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Cultura y comunicación

Rafa Marí, periodista valenciano: “Facebook es para mí un diario personal”

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Rafa Marí, nacido en Cullera hace unos cuantos años, es un periodista valenciano ejemplar, por su oficio y por su probidad moral. Ha ejercido esta profesión durante la mitad de su vida, y la sigue ejerciendo. Esto quiere decir que hasta los 36 años se ganó el sustento como representante comercial. Hizo real su sueño mediático en “Diario de Valencia”, y hasta su jubilación trabajó en Las Provincias, diario decano de la misma ciudad, y también en otros medios.

Sigue publicando una sección cultural en el diario en el que se jubiló, y mantiene colaboraciones periódicas en la revista digital “El Hype” sobre cine y ajedrez. Sus textos son mesurados, nítidos y antipedantescos.

Rafa Marí es hombre profesionalmente versátil, porque podía haberse ganado la vida en el cine, en el ajedrez o en las redes sociales, esto último ahora, claro. De hecho, en cierto momento estuvo a punto de ser nombrado director de la Mostra de Valencia de Cine, algo que (afortunadamente para él) no se produjo, porque aquello era un berenjenal lleno de cardos; aunque, nunca se sabe, a lo mejor la humanidad, la entereza y su erudición cinematográfica habían corregido la deriva de la Mostra hacia el abismo.

Sobre estos temas he querido preguntarle para esta edición de verano de Agroicultura-Perinquiets.

Rafa no va al cine. Ve películas en DVDs que se compra, o en la televisión. Eso hace que las novedades le lleguen con retraso, hasta que los nuevos estrenos (que le interesan) salen a la venta.

Se metió en el cine y en el ajedrez en su infancia, y del primero tiene un poso de excitación infantil. Recuerda esas películas de aventuras construidas con oficio y arte para entretenimiento del espectador. Hoy ese aroma de (falsa) improvisación ha desaparecido, y el cine moderno se dedica o a los mamporros a discreción, o a desmontar la narración de un modo sinuoso y lánguido.

Rafa recuerda la afirmación de Hitchcock: el cine son 400 butacas que hay que llenar cada día. La combinación entre estilo y narración del maestro británico le parece insuperable.

Del ajedrez dice que le apartaron los viajes. Y eso que como comercial debía de hacer los suyos. Estuvo tres años sin perder una partida. Y en una ocasión realizó 33 simultáneas, de las que ganó 30 y fue a tablas en tres.

Sobre las redes sociales, la única que practica es Facebook, desde su portátil en su casa de Mislata. El inconveniente que encuentra a esta afición de tertulias a distancia es cuando aparece un tertuliano con una motosierra. Se queda tan perplejo y enojado que evita entrar al trapo, y deja al jaleador solo en su vanidad y en su deseo de guerra.

Entrevista y fotos de Gaspar Oliver

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«Mi cinefilia es hoy un precioso ornamento»

¿Cuándo y en qué circunstancias dejo de ser el cine un pasatiempo para ti y se convirtió en otra cosa? ¿En qué cosa se convirtió?

Cuando aún no sabía ni leer ni escribir me preguntaban por los programas que hacían en cines cercanos a mi casa –el Avenida, el Tyris, el Goya- y respondía con exactitud. No recuerdo cómo aprendía esos títulos. Con menos de diez años empezaron a interesarme las críticas y reportajes de cine tanto como las propias películas. Todas las semanas, leía con avidez ‘Triunfo’ y ‘Fotogramas’. En la adolescencia iba a los pocos kioscos donde recibían ejemplares de ‘Film Ideal’ y ‘Nuestro Cine’. El mundo del cine se había convertido en una identidad cultural. A través del cine estadounidense comprendí lo que era una democracia. Mi padre, un hombre de izquierdas y ateo, nunca me hablaba de política. Tenía miedo. Por su antifranquismo pasó casi cuatro años en la cárcel y no quería volver allí. Lo que callaba mi padre me lo contaban las películas del Imperio. De aventuras, espadachines, del Oeste… Nada de cine de tesis. Pero aquellas historias populares transmitían valores democráticos mucho más estimulantes que los nacional-católicos y autoritarios que nos imponían en España.

¿Cual fue a película que más te impresionó o te hizo reflexionar, antes de convertirte en cinéfilo?

Diré varias: ‘El halcón y la flecha’ (Tourneur, 1950), ‘El temible burlón’ (Siodmak’, 1952), ‘Niágara’ (Hathaway, 1953), ‘Lilí’ (Walters, 1953), ‘La ventana indiscreta’ (Hitchcock, 1954)…

Por cierto, ¿eres un cinéfilo u otra cosa?

Ahora me he degradado, culturalmente hablando, y me he convertido en un coleccionista (DVD, carteleras de mano) y un erudito. Antes mi cinefilia era más sincera y pasional. En mi juventud fue una necesidad visceral. Ahora es un precioso ornamento.

¿Cuáles son tus hábitos entorno a tu afición o pasión cinematográfica, hoy en día? ¿Dedicas un rato diario al cine o a buscar en la red cosas de cine o cosas así?

Sigo leyendo muchas revistas de cine. Todos los meses compro ‘Nuevo Fotogramas’, ‘Caimán’ y –mi favorita- ‘Dirigido por’. De vez en cuando, también ‘Imágenes’, ‘Cinemanía’ y cartelera Turia.

¿Cuáles son las películas que más veces has visto?

No me canso de ver ‘Bienvenido Mister Marshall’ (Berlanga, 1953), ‘Con faldas y a lo loco’ (Wilder, 1959) y ‘Con la muerte en los talones’ (Hitchcock, 1959). Ocho o nueve veces cada una. Aparte de muy buenas, son muy entretenidas. Son películas realizadas e interpretadas en estado de gracia.

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“El ajedrez se convirtió en una pasión obsesiva que tenía mucho de refugio» 

¿Cuándo y en qué circunstancias dejó el ajedrez de ser un pasatiempo para ti y se convirtió en otro cosa? ¿En qué cosa se convirtió?

Aprendí a jugar a los 14. Durante medio año fue un pasatiempo. Unas semanas antes de cumplir quince años ‘fiché’ por el club Gambito, con sede en la Casa de Utiel (Gran Vía de las Germanías). Poco a poco, el ajedrez se convirtió en una pasión obsesiva que tenía mucho de refugio. Empecé a desintoxicarme diez años después. Lentamente. A partir de tener pareja sentimental, la fiebre disminuyó.

¿Quién o quienes te enseñaron?

Mi padre en un inicio. Cuando le gané una partida, ya no quiso jugar más conmigo. En el bar Perelló (en la calle Matías Perelló), aprendí muchos secretos del tablero con un jubilado de la Tabacalera, Manolo Borrás, un aficionado con un juego muy elegante.

¿Pensaste alguna vez profesionalizarte como jugador de ajedrez, o lo has sido o lo eres?

Algunas personas que no me querían bien me aconsejaron dedicarme profesionalmente al ajedrez. No les hice caso. Nunca creí que el ajedrez pudiera ser una profesión, al menos no para mí. Fui cinco veces campeón de Valencia, internacional A y B en varias ocasiones, jugué muchos campeonatos de España, tanto individuales como por equipos, con el Gambito… Pero, en el fondo, el ajedrez no era lo mío. A partir de los 25 años, no. Trabajé como agente comercial durante 18 años, con la esperanza secreta de convertirme algún día en periodista. Finalmente, me reinventé y lo conseguí. Soy un periodista tardío. Entré por primera vez en la redacción de un periódico a los 36 años (‘Diario de Valencia’, como colaborador’) y a los 37 años, como redactor en plantilla (‘Noticias al Día’). Un año, en 1984, después entré en Las Provincias. Y hasta ahora.

¿Con que frecuencia juegas al ajedrez?

Ahora nunca juego partidas rápidas. De campeonato, de segundo tablero con el Gambito, en la temporada 2015 jugué diez partidas en el campeonato por equipos. Una ganada, una perdida y ocho tablas. Quedamos terceros y estuvimos a punto de quedar campeones.

¿Hay muchas mujeres ajedrecistas? ¿Compiten hombres contra mujeres?

Sí, ahora hay muchas. Compiten hombres contra mujeres, sí. En mis inicios en Valencia sólo había tres mujeres que jugaban al ajedrez. Las tres pertenecían al Gambito: María Luisa Gutiérrez –quedó campeona de España varias veces, también era profesora de bridge-, y dos veteranas damas cuyo apellido no recuerdo: doña Carmen y doña María. Los martes y viernes por la noche, entonces días de campeonato en el club, cenaban con sus familiares, a las ocho de la tarde salían a la calle, se acercaban a la Casa de Utiel, y regresaban solas a sus domicilios a la una o dos de la madrugada.

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“Vivo Facebook como un entrenamiento periodístico y un ejercicio de depuración literaria»

Creo que voy a tomarme unas vacaciones en facebook. No lo tengo claro, porque de vez en vez me asomo a las tertulias internáuticas-extrasensoriales y, es matemático, inevitablemente me vuelven a entrar ganas de ‘decir lo mío’. Estoy seguro de que si releyera las cosas que escribí hace tres años en este mismo muro, a menudo me extrañaría: ‘¿Así pensaba yo entonces, ese fatuo era yo?’. Si callo por unas semanas y me dedico a leer, observar y meditar, es posible que de cara a la nueva temporada maneje unas ideas algo más sólidas. Al menos un par.

Texto de Rafa Marí, publicado el 30 de julio de 2015

¿Por qué públicas en Facebook, y encima, todos o casi todos los días?

Facebook es para mí como un diario personal, una manera de estar informado y transmitir informaciones y de darle cuerpo literario a pequeñas ocurrencias.

¿Es Facebook un sustituto (en tu caso) de la inclinación inagotable a escribir de todo periodista que se precie?

¡Has dado en la diana, Fernando! Facebook lo vivo como un entrenamiento periodístico diario, Y como un ejercicio de depuración literaria. Muchas veces compruebo que en numerosas ocasiones más es menos, que sobra la retórica, que es mejor descartar la grasa literaria, que hay que combatir los planteamientos obvios y rutinarios e intentar ser amenos. Pero siempre sin demasiada palabrería

¿Conoces a la mayoría de tus amigos de Facebook, o se han hecho amigos tuyos por afinidades diversas, pero sin conocerte personalmente?

Tengo unos 1326 amigos virtuales en facebook. Unos 400 son conocidos míos, en una u otra etapa de mi vida. Y unos 60 -¡o más!- amigos actuales con los que mantengo relaciones fluidas, aunque castas. Ya sabes: sms, emails, teléfono… De vez en cuando nos vernos para comer en algún sitio o hacer excursiones.

Siendo un hombre sociable, de tertulias, ¿es Facebook un placebo de ese tipo de encuentros físicos que parecen ser hoy más raros que antaño?

Yo diría que más o menos es así como dices. Un nuevo planteamiento de la amistad. Lo que menos me gusta de Facebook es la facilidad con que algunas personas se embroncan. Casi siempre por cuestiones políticas. Cuando discuten en mi muro nunca sé qué actitud tomar. No quiero ser árbitro de ningún debate. Ese papel es vanidoso, paternalista.

¿Cual es, en tu opinión, el papel que desempeñan hoy las llamadas redes sociales? De paso define según tu parecer eso de «redes sociales», porque yo estoy hecho un lío

No sé definir con precisión lo que es una ‘red social’. Digamos que una manera cómoda, rápida y barata de comunicarse gracias a las nuevas tecnologías. Las redes sociales han aupado a las formaciones políticas emergentes y han jugado un papel decisivo y benéfico a la hora de denunciar la corrupción y los abusos políticos. Pero muchos de los mismos ideólogos que están ahora en lo alto del aprecio colectivo con la ayuda de las redes sociales, no tardarán en ser estrujados por esas mismas redes sociales que en cuestión de meses les convirtieron en líderes políticos.

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