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Cultura y comunicación

QUO VADIS OIROPA?

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Un Artículo de Fernando Bellón, editor de Agroicultura-Perinquiets

Aclaración precisa: Oiropa es cómo los alemanes pronuncian Europa. Porque “Alemania es el único pilar de la estabilidad europea”, según cierto filósofo marxista de la izquierda pantanosa.

Los hechos.

He aquí el primero de los hechos necesarios para el entendimiento de este artículo. Alemania domina, de momento (con la anuencia de los Estados Unidos).

Francia baila un rigodón interminable con orquesta sindical y una zarabanda musulmana. El Benelux (Bélgica, Holanda y Luxemburgo para los jóvenes) se debate entre la droga (en Holanda los narcos han matado a dos periodistas rebeldes) y la islamización. Italia baila desde hace setenta años la misma tarantela (de tarántula). España se apunta a lo que mande Bruselas, sólo por cobrar, ejecutando a medias lo que manda Bruselas. Portugal flota con prudencia galaica. Grecia calla como un muerto, por si acaso. El resto de los países de la Unión Europea procuran mantenerse a salvo de los torbellinos. El Reino Unido juega a póker italiano.

Y allá por el septentrión, Rusia intenta recomponer su imperio y defenderse de la mendacidad anglosajona, y Ucrania paga los platos rotos vendiéndose por un puñado de misiles al traicionero Occidente, que no tardará en pasar factura a sus infelices héroes. Es una guerra de intensidad media que no trastocará el orden europeo, pero que causa mortandad lamentable. El boicot económico o comercial a Rusia queda en entredicho cada vez que se conocen cifras: España ha multiplicado sus compras al perverso Putin; Hungría y Polonia no hacen caso de las recomendaciones antirrusas, Turquía se cachondea…

Una representante de Pfeiffer admite en el Parlamento Europeo que su empresa no tuvo nunca claro la eficacia de su vacuna, y que se limitó a distribuirla (cobrándola, claro), y realizó una prueba en centenares de millones de personas para ver si era idónea. Sólo los digitales más rebeldes se hacen eco del escándalo. Mientras tanto, Pfeiffer prepara la venta masiva de nuevas vacunas que los gobiernos comprarán conscientes del tocomocho.

La presidenta de la democrática y liberal Unión Europea amenaza a Italia si se les ocurre votar libremente. No pasa nada, porque al cabo de los días se ve que el nuevo gobierno italiano, si llega a durar, no será distinto de los anteriores.

El reparto de los fondos europeos en España es un desastre. Los encargados de controlarlo se han enredado en su propia madeja burocrática. No pasa nada, dice la propia Comisión (y El País), seguirán llegando. Sánchez ensancha el tórax.

La oscura burocracia bruselense también se enreda tras meses de buscar soluciones a algo que el mercado (los poderes reales del mercado) acabará solucionando por su cuenta y riesgo (nulo). Si es necesario racionar el suministro energético se hará. Pero mientras no llegue el momento, hablemos de otra cosa, confundamos, atontemos al personal.

La mayoría aplastante de los forjadores de opinión españoles declaran su amor, apoyo y sometimiento al sueño europeo inalcanzable. Una minoría insignificante subraya lo de inalcanzable. Todavía menos denuncian la falsedad explícita del sintagma “Unión Europea” sobre el que se ha levantado un millonario tinglado de intereses burocrático (ejércitos de funcionarios bien pagados que se ocultan tras sus reglamentos y terminología insondables) y político (Deutschland über alles).

Uno abre el diario digital, y se encuentra con un salpicón de hechos como estos a diario. Uno los digiere, y finge que le importa un pimiento esta vorágine. Estamos acostumbrados a ella. No sucede nada. Hasta que suceda.

Y si pasamos a los hechos “de segunda categoría” nos encontramos con que en Alemania ya no se matan pollitos (machos, las hembras ponedoras se reservan), se les elimina en el huevo, asegurándose que no sufren, porque se comprueba huevo a huevo que todavía no tienen el sistema nervioso. En toda Europa se practica el aborto de fetos humanos con sistema nervioso.

En España se debate una ley trans que protege a los trans, y amenaza a los padres con retirarles la patria potestad si intentan impedir que su hijo o hija de 14 años empiece a hormonarse. El tratamiento será gratuito. Un montón de enfermedades no tan raras tienen listas interminables de espera. ¿Será lo mismo con los trans?

Alguien pretende legislar los “derechos sagrados de los animales” de manera que los ayuntamientos estén obligados a construir refugios de fauna sin cobijo. En un diario digital de poca monta preguntan si habrá refugio de animales para lobos, osos, serpientes venenosas, ratas. ¿Si te pillan aplastando a una cucaracha irás a la cárcel?

Los “hechos de segunda categoría” son disparates de este género, cuya consecuencia real está por conocer, pero que no será inocua, el follón está garantizado. Mas no nos enteraremos en los diarios de gran tirada de los líos que generen. El “periodismo de verdad” se lo reservan los medios nacionales con presupuesto subvencionado.

Quo vadis, Oiropa?

Las especulaciones

En Europa sobran fuentes energéticas, o sea, hay reservas. Nadie con termo en su domicilio se duchará con agua fría. Todos podrán cocinar con gas o electricidad sin restricciones. El miedo que nos meten en el cuerpo es una vieja táctica para amedrentar al personal y domesticarlo. Si la posibilidad de que Occidente se quedara sin suministro energético fuera probable, estaríamos movilizados todos los adultos, sin saber todavía bien quién es el enemigo. Aún no ha ocurrido esto porque hay quien tiene gas y petróleo que vender a precios estratosféricos. Ese es el problema del encarecimiento, no la escasez sino la astucia y la codicia de los que señalan a Rusia de agresora despiadada (con razón), y resulta que a Putin el tiro le ha salido por la culata.

Cualquier graduado escolar con dos dedos de frente y acceso a internet es capaz de conocer el mecanismo de manipulación al que los medios se someten encantados, porque para eso están y para eso les pagan. Es verdad que la Red es un galimatías de medias verdades y de mentiras. Pero cualquiera con paciencia, sentido común y nervios templados puede distinguir las noticias que apestan de las que simplemente no huelen a nada, porque la verdad no huele. Duele, y por eso molesta.

En mis derrotas internáuticas me topo con sesudos análisis y con sarcásticas argumentaciones sobre la deriva del mundo. Puntos de vista contrarios sin efecto notable en la ciudadanía a la que se dirigen. Las aguas siguen tranquilas. Es la calma que precede a la tempestad, dice un columnista.

Hace diez, quizá quince años, me pasmaba de mi generación. Los españoles con siete décadas a las espaldas no hemos intervenido en ninguna guerra. La de Ifni me cogió muy niño. Las otras, a las que nos ha empujado el atlantismo yanqui, me pillaron fuera de edad militar. Pertenezco a una generación excepcional, criada en la estabilidad franquista, crecida en la prosperidad tardofranquista, premiada por el colchón del Mercado Común (a cambio de la desindustrialización de España y su conversión en la playa de Oiropa, Iurop, Erope), y jubilada con indexación salarial.

Me venía a la cabeza un run run de amoscamiento. Esto no puede ser. Esto no puede durar.

¿Qué me espera en mis últimos tiempos? Mi pobre padre sufrió en su infancia la guerra, trabajó como un cabrito para sacar a su familia adelante, como tantos otros españoles, y le tocó morir con los dolores y desafueros de un cáncer, también como a tantos españolitos de su edad. Empezó sufriendo y murió sufriendo.

¿Qué me espera en mis últimos tiempos? Según la lógica y la estadística, carestía y calamidades.

Y lo más amargo es que nadie en sus cabales espera nada mejor. La codicia de los poderosos y la criminal estupidez woke de la cancelación (inducida por los anteriores) caerá sobre nosotros (y nuestros descendientes) como la ira de Jehová sobre Sodoma y Gomorra. Es graciosa la ironía, la Biblia a la que nadie tiene respeto, se va imponiendo como si existiera un Dios cabreado y furioso con tanta imbecilidad realmente existente.

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