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Agricultura y naturaleza

Humberto Ríos, agrónomo y promotor de «Campesino a Campesino»

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Cuba puede convertirse en la Isla Orgánica del Caribe

Yo veo a Cuba en un proceso de transición hacia una economía de mercado. Y lo que nosotros podemos aportar es inducir a que los pequeños productores tengan más oportunidades y que no se convierta en lo tradicional de las grandes empresas que sean las que dominen el mercado.

El ingeniero agrónomo cubano Humberto Ríos Labrada representa uno de los éxitos más rotundos y poco conocidos de la Cuba presente: es uno de los impulsores del Movimiento Agroecológico Campesino a Campesino (MACAC), que forma parte de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP). Aclaremos que Humberto es uno entre varios cientos de miles de campesinos organizados en el cultivo ecológico, que están incentivando la economía cubana con su trabajo en sus propias parcelas (Cooperativas de Crédito y Servicio), o comunalmente en Cooperativas de Producción Agrícola.

Reseña y entrevista de Fernando Bellón

El MACAC ha ofrecido soluciones eficaces a la escasez de alimentos que Cuba padeció después de la brusca retirada de las ayudas soviéticas. Estas dieron lugar, en los años setenta y sucesivos, a una agricultura intensiva con fuertes aportaciones agroquímicas. A finales de los años 80, Cuba importaba el 48 por ciento de los fertilizantes y el 82 por ciento de los plaguicidas. Al faltar el petróleo, los fertilizantes, los herbicidas y los pesticidas, la producción agraria se hundió. En la isla se decretó el “Periodo Especial en Tiempo de Paz”. Cuba pasó de ser el país con una infraestructura potentísima para la Revolución Verde, instructores y especialistas agrícolas, tractores y aportaciones agroquímicas, a una tierra en peligro de convertirse en baldía.
Solo el recurso a la agricultura ecológica ha aclarado esta negra perspectiva.

Humberto Ríos. Enla foto principal, en el campo con agricultores cubanos.

Humberto Ríos. En la foto principal, en el campo con agricultores cubanos.

Los investigadores Peter Michael Rosset, Braulio Machín Sosa, Adilén María La Roque Jaime y Dana Rocío Ávila Lozano han dejado constancia de ello en un detallado informe publicado en el Journal of Peasant Studies : “The Campesino-to-Campesino agroecology movement of ANAP in Cuba: social process methodology in the construction of sustainable peasant agriculture and food sovereignty”. Una versión traducida del texto se encuentra en esta página de La Vía Campesina, promotora de este sistema revolucionario.
Dos aspectos sobresalen en este proceso de recuperación de la agricultura cubana.
Por un lado, la clave de la agricultura ecológica que, entre otras cosas, promueve la autosuficiencia en las necesidades imprescindibles para el cultivo de la tierra: no traer de fuera aportaciones (abonos, herbicidas, etc), sino producirlas en el terreno.
Por otro lado, el desarrollo en Cuba a partir de 1997 de una experiencia que empezó entre comunidades campesinas de Guatemala, Honduras, México y Nicaragua a mediados de los años 70. Se trata del fenómeno llamado Campesino a Campesino, según el cual, las experiencias exitosas de pequeños propietarios de tierra (también se experimentó en tierras de propiedad comunal, pero la fuerza rotunda la adquirió entre los pequeños agricultores y agricultores familiares de su propia tierra) se transmitían poco a poco de un lugar a otro, hasta convertirse en un verdadero reguero de pólvora agrícola.
El gobierno cubano no tuvo más remedio que fragmentar granjas estatales, donde trabajaban campesinos como empleados, en las llamadas Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC), donde los campesinos empezaron a tener el usufructo las tierras que cultivaban. El éxito de la medida fue relativo. Los campesinos, al fin y al cabo trabajadores a sueldo, estaban organizados en el Sindicato Nacional de Trabajadores Agrícolas y Forestales.
Cuando empezó a notarse el efecto es cuando se permitió el cultivo libre a los pequeños campesinos organizados en Cooperativas de Crédito y Servicios (CCS), y a los organizados comunalmente en las Cooperativas de Producción Agraria (CPA). Como agricultores privados y familiares estaban afiliados a la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), que funciona al margen del aparato burocrático gubernamental.
El estudio de Peter Rosset y sus compañeros muestra cómo la relación fundamental en esta actividad agrícola es horizontal (de campesino a campesino), y no vertical y burocrática (de técnico a campesino). Es, no obstante, un proceso lento, porque los cambios requieren el consentimiento y la adaptación de grupos de personas y de familias que dependen de la explotación de la tierra. Crecimiento pausado, pero de dimensiones espectaculares. En 1999 eran 212 familias de una provincia las involucradas en el Movimiento Agroecológico Campesino a Campesino; en 2009 eran 110.000 de todo el país, es decir, varios cientos de miles de personas, que cinco años después se han multiplicado. En 1999 había 27 promotores, y en 2009 eran 12.000, pocos en relación a los que ya hoy trabajan en el MACAC.
En lo que respecta a la producción agraria, considerando 1988 como la base 100, en 1994 las cosechas estaban en 40. Y en 2009 llegaban a 300, tres veces más con la agricultura ecológica que con la convencional.

Maruja Valido, de Pinar del Río, con productos de su huerta ecológica. Foto Eduardo Calvés

Maruja Valido, de Pinar del Río, con productos de su huerta ecológica. Foto Eduardo Calvés

Otro dato positivo del MACAC es que los huracanes y otras inclemencias que azotan la isla de Cuba y destrozan cosechas tienen menos impacto con la agricultura ecológica, que se recupera mucho antes. Un estudio realizado en la provincia de Sancti Spíritus reveló que las cooperativas donde el sistema agroecológico estaba más integrado, la recuperación al cien por cien después del huracán Ike de 2008 duró 120 días, mientras que en las menos integradas la recuperación costó 180 días.
El papel de Humberto Ríos en este movimiento es relativo en términos cuantitativos, pero muy grande en términos simbólicos, porque se dedica a propagar la buena nueva de que los técnicos agrarios deben trabajar de acuerdo con los labradores, si todos quieren prosperar.
Esto le ha llevado a escribir una novela Chencho Transgénico, en la que un ingeniero agrónomo e investigador cubano aturdido por el amor de dos mujeres, después de soñar con la introducción de una calabaza con genes de puerco o cerdo, lo que le lleva a una estancia en una institución científica de Canadá, regresa a su país y descubre que las experiencias de los agricultores sumadas a su conocimiento son un estímulo al crecimiento. Humberto ha compuesto y grabado un disco con canciones en las que se hace referencia a esta historia, y él mismo las interpreta cuando asiste a una conferencia internacional.
En 2010, Humberto Ríos, cubano residente en la isla, no un exiliado, recibió el Goldman Prize de manos del mismo presidente Obama.
Humberto ha trabajado en su país en el Programa de Innovación Agropecuaria Local (PIAL), que fomenta la imaginación campesina frente a las propuestas académicas. La solución, sostiene, no está en las manos de los ingenieros agrarios, sino en la gente; los científicos no han de liderar, sino facilitar soluciones a los agricultores. Humberto destaca la importancia clave de la educación, que prepara a los ciudadanos para cuando las crisis les golpean.

Una sesión de campesino a campesino. Foto Michel Po

Una sesión de «Campesino a campesino». Foto Michel Pó

El gobierno cubano no promueve, pero sí permite la agroecología

Humberto Ríos. Yo soy muchas cosas. En principio, estoy representando a Redagres, una organización no gubernamental basada en Holanda de científicos e investigadores de la agroecología, que se dedica al desarrollo agropecuario en América Latina, mediante el aprendizaje e investigación en la acción. Una modalidad alternativa donde involucramos muchos factores diversos, y les ayudamos a que busquen y realicen un desafío común, y les acompañamos a todo el proceso de cambio.
Pon algún ejemplo, por favor, del trabajo que realizas.
Ahora estoy en Bolivia. Allí tengo sesenta participantes en un entrenamiento que coordino. Están organizados en diferentes grupos de aprendizaje. Yo les ayudo a que identifiquen un desafío común. Cada grupo está constituido por un productor, un científico, gente de diferentes disciplinas, diferentes backgrounds, y lo interesante es que se esfuerzan en buscar soluciones de conjunto. Son personas que necesita resolver sus problemas, y que no saben cómo enfrentarse a ellos. Yo agrupo a los que tienen los mismos problemas y trato de convertirlos de esclavos de sus problemas en dueños de sus soluciones.
Mi campo de trabajo es el mundo rural, agricultores, comercializadores, científicos, técnicos, gente de los gobiernos locales. Toda la diversidad de personas que tienen que ver con el desarrollo rural. Están lejos de las capitales.
¿Hay muchos países involucrados?
He trabajado en Bolivia, en Kiriguistán (Asia Central) y en Cuba, en Méjico… He viajado bastante en los últimos años.
¿Y en Cuba?
Un equipo de trabajo introdujimos en la sociedad cubana el concepto de investigación y desarrollo participativo, en el área rural.

Productos de Cuba. Foto MIchel Pó.

Productos de Cuba. Foto MIchel Pó.

¿Cómo está el campo y la alimentación en Cuba?
Hay de todo. Cuba es un país muy interesante. En mi percepción, se dirige hacia una economía de mercado, aunque todavía existen ciertos temores, y lo están haciendo de una manera muy lenta, muy paulatina para controlar el proceso. Aparecen nuevas figuras como es el cuentapropista [el que actúa por cuenta propia, no al servicio del Estado], pequeños emprendedores que constituyen una figura todavía un tanto confusa. Para mí pueden ser los motores de las economías locales. Un cambio de paradigma muy fuerte para los hábitos cubanos. Pero van en ese rumbo. A veces la gente se desespera por la lentitud.
¿Cómo funciona la agricultura en la isla?
Por un lado existe un gran conocimiento de cómo producir sin insumos químicos. Se ha abierto el mercado de los hoteles a los pequeños productores, algo que antes no existía. Les están pagando buenos precios. Al mismo tiempo, el Estado empieza a subsidiar granos básicos, frijol arroz, y paquetes tecnológicos con el objetivo de aumentar la producción entre los pequeños agricultores y las cooperativas. Te dan un paquete de agroquímicos, fertilizantes químicos y algún pesticida. Y al mismo tiempo, te compran a un precio mejorcito. Las cooperativas de crédito y de servicios, de producción agropecuaria y las unidades básicas de producción cooperativa siguen igual. Pero las que han demostrado ser mucho más sostenibles son las cooperativas de crédito y servicios, que son un poco más privadas, de pequeños agricultores organizados. En lo del crédito, no está claro, y en los servicios, algunos prestan a los agricultores, en forma de maquinaria. Hay que tener en cuenta que son personas que se han criado en el sistema socialista, y los que están coordinando y dirigiendo estas cooperativas en algunos casos son personas que todavía tienen una visión un poco rígida. Yo veo a Cuba en un proceso de transición hacia una economía de mercado. Y lo que nosotros podemos aportar es inducir a que los pequeños productores tengan más oportunidades y que no se convierta en lo tradicional de las grandes empresas que sean las que dominen el mercado. Esto pasa por políticas que todavía están quitándose los miedos para ver cómo se aplican.
¿Es fuerte la agricultura ecológica allí?
Casi todo es ecológico. Aunque no certificado. La gente ha aprendido a producir sin insumos químicos. Ahora en Cuba se producen dos o tres veces más alimentos que antes, cuando era el país estrella de los agroquímicos, en los años 80. Esto prueba que el modelo agroecológico es aplicable y exitoso. El gobierno no es que lo promueva, es que lo deja hacer. No existe una política clara, a no ser la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) que tiene un programa de campesino a campesino sobre bases muy sociales, si bien la parte financiera no está muy clara. Yo creo que [las instituciones] tienen miedo a la economía de mercado. Hay un análisis de Peter Broset sobre este movimiento y su impacto. [Véase recuadro adjunto
Tu novelita Chencho Transgénico, ¿es una alegoría o se basa eb hechos reales?
Es ficción, pero inspirado en hechos reales. En mi propia experiencia y en la de mi equipo. Al verlas en perspectiva, me dije, estas vivencias hay que plasmarlas en algo, y lo hice en esta pequeña novela de Chencho Transgénico. La música del cd que acompaña el libro la hice con mis hijos, que son músicos.
¿Es esperanzador el futuro de Cuba?
Si el gobierno es inteligente, y espero que lo sea, Cuba se convertirá en la Isla Orgánica, una estrella del Caribe. Desde el punto de vista social, va estar a tono con lo que dice la teoría de Cuba en lo que respecta a la convivencia social. Ambientalmente, va a ser un ejemplo muy interesante, y financieramente la gente puede buscar mucha plata. Pero para eso hace falta seguir promocionando los cambios y la apertura de estos pequeños productores para que puedan reunirse con los consumidores, tanto en Cuba como fuera de Cuba.

Argelio y Mirta, productores urbanos de San José, muestran sus lechugas a Isabel, Novas, estudiante de agronomía. Foto Eduardo Calvés

Argelio y Mirta, productores urbanos de San José, muestran sus lechugas a Isabel, Novas, estudiante de agronomía. Foto Eduardo Calvés

El origen de la crisis fue la retirada de las ayudas soviéticas en 1990…
Fueron cinco años muy duros que enseñaron mucho a la gente. Se pasó hambre, pero la gente aprendió a producir sin insumos. Yo creo que sería una lástima venir ahora con políticas centralistas de paquetes tecnológicos de agroquímicos. Cuba no es un país de ricos recursos naturales como petróleo, gas y esas cosas. El principal recurso que tiene Cuba es la forma de producir sus alimentos. Si se promociona eso como un negocio, yo creo que se van a parar las emigraciones hacia Estados Unidos y otros países, ys e van a revertir. La gente va a regresar.
¿Existe una política de industralización?
Siempre lo tienen en mente. Hay ciertos sectores del gobierno que piensan el desarrollo está en la gran empresa. Y está demostrado que eso no funciona. Eso es o gran capitalismo o socialismo extremo, grandes fábricas. Son los dos extremos. Y a mí me parece que Cuba debe buscar su propio estándar, donde se acomode. Para mí se encuentra en lo pequeño, lo mediano, con acceso a mercados nacionales e internacionales, que la gente pueda decidir un poquito más y que el gobierno apoye esta arrancada.

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