esté siempre entera sin labrar.”

La Voluntad, Madrid, Biblioteca Nueva, 1939, pag. 107.

SUSO

Del latín sursum, sussum, arriba.

DE SUSO.

Locución adverbial. De arriba.

Término castellano muy utilizado antiguamente en términos geográficos para distinguir entre las tierras situadas en la parte alta (de suso) y las situadas en la parte baja (de yuso o de ayuso).

Aunque es muy poco usual, es conocida la locución: “de suso y de yuso”: de arriba y de abajo.

“Una imagen puede ser bella desgarrada de todo, sin relación alguna con lo de suso o lo de yuso, con le de la derecha o lo de la izquierda. Y ensamblando con esa imagen puede ser colocada otra. Y con la otra una tercera. Así, poco a poco, según nuestro talante, según nuestra sensibilidad, podemos ir formando la obra.”

Memorias Inmemoriales, Madrid, Biblioteca Nueva, 1946, pag. 12.

TABANCO

Derivado de taberna, del latín taberna: cabaña, choza, tienda, almacén de venta al público.

Las primeras documentaciones, se encuentran en el “Vocabulario de la germanía” de J. Hidalgo, de 1609, y en el “Viaje al Parnaso” de Cervantes. En ambos casos con el significado de bodegón.

Modernamente, tabanco, tiene tres acepciones:

La primera acepción en el DRAE, es: Puesto, tienda o cajón que se pone en las calles o en los mercados para la venta de comestible o de algún otro producto.

La segunda está más localizada en Andalucía, concretamente en Jerez. Allí un tabanco es, retomando el sentido más primitivo, un despacho de vinos, es decir, un bodegón.

La tercera opción está limitada a Centroamérica, donde tabanco tiene el valor de un sobrado, un desván.

Para documentar el primitivo significado de bodegón, traigo unos versos de “Viaje al Parnaso” de Cervantes:

Siempre con vestidura rozagante

Se muestra en cualquier acto que se halla,

Nunca se inclina, ó sirve á la canalla

Trobadora, maligna y trafalmera,

Que en lo que mas ignora, menos calla.

Hay otra falsa, ansiosa, torpe y vieja,

Amiga de sonaja y morteruelo,

Que ni tabanco, ni taberna dexa.

No se alza dos, ni aun un coto del suelo,

Grande amiga de bodas y bautismos,

Larga de manos, corta de cerbelo.

Tómanla por momentos parasismos,

No acierta á pronunciar, y si pronuncia,

Absurdos hace, y forma solecismos.”

“Vuelve X al librito, el comprado en un tabanco, la Heredity de J.A.S. Watson. Y siente cierta complacencia al advertir que el espíritu filosófico del autor de la página copiada se ha transmitido a Martínez del Portal.”

Memorias Inmemoriales, Madrid, Biblioteca Nueva, 1946, pag. 87.

“Existen mercados en edificios construidos ex profeso, y existen mercados que se esparcen y dilatan por las calles en variedad de puestos, tinglados y tabancos. Son estos mercados, libres y a cielo abierto, los que preferimos.”

Madrid, Madrid, Biblioteca Nueva, “Obras Selectas”, 1943, pag. 979.

TABAQUE

Del árabe tabáq, fuente, bandeja, canastillo, derivado del verbo tábaq, cubrir, cerrar.

Cestillo de mimbre en que se pone la fruta, la costura, etc.

Aunque no está recogido en el diccionario, en algunas regiones, sobre todo en Andalucía, se emplea la expresión “estar como pera en tabaque”. Esta frase proverbial, también la recoge el Diccionario de Autoridades, con el significado de: “aquellas cosas que se guardan con cuidado y delicadeza para que estén reservadas.”

Figuradamente, tiene el significado de estar cómodo en una postura, o en una situación determinada.

La literatura clásica nos da un ejemplo del empleo de este vocablo por boca de Sancho Panza, en el capítulo XLIII de la segunda parte del Quijote, donde nos dice:

“-Por Dios, señor nuestro amo -replicó Sancho-, que vuesa merced se queja de bien pocas cosas. ¿A qué diablos se pudre de que yo me sirva de mi hacienda, que ninguna otra tengo, ni otro caudal alguno, sino refranes y más refranes? Y ahora se me ofrecen cuatro que venían aquí pintiparados, o como peras en tabaque, pero no los diré, porque al buen callar llaman Sancho.”

Tenemos otro ejemplo más reciente, en el primer acto del drama “Yerma” de Federico García Lorca:

“Al levantar el telón está Yerma dormida con un tabaque de costura a los pies. La escena tiene una extraña luz de sueño. Un pastor sale de puntillas mirando fijamente a Yerma. Lleva de la mano a un niño vestido de blanco. Suena un reloj. Cuando sale el pastor la luz se cambia por una alegre luz de mañana de primavera. Yerma se despierta.”

“Hace un día nublado; la vieja deja la media en el pequeño tabaque de mimbre y se pone a mirar al cielo que le ha apedreado sus viñas. Pero es muy breve el tiempo que permanece mirándolo, porque de pronto suenan en la calle unos cantos terribles. ¿Qué son esos cantos? Son sencillamente los responsos que van echándole a un muerto que llevan a enterrar”

Antonio Azorín, Madrid, Biblioteca Nueva, “Obras Selectas”, 1943, pag. 215.

“Monovera que arregla frutas en un tabaque; las exquisitas brevas, alargadas, tersa la piel, con rajas de un blanco lechoso. Cogidas antes de que salga el sol; tal vez en las higueras de una cañada honda; las hojas de las higueras que se extienden pomposas y olorosas. En la cesta, con delicadeza, van siendo puestas a tongadas. El sabor de las frutas de secano, más fino que el de las frutas de regadío. Las manos de la monovera que se mueven entre las frutas y las hojas verdes y frescas con que se cubre el cestillo.”

Superrealismo, Madrid, Biblioteca Nueva, 1929, pag. 238.

“Por fin, el cuarto de plancha y costura, que ha sido el imán del novelista, Trajes en perchas y trajes en las sillas y en un canapé. En la pared, unas maravillosas planchadoras de Edgar Degas. Cuadro que es indicio, en este sitio, del selecto espíritu, de la sensibilidad, de Elena Viu. Tabaque con ovillos y madejas, con trencillas y presillas, con variados botones. Mesa de planchar, recubierta primero de blando fustán y encima blanco y liso lienzo. Costurero con tijeras, dedales, alfiletero, metro, acericos, jaboncillos.”

Valencia, Madrid, Biblioteca Nueva, 1997, pag. 164.

TAMOS

De origen incierto, probablemente prerromano. Paja menuda.

Pelusilla que se cría en los rincones, debajo de las camas u otros muebles, en las habitaciones donde se mueve la ropa.

El Diccionario de Autoridades, define tamo como: las heces de las semillas que quedan en la era después de recogidas, y con más claridad, polvo o paja muy menuda de varias semillas trilladas; como trigo, lino, etc.

Hay acepciones secundarias, como en Covarrubias, en la voz fluecos (flecos): a los fluecos de la ropa llamados pelillos; cuando es más menudo y espeso se llama tamo.

Ya que no existe un origen concluyente de la palabra tamo, tanto en el DRAE, como en el Diccionario de Corominas, principales fuentes de las etimologías aquí estudiadas, parece interesante aportar los resultados a los que ha llegado la profesora Elena Pezzi Martínez de la Universidad de Almería, en su trabajo titulado “Algunos posibles arabismos: charca, amainar y tamo” editado por la misma universidad en 1994. Dice así:

Considero muy probable que el étimo de tamo sea el vocablo árabe `tamm´, con el valor de `resto, residuo´. El verbo `tamma´ significa, básicamente, `ser o estar acabado, terminado, completo´. El paso al castellano debería haber sido `tammo´, pero se simplificaría la duplicación de la -m- en tamo. Es interesante en este sentido el comentario que hace Corominas acerca de que su forma primitiva fue `tamo o tambo´, pues ambas variantes aparecen en el portugués del Minho, donde también significa heces del vino, aceite o vinagre, que quedan en el depósito; esta dualidad fonética parece apoyar la tesis de la –mm- etimológica, en el primer caso con asimilación total y en el segundo con disimilación en –mb.”

“No puede ver don Pablo los muebles en distinto lugar del que están ocupando durante años, ni un centímetro más allá ni un centímetro más acá. Los papelitos y tamos del suelo los recoge con cuidado el caballero. El silencio ha de ser profundo en la casa; en el silencio le place a tío Pablo escuchar el sonoro tic-tac del reloj.”

Doña Inés, Madrid, Biblioteca Nueva, 1972, pag. 62.

TARÁNGANA

Derivado de tángano, chito. Juego que consiste en tirar lejos contra un cilindro de madera. Alboroto, escándalo. En el futbol: jaleo, follón, pelea.

Especie de morcilla muy ordinaria, elaborada con componentes casi desechables y que, frita, fue muy consumida por las clases populares.

En el Diccionario de Autoridades de 1739, la entrada de tarángana dice: TARANGANA. Lo mismo que morcilla. Es voz baxa. Hasta 1884, permanecerá esta definición. A partir de esa fecha, el Diccionario Usual, ya nos dice: Especie de morcilla muy ordinaria.

El dramaturgo madrileño Ramón de la Cruz (1731-1794), escribió un sainete titulado “Los bandos de Lavapies” en el que, por boca de uno de los personajes (la Pelundris), nos muestra el vocablo que estamos tratando. Dice así:

PELUNDRIS.

Nobles, heroicas matronas,

que en este grande himisferio,

ya morcillas rellenando,

ya tarángana friyendo,

abastecéis a Madrid,

suspended por un momento

las haciendas en que estáis,

sean de honra o de provecho,

y venid a este lugar

a enderezar un entuerto.

Noble Gangosa…, gallarda

Tiñosilla, Zunga, extremo

del valor, y en fin toítas

las que habitáis en su centro.”

“Hacia la misma época, Moratín le escribía desde Burdeos a su amigo don Juan Antonio Melin: Guárdate de los hartazgos de callos, huevos duros, tarángana, sardinas fritas, chiles, pimentón en vinagre, queso y vinarra, que tanto apeteces por esos ventorrillos, rodeados de moscas y mendigos y perros muertos. ¡Esa sí que es vida!

¡Esa sí que es vida! Carromatos, gritos en las casas, palabrería, gentes que escupen sobre la alfombra en el Salón de Conferencias…”

Al margen de los clásicos, Madrid, Biblioteca Nueva, “Obras Selectas”, 1943, pag. 1088.

TARANTANEO

Posiblemente derivado de tarantán, y el sufijo –eo. Localismo murciano.

Tarantán, se dice en la región de Murcia a un fuerte golpe dado en la cabeza.

El poeta y dramaturgo Quinto Ennio*, Roma, (239-169 a.c.), llamó “taratantara”, con el valor de onomatopeya, al sonido de las tubas: “At tuba terribili sonito taratantara dixis.”

*Quinto Ennio nacio en las cercanías de Tarento, participó en la segunda guerra púnica. Perteneció al círculo de los escipiones y escribió teatro y poesía épica y lírica. Dominaba el osco, su lengua natal, el griego y el latín.

Fue un innovador en la forma. Introduce el hexámetro dáctilo en la poesía épica en lugar del primitivo saturnio. Su obra “Annales” estaba compuesta por dieciocho libros en los que conserva la estructura tradicional de los historiadores romanos y está subdividida en bloques. En el proemio del libro VII, renuncia a narrar la primera guerra púnica, que ya habían descrito sus antecesores.

Ennio es considerado el Homero romano; el primer gran narrador de las gestas de su pueblo. Es peculiar en él la interpretación de los hechos desde un punto de vista ético y político. El poeta es sensible a los horrores de la guerra por los que siente verdadera aversión y, por el contrario, sintoniza con la naturaleza. En el plano literario, utiliza mucho la aliteración propia del verso latino, como en el siguiente verso: “O Tite tute Tati tanta, tyranne, tulisti” o el ya comentado: “At tuba terribili sonito taratantara dixis.”

El vocablo tarantaneo, en el contexto de la novela que adjunto como referencia, inequívocamente se trata de la onomatopeya de unos golpes, un traqueteo, un sonsonete desapacible, una cierta “música” que le desvela definitivamente. El protagonista dice: “…de pronto, oigo un persistente tarantaneo”. Al final de la frase, como redondeándola, existen otras dos onomatopeyas: “chirriar” y “tintineo”.

En cuanto a la formación de las palabras con el sufijo –eo, he de hacer notar que es una forma bastante usada en la prosa de Azorín. De esta manera, se permite formar multitud de voces de corte y carácter enteramente español, como: tarantaneo, cascabeleo, ronroneo, rezongueo, mariposeo, dentelleo, culebreo, campanilleo, o tintineo, todas las cuales aparacen salpicadas en su obra.

La onomatopeya tarantán, también la podemos encontrar como estribillo musical reflejando el sonido de unas palmas, de un pandero o de un almirez. Veamos unos ejemplos de su empleo en el folklore.

Hay un villancico popular andaluz que se titula “El Tarantán”, en sus versos se ve claramente la alusión al sonido de las campanadas que dan la hora:

Tarantán cuando daba la una

Para ver al niño en la cuna,

Al niño recién nacido

Que nació en la nochebuena

Y en Belén y en un portal.

Que si tarantán cuando daban la una

Que si tarantán cuando daban las 2

Que si tarantán cuando daban las 3

La Virgen María y el niño Manuel…”

El poeta palentino Francisco Vighi (1890-1962), amigo de Valle-Inclán, recreaba, bajo una fronda de aire modernista, la fiesta de San Juan, la búsqueda del trébole y el ritmo gozoso de la muñeira, con el son repentino y envolvente de las pandereteiras, verbalmente marcado por esa onomatopeya de origen tradicional:

Marco la pauta sonando el pandero,

Tan, tarantán, tarantán, tarantán,

Y he de tocar mientras haya un lucero,

Que hoy la fiesta renace en San Juan.

………………………………………

Tanto bailé con el ama del cura,

Tanto bailé que rabió el sacristán;

Tanto bailé que me dio calentura,

Tan, tarantán, tarantán, tarantán.”

Finalicemos con estos versos pertenecientes al “Cancionero provincial de Madrid” recogidos por la filóloga e hispanista Margit Frenk:

Tantarantán que los higos son verdes,

Tantarantán que ya madurarán.”

“En el balcón luce, imperceptible, opaca, tenue, una ancha faja de claror del alba. Y en la puerta, de pronto, oigo un persistente tarantaneo. Me levanto: me he retirado de la Redacción a las dos de la madrugada; es preciso salir… Las calles están desiertas; pasa de cuando en cuando un obrero, con blusa azul, cabizbajo, presuroso, las manos en los bolsillos, liada la cara en bufanda recia; pasa una moza con el mantón subido, pálida, ornados los ojos de anchas ojeras lívidas; pasa un muchacho con un enorme fajo de carteles bajo el brazo. Comienzan a chirriar las puertas metálicas de las tiendas; suenan lentas, graves, una a una, las campanadas de una iglesia. Y un coche se desliza ligero, con alegre tintineo, sobre el asfalto.”

Antonio Azorín, Madrid, Biblioteca Nueva, “Obras Selectas”, 1943, pag. 263.

TARQUINADA

Figuradamente: Violencia cometida contra la honestidad de una mujer.

Por alusión a la violencia ejercida en Lucrecia por Sexto Tarquino.

Sexto Tarquino, ¿496 a.C.? Hijo del rey etrusco de Roma Tarquino el Soberbio.

Francisco de Quevedo Villegas (1580-1645), escribe una loa dedicada a una comedia de Tirso de Molina, titulada “Amor y celos hacen discreto”, dicha loa, es un romance titulado a su vez “¡Vive cribas!* Que he de echar”:

¡Vive cribas!, que he de hechar

Aunque les pese, la loa,

Hoy que de faldas y sayas

Desenvaino la persona;

Hoy que me aprieto el sombrero

Y no me prendo la toca:

Nadie se meta conmigo,

Que haré tarquinada en todas.

Desde que ciño la espada,

Las pendencias me retozan;

Y, antojada de mostachos,

Me estoy tentando la boca.

¡Oh, si yo me los torciese!

Las bigoteras me oigan.

¡Qué capitán pierde Flandes,

Qué Maladros las busconas!

¡Qué don Lázaro las dueñas,

Qué Lelio Dati las tontas,

Qué marido las doncellas,

Y qué paje las fregonas,

Qué bribón las irlandesas,

Qué licenciado las monjas,

Qué atribulado las flacas,

Qué glotonazo las gordas!

*¡Vive Cribas! Es una interjección usada antiguamente como juramente con algún nombre que lo expresa, o con alguna voz inventada para evitarlo. ¡Vive Dios! ¡Vive Cribas!

“Sentado yo en la fila quinta, las palabras de Pedro Crespo –las más doctrinales de la obra- no llegaban a mis oídos; el actor apenas movía los labios. Y eso mismo hacía, mientras caminaba, en los consejos que el padre da a su hijo. (La obra se presta a muchos comentarios; los he consignado, por mi parte, en otra ocasión. Existe, digamos, jurisprudencia sobre la tarquinada. La sienta Sancho en sus sentencias de la Barataria; la sigue Alarcón en una de sus comedias; la confirma por modo curioso, don Juan Valera, en San Petersburgo, con la actriz Magdalena Brohan; lo cuenta, con sinceridad, el mismo Valera.”

Para el diario “ABC”, Madrid, 6/4/1954.

El Cinematógrafo, Valencia, Pre-Textos. Caja de Ahorros del Mediterráneo, 1995, pag. 167.

TASCAR

Probablemente deriva de tasca, tascón, lugar donde se tasca el lino, del gótico taskon, estaca, clavija, clavo.

1. Quebrantar con la espadilla el lino o el cáñamo.

2. Dicho de una bestia: quebrantar con ruido la hierba cuando pace.

TASCAR EL FRENO.

1. Morder el caballo el bocado o moverlo entre los dientes.

2. Dicho de una persona: Resistir la sujeción que se le impone, pero sufriéndola a su pesar.

“No podía Napoleón permanecer en Elba, tascar el freno en Elba, mucho tiempo. No podía dar lugar a que se le olvidase en Francia, en Europa, en el mundo. Napoleón logra escapar: comienza el último acto de la gran tragedia; impera cien días.”

Para el diario “ABC”, Madrid, 30/5/1952.

El Cinematógrafo, Valencia, Pre-Textos. Caja de Ahorros del Mediterráneo, 1995, pag. 141.

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