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Cultura y comunicación

Levántate y mátale primero. La respuesta del estado israelí al asedio árabe-iraní

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Una compilación histórica de los asesinatos cometidos por servicios de inteligencia israelíes desde el sueño del Estado de Israel a finales del siglo XIX hasta el presente, escrita y documentada por Ronen Bergman, periodista israelí.

Una reseña de Waltraud García. (La fotografía es una alegoría del oscuro pantano de los servicios de inteligencia)

Mi colega y amigo Gaspar Oliver me pasó al principio del verano un libro para que lo comentara. Puso especial énfasis en que lo había comprado en el aeropuerto de Zurich. Es Rise and Kill First. The Secret History of Israel’s Targeted Assassinations, de Ronen Bergman, John Murray Publishers, Londres 2018, traducido al inglés del hebreo, porque Bergman es un periodista israelí especializado en temas militares y en inteligencia, seguridad nacional y terrorismo, según dice la solapa del libro y la página web del autor. Lo del aeropuerto de Zurich lo interpreto como una mezcla de coña marinera y de insinuación de Gaspar. La humorada consiste en perfumar la compra del libro con aromas de espionaje. La insinuación es por la escasa difusión de un magnífico trabajo en el mundo editorial, como si sufriera una censura insidiosa.

Ronen Bergman es un adalid de la libertad de prensa, sobre todo en su país, donde las operaciones encubiertas del aparato de inteligencia israelí están sometidas a censura previa. Por razones obvias, podría suponerse. Pero Ronan Bergman, que no parece ser ningún histérico de lo políticamente correcto y del buen rollito dominante en la izquierda occidental, sostiene que nada debe ocultarse a la opinión pública, porque deja de ser opinión y también pública y las convierte en balidos de rebaño.

El libro es un soberbio trabajo de investigación, documentación y análisis. Más de 600 páginas de apretado texto, 80 páginas de notas en las que se da cuenta de las fuentes de aquello que se va relatando minuciosamente, ocho páginas de bibliografía (leerla le ha debido llevar al autor más de media vida), y casi 30 de un profuso índice de nombres.

Es evidente que no es obra exclusiva de Ronen Bergman, y él mismo lo detalla en el capítulo de agradecimientos. Menciona a decenas de hombres y mujeres con nombres y apellidos y deja claro en qué le ha ayudado cada uno, desde a documentarse y proporcionarle vías de acceso a archivos, hasta editar (o sea, reescribir) el libro, pasando por quienes le sirvieron de controladores o contrastadores de hechos dudosos. Refiriéndose a sus editores de Random House, dice: «Son dos finos ejemplos de una rara especie de excepcionales editores, que muchas veces escribieron lo que yo quería decir en palabras mucho mejores que las mías». Siete años le ha costado a Bergman escribir Rise And Kill First , para el cual realizó mil entrevistas con agentes de inteligencia, políticos, militares, asesinos (agentes de operaciones) y personas relacionadas con el mundo del espionaje internacional.

Lo primero que se deduce en la lectura de Rise And Kill First es que Israel se ha ganado a pulso su consistencia como estado, que ha utilizado mecanismos contundentes y eficaces, y que no dejará de hacerlo mientras lo crea necesario.

Lo segundo es dudar de la rentabilidad del océano de asesinatos urdidos y realizados por el Mossad, el Shin Beth y los servicios de inteligencia del ejército (AMAN), al igual que los preparados y ejecutados por el terrorismo palestino y sus secuelas de Hizbolá y Hamás. Visto desde fuera este combate sordo, oscuro y secreto por parte de Israel, y brutal, desalmado y público por parte de los diferentes grupos palestinos, carece de sentido. Se suprimen las muertes, y el balance inicial se mantiene. En 2019 el tablero político militar de lo que se conoció como Palestina está casi igual que en 1948, cuando se fundó el Estado de Israel.

Lo tercero es una respuesta a la pregunta que se hace Bergman en «Una nota sobre las fuentes». ¿Cómo es posible que unos aparatos de seguridad estancos, refractarios a la luz y con capacidad de impedir la publicación de secretos, (secretos a voces, es decir, la novedad del libro está en los detalles de las operaciones), hayan hablado con él y le hayan suministrado documentos? El autor asegura que por una contradicción típica de Israel. Por un lado, todo lo relacionado con la inteligencia y la seguridad nacional se considera «top secret»; y por otro, todo el mundo quiere hablar de lo que ha hecho, cosas que en otros países serían secretos vergonzosos, pero que en Israel son motivo de orgullo, porque sus perpetradores han contribuido a la seguridad y la permanencia del Estado. Luego vuelvo sobre esto.

Rise And Kill First  empieza a narrar la historia de las acciones terroristas de los judíos que vivían en Palestina a principios del siglo XX. El sueño de un «Judenstaat» lo estableció Theodor Herzl, iniciador de la idea de Sionismo, en 1896. Israel era entonces el Yishuv, un territorio del imperio turco con muy pocos judíos. A principios del siglo XX se crea el Bar-Giora (héroe israelita contra los romanos), una especie de guerrilla. En los años veinte aparece la Haganá, una organización paramilitar que daría lugar treinta años después al ejército israelí. Las actividades armadas eran entonces contra el administrador británico de la nueva colonia europea y contra los árabes que atacaban y mataban judíos. Existía una Agencia Judía patrocinada por los británicos, que dirigía Ben Gurión. En los años de la II Guerra Mundial, los judíos residentes en Palestina y los que habían escapado del nazismo constituyen el Irgún, dirigido por Menahem Beguín. Otro organismo más radical es el Lehri, Luchadores por la Libertad de Israel, encabezado por Yitzak Shamir. Una de las acciones terroristas más sonadas fue la bomba en el Hotel Rey David, que dejó un reguero de muertos británicos. Después de la Guerra Mundial se crea el Gmul, dedicado a la busca captura y eliminación de asesinos nazis y SS. En 1947 estalla la primer guerra judeo palestina. Y en 1948, dos días después de la constitución del Estado de Israel, se produce un ataque simultáneo de Siria, Líbano, Jordania y Egipto. Los judíos se hacen a la idea de que solo dependen de sí mismos, y logran resistir y rechazar a las tropas árabes con su recién creado ejército. Los servicios secretos israelíes y el ejército nacional son obra de aquellos que formaron las organizaciones clandestinas de las décadas de la primera mitad del siglo. Su determinación y su experiencia fueron decisivas en la seguridad del estado. Algo que costó enfrentamientos entre los propios judíos e incluso la eliminación de los más radicales, rebeldes o sanguinarios.

Desde entonces hasta la fecha, el conflicto judeo palestino es el marco de toda la violencia, el terrorismo y los asesinatos selectivos o indiscriminados de uno y otro bando. Bergman describe con todo lujo de detalle las operaciones en un estilo novelesco que avala con documentación, sus entrevistas y los papeles que ha conseguido de aquí y de allá. Y ahora vuelvo a la razón de ser de Rise And Kill First .

Es preciso leer de cabo a rabo el libro (muy bien escrito, muy bien editado, con un ritmo de novela de espías), para llegar en los últimos capítulos a la nada oculta razón de por qué se ha escrito y por qué se ha publicado. Es esta, redimir las atrocidades cometidas por los sucesivos gobiernos y las sucesivas direcciones del Shin Bet, el Mossad y AMAN, y concluir, como dije antes, que si se hubiera negociado desde el principio y no entrado en la vorágine de la guerra sucia, se habrían ahorrado miles de vidas. Esto es siempre un debate espinoso, porque la honra de los muertos en un escenario de terrorismo es un peso moral de plomo. Pero de lo que se trata es de hacer un cálculo pragmático. Benjamin Netanyahu, un tipo simpático y fuertote, según observé yo en una rueda de prensa a la que asistí en Washington en los años 90, está a día de hoy en un pozo parecido al de nuestro primer ministro Sánchez. Ganó sin contundencia las elecciones de abril al parlamento israelí, el Knesset, y ante la posibilidad de que el presidente del Estado nombre a otro parlamentario para formar gobierno, disolvió la cámara y convocó elecciones para septiembre, o sea, ya.

Netanyahu confía en que los israelíes confíen en él. Pero una parte significativa del aparato del Estado le desprecia, y no sé si solo por las investigaciones sobre corrupción que pesan sobre él. Cito uno de los últimos párrafos del libro de Bergman. Se refiere a un discurso de Meir Dagan, director del Mossad, destituido por Netanyahu, poco antes de la campaña electoral de 2015, que volvió a ganar: «¿Por qué un hombre pretende el  liderazgo si no quiere liderar? ¿Qué ha pasado en este país, varias veces más fuerte que todos los países de la región, incapaz de llevar a cabo un programa estratégico que mejore la situación? La respuesta es simple: Tenemos un líder que sólo ha combatido en una guerra, la de su propia supervivencia política. Por el éxito de esta guerra nos va a convertir en un estado binacional, el final del  sueño sionista.» Para Dagan y para muchos que como él actuaron con violencia, con crueldad y sin remordimientos, la estrategia de hoy no pasa por un estado de apartheid, ni por dominar a tres millones de árabes, ni por ser rehenes del miedo, la desesperación y el estancamiento. «Esta es la gran crisis de liderazgo en la historia de Israel», continuó Dagan su discurso de 2015 ante miles de personas. «Merecemos un liderazgo que defina el nuevo orden de prioridades. Un liderazgo que sirva al pueblo, y no a sí mismo».

Meir Dagan fue nombrado director del Mossad por Ariel Sharon. Ambos formaban parte de la facción más radical, halcones declarados. Pero su experiencia militar y en los servicios de inteligencia les llevó a reconsiderar la rentabilidad de los asesinatos selectivos. Sharon y Dagán han muerto, pero quedan antiguos militares y expertos en inteligencia que, como muchos de los que hoy ejercen, parece que le tienen pillada la trampa a Netanyahu («Bibi», el «hermano del héroe de Entebe»), y exigen una estrategia nueva que no se base en la violencia, en la venganza, en el ojo por ojo. Una estrategia política como la que condujo a los acuerdos de Camp David y a la constitución de la Autoridad Palestina, la base de un estado palestino todavía sin edificar.

Las escasas posibilidades se encuentran con obstáculos  espinosos en ambas partes. Una parte importante de la población judía no se fía de las autoridades palestinas. Y estas se encuentran divididas en facciones, los de Mahmud Abbas , Hamás, que controla Gaza y no para de hostigar a Israel, y por último Hizbolá, que hace  lo mismo desde el Líbano con apoyo sirio e iraní. El conflicto sirio ha beneficiado a Israel, porque ha debilitado la amenaza del norte. Ahora su mayor enemigo es el Irán de los ayatolás, que ha proclamado siempre su voluntad de borrar Israel del mapa.

El estado de Israel ha mantenido desde su creación unas líneas estratégicas en su lucha por sobrevivir, algo que los palestinos no han podido hacer, por su dispersión, sus conflictos internos, su falta de bases y cuadros unificados o la incompetencia de sus dirigentes. En este sentido, la estrategia política y militar de los sucesivos gobiernos de Israel ha sido constante, parte de una premisa imposible de debatir, la seguridad de los judíos dentro y fuera de su Estado, y tiene un objetivo indiscutible, anular, desactivar, suprimir, asesinar a quienes pretenden borrar Israel del mapa, que no siempre son palestinos ni tampoco árabes.

Introducir aquí argumentos morales es una pérdida de tiempo. Ambas partes tienen unos intereses opuestos, y o llegan a un acuerdo o las muertes se sucederán hasta que alguien tire la toalla. Con Egipto y Jordania a favor de un acuerdo, Netanyahu está obligado a crear una estrategia nueva de cara a los palestinos de todos los pelajes, y a repensar qué hace con Irán, problema en el que está aliado con los Estados Unidos, también en manos de una persona que tiene una visión del mundo de matón alfabetizado. En relación con los Estados Unidos, Bergman hace una consideración irónica: hasta los atentados del 11 S, los EE UU se oponían a los asesinatos selectivos de Israel. Cambiaron de opinión, y el mismo Obama utilizó esta táctica con Bin Laden, y por lo que sugieren las series de Hollywood, con muchos otros..

Rise And Kill First es un lema extraído del Talmud Babilónico: «Si sabes que alguien quiere matarte, levántate temprano y mátale tú antes».

Dos visiones alternativas. La del Estado de Israel. Y la de una página palestina.

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