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Cultura y comunicación

Visión de Meliana

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Por Rafael Escrig

(Publicado en el periódico comarcal «Nou Horta Nord» en octubre de 2022)

Meliana es un pueblo de l ́Horta Nord que palpita con sus dos arterias principales: la carretera de Barcelona y la vía del tren. Todos los pueblos alineados a lo largo de estas dos arterias, tienen en común tres cosas fundamentales: la historia, la huerta y sus gentes. Incluido en esto último, está la lengua y yo diría que hasta la forma de pensar. De hecho, desde Almàssera hasta Puçol, podría considerarse un solo pueblo disgregado en medio de una gran huerta, como si se tratara de alquerías en el sentido más antiguo de la palabra: conjunto de casas agrupadas con huerta alrededor. Así son estos pueblos, tan iguales que parecen uno.

Digamos como curiosidad lo que se dice en las “Observaciones” de Antonio José Cavanilles, editado en 1795: “En el corto espacio de legua y media que hay desde el Puig hasta el barranco de Carraixét se cuentan muchas aldeas, y 12 pueblos considerables: cinco de ellos caen al poniente del citado camino de Barcelona, y son Binalesa, Muséros, Bonrepós, Mirambéll, y Foyos; tres en el camino mismo, es á saber, la Creu, Masamagréll y Albalát; los quatro restantes, Masalfasár, Meliana, Albuixéc y Almásera al oriente. Los términos de estos siete pueblos componen una superficie estrecha de norte á sur, la que podrá tener una hora con corta diferencia de poniente á oriente hasta el mismo mar. Todo el suelo se aprovecha en este recinto delicioso, las huertas se suceden sin interrupción, y las cosechas sin pérdida de tiempo. Son allí los hombres tan aplicados al trabajo, que el campo parece ser su habitación y sus delicias: verdad es que la tierra les corresponde con ricas y abundantes cosechas. En Meliana viven 250 familias. La ocupación de todos ellos es la agricultura, y muy pocos la dexan, destinándose á texer lienzos caseros. En Meliana hay 24 operarios, que fabrican al año 100 varas. Es en estos pueblos el lienzo casi la única tela que usan los labradores para el campo, cuyo vestido se reduce á camisa, calzoncillos anchos, y chaleco muy corto, todo de lienzo, faxa de estambre ó seda, y alpargates, sin calcetas ni otro abrigo aun en el invierno”.

Entremos ya a Meliana por la carretera de Barcelona. Viniendo desde Valencia, nos encontramos en primer lugar con una espectacular rotonda con una escultura central formada por siete tubos de hierro de diferente altura, como si se tratara de un órgano gigante. Nadie me ha sabido decir el autor ni el nombre de dicha composición artística, si es que lo tiene. Tras varias indagaciones me entero de que la rotonda es competencia de la Generalitat Valenciana. Así que después de ir de Herodes a Pilatos, creo que no voy a conseguir nada mejor que admirarla y continuar el camino. Más adelante nos corta el paso la vía del Metro que llega hasta Rafelbunyol, por lo que generalmente tendremos que esperar algún que otro minuto. Este es el eterno problema de los pasos a nivel donde hay mucho tráfico. Mucho peor lo tienen en otros sitios. A la izquierda nos queda Foios y a la derecha Meliana, tal y como dice Cavanilles: “Meliana al oriente de la carretera de Barcelona”. La carretera forma la frontera y los divide, pero no en lo esencial. Los habitantes de uno y otro pueblo están acostumbrados a entrecruzarse para hacer sus compras o en sus paseos. Hay buena vecindad. Pasada la vía nos dirigimos a la derecha para entrar en la avenida Santa María. A veinte metros nos sorprende encontrarnos con la fachada de una ermita. Es la Ermita de la Misericordia que no podemos ver desde la carretera por estar retranqueada. Fue en esta llanura, desde El Puig hasta el barranco del Carraixet, donde se libró la conocida como Batalla del Puig, que propició la conquista de Valencia por el Rey Don Jaime. Hechos que están recogidos en un panel cerámico sobre la fachada de esta ermita.

Seguimos hacia el centro de la población para encontrarnos con la Plaza del Ayuntamiento y la Iglesia parroquial de los Santos Juanes que hoy en día dirige el párroco Don Enrique Arce, hombre muy culto, buen conversador y valenciano de pro, como deberían haber más y, por supuesto, totalmente entregado en su labor.

Todos los avatares históricos acaecidos desde que se fundó la primera iglesia hasta la actualidad, están extensamente recopilados en el libro titulado: “El Templo de los Santos Juanes de Meliana”, editado en 1998. Su autor es el historiador hijo de esta población Alberto Ferrer Orts. Nadie mejor para ahondar en el conocimiento de algo, que ser parte de ello. Alberto Ferrer aúna en su persona conocimiento y pasión, cosa que en el caso del libro se consigue por su exactitud y lo extenso de la documentación. Dicho libro no tuvo en su momento la difusión que cabía esperar. A veces preferimos vivir la historia en primera persona a tener que leer lo que otros nos cuentan. Espero que no ocurra lo mismo con este artículo y que, al contrario, sirva para despertar el interés por la tierra que estamos pisando.

Por el camino vamos a encontrarnos con indicaciones sobre la Ruta del Mosaico Nolla, que representa el patrimonio industrial más importante de la población. La fábrica de mosaicos Nolla, durante el siglo pasado agrupó a la mayor parte de la población en un proyecto que traspasaría las fronteras, lo que es un orgullo para todos los que participaron en él. Hoy en día esa ruta sirve para que no olvidemos la gran industria que dio fama a Meliana y para seguir disfrutando de esas obras de arte que fueron sus mosaicos.

El edificio del Ayuntamiento tiene de particular una curiosa torre alta y cuadrada con un reloj en cada cara. Éstas están orientadas a los cuatro puntos cardinales, por lo que dicha torre tiene el plano desviado con respecto a la fachada del propio Ayuntamiento. Cerca de allí nos encontramos con la Plaça del Pou, lugar donde hace años se iba con cántaros a recoger agua. Esta plaza tiene también un bonito suelo de mosaico Nolla, igual que el Ayuntamiento y que tantas otras viviendas. Una fuente en el centro con cuatro caños y una leyenda recuerdan que el lugar fue rehabilitado en 1956.

No hace mucho escribí sobre esas dos ermitas de Meliana. No todos los pueblos tienen dos ermitas. He nombrado ya la de la Misericordia que está cerca de la carretera de Barcelona. La otra está en el camino al Mar, es la del Cristo de la Providencia. Una bonita ermita con un cuidado jardín y valla perimetral, que fue remodelada en los años 90 y donde también tuvo mucho que ver el actual párroco Don Enrique Arce.

Si nos adentramos en la huerta, llegamos a los barrios de Nolla y Roca, este último formado por una alineación de casas atravesadas por el camino de Sant Isidre y la vía del tren Valencia–Barcelona. Lamentablemente, la cercana autopista V-21, paralela a la costa, dificulta el acceso a los 1.200 metros de playa de que dispone Meliana. Pero hablemos de la huerta, puesto que es lo más importante de esta comarca y que ya estaba allí produciendo sus frutos desde mucho antes de que llegara el rey Don Jaime.

Los habitantes de esas tierras que van desde la carretera de Barcelona hasta el mar, a lo largo de los siglos, ya vivieran en villas, en alquerías o en barracas; ya hablaran en latín vulgar, mozárabe o el romance valenciano, cultivaron esas tierras como las cultivan hoy en día sus labradores. Desde entonces, la tierra cambió cien veces de mano, se modificaron la producción y los sistemas, pero lo que ha permanecido intacto es el trabajo de sus gentes en el cultivo del campo. De ahí nace la idiosincrasia del llaurador valencià. Digámoslo con orgullo. Desterremos el peyorativo llauro y digamos llaurador o llauraor con el mayor respeto para referirnos a quienes han hecho ricas estas tierras y nos siguen dando de comer.

Hoy en día, a todo esto se ha de añadir: la gastronomía, las fiestas y el ocio. Estos valores sumados al duro trabajo del labrador, marcan decididamente la identidad de

esta tierra. Hoy en día podemos disfrutar de muchas cosas que antes eran lujos inalcanzables. Hablar hoy de Meliana, también es hablar de la fiesta de Bous al carrer, tan arraigada en estos pueblos. Es hablar de las fiestas de Moros y Cristianos que, aunque importada, en cierto modo, contribuye a expandir otra tradición tan conocida en nuestros pueblos. También podríamos hablar de la gastronomía cada vez más importante como carta de presentación de un pueblo o de la comarca. En este aspecto, hemos de señalar la Barraca de Montoliu, un restaurante en medio de la huerta, que recoge todo el ambiente huertano de la zona. Y no podemos olvidar El Pito un restaurante en el centro de la población, bien conocido por todos. Es en estos lugares, como en tantos otros de este municipio, donde la gente se reúne en los momentos de ocio, para comer y beber; donde se afianzan las relaciones y se difunde la cultura popular. Son lugares de colectividad, como sucede en las ceremonias religiosas, donde todos los individuos participan de un rito ancestral: reunirse y compartir. Son lugares donde se refleja mejor que en ningún otro sitio el carácter de esta sociedad. Donde podemos disfrutar sintiendo esa armonía que envuelve a los iguales, on es mentja, es parla i es viu amb tota la intensitat d ́aquest poble de llauradors i menestrals de l ́horta de Valencia, que es Meliana.

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