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Agricultura y naturaleza La botánica de Rafael Escrig Series

La Pedrera de Godella, un monumento olvidado

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Al fondo, urbanización Santa Bárbara de Rocafort

Rafael Escrig

INTRODUCCIÓN

¿Qué es un monumento? Las ruinas arqueológicas del pasado son consideradas monumentos, cuando se trata en realidad de unos restos maltratados por el tiempo sin belleza alguna. Una ciudad abandonada e invadida por la vegetación, podría considerarse también un monumento por lo extraordinario del lugar y su rara belleza. A nadie se le ocurriría limpiar las paredes de esa vegetación, cuando sería algo digno de ver y visitar. El abandono de una mina a cielo abierto, con sus diferentes estratos de excavación, podría considerarse algo hermoso hecho por el hombre sin haber buscado su belleza. Es decir, que a veces el resultado de una destrucción puede ser tan hermoso como la misma obra hecha a propósito. ¿Por qué no llamarlo entonces monumento?

En Valencia contamos con muchos monumentos antiguos. En el Museo de la Almoina se conservan restos romanos desde la fundación de Valencia en el siglo II a. C. De la Edad Media se conservan intactos otros monumentos como la Lonja, la Catedral, el Micalet, las Torres de Serranos, las Atarazanas, la torre de Santa Catalina… Hay otros monumentos que el tiempo y las personas hemos maltratado, pero que están ahí, como el acueducto de Manises, Els Arcs, totalmente abandonado y en ruinas, o el polémico ex-teatro romano de Sagunto, a pesar de su estado. Pero por muchos monumentos que digamos, siempre nos olvidaríamos de uno de importancia capital.

Un espacio natural que se aparta de lo que se considera monumento, pero que siguiendo la línea de lo antedicho, es algo que debería considerarse como tal.

LA HISTORIA

Existe un lugar en las afueras de Valencia que sin él Valencia no sería la misma que es. De hecho es el lugar de donde salió la ciudad, literalmente. No sé si ya lo habrán deducido. Me estoy refiriendo a la cantera de donde salió la piedra con que se hicieron las columnas del Foro romano de la ciudad, la Lonja, el Micalet y todos los edificios de piedra más importantes desde su fundación hasta la década de los 90 del siglo pasado. Los zócalos de piedra de tantas iglesias de Valencia y también de muchos de nuestros pueblos, las piedras para el Almudín o el Puente de la Trinidad y tantas otras edificaciones cuyos sillares están hechos con la caliza de la cantera de Godella, últimamente conocida como la Pedrera, aunque ambos términos: Cantera, Pedrera, son válidos en valenciano y se pueden usar indistintamente. Aunque no fue ésta la única piedra usada en la construcción de esos monumentos ni de toda Valencia, fue una de las más empleadas por su cercanía, por su calidad y color, y por su fácil tallado.

La Cantera de Godella, siendo una, son dos canteras separadas que se han explotado a lo largo del tiempo: la primitiva y la moderna. La cantera primitiva queda más al sur. Su explotación se remonta a la época romana y su empleo se alarga con altibajos hasta el siglo XVIII. La segunda cantera, contigua y más al norte, comenzó a explotarse con la segunda ampliación del Puerto de Valencia. Esto ocurrió en la década de los años 60 del siglo pasado y acabó alrededor de 1990 cuando se prohibió la extracción masiva de piedra.

Después de esto, el Ayuntamiento de Godella, intentó crear allí un parque y proteger el espacio en su P.G.O.U., pero éste fue recurrido y desde el año 2012 no se ha hecho nada. Desde entonces, la cantera ha quedado abandonada como una gran herida causada al paisaje, pero que al mismo tiempo lo ha transformado en otra cosa. Donde antes había una loma montañosa poblada con algunos algarrobos, con el mismo aspecto que el resto del paisaje circundante, se convirtió en algo totalmente nuevo y diferente. Hoy en día la desnudez de la piedra escavada, ya ha perdido su frialdad y se ve totalmente salpicada de vegetación. Se podría decir que la mano del hombre creó sin intención de hacerlo, un verdadero monumento paisajístico.

EL RECORRIDO

Desde arriba del cantil, nos recibe nuestro amigo Epifanio. Es difícil creer que todo lo que vemos delante y debajo, era antes una loma montañosa igual como la que pisamos. La finca es grande y está cuidada por dos mastines y un pastor alemán. Todo el perímetro de la finca está vallado. Del lado del cantil hay una doble valla metálica formando un pasillo por donde salen los perros al lado de la cantera.

Cuando Epifanio era niño, vivía precisamente en esa parte donde ahora hay un tremendo cráter. Allí estaba la casa que hizo su padre y que fue expropiada durante los años 80 por la compañía Dragados y Construcciones para las obras del puerto. Nos cuenta emocionado mil anécdotas sobre los trabajos y las explosiones que a veces hacían volar las piedras sobre sus cabezas. Nos habla de la cantidad de conejos que ve pasar por delante, de la pareja de búhos que vive en aquel pino, de las paellas que hace todos los domingos…

La familia se instaló en Godella y ahora vive en este terreno que pisamos, para poder seguir estando en la que siempre fue su verdadera casa en la montaña. La cantera le regaló de forma imprevista un nuevo paisaje y una bonita historia que contar. Desde la valla metálica que nos protege del precipicio, contemplamos el panorama que se extiende frente a nosotros: la gran ciudad al fondo con el puerto a la izquierda y en el centro la silueta del Micalet que aparece a medias, entre las edificaciones y la vegetación más próxima, que lo va ocultando.

Descendemos por una senda hasta la base de la antigua explotación. Encima de nosotros tenemos las paredes de roca, revestidas a tramos por las plantas que han escapado de las urbanizaciones cercanas. La vegetación se hace frondosa en algunos puntos y hemos de pisar con cuidado de no hacerlo sobre alguna rama de cactus o arañarnos con alguna aliaga.

La cantera vieja, la primitiva, muestra sus paredes irregulares y la piedra renegrida, con oquedades y salientes abruptos, al contrario que las paredes de roca de la cantera nueva, en que las rocas son de un color beige claro, y algunas conservan la huella de los barrenos. Las paredes aquí son más altas, de unos 35 o 40 metros de altura hasta el nivel de la meseta superior.

Desde el fondo del cráter, el panorama es extraño y sobrecogedor. Podría parecer que estamos en Sudáfrica o en Nueva Zelanda, por decir algo exótico. Creo que si hubiera llegado aquí con los ojos vendados hubiera sentido esa sensación. Muchas de las plantas que encontramos provienen de semillas que han llegado volando desde los alrededores: Campolivar, Santa Bárbara y urbanizaciones cercanas. Cactus de los géneros Opuntia y Cereus, altas gramíneas, pinos carrasco y piñoneros, algunas grandes yucas, aliagas, acacias y otras hierbas y plantas invasoras que van colonizando el paisaje poco a poco. Desde las más pequeñas y oportunistas que han aprovechado los resquicios de la roca, hasta los grandes árboles comentados que crecen libres de estrés y pueden enraizar sin tener que competir por la luz y el aire puro, que son tan abundantes en este reducido hábitat.

Insectos, reptiles, aves y mamíferos también han ido colonizando el nuevo ecosistema, donde han encontrado refugio y el hábitat adecuado para su desarrollo. Entre las aves mayores, se ha registrado la presencia de cernícalos y búhos. Y entre los mamíferos, ademas de los conejos que antes aludí, de los que existe una verdadera colonia, también hay zorro rojo y diferentes especies de pequeños roedores, con los que se cierra la cadena trófica. Los conejos se abastecen de las gramíneas y leguminosas tan abundantes en todo el espacio y el zorro de los conejos y pequeños roedores.

Por el camino encuentro cantos de piedras talladas con filo, como si se tratara de algún utensilio del neolítico. Son los restos de las grandes piedras golpeadas por los picapedreros. Aparece de vez en cuando entre la tierra algún afloramiento rocoso. Vemos algunas casetas medio arruinadas que usaban los trabajadores para guardar los explosivos y las herramientas. Nos rodean las altas paredes de roca de la cantera, con su color algo tostado por el tiempo y lo comparo con la textura de los escalones del Monasterio de San Miguel de los Reyes, o con las Torres de Serranos. Me doy cuenta de que realmente, ese es el color del que está hecha Valencia, el color de la Pedrera de Godella.

Subimos de nuevo a la meseta para abandonar este lugar tan extraño, y nos queda la sensación de haber descubierto algo que nunca imaginamos que existiera, ni que estuviera tan cerca de Valencia. Me comentaba nuestro guía que, curiosamente, muchísima gente del mismo Godella no conoce el lugar. Un lugar prácticamente salvaje, donde el silencio y la quietud sobrecogen. ¿Qué le espera a la Pedrera de Godella en el futuro? ¿Un parque natural, un espacio protegido, un lugar visitable, con guía turístico? Lo que a mí me gustaría es que se quedara como está, pues cuanta menos gente lo conozca, mejor se conservará. Para proteger la Pedrera de Godella, deberíamos preguntar a sus dueños actuales: las aves, los zorros, los erizos y las miles de plantas que lo habitan, ellos iban a decidir que nadie se acerque a profanar su espacio. Dirían parafraseando el eslogan que se gritó cuando se decidía el futuro del Jardín del Turia: “La pedrera es nostra i la volem verda”

NOTA: (Existe una extensa documentación sobre el suelo, flora y fauna de este ecosistema, recogida en el Estudio Paisajístico del Plan de Protección de la Pedrera, fechado en 2011, que se puede consultar en este enlace: https://docplayer.es/49513231-Estudio-de-integracion-paisajistica-del-plan- especial-de-proteccion-de-les-pedreres-de-godella-memoria.html)

Lluvias como las de abril de 2022 se acumulan en el fondo de la Pedrera, que también recibe algunos acuíferos en estas ocasiones.
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