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Mil palabras de Azorín Cultura y comunicación Series

Mil palabras de Azorín ( Letra P)

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Una serie de Rafael Escrig

PALINGENESIA.

Procede de la palabra griega palin, otra vez, de nuevo, y génesis, nacer.

Regeneración, renacimiento de los seres después de su muerte.

Esta doctrina plantea que cada ser vivo cumple un ciclo de existencia, comprendido desde el nacimiento, pasando por su existencia, luego su muerte, hasta la reencarnación. En algunos casos también se la ha denominado «eterna recurrencia». La doctrina plantea que dicho ciclo se repite una y otra vez, asegurando la continuidad de los seres.

Muchas culturas alrededor del mundo han hablado del eterno retorno; sin embargo, fueron los antiguos griegos los que desarrollaron ampliamente esta teoría, especialmente Heráclito, quien muy seguramente la heredaría después a los pitagóricos quienes defendían la idea del fuego primigenio responsable de la generación del mundo y todo lo que hay en él; no es extraño pues, encontrar que el Ave Fénix representara a la perfección la regeneración a través del fuego. Otras escuelas de la antigua Grecia que defendían la palingenesia son los estoicos (a excepción de Panecio de Rodas, filósofo griego y maestro) y también los neoplatónicos.

En Oriente también se ha desarrollado de manera importante la palingenesia; en la India, por ejemplo, se habla del Samsara, un término sánscrito que se refiere al vagabundeo de un alma a través de diferentes cuerpos.

“El periodo de los estudios imparciales sobre el pasado de la humanidad, ha dicho Renan, no será quizás más largo; porque el gusto por la historia es el más aristocráticos de los gustos… Y he aquí por qué yo me siento triste cuando pienso en estas cosas, que son las más altas de la humanidad; en estas cosas que van a ser maltratadas en esta terrible palingenesia, que será fecunda en otras cosas, también muy altas, y muy humanas, y muy justas.

Como llegara el crepúsculo, Yuste y Azorín han dejado la casa de Iluminada, y han dado un paseo por la alameda. El cielo está gris; la llanura está silenciosa.”

La Voluntad, Madrid, Biblioteca Nueva, 1939, pag. 127.

PANTALLISTA.

De pantalla. Probablemente tomado del catalán, donde resultará de ventalla, pantalla de lámpara, abanico (derivado de ventar, hacer viento, abanicar), alterado por influjo de pàmpol, pantalla de lámpara, propiamente hoja de parra, pámpano.

Telón puesto verticalmente, sobre el que se proyectan las figuras del cinematógrafo u otro aparato de proyecciones.

El vocablo pantallista nace en los comienzos del cine. Es la persona dedicada al mundo de la pantalla; que se dedica al cine, especialmente como director. Con el paso de los años, el uso del vocablo se fue perdiendo y quedó el de director.

El profesor Rafael Utrera Macías, publico Literatura cinematográfica, cinematografía literaria, donde nos habla de los diferentes vocablos pertenecientes a la profesión. Veamos:

“Los diccionarios especializados definen el término para referirse al creador de la obra fílmica, quien es ayudado por el equipo técnico y artístico, seguidor de sus decisiones. Alterna con la voz realizador, aunque ésta se aplica preferentemente en el campo de la televisión.

En el cine anglo-americano se encuentra el término equivalente, sin embargo en Francia se eligió metteur en scéne, procedente del habla teatral.

Los comienzos del cine incorporaron al lenguaje, todo un nuevo léxico. Los nuevos vocablos fueron importados principalmente por el cine norteamericano; otros se crearon como neologismos. De éstos últimos, los escritores españoles de la época tuvieron la necesidad de fijar en sus obras aquellos que iban teniendo mejor acogida: cinematógrafo, pantallista, cinemático, docoupage, filme, script-girl, cinematófilo, cinema, etc. El tiempo, como siempre, es el que pone orden y muchos de estos vocablos acabaron por desaparecer, quedando solo como testigos de aquel boom.”

Pantallistas, cinemáticos y guionistas deben saber –y si no nada saben- que no se trabaja para la pantalla como en la escena. El “cine” se diferencia del teatro, entre otras cosas, por su privilegio del símbolo: el símbolo es una condensación de la realidad.

Para el diario “ABC”, Madrid, 17/4/1950.

El Cinematógrafo, Valencia, Pre-Textos. Caja de Ahorros del Mediterráneo, 1995, pag. 38.

PAÑIZUELO.

Del latín pannus, pedazo de paño, trapo. Paño.

Pañuelo. Pedazo de tela pequeño, generalmente cuadrado, que sirve para limpiarse la nariz o el sudor, y también para otros usos.

La variante pañezuelo, entre los siglos XV y XVI, era el lienzo o paño de mano con que se podían elaborar los reclamos de las aves (doble sentido que se le podía dar, a tenor de las alusiones encontradas en la literatura del momento, al uso del reclamo en cetrería, con las artimañas para alcanzar el objetivo amoroso entre caballero y su amada, como si de una cacería se tratara). A partir del siglo XVII se generalizó el uso de pañizuelo. Diferentes autores en lengua castellana la emplearon en su obra.

El poeta y compositor de vihuela Lluís de Milà, nació y vivió en Valencia, entre los años 1500 y 1561, aproximadamente. Caballero en la corte de doña Germana de Foix. Nos dejó, entre otras importantes obras, El Cortesano donde podemos encontrar el vocablo que nos ocupa. Son unos versos, en forma de diálogo, que critican el comportamiento de un caballero en conquistar a su dama:

Otra cosa dezir quiso

Vuestra boca si mandays

Que según lo que mostrays

Vos creeys ser un Narciso.

Para y bien responder

Lo que vos callays me toca

Y no teneys en la boca

Y otro es vuestro parescer.

Para que vays sospirando

Por amores noche y dia

Que yo no sospiraria

Para sospirar burlando.

Mas no days vos que dezir

Con los ojos lloradores

Pues que no llorays damores

Sinos de mucho reyr.

Pañizuelo soys damor

Siempre traeys pañizuelo

No llorays damor un pelo

Y mostrays ser llorador.

Mi llorar es de manera

Como yo siento lamor

Quien adentro es llorador

Nunca llora lo defuera.

Al cielo siempre mirays

Digan os tan blanco el ojo

Para que tomays enojo

De lo que nos enojays.

También podemos leer en El licenciado vidriera de Cervantes, la palabra pañizuelo, en la escena del rapto de la joven Leocadia. Veamos:

“Y así el nacer el mal propósito, el comunicarle y el aprobarle y el determinarse de robar a Leocadia y el robarla casi todo fue en un punto.

Pusiéronse los pañizuelos en los rostros y, desenvainadas las espadas, volvieron, y a pocos pasos alcanzaron a los que no habían acabado de dar gracias a Dios que de las manos de aquellos atrevidos los había librado.”

En uno de los sillones se encuentra sentada una señora. Va vestida de negro. En una de sus manos blanquea un pañuelo de finísima batista que la anciana se lleva de cuando en cuando a los ojos. En dos sillitas bajas, a un lado y otro del sillón, a los pies de la dama, están sentadas dos jóvenes también con luto riguroso. En la penumbra en que está sumida la estancia, casi se funde lo negro de los trajes con el ambiente negro. Y sólo resalta, bien visible, la nota blanca del pañizuelo.

Valencia, Madrid, Biblioteca Nueva, 1997, pag. 104.

PARLERO.

De parlar. Hablador. Que habla mucho.

También puede interpretarse como parlanchín, chismoso, indiscreto.

En el Diccionario de la Lengua Castellana de 1780, podemos ver en la entrada correspondiente, un giro interesante en su significado: “Parlero. El que dice lo que debiera callar”.

En la “Vida de Santo Domingo de Silos” de Gonzalo de Berceo, donde se cuenta la vida de este Santo, hay un pasaje en que Santo Domingo, después de entrar en la orden del monasterio de San Millán, es, al poco tiempo ascendido a prior y, después de ciertas vicisitudes, se llega al pasaje en que, llegado al convento el rey don García de Nájera reclama los tesoros de sus antecesores, por verse muy necesitado de dinero, el Santo es el único que se atreve a desafiarle, manteniendo su oposición al despojo a pesar de las injurias y amenazas del rey. Éste, impulsado por su orgullo, decide vengarse del prior recalcitrante y le demanda satisfacción al abad, so pena de verse forzado no sólo a entregarle los tesoros del convento, sino también a salir de allí para siempre. Y lo describe Berceo de esta forma:

Afirmes vos lo digo, quiero que lo sepades,

si del prior parlero derecho no me dades,

llevaré los tesoros aún las heredades,

que cuantos aquí sodes por las puertas vayades.

El abad non fue firme, fue aína cambiado,

era, como creemos, de embidia tocado,

otorgóle al rey que lo farié de grado,

nin fincarié en casa, ni en el priorado,

Diz el rey: «Con esto seré vuestro pagado».

Lo que Santo Domingo avié ante asmado:

ya iva urdiendo la tela el mal pecado.

Fo de la prioría que tenié despojado,

e fue a muy grand tuerto de la casa echado.”

Hay pensadores que, personalmente, no representan nada, representándolo todo sus ideas, su filosofía, su sistema. Hay otros que, aun siendo muy subidas sus especulaciones mentales, vale tanto como ellas su figura viva y simpática. De éstos era Giner. Ya en sus últimos años, su persona, con la edad, era la de un viejecito parlero, atento, observador. Vestía sencillamente; el traje aparecía modesto, casi tosco, casi pobre, pero en el atavío de la persona del maestro resaltaba siempre, como una nota inmarcesible, la blancura, la nitidez de su camisa.

Las Obras de Giner, 1ª Crónica para el diario “La Prensa” de Buenos Aires,   30/3/1916.

PASITO.

Diminutivo de paso, del latín passus. Movimiento sucesivo de ambos pies al andar.

Con gran tiento. Blandamente.

Es un diminutivo que expresa ternura y comprensión. Generalmente se emplea en el lenguaje infantil, en expresiones como: pasito a pasito, un pasito detrás de otro, un pasito y otro pasito, pasito a paso, etc. No obstante Azorín no lo emplea en los mismos contextos (lo veremos en las referencias seleccionadas). El vocablo pasito, en la actualidad, se le puede considerar como un americanismo y es allí, en Hispanoamérica, concretamente en Colombia, donde su uso está más extendido.

No obstante existe otro significado muy distinto de la palabra en Colombia, cuando forma parte en la expresión: “hagámonos pasito”. En el periódico El Tiempo, de Colombia, en fecha 06/08/2015, encontramos el comentario del profesor y filólogo, Fernándo Ávila, que nos ilustra precisamente sobre el caso. La columna periodística dice así:

El lenguaje en el tiempo: “Hagámonos pasito”

La frase hagámonos pasito es de uso frecuente. La edición de 2011 del Bogotágolo, de Andrés Ospina, la registra con esta explicación: “Vulgarismo empleado como llamado a la tregua o a la agresión controlada entre dos contendores”.

Y el Diccionario de Americanismos, 2010, hace lo propio, aclarando que este colombianismo popular se utiliza para indicar que se hace “un pacto de no agresión entre dos o más personas por tener todas algo que perder”.

“Hagámonos Pasito, padre”, le dice Carlos Palacio, columnista de Las Dos Orillas, al padre Hernando Uribe, columnista de El Colombiano: “Lo más ruin de las estrategias del aún magistrado Pretelt es esa filosofía despreciable de “hagámonos pasito”, dice el editorial de El Espectador.

 

Daniel Sempere Pinazo escribe en Arcadia: “Ojo a los rincones, mucho ojo a los sitios donde parece que no hay nadie, porque es posible que allí esté Carlos Caicedo Zambrano haciéndose el pendejo, caminando pasito, callado como gavilán de presa…”.

De cualquier forma, podemos observar que se aprecia en la expresión cierto disimulo, cierta connivencia tácita. Algo así como si se quisiera pasar de puntillas sobre el asunto, o mirando hacia otro lado, significado que estaría próximo a como decimos nosotros cuando usamos frases como: “pasar despacito sobre el tema”.

Veamos ahora su empleo como expresión infantil en esta canción de cuna del siglo XVII, de autor anónimo:

“Quedito, pasito,
silencio, chitón,
que duerme un infante,
que tierno y constante
al más lindo amante
despierta el calor.
Quedito, pasito,
Silencio, chitón,
No le despierten, no;
A la ea, a la o;
Duerma mi amado, descanse mi amor.
A la ea, a la o”.

Y ahora volvamos a la palabra en sus contextos azorinianos, que no son otros que como se emplea actualmente en otros países del continente como en Venezuela, cuando se dice: “camina pasito que estoy cansado” o “háblame pasito que están durmiendo”. Es decir: lentamente, paso a paso, despacio y su diminutivo despacito,

“ yo veo a este señor de pie, con los ojos alzados, con los brazos extendidos, con la cabeza enhiesta. En este momento el sombrero de jipijapa rueda por el suelo; yo me acerco pasito, lo cojo y lo tengo con las dos manos en tanto que oigo los versos con la boca abierta.

Antonio Azorín, Madrid, Biblioteca Nueva, “Obras Selectas”, 1943, pag. 224.

Espero un poco; un perro, con un cascabel al cuello, entra y retoza por la estancia. Espero otro poco; otro perro, fino, negro luciente—el de esta mañana y de todas las horas—asoma su agudo hocico por la puerta y luego se cuela pasito y mesurado. La mesonera trae un cuenco de recia porcelana con diminutos pedazos de carne frita; después pone sobre la mesa una botella llena de una misteriosa mixtura amarilla. Dice que es vino.

Antonio Azorín, Madrid, Biblioteca Nueva, “Obras Selectas”, 1943, pag. 267.

“Reposterías y alojerías rebosaban de gente; abundaban donilleros que cazaban incautos jóvenes para los solapados garitos; iban de un lado a otro, pasito y cautas, las viejas cobejeras, con su rosario largo y sus alfileres, randas y lanas para hilar.”

Castilla, Madrid, Biblioteca Nueva, “Obras Selectas”, 1943, pag. 540.

“Todo es paz y silencio en la casa. Melibea anda pasito por cámaras y corredores. Lo observa todo; acude a todo. Los armarios están repletos de nítida y bien oliente ropa, aromada por gruesos membrillos.”

Castilla, Madrid, Biblioteca Nueva, “Obras Selectas”, 1943, pag. 532.

PECHEROS.

De pechar, y éste de pecho, del latín pectus. Golpe de pecho, esfuerzo.

1. Persona obligada a pagar o contribuir con pecho: especie de tributo que se pagaba al rey o a otra autoridad.

2. Plebeyo.

Relacionado con apechugar, empujar con el pecho, con el significado figurado de hacerse cargo de algo. Apoyan este concepto los dichos: A lo hecho, pecho, o Apechugar con las consecuencias.

Pechero, desde la Baja Edad Media hasta el final de la Edad Moderna, era la condición social que estaba condicionada por la obligación de contribuir al pago de un impuesto personal: los llamados Servicios ordinarios y extraordinarios. La condición de pechero, era la opuesta a la de exento.

Pechar se entiende como pagar impuestos, y existen impuestos con el nombre de pechos o pechas en Navarra y en Aragón.

También puede considerarse el uso de este vocablo como sinónimo de plebeyo, pueblo llano o común, Tercer Estado.

“El doctor Dekker y yo hemos quedado convencidos después de repetidas pruebas y contrapruebas, de que nuestros tres pecheros no tienen ni remotas noticias del señor Canalejas, ni del señor Salmerón, ni del señor Montero Ríos, ni del señor Romero Robledo. Y hemos comprobado también, a renglón seguido, que el único que goza entre ellos de una plena y abrumadora popularidad es ese…”

Tiempos y Cosas, Madrid, Salvat Editores, 1970, pag. 61.

PEGUJAL.

Del latín peculiaris, de pecuarius, y éste de pecus, -oris, ganado, rebaño. Pequeña porción de siembra o de ganado.

Originariamente designaba la gratificación que, en ocasiones, daba el amo al esclavo por el trabajo realizado. Tuvo luego el significado general de patrimonio o conjunto de bienes propios de una persona (peculio), pero también una muy específica: bienes personales de la esposa. Ambas acepciones ya en desuso.

1. Pequeña porción de siembra o de ganado.

2. Pequeña porción de terreno que el dueño de una finca agrícola cede al guarda o al encargado para que la cultive por su cuenta, como parte de su remuneración anual.

3. Desus. Peculio. Patrimonio o conjunto de bienes de una persona.

En el Diccionario de Autoridades pegujal es lo mismo que peculio, del latín peculium, ahorros, pequeña fortuna personal, sentido que se explica porque el ganado constituía el principal de los bienes de fortuna en la sociedad primitiva.

En los diccionarios, la forma pegujal se alterna con la de pegujar, pero no se recoge pejugal. No obstante, se observa su uso escrito, con ese intercambio de la posición de los fonemas, probablemente debido una comprensible metátesis, que haría pe-ju-gal, de pe-gu-jal. Veamos sólo dos ejemplos:

En el periódico ABC., con el título: “El Séneca llena su censo”, el escritor gaditano José María Pemán (1897-1981), conocido como “El Séneca”, escribe:

“El campo antes no tenía oficinas. Se despachaban sus asuntos en el casino o en el café. Ahora la agricultura es un complejo técnico-científico-jurídico, y no ya en el cortijo, sino en el rancho o pejugal, hay un cuartito destinado a oficina. La del “Séneca” tiene una mesa de pino condecorada de laboriosas manchas de tinta y una escribanía de loza con pluma de cabo de madera.”

Aquí es el incomparable escritor Gabriel Miró (1879-1930), en su novela Del vivir, Corpus y otros cuentos, donde podemos leer:

“Era un pueblo de quietud y silencio. Los lugareños salían por la mañana a sus pejugales; y la vieja espadaña de su iglesia y las ventanas y puertas de las casas les miraban desde lejos, y esa mirada de las piedras llegaba hasta el pueblo blanco, risueño, ceñido de huertas de mucho verdor y abundancia.”

 

¿Cómo van a salir del tremendo conflicto que se avecina propietarios y labriegos? Lebrija es una población de 14.000 almas; hay en ella unos 3.000 jornaleros. De estos 3.000, unos 1.500 son pequeños terratenientes; tienen su pegujal, tienen su borrica. Los otros no cuentan más que con el producto de su trabajo; mas todos, unos y otros, están ya en igual situación angustiosa.

Los Pueblos, Madrid, Biblioteca Nueva, 1935, pag. 166.

PENSARES.

De pensar, del latín pensare, pensar, pesar, calcular. Imaginar, considerar o discurrir.

Pensamientos o conjunto de pensamientos, ideas y proyectos con que se forma determinada manera de razonar de una persona, de un pueblo o de una comunidad.

“Sentires y pensares” es una locución muy extendida en el campo de la sociología y de la filosofía, que argumenta la manera de proceder de una persona o de un grupo, de acuerdo a un cierto tipo de creencias. Las creencias, las opiniones, también los sentires, son el conjunto de dogmas que marcan el comportamiento de esa persona, grupo o comunidad, por lo que se la reconoce y juzga.

El poeta y ensayista José Jiménez Lozano, en un artículo sobre crítica literaria, titulado “Aldeanos críticos”, dice así:

“Creo que es Azorín el que reprocha a don Juan Valera el burlarse y tomarse a chacota casi todo, incluso pensares y sentires que no se para a analizar y entender; como los de Nietzsche, por ejemplo, que Valera, de buenas a primeras y sin encomendarse a ningún santo, comparó enseguida a los de Campoamor, que además los habría producido antes.”

El profesor de historia y crítico puertorriqueño Jesús Delgado Burgos en un artículo titulado “La metáfora del dolor y la poesía hecha de presentes de Julia de Burgos”, expone:

“Como acto creador consciente Julia de Burgos* construye y deconstruye su existencia social y emocional a través del mundo poético que elabora mirándose a sí misma, su experiencia de vida, el entorno que la circunscribe y sus sentimientos. A través de la poesía, Julia de Burgos elaboró el entramado de la esfera privada de su intimidad donde afloran las imágenes poéticas con que describe la realidad existencial de sus pensares y sentires, de sus nostalgias y tristezas; de su compromiso con el amor, con la patria irredenta, con los sectores empobrecidos de la sociedad y su solidaridad con la España republicana y “todos los pueblos del mundo”.

*Julia de Burgos (1914-1953), nació en la humilde población de Carolina, Puerto Rico. Cursó estudios de magisterio y se dedico a la literatura. Ha sido considerada la mejor poetisa puertorriqueña de la historia. Se afilió al Partido Nacional de Puerto Rico, en su lucha por la independencia de la isla.

Nos hemos agrupado todos frente a una puerta, la puerta de un pabellón del jardín, que suponemos que es la puerta de la cátedra. Paco aparece lentamente; camina un poco titubeante; gasta una barbita entrecana y lleva los brazos cruzados sobre el pecho, al marchar un tantico inclinado, como cediendo al paso de sus pensares. Hay un poyo junto a la puerta de salida; al salir el maestro, ha extendido la mirada por la inmensa bóveda azul.

Memorias Inmemoriales, Madrid, Biblioteca Nueva, 1946, pag. 221.

PESQUISICIÓN.

Originalmente “perquirir” y más comúnmente “pesquerir”, antiguo “pesquisar” por influjo de “querer”, del latín quaerere, buscar, inquirir, pedir y el sinónimo pescudar, que dio “pesquiridor”: averiguador, cambiando después a “pesquisidor”.

Información o indagación que se hace de algo para averiguar la realidad de ello o sus circunstancias. Buscar con diligencia.

¿Quién será capaz de explicar los misterios de la gestación artística? Seis días arreo ha permanecido don Pablo en estado de repugnancia: repugnancia a escribir, a leer, a pensar en cosas literarias.No sentía apetencia por libros viejos; no le interesaba la pesquisición del volumen raro y curioso. Su salud era perfecta; estaba descansado el cerebro. Y de pronto, una noche, al acostarse, ha comenzado a sentirse desazonado.

Doña Inés, Madrid, Biblioteca Nueva, 1972, pag. 135.

PETA.

Probablemente tomado del catalán petar, peer, y éste del latín pedere.

1. Coloquialmente empleado en el sentido de agradar, complacer, tener el capricho de (hacer algo).

2. Coloquialmente. Estallar o explotar.

La primera documentación de la palabra petar, la tenemos en el año 1792, en el libro titulado Crotalogía o ciencia de las castañuelas de F.A. Florencio. La DRAE, por su parte, la recoge en el diccionario de 1817. La evolución se encargó de cambiar el sentido primero de “agradar”, en uso hasta el siglo XIX, hasta la segunda y más reciente acepción. Modernamente se emplea con profusión el vocablo en el sentido de reventar, explotar y también el de triunfar: “Te vas a petar de risa”, “el recinto estaba petado de gente”, “los ordenadores acaban petándose”, “Metallica petó el estadio de Chamartín”.

Quiere cambiar de vida Zoraida; está inquieta en su soledad, en su ociosidad. Entre los cautivos hay uno que le peta a Zoraida: un tal Saavedra, nos dice Cervantes Saavedra. Y en el punto en que la curiosa Zoraida atisba a Saavedra, comienza para ella un nuevo afán, una nueva ansiedad.”

Con permiso de los Cervantistas, Madrid, Visor Libros, 2005, pag. 51.

PIZPIRETA.

Voz de creación expresiva, es decir, que imita de alguna manera el modo de hablar, expresarse o actuar, que con la combinación consonántica psp indican la vivacidad del movimiento.

Tiene relación fonológica con el ave llamada pezpita, pero no como derivadas una de otra, sino porque ambas parten de esa misma creación expresiva, nacida del comportamiento.

Dicho de una mujer: Viva, pronta y aguda. Vivaracha.

Veamos un ejemplo del uso de la palabra, en un texto de Camilo José Cela de 1962, titulado “La ciudad desde la pecera”, perteneciente a Escenas matritenses:

“Tras la luna de la pecera del escritor –esa luna que, ahora en invierno, deja que el frío se cuele como una lagartija veloz— la ciudad se despereza y empieza a vivir. El último desvencijado carrillo del último trapero haragán, se cruza con el trolebús resplandeciente que parece de anuncio. La señora que vuelve de su misa, el velito a la cabeza y en el estómago un huequecillo que el desayuno tapará, camina al lado de la jovencita pizpireta y bien plantada, pintada de arriba abajo, que lleva la cabeza poblada de amorosos fantasmas y el pecho habitado por el pájaro loco de los deseos inconcretos. El niño zascandíl pelirrojo, especialista en recados arbitrarios, adelanta en su caminar al conspicuo señor del bombín que prepara una sutil y compleja operación de bolsa. El poeta con barba de cinco días y mirar iluminado, ni ve al petimetre triunfador, de gomina en el pelo, chaqueta a tablas y jacarandoso caminar.

Es extraño, proteico, atemorizador, el mundo de la ciudad, el mundo que divisa el escritor desde su pecera, desde su atalaya, desde su alto puesto de vigía de la mañana.”

No sabremos decir cómo es Catalina; pero aproximadamente bien podemos conjeturarlo: Catalina, muchachita de pueblo; por una parte, ni rabisalsera ni pizpireta; por otro lado, ni zoncita ni parada. Catalina, mujer tranquila, reposada, sin inquietudes.”

Con permiso de los Cervantistas, Madrid, Visor Libros, 2005, pag. 124.

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