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Bitácora y apuntes

Vivir sin adjetivos, pero con objetivos

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Gaspar Oliver

Asunción Fenoll Cerdá, Susi para los amigos, ha publicado sus memorias y las ha titulado Vivir sin adjetivos, Ediciones Frutos del Tiempo, Elche 2022. Es hermoso el lema. Se puede vivir a lo grande, como un perro, como un salvaje, como un truhan. Pero hacerlo sin más, que es lo que intenta la mayoría de la gente, es más sensato. Y Susi Fenoll es una persona sensata y capaz a la vez de pisar charcos un día sí y otro también. Tiene mérito la cosa.

¿Por qué nos gusta hablar y escribir de nosotros mismos? Por fortalecer nuestro amor propio, porque somos vanidosos, porque tenemos afición a la escritura igual que otros se la tienen a la lectura o al coleccionismo…

            Susi Fenoll es amiga mía desde los años noventa, y tenía conocimiento parcial de su aventura vital, que ahora he podido completar.

Recomiendo este libro porque es bueno, merece la pena leerlo. No va dirigido a nadie en concreto, personas con discapacidad como ella, familias con un miembro en estas circunstancias, profesionales de la sanidad, políticos… Va dirigido a todo el mundo.

Las memorias de Susi se dividen en dos periodos: infancia, juventud, matrimonio y descendencia; y luego, viudedad, madre de adolescente y abuela.

Susi ha realizado una actividad tremenda para que la discapacidad no fuera una maldición vergonzosa sino algo tan natural como la salud más o menos completa de la mayoría de los ciudadanos. Lo ha hecho en la Oficina de Atención a la Discapacidad del ayuntamiento de Elche. Desde mucho antes peleó en esta batalla como ciudadana, con la colaboración formidable de su marido, Antonio, también discapacitado. Primero, no renunciando a la vida normal, que es la que queremos llevar todos: movernos por la ciudad, casarnos o tener pareja e hijos, ir a cenar a restaurantes, viajar en todos los medios, descansar en hoteles. Luego, preparándose para ganarse la vida de un modo normal, y no lo entrecomillo porque todos somos normales, aunque lo normal no existe. Contra viento, marea y obstáculos materiales y formales terminó el bachillerato, hizo el Preu (hoy acceso a la universidad), y se licenció en Historia. Buscó trabajo en donde todos los licenciados lo hacen, en la enseñanza, pero la rechazaron porque no era normal… que una persona en silla de ruedas ejerciera autoridad sobre chavales (y chavalas) en edad de cabra montés. Alguna vez que le dieron la oportunidad, lo consiguió, ejercer su autoridad, según lo cuenta ella misma. Era su vocación. Pero no le sirvió de nada. Así que se tuvo que dedicar a crear el engranaje de los servicios a discapacitados, a ponerlo en funcionamiento, a engrasarlo, a proveerlo de combustible y de materia prima.

Los tiempos han cambiado, y la atención a las persona con capacidad diferente, como se dice ahora se ha convertido en un hecho natural, también sin comillas. Se trata no de reunir a las personas en estas condiciones para que lleven una vida digna al margen de nosotros los normales, sino en integrarlas o darles la oportunidad de hacerlo en “la vida de los otros”, que somos los que disfrutamos de la normalidad convencional, que dejen de ser vistos como diferentes, que los veamos y los tratemos con normalidad.

Si hemos llegado a algo parecido a esto, lo debemos a personas como Susi Fenoll.

Yo recomiendo este libro a los interesados en la antropología.

El relato de las aventuras y calamidades de Susi niña y adolescente, además de apasionante está lleno de una información valiosísima de la sociedad española de los años 60 y 70 del siglo pasado. No solo desde el punto de vista de una muchacha que se mueve poco y mal por una poliomielitis fulminante, sino de toda la sociedad, los médicos, los maestros, los amigos, los familiares.

Susi realiza un impresionante trabajo de antropología emic (es decir, desde dentro) que los enamorados de la memoria histórica o lo que sea eso, deberían conocer. Porque Susi, lejos de juzgar lo que fue viviendo, lo revela, lo explica y lo relata sin mezclarlo con la ideología de esos aficionados a la antropología etic (desde fuera), incapaces de mirar las cosas sin un filtro moral lejano de la realidad suya y de la realidad vivida por los citados.

Todas las ventajas y bienes que disfrutamos los españoles hoy, y son muchos, lo debemos a lo que fueron sembrando nuestros antecesores. Y nuestros antecesores eran de todos los colores políticos, morales e ideológicos, fundidos en la factura de una sociedad mejor.

Conocí a Antonio, el marido de Susi, y a María, la hija de ambos. Eran una familia normal, normalísima. Y unas personas más que normales, afectuosos, íntegros, sociables, incansables. ¿No tenían defectos? Claro. Pero dominaban las virtudes en ellos.

La muerte temprana de Antonio dejó a Susi en el desamparo.

Pero esto es relativo. Asuncion Fenoll Cerdá, de apellidos valencianos contundentes, contó siempre con la familia, sus padres, sus hermanos, sus tíos, primos, etc. Sin ellos, Susi no habría llegado a ser la mujer que yo conocí y que ha realizado todo lo que cuenta en Vivir sin adjetivos. La familia, en su concepto más convencional, amplio, tradicional, ha sido el sostén constante de Susi sin interrupciones, sin excepciones. Imagino que para cualquier familia, tener una persona de capacidades diferentes, por atenerme al odioso neologismo , es un golpe tremebundo. También supongo que la mayoría de las familias integran la excepción y hacen lo posible en “normalizarla”, ahora sí pongo las comillas. Aunque habrá también familias que conviertan la eventualidad en una tragedia, en una maldición, en un infierno. Susi tuvo suerte.

En los momentos de decadencia de los padres, Susi no pudo asistirlos como a la inversa, pero tenía hermanas. Y confiesa: “La [hija] que más había recibido de ellos, la que más les había hecho sufrir, no pudo devolver nada de lo recibido. Es un sentimiento que no puedo racionalizar, no puedo añadir la lógica o la razón a esa sensación de fracaso, inutilidad y desagradecimento. Seguro que podría haberme esforzado un poco más.” Esto no lo dice un cualquiera, sino una persona “especial” que reconoce una y otra vez que tuvo una infancia feliz, incluidos los días de hospital y sufrimientos; y que llegado el momento de devolver lo recibido, no puede hacerlo con “normalidad”.

Susi Fenoll defiende en Vivir sin adjetivos cosas que hoy se tienen por eludibles: el dolor, la paciencia, la fortaleza, el afecto, la tenacidad, y el sentimiento de culpa con dolor de corazón y propósito de enmienda.

En un momento dice que nació demasiado pronto y que le tocó apechugar con su condición y la de la sociedad contemporánea. Susi ha vivido entre tempestades, pero no como una heroína sino como una persona normal y corriente. Vivir sin adjetivos no es un libro melodramático, sino el de una antropóloga rebelde.

0 Comentarios

  1. Antonia Bueno Mingallón 11 noviembre, 2022

    Muy sugerente reseña de un libro que creo merece ser leído por la vitalidad frente a las adversidades de su protagonista. La vida de Susi puede enseñarnos mucho en esta época donde se busca la «felicidad» total, fácil y continua… como si eso fuera humanamente posible.

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