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Cultura y comunicación

Mirada de un africano desde «El Edén»

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IMG_2166Visión del mundo de un africano desde ¿El Edén?, de Inongo-Vi-Makomé. Ediciones Carena. Barcelona 2017.

Reseña de Gaspar Oliver.

La ilustración de arriba procede de la página Atlantablackstar. The African Griot: Study Finds Storytelling Is the Key to the Literacy of Black Preschool Children. (El Griot africano:una investigación descubre que los cuentacuentos son la clave de la alfabetización en los niños negros en edad preescolar)

La población africana es la parte del género humano más castigado por la suerte. Al menos, es lo que parece, si consideramos la suerte como un factor de la Historia, entre el determinismo y la complejidad.
Los africanos subsaharianos sufrieron desde el siglo nueve las incursiones de los musulmanes de Egipto, Sudan y el Magreb, que organizaron las primeras caravanas de esclavos.
Del siglo XV en adelante, las expediciones europeas rodean el continente, penetran aquí y allá, y desangran las poblaciones con la práctica del esclavismo.
Y a partir del siglo XIX África se transforma en un solar invadido por la codicia de la Europa que se industrializa y necesita materias primas.
El colonialismo, que antes había arrasado el continente americano, también se desbordó hacia Asia. Pero en Asia había naciones constituidas de antiguo, que sufrieron menos el saqueo y pudieron oponerse a él. Los pocos estados que existían en África no pudieron resistir la avalancha colonialista.
Los cimientos sociales de los diferentes pueblos africanos fueron socavados a conciencia durante siglos. La descolonización importó estructuras políticas europeas y norteamericanas que llegaban para salvar el continente. Fracasó.

Inongo sostiene que la solución está en volver a las raíces africanas. Esto parece imposible. Pero Inongo-Vi-Makomé, camerunés nacido en la mitad del siglo pasado, se aferra a la idea y la razona.Veamos cómo.
Su último libro, Visión del mundo de un africano desde ¿El Edén?, es un ensayo muy atrevido por su contenido y porque lo hace una persona ajena al mundo académico y al periodismo.
Inongo se tiene a sí mismo por un griot, un narrador de historias africano, un cuentacuentos profesional. A lo largo de su vida como narrador, dramaturgo, director de escena, charlista y sobre todo griot, esa actividad “transversal” en toda su actividad profesional, ha leído, reflexionado y dialogado con personalidades de la vida académica europea y africana. Pudiendo haber seguido un camino por la senda de la enseñanza superior o universitaria, ha elegido siempre la independencia. La misma independencia que reclama para los suyos.
Visión del mundo de un africano desde ¿El Edén? es un ensayo razonado y documentado. Pero la mejor y mayor fuente de documentación de Inongo es su propia experiencia vital, eso que los periodistas llaman “anécdotas”. Solo que las de Inongo están utilizadas con  trascendencia y fundamento filosófico.
Inongo se revuelve contra el paternalismo blanco al que se han acogido tantos subsaharianos, tantos negros, denominación que Inongo usa sin vergüenza, para instalarse en la sociedad europea, en sus engranajes, en sus poltronas. Pero Inongo es un hombre insobornable a quien las tentaciones de riqueza o poder hacen tanto efecto como a un cenobita. Esto es algo que siempre me ha pasmado de mi amigo, solo se diferencia de un eremita en que se mezcla con el mundo con alegría, en lo demás, vive como un cartujo.
Después de reiterar el daño ejercido sobre los africanos por el colonialismo y la descolonización, y de señalar a la codicia de los blancos, a nuestro cinismo y a nuestra hipocresía, dirige su dedo hacia los negros y les acusa de ser responsables de sus miserias, porque han renunciado a ser negros, a ser africanos, a seguir el camino que trazaron sus antepasados antes de la ocupación y espolio.
En este razonamiento Inongo llega a proponer como remedio a la corrupción, el gran cáncer de los estados africanos, que se detenga a los ladrones, se les desnude y se les azote en público.

Inongo estudió Medicina en Valencia, aunque no llegó a terminar la carrera. Este carnet corresponde a una época en la que su nombre oficial era Calvin Ntonga Inongo.

Inongo estudió Medicina en Valencia, aunque no llegó a terminar la carrera. Este carnet corresponde a una época en la que su nombre oficial era Calvin Ntonga Inongo.

La idea es atroz. No sé cómo reaccionará el rebaño de la progresía. Supongo que de ningún modo, primero porque no se habrá enterado de que existe un texto sólido escrito por un africano, segundo porque si lo conocieran, no pasarían de la portada, y tercero porque al llegar al punto de semejantes propuestas, lo cerrarían de golpe, indignados por las ideas de “semejante facha”, esa expresión tan de moda entre el pensamiento idiota.
¿Cómo razona Inongo su propuesta? Ateniéndose a lo que él entiende que es la tradición cultural de los pueblos africanos. Se basa en el respeto y el honor (esa sería la palabra equivalente en español), y en la vergüenza de verse expuesto a una condena pública.
Antes, cuenta Inongo, si un africano encontraba un billetero en una playa perdido por un turista, lo llevaba al jefe del clan o del poblado. Hoy, se lo guardaría. El cambio moral ha sido tan profundo que hoy en día robar se ha vuelto endémico. Robar a la administración, claro, porque si cogen a alguien perpetrando un hurto o un robo en un hogar o un negocio privado, pueden hasta lapidarlo. La ley de la selva, dirían algunos. Pues, sí, viene a decir Inongo, la selva tiene sus leyes, y quien las ha roto primero ha sido el saqueo y el colonialismo occidental. Y una vez destrozado el sistema natural, la ley de la selva pasa a ser la ley del más fuerte, del mejor ladrón o asesino.
Otra de las propuestas de Inongo es liberar al Dios negro de sus cadenas. Volver a las raíces, al origen cultural o antropológico de las poblaciones africanas y hacerlas presentes. Ni el ejemplo ni los modelos occidentales sirven a los pueblos africanos. Esto es algo aceptado incluso por los propios políticos e intelectuales africanos. Solo que no los sustituyen por nada mejor, ni práctico, ni moral.
Una sensación de escepticismo intelectual he sentido al leer algunos de los razonamientos de Inongo en su ensayo. Buscaba en él una filosofía sistemática, que bebiera de las fuentes del pensamiento griego, de los pensadores europeos sobre los que se levanta nuestra nube filosófica presente. En lugar de ello encontraba pathos, mithos, y poco logos.
Pero a medida que iba leyendo comprendía que la elección de Inongo no era fruto de un defecto de conocimiento o de formación académica (yo tampoco he leído a Aristóteles, a Tomás de Aquino, a Leipzig, a Kant, a Hegel o a Gadamer, y las más de las veces que lo he intentado, me he retirado frustrado por no enterarme de casi nada). El razonamiento, los argumentos filosóficos de Inongo se basan en su propia experiencia. Leer Visión del mundo de un africano desde ¿El Edén? es recorrer una vida, con detalles y anécdotas estupendas, de “humor negro”, dirigidas a una conclusión nada novedosa, pero de gran potencia si se la tiene en cuenta: dejad en paz a África, dejad que África recupere su originalidad e intente salir del bache de la historia, de la maldición que los dioses europeos lanzaron sobre ella.

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