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Agricultura y naturaleza

La Agroecología nació en Latinoamérica

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 Víctor Gonzálvez, miembro de SEAE

 

Victoriano Gonzálvez Pérez, coordinador de laSociedad Española de Agricultura Ecológica (SEAE), nació en el Fondó de les Neus, provincia de Alicante hace 56 años. En la presente entrevista con Perinquiets recorre el camino profesional que ha seguido hasta acabar en esta institución, desde la que está presente en multitud de actividades organizadas por ella, y a la que ha representado en varios organismos internacionales. Viajero impenitente, Víctor Gonzálvez, que así es como le conocen en SEAE y entre sus amistades, pasó largos años de aprendizaje en Centroamérica, donde se familiarizó con las necesidades de los campesinos de la zona y las soluciones que han ido encontrando. Víctor Gonzálvez es autor de numerosos ensayos sobre agricultura ecológica, y ha participado en incontables mesas redondas y seminarios sobre este tema.

Entrevista realizada por Fernando Bellón. Fotos FB y VG

Soy hijo de agricultores. Estudié Ingeniería Agrícola enValencia y en Orihuela. Y después de terminar, aprobé la exposición de Agente de Extensión Agraria, en la última promoción estatal. Estuve destinado en Murcia, Cataluña, Asturias, luego Elche. Después de 10 ó 12 años pedí la excedencia y me fui a Latinoamérica con un proyecto de cooperación alemana. Y a la vuelta, entré en SEAE de coordinador técnico.

 

Víctor Gonzálvez, el tercero en pie por la derecha.

Víctor Gonzálvez, el tercero en pie por la derecha.

Tú has conocido el fenómeno de la agricultura ecológica donde más falta hace y más se practica. ¿Qué ideas has obtenido de esa experiencia?

Es un movimiento. Yo estoy desde los inicios, a mis 18 ó 20 años, en contacto con asociaciones del sector. Yo estuve trabajando algún tiempo en la agricultura convencional, y una vez me escapé por los pelos de morir dentro de un invernadero por los gases que producía. Entonces empecé a preguntarme si no se podía hacer otro tipo de agricultura distinta a la que yo había estudiado.

Comencé a ponerme en contacto con las asociaciones del sector, a finales de los setenta y principios de los ochenta. La primera literatura que yo conocí estaba traducida del francés. Después, como hice un intercambio con una escuela de agricultura de Alemania, empecé a tener vínculos allí y a leer textos agroecológicos en alemán. En mi trabajo “convencional” en España empecé a tener contactos con grupos ecológicos en Murcia, en Cataluña y en Asturias. Y luego he conocido bien el movimiento agroecológico latinoamericano, con IFOAM (International Federation of Organic Agriculture Movement). La agroecología surgió América Latina, en paralelo a la ecología, como un intento de crear una ciencia que diera soporte a esta práctica. He estado integrado en esos movimientos.

¿Es una ciencia la agroecología?

Hay mucha gente que habla de esto. La filosofía de esta ciencia está más o menos perfilada. Miguel Altieri es uno de los padres de la agroecología. Un chileno que salio por piernas de Chile, tras el golpe de Pinochet, emigró a Estados Unidos. Era fitopatólogo. En torno a él y unos cuantos más se ha ido creando la idea de agroecología; ahora da clases en la universidad de Berkeley.

Las sociedades latinoamericanas de agroecología son las primeras, desde el punto de vista académico. Y luego, el movimiento práctico de producción agraria ecológico es IFOAM, donde están los productores, los investigadores y los técnicos. Tiene un grupo europeo, con sede en Bruselas, y ahí es donde yo he estado estos últimos cuatro años, representando a SEAE.

OLYMPUS DIGITAL CAMERAEntonces, ¿es falso que la agroecología haya nacido en Europa?

En Europa, la agroecología está surgiendo ahora como una opción importante, que está considerando la Comisión Europea. Pero a nivel mundial, donde más se ha tratado el asunto ha sido en América Latina.

La parte más bucólica, filosófica, que surgió en los años setenta en España, se llamaba movimiento de alternativa rural, MAR. Era un movimiento alternativo no enfocado al mercado. El mercado surge después, con la regulación del sector, que determina lo que es producción agroecológica y lo que no lo es. En España eso empieza a entrar en efecto a finales del 88, y el Reglamento Europeo fue a partir del 91. Es muy reciente. En cada país de la Comunidad Europea había pequeñas actividades del sector, más o menos desde el 85. En Europa se habla de producción agroecológica, y en América Latina se habla de movimiento agroecológico.

¿Cómo fuiste a parar a Centroamérica?

Me fui porque estaba cansado de ser funcionario. Trabajaba en el Servicio de Extensión Agraria que era una ocupación muy interesante, porque estaba en contacto directo con los agricultores. Y de repente, con la apertura al Mercado Común, antes incluso de entrar, aquello se transformó en una oficina de tramitación, ayudas, subvenciones, inspección. Pero nada de asesoramiento y acompañamiento a los agricultores. Pasó de ser algo apasionante a ser algo burocrático. Y eso a mí no me gustaba. Yo tenía mis conexiones con organizaciones internacionales, cuando todavía no existía la estructura de cooperación para el desarrollo; había una asociación alemana que vinculaba agricultura con medioambiente, con un proyecto en Centroamérica. Me enteré y me dije, esto es lo mío. Quiero ir a conocer gente, conocer culturas y trabajar en una agricultura que sea compatible con el medioambiente. Y me fui con ellos a un proyecto en una región de Nicaragua en la costa del Pacífico, con el objetivo de producir hortaliza y otros productos alternativos de forma ecológica u orgánica, con la tecnología europea que disponíamos en aquel momento.

Hubo problemas al principio, porque el concepto era muy europeo, y allí viven las cosas de otra manera. Eran los últimos años del gobierno sandinista, hacia el 88-89. El proyecto fue evolucionando hacia una tecnología más propia de allí, una metodología que llamábamos de transferencia de tecnología de campesino a campesino, donde los técnicos estábamos en un segundo plano, y había un flujo de intercambio de información entre los campesinos. Había problemas que en otros sitios habían resuelto los propios agricultores, y nosotros procurábamos que se encontraran. Y eso lo combinábamos con nuestro acervo más técnico.

Esa experiencia luego saltó a toda Latinoamérica, a Cuba, a todo el istmo centroamericano, al sur de México. Hoy en día está activo todavía, y está demostrando que se puede hacer agricultura con los recursos del país.

Trabajé con un equipo de una ONG local, porque la filosofía de la cooperación alemana (Dienste in Übersee, de la iglesia luterana) era “tú te vas allí, te integras en un equipo de trabajo y asesoras; tú no eres el que lleva el dinero y o repartes, el que controlas, no, eres el asesor sin poder de decisión”. Hubo situaciones delicadas, porque descubríamos fraudes, y yo no podía cortarlo, porque yo no era el gestor, solo un asesor. El fraude consistía que cierta persona utilizaba los recursos proporcionados por el crédito para fines personales, por ejemplo, usar el vehículo costeado con fondos del proyecto para su propio beneficio. Yo tenía prohibido hablar de eso, era una cuestión aparte. Me lo tenía que comer con patatas. Claro, tenía que evidenciarlo, de hecho se planteó, y hubo un movimiento dentro del equipo técnico que se opuso a la gestión de los fraudulentos, y al final los desbancaron. Básicamente era una filosofía de no intervenir al modo colonialista, sino quedarte como el facilitador, pero no el que toma las decisiones. Eres un foráneo, porque al final, como hice yo, te subes al avión y te vuelves, pero ellos se quedan allí.

Estábamos en una zona de poco conflicto. Mi estrategia consistió en aliarme con personas que pensaran parecido a mí. Huí de las posturas xenófobas o racistas de ciertos extranjeros. Me mantuve al margen de toda posición política o ideológica, hasta que no comprobé que a mi lado había personas parecidas a mí. Fuimos generando una ética y, al final, los que incurrían en fraude tenían que abandonar.

OLYMPUS DIGITAL CAMERA¿Qué tipo de proyecto era?

Era un proyecto de hortalizas en una zona costera donde casi no las consumen. Tampoco consumen vitaminas naturales de las frutas que tienen al alcance de la mano, en la farmacia natural de la selva, prefieren comprar pastillas producidas en los Estados Unidos. Otra vertiente era trabajar con las cooperativas de cultivos alternativos, como el henequén, para hacer fibra con la que fabricar sacos, y otros cultivos como el marañón o anacardo, y productos del árbol min para fabricar insecticidas naturales y reforestar. El proyecto afectaba a un municipio completo, Diriamba, de veinte mil personas, en la región de Carazo.

Uno de los mayores problemas con que me encontré fue la inseguridad en la propiedad de la tierra. Para mí fue uno de los grandes fallos de la revolución sandinista, no dio garantía a los que se hacían cargo de la tierra expropiada a somocistas, en forma de cooperativa. Cada quien iba, trabajaba sus horas y se descontaba su salario. Cobraban como si estuviera en una fábrica, en lugar de entender que aquello era suyo y que debía de administrarlo. La gente nunca se sintió propietaria de su terreno. Se les dio maquinaria, tractores Belarús, medios, y pasaron de ser peones a propietarios, pero sin conciencia alguna de serlo. Fue uno de los fracasos importantes de los sandinistas.

En nuestro proyecto conseguimos evadir el fracaso. Hubo un grupo importante de jóvenes técnicos que tomaron las riendas, nicaragüenses, hijos de agricultores, que hoy en día siguen allí. Han creado una asociación de cooperativas que sigue funcionando. En marzo me voy a verlos, porque todavía les acompaño en algunas cositas. En otros casos ha sido un fracaso porque no sabían gestionar la finca. Es una de las lecciones que se han de aprender de las reformas: o se hacen o no se hacen, no se puede ir a dos velocidades. En algunos casos, se entregaba la finca de los antiguos terratenientes a un grupo de personas, y cuando algunos tenían diferencias con los líderes, les echaban, les quitaban la copropiedad. Las desavenencias eran fundamentalmente ideológicas. Un caso muy particular como ejemplo: yo, que he sido objetor de conciencia, me encontré con personas que también lo eran, allí, en un país en guerra; no querían ir a la guerra y se tenían que esconder, y eran marginados de la reforma agraria.

Siempre hubo gente dentro de las cooperativas que trabajaba bien y respetaban el proyecto de cooperación, independientemente de la procedencia ideológica de los técnicos y de los asesores como nosotros. Entendían que nosotros no éramos vigilantes de la ortodoxia política, sino colaboradores técnicos.

Después de esta experiencia en la base, colaboré en otros niveles, como asesor centroamericano con la Agencia de Cooperación Española que estableció un programa de diálogo, asesoría en agricultura sostenible y desarrollo rural, éramos un equipo de asesores para los programas rurales en Centroamérica, que luego se extendió a Suramérica. Yo colaboré en muchas proyectos de diversos países, Panamá, Costa Rica, Guatemala, El Salvador, Méjico, República Dominicana.

Los rasgos característicos comunes son una multitud de pequeños agricultores que viven en la pobreza y que tienen ganas de salir de ella. Hacen lo que pueden con pocos recursos. Se defienden y salen adelante. Por lo menos están produciendo su propia comida, que ya es bastante. Son personas que han sido expulsados de terrenos fértiles, ocupados por los terrateniente, y situados en terrenos de ladera, donde tienen que esforzarse en la conservación del suelo.

Son una fracción pequeña pero es la que pone la comida de la gente en los platos. Lo que comen los centroamericanos lo ponen los pequeños agricultores, frijoles, maíz, todo lo básico. Los terratenientes se dedican a producir café, que no sirve para alimentar, cacao, lo mismo, azúcar de caña, algodón, y otras cosas que no son básicas para la alimentación, que solo sirven para la exportación. Setenta u ochenta por ciento de la tierra cultivable allí es de terratenientes. El restante 30 ó 20 produce la comida de toda la población, lo que come a diario un costarricense, un salvadoreño, etc, todo eso lo ponen los pequeños agricultores.

¿Cómo andan ahora las cosas por allí en la agricultura?

Me han dicho algunos amigos de Nicaragua que todavía es muy fuerte el discurso a favor de la gran agricultura. Pero yo pienso que no es la solución, porque cada vez genera más problemas, como importar todo lo necesario para esos cultivos, el petróleo o los pesticidas. Es un círculo vicioso. Existe un fenómeno llamado “la frontera agrícola” en Centroamérica que ya casi no existe. La frontera agrícola es la agricultura en contacto con el bosque, entre los dos océanos. Se la han cargado, sobre todo la ganadería que llaman “la conexión hamburguesa”, producir carne para exportarla a los Estados Unidos. Eso está acabando con todos los equilibrios naturales. Se ha creado un concepto político conocido por soberanía alimentaria, que tiene su origen en Cuba, y que se está extendiendo por todo el planeta.

 

 

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