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Historia de la Agricultura - M.B. Tauger

La agricultura en la Historia de la Humanidad. 6

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ESTIMADO LECTOR

Esta serie es la más visitada, con diferencia, de todas las entradas de Agroicultura-Perinquiets. Esto nos congratula, y nos ha animado a buscar más documentos relativos a la historia de este aspecto determinante en el desarrollo de la Humanidad. Desde hace meses venimos ofreciendo largos resúmenes de capítulos de HISTORIA GENERAL DE LA AGRICULTURA, de los pueblos nómadas a la biotecnología, de José Ignacio Cubero. El autor es doctor en Biología y Agronomía, Académico de Ciencias Exactas Físicas y Naturales, profesor en la Universidad de Cordoba (España) y ha ejercido diversos cargos en instituciones nacionales e internacionales.

El trabajo del profesor Cubero es de dimensiones enciclopédicas, y dedica largas secciones al desarrollo de la Agricultura en todos los continentes, con especial dedicación a España y a Iberoamérica.

Recomendamos a nuestros lectores estos resúmenes, largos y completos, que vamos publicando todos los meses desde noviembre de 2019.


Agriculture in World History, Mark B. Tauger, profesor asociado de Historia en la Universidad de Virginia Occidental.

De la colección Themes in World History, Routledge, Taylor and Francis Group. Londres y Nueva York. 2011

Resumen y edición de Gaspar Oliver.

(La foto de inicio es una postal de la Italia fascista idealizando la agricultura. Tomada de la página Berghinzcom)

La primera mitad del siglo XX

La agricultura en las dictaduras modernas

A pesar de su carácter no democrático, los estados fascistas también adoptaron medidas en ayuda de los agricultores. Para estos regímenes, la agricultura era el centro de su ideología nacional. Accedieron al poder con la promesa de aumentar la provisión alimentaria y rescatar al país de la depresión, dice Tauger en esta parte de su manual sobre la historia de la agricultura.

La Italia Fascista

Italia  estaba dividida en dos vastas regiones a principios del siglo XX.

El norte tenía explotaciones grandes y modernas, conocimiento científico divulgado en las universidades y a través de los agentes de extensión agraria, y tenían una tradición de reclamaciones sobre la tierra y la irrigación.

Los terratenientes empleaban aparceros con contratos de larga duración, mientras que los pequeños propietarios y cultivadores sin tierra propia tenían que emplear peones; estos llegaban a formar el cincuenta por ciento de la población rural.

La producción era elevada, pero incluso así, Italia importaba toneladas de trigo al año.

La región sur, llamada mezzogiorno tenía grandes latifundios, propiedad de señores absentistas, trabajados por aparceros empobrecidos, minifundistas y peones. Los ricos detentaban el poder, la mayoría los de pobres no tenía derecho al voto.

Aunque los legisladores italianos introdujeron leyes para enfrentarse a la pobreza, las políticas agrarias solo beneficiaban a los grandes.

Las huelgas campesinas se multiplicaron entre 1900 y 1914, y los peones consiguieron un incremento de sus salarios. Pero la renta agraria seguía por debajo de la renta urbana.

Durante la Primera Guerra Mundial, el gobierno se centró en la producción industrial. Para 1917, la escasez de alimentos se extendió, y con ella llegó el racionamiento. Italia perdió dos millones y medio de hombres durante la guerra, la mayoría procedente del campo. Como en Francia, la agricultura dependía del trabajo de las mujeres y de los niños.

Consciente de la situación envenenada, el primer ministro Antonio Salandra prometió que daría tierra a quien pudiera trabajarla. Al final de la guerra, alrededor de un millón de familias adquirieron cerca de 800.000 hectáreas. Pero también los especuladores consiguieron acumular grandes propiedades.

Tras la guerra, Italia se hundió en una crisis, con bancarrotas industriales y desempleo. Se incrementó la actividad sindical, subieron los precios de los alimentos y se produjeron desórdenes por falta de comida en 1919. Entre 1919 y 1929, millón y medio de peones y pequeños campesinos se pusieron en huelga. Obtuvieron concesiones, y las ligas agrarias y las cooperativas se apropiaron de tierras, y algunos de los latifundios del sur desaparecieron.

En el norte, los arrendatarios protestaron por el abusivo alquiler de las tierras, y los peones reclamaron mayores salarios.

Ciertas iniciativas comunes transformaron unas cien mil hectáreas en cooperativas de cultivo. Los grandes propietarios vieron amenazados sus privilegios, porque el gobierno se ponía del lado de los campesinos y los peones.

Este es el contexto en el que Mussolini y su partido fascista se hizo con el poder. En su inicio, los fascistas abogaban por la división de los latifundios entre los campesinos. Pero a medida que las perspectivas de la izquierda se desvanecían hacia 1920, Mussolini revisó el fascismo y lo transformó en un movimiento conservador. En el campo, los fascistas defendían la propiedad privada.

Tras la toma del poder con su Marcha Sobre Roma en 1922, Mussolini reformó algunas leyes, retiró propuestas para la división de los latifundios y para el fomento de las cooperativas. Al mismo tiempo describía a los labradores como el núcleo de la nación. Muchos campesinos que temían las políticas socialistas, la confiscación de tierras y el poder de los sindicatos agrarios, acabaron dando apoyo a los fascistas.

Los fascistas llevaron a cabo “expediciones”, financiadas por los grandes propietarios, contra las cooperativas rurales y los sindicatos agrarios, y para 1923 las huelgas se habían acabado.

De nuevo Mussolini se vio obligado a revisar su política agraria en 1924 tras una cosecha catastrófica. Acosado por el caso Mateotti, un legislador oponente que fue asesinado, Mussolini declaró al “batalla por el trigo”. Impuso tarifas aduaneras, subsidió transportes y producción y fomentó la autosuficiencia. Los campesinos se pusieron a cultivar trigo donde podían, espoleados por los subsidios. La producción se incrementó un cincuenta por ciento. Esta política benefició a los grandes propietarios y a los sectores industriales que producían tractores y otros equipos mecánicos agrícolas. Sin embargo, la gente corriente pagaba más por el pan y por la pasta.

Otro efecto es que la campaña sobre el trigo desvió inversiones y cultivos. Italia tenía menos vacas en 1930 que en 1908, importaba aceite de oliva, y exportaba menos fruta y verdura. Si se hubiera centrado en estos productos, sostiene Tauger, Italia habría ganado en exportaciones lo que gastó en la importación de trigo, puesto que los precios del grano estaban muy bajos.

Cartel de una reunión de agricultores nazis en Kiel.

Cartel de una reunión de agricultores nazis en Kiel.

La Alemania Nazi

En 1900 un cuarto de la población del Imperio Alemán trabajaba en el campo. En el este del país, unos cuantos miles de terratenientes prusianos llamados Junker, poseían casi la mitad de la tierra y empleaban a muchos labradores. A pesar de todo, Alemania era importadora de grano.

En el oeste y en el sur de Alemania predominaban los pequeños y medianos agricultores, la mayoría ganaderos.

Estos dos grupos tenían intereses opuestos. La exigencia de los Junker de establecer barreras aduaneras chocaba con la necesidad de importar forraje para los ganaderos. Por otro lado, el desarrollo industrial alemán desvió de la agricultura el centro de atención del poder político.

La escasez de productos alimentarios y la mortandad de civiles durante la Primera Guerra creó un conflicto entre la ciudad y el campo. Los granjeros fomentaron el mercado negro para evadir los precios fijados y las requisas. En consecuencia, tras el colapso alemán en 1918, la mayoría de los agricultores se mostraron indiferentes a las sublevaciones que se sucedieron en las grandes capitales. Los agricultores alemanes no pedían tierra, sino fertilizantes, equipo mecánico y mejores viviendas. Pero las crisis financieras de los años 20 les zambulleron en deudas y retrasaron la introducción de nuevas tecnologías en el campo.

Hacia 1928, muchos campesinos del norte se unieron en el Landvolk, movimiento radical y antisemita. Los Junker intentaron formar un Frente Verde con los campesinos, pero estos no les siguieron, porque los terratenientes recibían subvenciones del gobierno que a los campesinos pequeños y medio se les negaban.

Los nazis se ganaron a los campesinos glorificándolos como la esencia de la raza de alemanes. Esto propició el acceso de Hitler al poder en 1932, apoyado al igual por campesinos y Junker.

Los nazis introdujeron un sistema corporativo, en el que cada grupo de población pertenecía a una organización gremial o profesional. En 1933 se introdujo un Sistema Nacional Alimentario que comprendía el cultivo, el procesamiento alimentario, la distribución y las ventas. Llegó a incluir a tres millones de agricultores, tres cientos mil transformadores y quinientos mil almacenistas y vendedores. Es el primer ejemplo en la historia en el que un gobierno creó un sistema nacional alimentario. El sistema soviético, por ejemplo, contemporáneo al nazi, distinguía el cultivo de la transformación y la distribución.

Asegura Tauger que este sistema alemán es un anticipo del negocio agrícola (agribusiness) que domina el mundo desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

El Sistema Nacional Alimentario empleaba a 130.000 personas, establecía los precios, los salarios, y determinaba los recursos y los productos a cultivar. Los nazis incluso intentaron establecer su propia aristocracia agraria. También intentaron incrementar las condiciones de los peones, liberándolos de impuestos y regulando el empleo en las propiedades. Pero el desempleo rural siguió siendo alto. Por otro lado, en 1934 prohibieron que los trabajadores agrícolas abandonaran las granjas. Empeño inútil, porque el esfuerzo industrializador en preparación de la guerra atrajo a las ciudades a mucha mano de obra campesina.

Plantación de café en Brasil en la primera mitad del siglo XX

Plantación de café en Brasil en la primera mitad del siglo XX

Brasil

En 1900 Brasil era el mayor productor de café del mundo. La mayoría de las facendas estaban en el estado de Sao Paulo, donde se empleaban inmigrantes, como en Argentina. Para reducir los salarios, entregaron a los colonos pequeñas parcelas de tierra para su autoabastecimiento.

El estado de Minas Gerais basaba su economía en el ganado vacuno lechero, y empleaba a gauchos, como en Argentina.

Estos dos estados fueron la base de la llamada “política del café con leche.”

Durante los años veinte, la construcción del ferrocarril hacia el interior condujo a la cuarta parte de estos colonos a trabajar la tierra por su cuenta. Llegaron a producir un tercio del café de Sao Paulo y de las cosechas y ganado necesario en las ciudades.

El partido gobernante se basaba en las ciudades y en los pequeños campesinos. Los grandes propietarios fomentaron el ascenso de Getulio Vargas, un abogado hijo de un gaucho, que dio un golpe de estado en 1930. En 1937, Vargas decretó el Estado Novo, una dictadura similar a los regímenes fascistas europeos.

Las exportaciones de café brasileño sufrieron un colapso en los años 30; hacia 1939, habían descendido un 20 por ciento a niveles de 1929. El gobierno había recurrido anteriormente al almacenamiento de las cosechas a la espera de un incremento de precios. Los grandes propietarios persuadieron al gobierno de Sao Paulo a establecer un sistema permanente en los años 20. Y Vargas lo transformó en unas instituciones gubernamentales federales para regular la producción y la venta de las cosechas en las llamadas autarquías.

La autarquía del café destruía la superproducción y prohibía nuevas plantaciones. Entre 1931 y 1943 esta agencia incineró 77 millones de sacos de café. Esto disminuyó las exportaciones a la mitad en 1937. Así que Vargas reculó en esta política y estimuló a los productores a competir en los mercados mundiales.

Autarquías similares a estas se formaron para el algodón, la mandioca y el azúcar, pero no para alimentos básicos que se distribuían en el mercado interior. Las autarquías de mandioca y azúcar produjeron un alcohol que servía como aditivo a la gasolina.

Los regímenes fascistas prometieron tierra y un mayor estatus social tanto a los campesinos pequeños y medianos como a los grandes propietarios, pero en la práctica se limitaron a extender un control represivo sobre estos sectores. No realizaron reformas agrarias significativas, y se basaron en el apoyo no siempre de grado de las elites. Al subordinar la agricultura a las políticas gubernamentales, intentaban resolver el mismo problema que las democracias, asegurando la subsistencia urbana, manteniendo la subsistencia de los agricultores e incrementando la producción agrícola.

En el fondo, este control casi absoluto de la agricultura por parte de los regímenes fascistas anticipó aspectos del sistema corporativo agrícola de la posguerra.

Campesinos soviéticos en torno a 1931. Fotografía tomada de la página AC Voice del Amherst College de los EEUU

Campesinos soviéticos en torno a 1931. Fotografía tomada de la página AC Voice del Amherst College de los EEUU

Europa Oriental y la URSS

Los países de la Europa del Este siguieron siendo sociedades rurales en el periodo de entreguerras, con dominio de los grandes propietarios. La fuerza de estos propietarios se simboliza en la historia desgraciada del campesino búlgaro Alexander Stamolisky, que llegó a primer ministro de su país en 1919 e introdujo una reforma agraria a favor del pequeño y mediano campesino. En 1923 se produjo un golpe militar que culminó con el asesinato de Stamolisky. La impresión que dejó esto es que en la Europa del Este sólo la revolución podría a acabar con el dominio de los terratenientes.

La revolución se produjo en el imperio ruso que a pesar de su rápida industrialización seguía siendo una sociedad agraria, con el 80 por ciento de la población dedicada al campo y residiendo en él.

A pesar que Rusia era el segundo exportador de grano del mundo en 1900, se encontraba en una profunda crisis agrícola, debida a los métodos de cultivo primitivos, las bajas cosechas, las hambrunas y los desastres naturales. Los de 1890-91 acabaron con la vida de medio millón de personas.

Los campesinos rusos creían que la solución a sus problemas era obtener más tierra a través de los municipios, que poseían los derechos de propiedad comunal. La revolución de 1905 dio lugar a apropiaciones de tierra de grandes señores. Hubo represión, pero también una reforma agraria a gran escala, que consolidó la propiedad de tierras a muchos pequeños campesinos, propiedades desprendidas de las comunales, y también permitió el movimiento de agricultores hacia las fábricas y las minas.

La primera guerra mundial distorsionó este proceso, con los racionamientos, los controles de precios, las maniobras de algunos agricultores medianos de vender sus productos en el mercado negro. Todo esto condujo a la revolución de febrero de 1917, y posteriormente a la Soviética en octubre, que decretó la ocupación de tierras por los campesinos pobres. La guerra civil que siguió costó la vida a multitud de campesinos, que formaban las filas de los ejércitos en lucha. Como los Rusos Blancos (antibolcheviques) devolvieron las tierras ocupadas en Ucrania a los grandes señores, y los Rojos mantuvieron las ocupaciones y controlaban mejor la disciplina de las tropas, la balanza se inclinó hacia el gobierno soviético. Ante el colapso de los mercados, las requisiciones agrarias y la distribución de alimentos perjudicaron mucho a los agricultores.

Tras la guerra, el gobierno bolchevique intentó introducir el comunismo en la tierra, eliminando el mercado y el dinero. En el campo se formaron Brigadas Verdes que se opusieron por la fuerza a esta medida. La represión se sucedió, ejercida por tropas formadas básicamente por campesinos “rojos”. La Nueva Política Económica de Lenin en 1921 reintrodujo el mercado, pero devastadoras sequías a lo largo de la década impidieron que la medida diera buenos resultados. La hambruna se saldó con millones de vidas.

El siguiente paso coherente con la política bolchevique fue la colectivización de la tierra en koljoses, que unía a los agricultores de una zona para facilitar la mecanización. También se crearon granjas estatales o sovjoses, muchas de ellas especializadas en determinados cultivos, ambas solían ser antiguas fincas de terratenientes. Las partes en conflicto ideológico en el gobierno soviético estaban convencidas que las villas rurales estaban dominados por los llamados Kulaks o campesinos ricos. Al triunfar la visión más radical de la reforma agraria, con una mecanización forzada, se diseñó una política de deskulakización que produjo grandes calamidades humanas y agrícolas. La consecuencia fueron rebeliones, y la paralización de la campaña. Por fin se obtuvo una gran cosecha de grano. Muchos de los supuestos kulaks volvieron a sus pueblos, pero muchos más fueron enviados a los campos de internamiento o Gulag.

En los primeros años 30 estas medidas de fuerza se manifestaron en graves consecuencias en la economía soviética. El racionamiento alcanzó a 40 millones de personas y se establecieron pasaportes internos para evitar los movimientos de las masas. A las malas cosechas sucedieron algunas buenas, como la de 1937, la mejor en la historia rusa.

El control de los koljoses era comunal, pero en muchos casos las autoridades de los koljoses entregaban “parcelas privadas” a los agricultores, que fueron muy productivas.

No obstante, el gobierno tuvo que intervenir repetidamente para solventar las crisis agrarias. La consecuencia de esta conjunción de circunstancias fue que los agricultores salieron más protegidos de las inclemencias azarosas, pero también quedaron subordinados económica, social y políticamente a sus gobernantes.

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