“Los Falsos Pasaportes”, de Charles Plisnier
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Una reseña de Segismundo Bombardier
Voy a recomendar y glosar hoy una novela titulada Los Falsos Pasaportes, de un escritor belga-valón llamado Charles Plisnier, el primer belga en recibir un premio Goncourt (1937), contenido en el mismo volumen al que ya me he referido en una reseña anterior.
Este Charles Plisnier, según me he enterado en Internet, fue en su juventud trotskista, y perteneció al Komintern o Internacional Comunista, desde 1919 a 1929, cuando tuvo que abandonarla, porque expulsaron de ella a todos los troskistas.
Luego, Plisnier se hizo protestante y defendió la unión de la Bélgica valona a Francia, algo llamado rattachisme, de rattacher, vincular, arrejuntar. También dice Wikipedia que al final de su vida abjuró de la idea. La Biographie National, una especie de diccionario de artistas célebres belgas, dice que Plisnier, que era abogado de profesión, dirigió el “Socorro Rojo Internacional” en los años veinte, y viajó de acá para allá ayudando a los comunistas represaliados.
Los Falsos Pasaportes cuenta los recuerdos de un agitador. Lo hace en un estilo clásico y brillante, de calidad. Plisnier describe cinco casos de revolucionarios de verdad, no de intelectuales al estilo Artur London o Arthur Koestler,
Los Falsos Passaportes es una denuncia de la deriva del bolchevismo hacia la implacable dictadura estalinista. Cuatro casos son de agitadores profesionales de la Internacional Comunista: una búlgara, una italiana, un francés y un ruso. Todos son trágicos. Y el quinto, también trágico, pero menos, es de una española llamada Pilar, y tiene que ver con el anarquismo libertario que hoy llamaríamos terrorista.
Plisnier, que como digo luego se hizo religioso, destaca la “inhumanidad” del comunismo soviético y sus tentáculos internacionales. El nuevo modelo de estado es una máquina que no se atiene a moralismos. Los bolcheviques la concibieron así con toda intención y conocimiento. O se imponían por el terror, como los revolucionarios franceses, pero con el cimiento de una ideología sólida y prometedora, la igualdad de todos los seres humanos, o fracasaban. Que la fórmula no era buena lo ha demostrado la historia, pero la experiencia de gobierno soviética ha servido a otros modelos ideológicos, que no han tenido la duración que el soviético, porque no tenían una base tan sólida como la promesa del comunismo universal.
En la presentación Plisnier argumenta de un modo confuso (o al menos eso deduzco de la traducción, que no es buena) que los personajes son todos reales, pero que les ha cambiado de escenario y de nombre. Sin embargo, las narraciones están llenas de viveza y autenticidad. Madrid fue uno de los lugares en los que Plisnier actuó con el Socorro Rojo, y es posible que conociera a la tal Pilar. Pilar pertenece a una familia de muchos posibles y ennoblecida, que ha recibido una educación esmerada. Pero se enamora de un terrible anarquista, una especie de Luís Candelas fanatizado, al que sigue por Europa en su exilio. Por si alguien encuentra la novela y quiere disfrutar de ella, algo asegurado, no sigo con la trama, bien documentada, aunque con algunos fallos históricos, acaso hechos a propósito para no identificar a los protagonistas.
Los Falsos Pasaportes tuvo una difusión extraordinaria en su época, dado el tema que trataba, y ahora ha caído en el olvido, como tantísimas otras producciones literarias, arrastradas por la vaciedad postmoderna y el aluvión de bestseller.