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Cultura y comunicación

Una visita a Portugal

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Gaspar Oliver, co-editor de Agroicultura-Perinquiets

El intercambio turístico entre España y Portugal crece con el paso del tiempo. Es común cruzarse por las calles de Madrid, Sevilla o Toledo con  familias portuguesas, y al contrario, los españoles están por todas partes en el país vecino, con el que tenemos tanto en común, hasta siglos de unidad peninsular, más o menos los diez primeros desde la civilización romana a Alfonso VII de Castilla y León y Afonso Henriques de Portocale, siglo XII, más los sesenta años de los Austrias entre los siglos XVI y XVII.

Recorrer cualquier paisaje urbano o rural de Portugal es una confirmación de lo distintos que somos españoles y lusitanos, pero también de cuanto nos une e identifica. Cuando uno es niño o muy joven, los viajes a lugares ajenos se le presentan como excursiones a lo extranjero, fuera de la experiencia conocida, a lo lejano, aunque sea el pueblo de al lado. Tal sentimiento es el que un adulto español siente al adentrarse en Portugal, con la ventaja de saber que lo que nos distingue también nos identifica. La primera sensación que me suscita Portugal es la de admiración y reconocimiento de unas gentes que no han abjurado de su historia, de sus tradiciones. Una persona que conocí en Guimarâes, la cuna de Portugal, al lamentarme yo del menosprecio de los españoles por nuestra nación, replicó que en Portugal hay un «hipernacionalismo». Yo eso no lo considero un defecto. El problema es cuando el cariño a la patria se convierte en desprecio o superioridad en relación a los ajenos.

A continuación ofrezco un reportaje fotográfico del viaje. XX instantáneas con sus pies de foto indicativas.

Leyenda real. En Guimarâes, muy cerca de Braga, el conde Afonso Henriques, vasallo de Alfonso VII de Castilla y León y casado con Teresa, hija ilegítima de Alfonso VI, se declaró rey de Portocale en 1128, tras obligada batalla contra las tropas leonesas leales a Teresa. Esta anécdota es un lío que se aclara conociendo la historia. Pero el hecho es que Portugal "nació" en Guimarâes
Castillo de Guimarâes, donde su urdió y se forjó el nuevo reino.
Honra portuguesa en cerámica. Una calle de Coimbra.
Testimonio del fundamento católico ibérico, en una iglesia de Guimarâes, de Coimbra o de Braga. Da lo mismo, la religión lo impregna todo en Iberia.
Turistas. Aunque no está claro. El fotógrafo escuchó hablar en portugués, en una lengua eslava y, como se observa en la foto, había personas de origen africano.
Moncho Rodríguez, dramaturgo y director, Antonia Bueno, dramaturga, directora y actriz, y Narciso Fernandes, músico, en casa del primero, en Fafe. Moncho es el director de "A Grande Serpente", escrita por el brasileño Racine Santos, y representada en la antigua Fábrica de Couros de Guimarâes. Las fotografías que siguen a esta son de la obra.
"A Grande Serpente" se desarrolla en el Sertâo brasileño, y cuenta la historia de un pueblo que se queda sin agua por una maldición sobrenatural debida a un incesto del que los infractores no son conscientes. La escenografía es de Moncho Rodríguez, e intenta reflejar las condiciones de ese territorio desértico, y las relaciones de sus habitantes con el mito y la necesidad.
El numeroso elenco de actores eran voluntarios de Guimarâes y otras localidades, convocados por la Associaçâo Artística Vimarenense. La Oficina de Dramaturgia e Interpretaçao Teatral produjo la obra hace 28 años. Su promotor era el entonces concejal Francisco Teixeira, que ahora preside la Associaçâo . En la foto, Francisco Leite Silva y otro voluntario. Estuvieron preparando "A grande Serpente" durante cuatro meses
Instantánea de la prodigiosa puesta en escena de "A Grande Serpente", que no se diferencia en nada de las grandes óperas montadas con todo lujo de escenografía y presupuesto delirante.
"A Grande Serpente" fue autofinanciada por la Associaçâo Artística Vimarenense, sin apenas ayuda municipal.
Francisco Teixeira, segundo por la derecha, presidente de la Associaçâo Artística Vimaerense. con un grupo de amigos.
Las ciudades portuguesas suelen estar más limpias que las de este lado de la raya. No muchísimo, pero algo.
Un rincón de Coimbra. Recuerda a Nápoles por la estrechura de las calles y la desvergüenza de las consignas pintadas.
Una de las infinitas colinas de la mitad norte de Portugal, desde una ventana de Guimarâes.
Promociones en un negocio de Braga.
Plaza de la República en Braga. El sello vergonzoso del globalismo vulgarizante.
Lusitana, en una calle gastronómica de Braga. En relación a visitas anteriores, la cocina portuguesa se ha industrializado como cualquier otra. No es difícil encontrar comida auténtica, pero sí menos común que antes.
El río Lamego en Coímbra, visto desde lo alto de las Escadas (escaleras) do Chinchorro
La playa atlántica de Carrapateira en el Algarve. Paraíso de surfistas.
Pescado fresco, en una playa atlántica no identificada por el fotógrafo, cuya memoria no es fotográfica.
El halo verde.
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