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Historia de la Agricultura - M.B. Tauger Series

La agricultura en la Historia de la Humanidad. 2

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ESTIMADO LECTOR

Esta serie es la más visitada, con diferencia, de todas las entradas de Agroicultura-Perinquiets. Esto nos congratula, y nos ha animado a buscar más documentos relativos a la historia de este aspecto determinante en el desarrollo de la Humanidad. Desde hace meses venimos ofreciendo largos resúmenes de capítulos de HISTORIA GENERAL DE LA AGRICULTURA, de los pueblos nómadas a la biotecnología, de José Ignacio Cubero. El autor es doctor en Biología y Agronomía, Académico de Ciencias Exactas Físicas y Naturales, profesor en la Universidad de Cordoba (España) y ha ejercido diversos cargos en instituciones nacionales e internacionales.

El trabajo del profesor Cubero es de dimensiones enciclopédicas, y dedica largas secciones al desarrollo de la Agricultura en todos los continentes, con especial dedicación a España y a Iberoamérica.

Recomendamos a nuestros lectores estos resúmenes, largos y completos, que vamos publicando todos los meses desde noviembre de 2019.


Agriculture in World History, Mark B. Tauger, profesor asociado de Historia en la Universidad de Virginia Occidental.

De la colección Themes in World History, Routledge, Taylor and Francis Group. Londres y Nueva York. 2011

 Resumen y edición de  Gaspar Oliver.

Inicios de la agricultura moderna, y dominio europeo en la agricultura ( De 1500 a 1800)

“Entre los siglos XV a XVIII, los agricultores vivieron en casi todo el mundo en peores condiciones medioambientales que en los siglos precedentes”, sostiene el profesor Mark B. Tauger al inicio del capítulo cuarto de su La agricultura en la historia del humanidad.

Se trata de la Pequeña Edad de Hielo, interrumpida por cortos periodos cálidos, que provocó sucesivas crisis, en especial en el hemisferio Norte. Los agricultores estaban sometidos a una variedad de sistemas de servidumbre que, de un modo poco visible pero imparable, fueron mermando el número de campesinos libres, tanto en los imperios musulmanes, como en China y Japón, aunque en estas partes del mundo asiático el pequeño campesino consiguió perdurar.

En Europa, las cosas ocurrieron de otro modo. En la mitad oriental, los agricultores cayeron en lo que se suele llamar “la segunda servidumbre”. En la parte occidental la servidumbre se redujo, pero la mayoría de los campesinos estuvieron subordinados a la nobleza y al poder creciente de los gobernantes. Con el descubrimiento de América, los exploradores y los comerciantes europeos crearon el sistema de las plantaciones, que usaba a masas de esclavos para producir grandes cantidades de bienes de lujo.

El periodo estudiado en este capítulo abarca el tiempo transcurrido entre los siglos XIV y XIX, en su conjunto muy frío, aunque disfrutó de algunos periodos cálidos. Las manchas solares y formidables erupciones volcánicas pueden haber sido las causas de este enfriamiento de la Tierra. Las temperaturas más bajas se registraron entre 1680 y 1730. A finales del siglo XVI, el frío redujo las cosechas, provocó incrementos de precios, escasez de alimentos y turbulencias sociales en el continente europeo. En China, el frío extremo acabó con la cosecha de naranjas en la provincia de Jiang-Xi.

También esos territorios sufrieron grandes sequías.

El imperio Otomano

Distingue Tauger dos grandes esferas de influencia cultural y económica en Asia: los imperios musulmanes del sur y el centro del continente, y la esfera china en oriente. En ambas había una clase de pequeños campesinos muy extendida y protegida por los gobiernos centrales, que fue reduciéndose con el paso de los siglos y las acciones de los grandes propietarios.

El imperio otomano formado en Anatolia entre los siglos XII y XV repartió la tierra entre sus caballeros (sipahis) y la nueva infantería, los jenízaros, reclutados entre los pueblos conquistados. Los sultanes intentaron reducir su fuerza manteniéndolos siempre ocupados en campañas militares, con objeto de que no aprovecharan su poder para ir eliminando a los pequeños agricultores. Pone Tauger como ejemplo, la conquista de los Balcanes por el imperio otomano a inicios del siglo XV, aprovechando un conflicto entre la nobleza serbia y su servidumbre. Incorporaron los otomanos a parte de la nobleza serbia y abolieron la servidumbre campesina. El sultán era el único propietario de las tierras, y quienes las cultivaban podían hacerlo en paz, a cambio de determinados impuestos y pudiendo transmitir el usufructo a sus descendientes.

El imperio otomano empezó su declive en el siglo XVI, lo que provocó una vuelta de los campesinos a la servidumbre de los poderosos. Entre los siglos XVI y XVIII, la población del imperio se dobló, mientas que la tierra cultivada aumentó solo una quinta parte. El incremento de los impuestos, con frecuencia ilegales, y la falta de trabajo produjeron una afluencia de habitantes de pueblos a las ciudades. La nueva clase de propietarios que ocuparon las tierras abandonadas se conoció como ayanes. Algunos campesinos se organizaron en bandas para resistir su subordinación al poder. Esta situación generalizada contribuyó a la debilitación del imperio Otomano.

6724567La India

En el sur de Asia, donde solo en dos periodos previos al reseñado hubo imperios unificados (el Mayura y el Gupta), se instituyó el sistema de castas, en el que la más baja, los sudras o intocables, eran quienes trabajaban la tierra. Encuentra Tauger un paralelismo entre el sistema de cultivo y propiedad agraria de los monasterios medievales europeos y el de los templos hindúes del mismo periodo medieval.

El imperio Mughal, a partir del siglo XV, dio cierta estabilidad a la India. Como en el imperio Otomano, los agricultores no poseían la tierra, pero podían venderla, comprarla y darla en herencia. Un censo realizado en el siglo XIX por los ingleses evidenció que casi no había tierras comunales en la India, y que la práctica totalidad estaba en manos privadas, en pequeñas y grandes extensiones. Poco a poco se fue creando un sistema semifeudal de funcionarios y de grandes (jagirs) y medianos (zamindar) señores que explotaban a los agricultores. Estos potentados se convirtieron en una amenaza al poder central Mughal.

En la India se utilizaba la mitad de la tierra cultivable, con una población de unos 140 millones de personas. Los agricultores usaban técnicas avanzadas en la siembra y el trasplante de arroz. Los monzones, y no los cambios de temperatura como en otras partes del planeta, regulaban las estaciones y las cosechas, y los agricultores establecieron sistemas de irrigación eficientes que permitían varias cosechas al año. En el oeste y noroeste se cultivaba mijo y trigo, y en el sur y el este, arroz. Las impresiones de los visitantes extranjeros reflejan el contraste entre la riqueza del país y la miseria de sus campesinos. Hubo terribles hambrunas, en una de las cuales del siglo XVII, el rajá Shah Jahan, acongojado por la muerte prematura de su bella esposa, se dio el capricho de construir el Taj Mahal.

Una de las fórmulas usadas por los gobernantes Mughal para contener la codicia de los grandes señores (jagirs) era rotarlos en las regiones donde actuaban como delegados del gobierno. Pero la consecuencia imprevista de este método fue que los jagirs aprovecharan su enorme poder, que sabían tenía un límiete temporal, para exprimir al máximo a los campesinos. Esto provocaba grandes sublevaciones de pequeños y medianos agricultores, agobiados por los impuestos. A veces las rebeliones dieron lugar a una perversa situación: los campesinos sublevados necesitaban explotar a aquellos que decían defender, los más pobres, para mantener la guerra. Desde el punto de vista de los agricultores, estos imperios otomano y mughal se dedicaban a saquear a los campesinos, que además eran víctimas de las oscilaciones climatológicas.

China

En la China, el esquema político desde la Edad Media (europea) era el siguiente: explosión política generalizada y emergencia de una dinastía nueva que saca al país del caos y de la crisis económica, haciendo concesiones a los agricultores para que no abandonen la tierra, y restituyendo los mecanismos de graneros para aliviar las hambrunas. Pero a medida que la dinastía “maduraba”, los funcionarios locales y los señores de la tierra volvían a situar a los campesinos en su estatus servil.

El los siglos XVI y XVII se registraron sucesivas rebeliones agrarias, con saqueos de graneros comunes y casas señoriales. Uno de los levantamientos más notables fue el de Li Zichen, que duró 14 años, hacia 1630. Logró equilibrar el cultivo de la tierra, matando a muchos señores, pero debilitó tanto a la dinastía Ming, que esta no resistió al invasión manchú a mediados del siglo XVII. El desastre económico y demográfico fue pavoroso. De los 80 millones de habitantes de la China Ming en el siglo XIV, se pasó a los 150 millones en el siglo XVII, y tras la invasión manchú se había reducido a 90 millones. Los manchúes repartieron la tierra entre sus allegados, creando los mismos problemas de explotación del agricultor. El desastre fue tan patente, que hacia 1720 los manchúes intentaron reformar el sistema y favorecer a los pequeños agricultores. Hacia el final del siglo, la mayoría de las granjas en China pertenecían a pequeños campesinos. La producción se especializó por zonas geográficas (cosechas alimentarias y cosechas industriales como el algodón) y el comercio agrícola prosperó. No obstante, el nivel económico de las familias de cultivadores era de mera subsistencia, entre otras cosas porque el incremento de población hizo las explotaciones cada vez más pequeñas. La familia se veía obligada a explotar a fondo a sus miembros, algo que todavía existe en Asia, aunque en un marco de economía industrial.

Cultivan do Bambú en Japón. Ilustración tomada de www.gabitos.com

Cultivando Bambú en Japón. Ilustración tomada de www.gabitos.com

Japón

En el siglo VII los emperadores japoneses intentaron abolir la propiedad privada y crear explotaciones propiedad del estado. No funcionó porque los agricultores se opusieron por medios no violentos pero eficaces. No obstante, los grandes señores y los monasterios budistas se hicieron con grandes cantidades de tierra, de modo que en el siglo XII, controlaban la mitad de la tierra.

Se estableció un sistema semejante al feudal europeo llamado Sho, en el que los agricultores cultivaban la tierra del señor como si fueran sus propietarios. Pero por encima de estos pequeños señores florecieron otros más poderosos, los Daimyo. Los siglos XVI y XVII registran incesantes luchas interseñoriales. Los pequeños campesinos llegaron a vender a sus hijos como siervos (fudai) a los grandes señores y a otros campesinos para poder sobrevivir. En los periodos de hambrunas, miles de niños y adultos se convirtieron en fudai, aunque el shogunato prohibía nominalmente este procedimiento. Otra clase inferior de agricultores eran los nago, campesinos sin tierra que dependían de los agricultores más favorecidos. Se estableció un sistema de granjas “colectivas” familiares que funcionó bien, porque la productividad creció, así como la población. En 1590 Edo (Tokio) era un pueblo, y en 1730 tenía medio millón de habitantes, quizá la ciudad mayor del planeta. El cultivo para el consumo alimenticio se combinó con el industrial, como las moreras para los gusanos de seda.

Es de notar la publicación en 1697 de un manual de cultivo, editado por Miyazaki Antei, que sirvió para el mejoramiento de los trabajos agrícolas de multitud de campesinos japoneses. Uno de los avances fue el uso de fertilizantes, que eran escasos y caros. Se incrementó la irrigación y se especializaron las cosechas por regiones, se mejoraron las rotaciones y se consiguieron variedades nuevas que tuvieron un efecto revolucionario en la agricultura.

Aunque se conservaron muchas granjas de tamaño grande, la división de estas por las herencias acabó con el sistema del cultivo familiar colectivo basado en los parientes y en los nagos.

En resumen, dice, Tauger: “En el Asia Meridional y Occidental, entre los siglos XIV y XVIII, los campesinos libres cayeron en gran número en la dependencia. Mientras, en China y en Japón los pequeños campesinos se emancipaban o al menos mejoraban su situación como consecuencia de las nuevas leyes y las fuerzas del mercado”.

Europa Occidental: el Antiguo Régimen

Las sublevaciones campesinas del alto medievo liberaron a multitud de siervos rurales en Europa Occidental, si bien se mantuvo en la servidumbre a más de un millón de personas en regiones apartadas. No obstante, los campesinos liberados siguieron a disposición de los nobles en cantidad de obligaciones. El sistema jerárquico se mantuvo y se pronunció en el siglo XVIII. Dominaba una elite de grandes nobles, y la baja nobleza a veces no se distinguía nada del campesinado. Entre este, también había una elite de ricos que dominaban las villas. La mayoría de la tierra era propiedad del rey, los nobles o la iglesia, que imponían a los campesinos libres obligaciones tradicionales, como impuestos o el mantenimiento de los caminos.

Estas obligaciones suponían la mitad de la renta de los campesinos, lo que les restaba incentivos para producir o mejorar las técnicas de trabajo. Estas no mejoraron hasta el siglo XIX.

Las cosechas mayoritarias eran de cereales, el centeno y la avena por encima del trigo, porque resistían mejor las inclemencias de aquel tiempo frío. Los años 1709, 1740 y 1772 fueron especialmente malos. Los señores intentaron introducir nuevas cosechas, como las patatas americanas, pero los campesinos se resistieron.

El sistema de rotación triple dominó en toda la Europa continental, con la excepción de los Países Bajos. El mayor problema de la triple rotación era el trozo de tierra dejada en barbecho. En la Francia de 1789 un tercio o dos quintos de la tierra cultivable estaba en barbecho cada año. En Inglaterra y en los Países Bajos habían conseguido eliminar la triple rotación sin esquilmar la tierra. También se conservó la división de la tierra cultivada en parcelas, a veces muy alejadas unas de otras. La ventaja era que en alguna de ellas siempre se producía una buena cosecha si las otras habían sido malas; la desventaja era el tiempo y le energía empleadas en ir de una a otra.

Los métodos de cultivo eran poco productivos: siembra a mano, arados de madera, cosecha con hoces o guadañas que desperdiciaban mucho grano, caído en la tierra, que debían recoger las mujeres y los niños. Los fertilizantes se limitaban al abono animal en las tierras cosechadas y en los barbechos.

Las cosechas eran de entre tres y cinco semillas por grano sembrado, lo que dejaba al agricultor muy poco o nada para la venta, y le condenaba a la pobreza. La dieta campesina se limitaba casi por completo al grano. A veces, al final de la primavera se quedaban sin comida rica en calorías y sobrevivían con hierbas u otras especies. Vivían en casas muy primitivas, en compañía de los animales domésticos, y fabricaban en casa la ropa que vestían.

A pesar de todo ello, había un pequeño número de campesinos que vivían en casas sólidas y se alimentaban bien. Un número mucho mayor (alrededor del un tercio de la población) de personas abandonaban sus aldeas y se dedicaban a la mendicidad itinerante o al bandolerismo. Por fin, muchos otros vivían en los pueblos como trabajadores sin tierra.

En el siglo XVIII, estas condiciones empeoraron, al incrementarse la población, pero no el área de tierra cultivada, mucha de la cual estaba baldía en manos de los nobles, más preocupados por mantener su estatus jerárquico que en mejorar la agricultura. En ese momento, los nobles intentaron recuperar gabelas y privilegios en desuso, y se produjeron movimientos campesinos de resistencia.

Es de notar que, incluso en lugares donde dominaba la servidumbre rural, los campesinos tenían sistemas de autogobierno y de representación; por ejemplo, en los cantones suizos y en partes de Alemania y Francia, los agricultores estaban representados en los Estados Generales.

Aunque el empleo de rotaciones distintas a la triple y otras innovaciones empezaron a florecer, la mayoría de los campesinos era adversa a las nuevas ideas y nuevas prácticas.

Un poblado ruso en el siglo XIX Ilustración tomada de http://teo-teoblog.blogspot.com.es

Un poblado ruso en el siglo XIX Ilustración tomada de http://teo-teoblog.blogspot.com.es

Rusia, la segunda servidumbre

Las condiciones de la población agraria en la Europa Oriental, incluida Rusia, el territorio prusiano, los estados Bálticos, Austria, Hungría y los Balcanes habían sigo beneficiosas durante las roturaciones medievales. Pero la conquista de Rusia por los Mongoles en el siglo XIII acabó con la estabilidad. La lucha de los nobles rusos llevó al establecimiento de Moscovia, encabezada por un zar (Kaesar en latín, Kaiser en alemán) , cuyo poder se basaba en ejércitos de nobles propietarios de tierras y de campesinos, cuyos frutos y trabajo les servían para ejercer su oficio militar. Con objeto de asegurar los impuestos con que sostener este esquema, se dictó que los campesinos no podían abandonar la tierra en la que vivían. De este modo se estableció la servidumbre, tanto de los agricultores en tierras de nobles como en tierras del zar.

Algo parecido ocurrió en otras zonas aledañas, como Dinamarca, Bohemia, Polonia, Hungría, Prusia y Austria. En Dinamarca, los nobles exigían a sus siervos un mínimo de 200 días de trabajo con sus propios caballos en las tierras del señor. Los impuestos obligaban a los agricultores siervos a utilizar en pago el poco producto que cultivaban para sobrevivir. En las zonas donde el cultivo de grano era favorable, como Ucrania, los campesinos vivían mejor, y los señores permitían a sus siervos vender productos en la ciudad.

La occidentalización de determinados zares en el siglo XVIII limitó los beneficios de la nobleza, manteniendo a los campesinos en condiciones de servidumbre y pobreza extrema. Los nobles rusos, dice Tauger, vendían a sus siervos igual que los americanos venían a sus esclavos.

No obstante, los campesinos tenían instituciones que les protegían en la medida de lo posible. Eran las aldeas colectivas llamadas mir y obschchina. Mir significa paz y Obschchina bien común. Servían para distribuir las cargas impuestas por los nobles entre todos los aldeanos, de forma tal que la comunidad compartía las obligaciones en condiciones de equidad.

Este sistema servil de cultivo de baja producción produjo cantidad de rebeliones a consecuencia de hambrunas. En la Francia prerrevolucionaria se hablaba de “conspiraciones” para matar de hambre a los campesinos, aunque la realidad eran producto de las calamidades naturales. Las hambrunas de 1739-40 mataron más personas en Francia que las guerras de Luís XIV.

En Rusia hubo cuatro grandes sublevaciones campesinas. Los siervos escapaban hacia el sur y se convirtieron en cosacos, que luego fueron el origen de otras sublevaciones. La de 1774-74 llevó al famoso Emelian Pugachev a las puertas de Moscú.

Resulta llamativo, dice Tauger, que la producción agrícola en Europa Occidental no diera para abastecer a la población, y se tuviera que importar de Europa Oriental. Esto significa que el Renacimiento, la Reforma, las guerras de religión y los primeros pasos de la revolución científica y la Ilustración fueran alimentados literalmente por el trabajo de los siervos de la parte oriental. Poco a poco esta terrible evidencia empezó a conmover la conciencia de los más educados.

Ningún sistema de servidumbre, señala Tauger, alcanzó las alturas de violencia y de explotación que las plantaciones del Nuevo Mundo. De Inglaterra a la China, los consumidores más ricos obtuvieron alimentos de lujo de las Américas, donde las plantaciones coexistieron con las características de la agricultura precolombina.

El sistema azteca

La cultura azteca de Méjico y la de los Incas en Suramérica fueron contemporáneas de la Europa premoderna, y se basaban en la explotación del maíz, las patatas y otros tubérculos, los pimientos y algunos animales. Los mexica o aztecas cultivaban según el sistema de chinampas, jardines flotantes fertilizados con drenajes del lago y abono animal y de residuos de plantas. En el siglo XIV construyeron la ciudad de México. La sociedad mexica se basaba en clanes llamados calpulli, que pagaban impuestos en colectivo y poseían tierras llamadas milpa que redistribuían periódicamente. El sistema derivó hacia una monarquía de una clase privilegiada. Hacia el 1420 los mexica se expandieron a base de conquistas y establecieron un sistema religioso basado en el terror de los sacrificios humanos para dominar a sus súbditos. Esto produjo una decadencia del sistema colectivo calpuli, y los cultivos a base de chinampa no abastecían una población en aumento. La forma de atajar este problema era conquistar cada vez más pueblos vecinos y someterlos a la servidumbre, lo que produjo constantes sublevaciones por los sacrificios humanos y las hambrunas.

Un último intento por conservar los sistemas tradicionales de cultivo fue la construcción de un canal que dio lugar a inundaciones que devastaron la capital. El nuevo emperador Moctezuma estaba sometiendo más pueblos vecinos cuando llegaron los españoles. Los mexica habían creado un sistema de cultivo sostenible y medioambiental, pero la construcción de un imperio lo volvió obsoleto.

Terrazas incaicas, ilustración tomada de www.actividadesparaquepensemos.com

Terrazas incaicas, ilustración tomada de www.actividadesparaquepensemos.com

El imperio inca

El imperio Inca sufrió un colapso parecido, aunque basado en un sistema de cultivo diferente, que se hundió por las contradicciones internas.

El imperio se extendía desde el actual Ecuador hasta el actual Chile en tres regiones diferentes. La llanura costera, con oasis formados por ríos. El Altiplano de los Andes, que se extiende por los actuales Perú meridional, norte de Chile y Bolivia occidental. Y en tercer lugar la llanura interior de las selvas amazónicas. En cada una de ellas los agricultores cultivaban una variedad de cosechas. Hacia el año 1000 construyeron una serie de canales que irrigaban el Altiplano; las patatas y otros tubérculos fueron su principal producción, que conservaban largo tiempo y secaban dando lugar al chuno, gracias al aire seco y fresco de las montañas.

Los incas era uno de los pueblos que ocupaban esta zona, en las inmediaciones del lago Titicaca en Perú. En el siglo XIII formaron una comunidad de pueblos llamada ayllu. Sus miembros cultivaban toda la tierra que podían, y repartían sus productos entre los necesitados que no podían trabajar, ancianos, viudas y huérfanos. Hacia 1438 el rey inca derrotó a ciertos invasores y se convirtió en Inca Pachakuti, y dividió las tierras en dos bloques, las del rey y su clan, y las de los campesinos, con la particularidad de que a la muerte del rey, el heredero se hacía cargo del gobierno, pero no de las tierras del inca, que seguían siendo del muerto y de su clan; estas tierras estaban repartidas por todo el territorio, y eran trabajadas por siervos, que permitían una vida de lujo a los ricos propietarios. Semejante sistema obligaba al nuevo rey a conquistar nuevas tierras. En el siglo XV, el ultimo heredero inca, Huáscar decidió suprimir este sistema, pero se enfrentó a su hermanastro Atahualpa, que quería mantener sus privilegios. En ese instante aparecieron los conquistadores españoles.

Señala Tauger que los incas descubrieron la fertilización a base de guano, las heces secas de las aves marinas en la costa, acumuladas a lo largo de milenios; también construyeron terrazas, canales y balsas de agua para irrigación de las zonas altas. Sin embargo, en términos de tecnología agrícola no sobrepasaron el neolítico: no empleaban ruedas ni hierro ni arneses en las bestias. Su útil de trabajo era el taclla, una azadilla de piedra o de bronce para cavar, un mazo de madera para romper terrones, una azada y un cuchillo para cosechar. A pesar de ello, este sistema agrícola dio lugar al mayor imperio de la América precolombina, basado en los impuestos y en el trabajo para el estado, que comprendía el cultivo de la tierra real, el servicio militar, la construcción de caminos y de almacenes, un sistema postal eficaz y otras actividades. Los conquistadores retuvieron este sistema llamado mita, que encontraron útil y muy productivo.

Las cosechas americanas se expandieron a Europa entre los siglos XVI y XVIII con éxito. No obstante, en América el sistema no pudo impedir una baja productividad debida al agostamiento de la tierra ni hambrunas crónicas, motivadas por la explotación del trabajo servil. Los conflictos internos que habían estallado a la llegada de Cortés y de Pizarro muestran que los imperios azteca e inca no habrían sobrevivió mucho tiempo si los españoles no se hubieran presentado. Aventura Tauger que los imperios nativos no fueron conscientes del potencial de las cosechas de su tierra, debido a los prejuicios religiosos e ideológicos. Los europeos sí que vieron las enormes posibilidades, y las explotaron y extendieron a otras continentes. La violencia impuesta por los europeos en los pueblos americanos era tan cruel como la de sus propios imperios, pero con mayor productividad.

Un ingenio azucarero en América. Ilustración tomada de http://salud-gusto-nutricion.blogspot.com.es/

Un ingenio azucarero en América. Ilustración tomada de http://salud-gusto-nutricion.blogspot.com.es/

Las plantaciones americanas y la esclavitud

Dice Tauger que España y Portugal exportaron a las Américas sus sistemas de explotación agrícola en Europa, aunque la servidumbre era mínima debida a la Reconquista que los dos países peninsulares mantuvieron hasta expulsar a los musulmanes. Para mantener el espíritu de lucha era necesaria la libertad de los combatientes. Por otro lado, las condiciones climáticas de la península fomentaron la ganadería lanar y su organizador la Mesta.

La aportación agrícola de España y Portugal a las Américas fueron las cosechas importadas por los musulmanes desde Oriente: básicamente el azúcar, pero también el café. Inicialmente la producción de azúcar estaba situada en el Mediterráneo oriental y en las islas como Chipre. Hasta que los turcos acabaron con el imperio bizantino. Entonces la producción azucarera se trasladó a las islas del Atlántico (Madeira), a las de Cabo Verde y a las Canarias. Estas plantaciones se basaban en mano de obra esclavizada.

El descubrimiento de América por Colón desplazó al Nuevo Continente la caña de azúcar y el café, según un sistema de concesiones reales o encomiendas, que dio mal resultado por la tremenda mortalidad que sufrieron los pueblos indígenas contagiados por enfermedades europeas y sometidos a la esclavitud.

Esto dio lugar al tráfico y al comercio de esclavos africanos. El arranque corrió a cargo de españoles y portugueses, pero pronto se añadieron con mayor eficacia holandeses y británicos. El precio de los esclavos era pagado con los ingresos de los tejidos vendidos a China y con el oro extraído en las Américas, y luego con el azúcar. Se trataba de un círculo vicioso muy eficaz.

Las condiciones del traslado en barcos durante tres meses eran inhumanas. Pero entre el 80 y el 90 por ciento de los empaquetados en las sentinas sobrevivían.

Subraya Tauger que las cosechas obtenidas por la mano de obra esclava eran productos de lujo, por tanto innecesarios para la supervivencia, y encima perjudiciales para la salud: azúcar, tabaco y café. Pero produjeron inmensos beneficios a los hacendados y a los tratantes de esclavos. Otros productos cultivados en masa eran el cacao y el algodón.

El sistema de plantaciones esclavistas arrancó en los primeros años del 1500, llegó a su cima en el siglo XVII y se mantuvo allí hasta los inicios del siglo XIX. Fue el tiempo de las grandes compañías de las Indias, en Holanda, en España, en Portugal y en Inglaterra. Los cultivos se implantaron en el continente meridional, y luego en las islas del Caribe, aquí por franceses, ingleses y holandeses, que obtuvieron fabulosas riquezas a costa de la vida de millones de esclavos. Los conflictos europeos influyeron en la distribución de las plantaciones, a medida que España y Portugal se debilitaban, y Holanda e Inglaterra se imponían militar y económicamente a los ibéricos.

La mayoría de los esclavos africanos acababan en el Caribe o en Brasil. Al principio, los hacendados se despreocupaban de la salud de sus esclavos, y preferían comprar otros nuevos a permitir la reproducción de los establecidos en sus ingenios. Los conflictos, sublevaciones, huidas y muertes por enfermedad fueron constantes. Hacia el siglo XIX la mayoría de los trabajadores de las plantaciones eran esclavos ya liberados.

Los cultivos se ampliaron al cereal, la avena y otras hierbas, así como a la ganadería porcina, caballar y bovina, que se adaptó mejor que ciertas cosechas europeas. En la colonia del Río de la Plata fallaron los cultivos, pero los caballos y las vacas sueltas que dejaron los españoles se reprodujeron a gran velocidad.

Por su parte, los europeos trajeron a Europa cultivos americanos como la patata, el tomate, el cacahuete, y otras.

Sostiene Tauger que las cosechas americanas pueden haber sido el principal factor agrícola que explica la transición demográfica de los siglos XVIII y XIX, cuando la población mundial creció considerablemente.

Por último, un detalle importante del sistema de explotación a base de plantaciones es que los europeos lo trasladaron a sus colonias asiáticas y africanas en los siglos XIX y el XX. La utilidad del esclavismo y el sistema de plantaciones desde el punto de vista de la producción agrícola fue grande, porque incrementó la producción y el comercio de bienes. Pero su efecto en los millones de seres humanos que lo padecieron fue devastador, en contradicción con el humanitarismo cristiano. No obstante, españoles y portugueses fueron los primeros en introducir leyes de redención de esclavos, multitud de los cuales compraron su libertad en los siglos XVIII y XIX.

Concluye Tauger que los campesinos experimentaron las dos formas de subordinación (al clima y al poder) en este periodo en sus aspectos más extremos. Por un lado, la Pequeña Edad del Hielo. Por otro, el componente servil en la agricultura y su contribución a la alimentación de la población jamás ha sido tan grande en proporciones históricas.

Con todo, la liberación de los siervos fue un hecho progresivo en Europa, con excepciones como Rusia, y Asia. Tuvo gran efecto en Japón y en China, donde se intensificaron y expandieron los mercados, aunque sufrieron crisis climáticas y políticas crónicas.

En las Américas el sistema agrícola de plantaciones tuvo consecuencias paradójicas. Los esclavos produjeron cosechas extraordinarias, en especial de productos de lujo, pero las condiciones de trabajo fueron las peores que la historia ha conocido. “El sistema también explotó a los consumidores vendiéndoles productos que muchas personas de su tiempo reconocían como adictivos y dañinos para la salud. Este modelo de explotación de mano de obra barata y los gustos del consumidor proporcionó grandes beneficios a unos pocos gobiernos, emprendedores y accionistas, anticipando el agronegocio del siglo XX y los inicios del siglo XXI”, afirma Tauger, que en contraste admite que el intercambio entre América y Europa de cosechas y ganado ha dado de comer a miles de millones de personas desde entonces y ha enriquecido la experiencia agroganadera de la humanidad.

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