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Cultura y comunicación

«París es mi abuela. Roma, mi madre. Mislata, mi cobijo»

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El escultor Miquel Navarro tiene su casa y su taller en Mislata, ciudad que se resiste a ser absorbida por la capital, Valencia, con la que linda y comparte muchos servicios. Miquel tiene obra en siete de los grandes museos del mundo, en casi todos los que se precian de representar el arte moderno en España, y en numerosas colecciones privadas e institucionales. Una ojeada a su biografía muestra que Miquel Navarro es un artista de éxito, y que este no le costó un sacrificio insoportable. La apariencia y encierto sentido la naturleza “infantil” de su obra quizá tengan que ver con su trayectoria sin obstáculos insuperables: es de los pocos adultos que pueden seguir «sintiendo» como niños. El discurso que pronunció con motivo de su reconocimiento como académico de San Fernando se titulaba “Juegos de la infancia, donde se fragua el arte”. La mirada vivaz de Miquel Navarro y su espontaneidad revelan que detrás de los años que carga a las espaldas sigue habitando el niño, un niño travieso y a veces caprichoso. A veces, la naturaleza del verdadero arte es así, espontanea, juguetona, simpática. Siendo artista consagrado y reconocido, tratar con él es como tratar con un vecino al que conoces desde hace años. Debe ser la naturalidad del triunfador que ha llegado a su podio sin marrullerías. He aquí lo que contó a Agroicultura-Perinquiets hace unos días.

Una entrevista de Fernando Bellón. Fotos FB y MN

20140207_121907  Los juegos, los juguetes, la infancia

Mi teoría es que en ese momento, circunstancia o edad es cuando más abierto estás a lo que existe, a la percepción de las cosas, las ves por primera vez, las vas descubriendo, las vas elaborando. Es un momento más puro, menos contaminado. El otro día dije en una entrevista que los niños de ahora están muy manipulados por la sociedad de consumo. Pero quizá fui demasiado fuerte, porque, aunque el niño recibe un juguete complejo, tiene la suficiente capacidad como para descubrir, desmontar y comparar lo que tiene entre las manos. Posee la misma capacidad creativa que los niños de antes. Entonces, de un hueso de albaricoque se hacía un pito, rascando una de los extremos. En nuestra época inventábamos el juego, y a los de ahora se les extravía la imaginación con tanto trasto que tienen en casa. He visto niños que tienen habitaciones enteras llenas de juguetes. Cuando yo era pequeño, eso era imposible, no había dinero para comprar juguetes. Existían trenes eléctricos, arquitecturas, pero ¿quién lo tenía?

Infancia feliz, juventud complicada

Mi origen familiar es una clase media alta, porque mi padre se dedicaba al comercio de los productos hortícolas, un autónomo. El estatus era medio alto. Pero murió cuando yo tenía 10 años, y pasamos de ese estatus al de proletariado. Fue muy duro para mi madre, mi hermano y para mí. Pero no me gusta contar detalles porque me repugna el victimismo. Fue duro, y basta. No quiero caer en lo lacrimógeno.

Cuando hablo de la fragilidad de la infancia, no me refiero al entorno, que fue incierto desde que murió mi padre, sino a mí mismo. Hice el bachillerato elemental, pero al acabar sucedió la muerte de mi padre y tuve que ponerme a trabajar. Mi hermano se había quedado como representante del negocio de mi padre, pero en seguida se casó y nos quedamos mi madre y yo. He trabajado en muchos sitios, trabajos físicos. Luego, trabajos más sosegados.

Yo era una persona sociable; sin embargo, era un niño de salud delicada. Pero supe enfrentarme a esa debilidad. No era un tipo atlético, sino de fuerzas limitadas, pero me atreví a cosas como cargar o descargar camiones en abastos, con sacos de patatas y cebollas. Me levantaba muy temprano, me iba allí, cargaba y descargaba, y a partir de las doce o la una, me dedicaba a estudiar por mi cuenta. Yo hice Bellas Artes en estas circunstancias, combinando el trabajo y el estudio.

12771Mislata, fuente de la escultura

La escultura me viene por el entorno. Mislata, mi pueblo, era un sitio de mucha huerta. Un mundo tangible, real, donde podías coger una cebolla, una patata, una naranja, segar alfalfa. Los trabajos del campo son tangibles. Es la realidad que se percibe a través de la vista y del tacto, igual que la escultura. En Mislata también había mucha industria. De la piel, del papel, del jabón, industria química. Varias acequias atravesaban el pueblo. El sistema de riego era para mí un juego. Por eso en mi obra hay canales, presas, que es a lo que yo jugaba de niño.

De la pintura a la escultura, el paso fue breve. Yo empecé dibujando, luego pinté, y siempre he modelado, nunca ha sido modelar de la noche a la mañana. Pero sí dejar de lado el hecho pictórico en sí. Si se observan bien mis pinturas, son escultóricas. No son pinturas de pintor, que explota la bidimensionalidad, y se acerca a lo literario. La pintura es una ventana a la que te asomas. A la escultura no te asomas, está dentro, como el cuerpo, que se mueve y anda por un espacio.

La incógnita de la vida, como estímulo creativo

A mí me ha motivado el empeño de descubrir incógnitas. De mayor he comprendido eso de que el hombre no sabe por qué nace, por qué vive, por qué muere. Aplicado a mis trabajos, lo que yo he tratado siempre es manifestar todo un mundo que me parecía fantástico e importante. Cuando eres niño y adolescente, la mínima información o visión influye a la larga en tu obra, sin que te des cuenta. Mis influencias vienen a lo mejor de películas de ciencia ficción, o de terror, no solo del hecho escultórico. Transformo todo eso en un montaje, la ciudad, que me sirve como pretexto para reunir todas esas obsesiones o impresiones. No tanto el sentido autónomo de la escultura, que descubrí más tarde.

Eso sí, la necesidad creativa salió de dentro. El proceso va lentamente, porque fuera vas descubriendo modelos. Como uno no vive solo, ir a una escuela de Bellas Artes es mejor que no ir, porque allí encuentras a personas afines. Podía haber catedráticos que no te gustaban, pero también otros muy inteligentes. Conocí a algunos que te informaban… Luego tú aportas tu personalidad a los conocimientos que vas adquiriendo. Tu personalidad son tus situaciones, tus circunstancias infantiles o de juventud.

MN_037_10La evolución, el oficio

Hay más sabiduría y madurez cuando eres mayor. Lo que no ha cambiado nunca es el día a día. Un trabajo sistemático. Quizá haya cambiado algunas costumbres, pero yo no entiendo el hecho de unas vacaciones, nunca, desde pequeño. No lo conozco dentro de mi propio trabajo. Pero cuando he tenido que trabajar en otra cosa para ganar dinero, sí que son necesarias las vacaciones, porque es un trabajo alienante y te agobia, y deseas que llegue el sábado para sentirte libre. Cuando he trabajado de esa manera, lo he hecho por las mañanas, las tardes las he dejado para mi trabajo. Es verdad que luego, cuando me liberé, empecé a vender y vivir de mi trabajo como artista, siempre ha sido la mañana más intensa. La tarde. no. La he dejado para reflexión, aunque también he trabajado, pero sin la intensidad de la mañana. El cerebro no para, hasta de noche está dando vueltas.

Un artista hablador

Una entrevista es importante no sólo por lo mediático, darte a conocer, sino porque también te descubres en la conversación. Descubres partes de ti, respondes a preguntas que nunca te habías hecho, aunque sí las habías contestado en el hecho escultórico, pero no en el retórico. Últimamente, con la cantidad de entrevistas que hago, estoy aprendiendo mucho, a hablar, cosa que hacía poco de joven, también a escribir. Hay quien dice que los artistas plásticos somos sordo-mundos. Yo ahora ya hablo. Descubro cómo a través de la palabra puedo también comunicarme, dar una explicación de mi obra, aunque siempre me quedo corto. El mundo de la visión no puede sustituirse por el literario. Vas por un camino, ves una casa con un muro pintado de azul, y la sensación que te da la puedes plasmar en palabras, pero no llevarás a la pura sensación que da la visión. No me gusta decir que la escultura es otro lenguaje, no lo es, es una visión. Es el oficio. Un escritor puede narrar un amanecer, pero donde mejor siente un hombre el amanecer es viviéndolo.

Fernando Vijande

Era, más que un galerista, un mecenas. Una persona con muchas vivencias, muy viajado por todo el mundo, muy relacionado, muy liberal. Para mí fue un momento muy importante en mi vida. Me llevó a Nueva York y a más sitios.

A mi me descubrió su secretaria, que vino a ver una exposición mía, la primera que hice en Madrid, una ciudad de terracota. Conecté mucho con ella. Era una época en la que dominaba la nostalgia de lo primitivo, lo ingenuo, la aventura, la sensualidad de las culturas menos evolucionadas, por decirlo de algún modo. A ella le gustó. Y un día contacté con Fernando Vijande. Él ya parece que conocía mi obra, y le dije que me gustaría trabajar con él, y me contestó, “ya, ahora mismo”. Era una relación paternal. No le interesaba el comercio. Tenía una economía saneada, aunque tampoco es que fuera millonario.

El tenía algunos artistas muy cercanos a su entorno personal. Entre ellos, Carmen Calvo. Y cuando íbamos a Madrid no dormíamos en un hotel, sino en su casa. Una casa muy aristocrática. Nos trataban como a hijos. Aunque al final me enfadé un poco con él, por otras cuestiones. Pero tengo un buen recuerdo, muy bueno. Yo estuve vinculado en exclusiva con él durante mucho tiempo. No podía acercarse nadie a mí. Si aparecía una tarjetita… Recuerdo que cuando expuse en Nueva York aparecieron cuatro galerías que querían trabajar conmigo, y él me cogió las tarjetas y las rompió.

El canon de la belleza

A mí lo que me interesa es la belleza, aunque esté basada en un material pobre, que mucha gente denostaría. La belleza puede estar en la pobreza de recursos, de materiales. Por ejemplo, un cartón me puede parecer un material noble, igual que el oro. Tengo una visión de la belleza que identifico con lo noble. Aunque hay gente que ve una escultura mía y dice això és un ferro rovellat, un hierro oxidado. No soy partidario de la fealdad evidente. Yo he visto en los años 80 en Nueva York galerías que exhibían cosas que ahora están empezando a llegar a aquí, arte feo y kitsch. Puede ser que conceptualmente tengan razón, no lo sé. Pero mi visión del arte es más ortodoxa o clásica. Dentro de la escultura o la pintura, siempre me han interesado las vanguardias de principio de siglo. Si uno mira bien, se ve que ellos también miran el arte clásico, la escultura de Miguel Angel sigue vigente.

20140207_121129El problema del sexo

Para mí el sexo el la síntesis del deseo más profundo, que está conectado a una vibración del ser, como una necesidad, como la comida. También con el sexo te puedes empachar. El sexo, para mí, es un motor que tiene el cerebro a la hora de la creatividad. En cuanto a los pinchos que aparecen a veces en los falos, algo significan. Pero te aseguro que sadomasoquista no soy. Mis fotos no llegan al límite ni de lo cruel ni de lo brutal. Mis imágenes son apologías… no hay sentimiento de culpabilidad con el sexo. Yo el sexo lo he hecho con naturalidad. ¿Qué significan los pinchos? Eso es otro tema más complejo. Puede ser la dificultad, el dolor, la pena que implica la relación sexual, nada de masoquismo. Aunque cada uno puede hacer su lectura. A veces digo que el origen artístico de esos pinchos es el Hombre cactus o la Mujer cactus de Julio González. Pero la motivación verdadera es otra, es la película “El experimento del doctor Quatermass”, en la que un cohete regresa del espacio portando una vida alienígena que, al combinarse con la terrestre, produce seres con pinchos en las extremidades. Verla en mi infancia me produjo un impacto memorable.

Quizá de ahí me viene la afición al cine. Hacer cine es una continuidad de la escultura, no hago el cine de un director convencional. Es la continuidad plástica de lo mío de siempre. Y cuando hago dibujos o o acuarelas hago esculturas también. Yo me defino como escultor. Pero dibujo, hago fotografías, cine, acuarelas, que son dibujos con color, aunque ahora no hago pintura.

La experiencia internacional

El ser humano es universal, no es distinto por haber nacido aquí o allí. El de aquí no se distingue del de la China, del de todas partes. Las culturas, aunque diferenciadas, son paralelas. Lo local es una valor añadido del individuo. Una parte de su personalidad universal está ligada a lo local. Yo puedo decir que estoy a gusto aquí, en Mislata, en mi pueblo, me gusta el sol de aquí. Pero es una parte sentimental de mí. No es la globalidad. Me identifico con un francés, un italiano, un chino.

Ahora bien, la cultura con la que más me identifico es la italiana. Tenemos una proximidad grande. He pasado allí temporadas cortas, pero me han bastado para sentirme parte de ella. También cuando he estado en París, me he sentido identificado con esa ciudad y sus costumbres. Para mí París es mi abuela, y Roma mi madre. Y Mislata, mi cobijo. La identidad latino es la mía. Pero no por ello dejas de apreciar los temas sajones, o los de las culturas africanas o asiáticas. Todo es interesante. Claro, lo que más me gusta es Valencia, porque es donde más he vivido. Pero eso no quiere decir que Valencia sea mejor.

Tuve la oportunidad de establecerme en Chicago, hacia el 82. Me propusieron quedarme en una vieja fábrica con grandes naves. Vivir y trabajar allí un par de años. No me gustó la idea porque es una ciudad de clima muy radical, lo mismo hace un frío que te mueres, que un calor insoportable. Pero no fue solo por eso. Mi madre ya se había hecho mayor, y prácticamente me tenía solo a mí. Y no quise que mi madre estuviera fuera de casa. Yo en mi patio tengo una buganvilla que planté yo mismo hace años, y eso era inconcebible en Chicago, se habría helado.

 

 

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