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Agricultura y naturaleza

Agroecología para jóvenes inquietos en l’Horta Nord de Valencia

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Guillem Crespo, de la Fundación Internacional para la Restauración de Ecosistemas (FIRE), durante una clase práctica en Sa-i-Fresc.

Una reseña de Fernando Bellón, seguida de unas reflexiones del autor

En septiembre ha terminado en Valencia un curso teórico-práctico para la capacitación integral en agroecología organizado por CERAI (Centro de Estudios Rurales y de Agricultura Internacional), diseñado desde la Escuela Superior de Ingenieros Agrónomos de la Universitat Politècnica de València, y subvencionado por la Conselleria de Agricultura de la Comunidad Valenciana.

Ofrecemos una reseña del desarrollo de este curso de seis meses, el primero de una serie de tres, dirigido a agricultores o aspirantes a serlo, jóvenes, y en especial a mujeres.

El curso estaba previsto de enero a junio, pero se ha extendido hasta septiembre por razones obvias, si bien durante los momentos duros de la pandemia se realizó on line. El ingenio de los organizadores se puso en marcha, y en especial de uno de los profesores, Fermín Salcedo, de Sà i Fresc, que organizaba parte de las prácticas. Se dedicó a grabar pequeños reportajes en los que recorría la finca mostrando los temas de estudio en las plantas afectadas.

El curso ha sido gratuito para los veinte matriculados. Se han realizado los viernes por la tarde las clases teóricas en diversos escenarios (34 por ciento del curso), y los sábados por la mañana en campos o almacenes agrícolas de la finca agroecológica Sá i Fresc, en Alcásser, y Naturalgar, de Meliana (66 por ciento del curso). En total han sido 184 horas.

El profesor Laborda, al fondo, durante una de las clases prácticas en-Sà -i-Fresc

La mayoría de los alumnos eran jóvenes, la mitad de ellos mujeres, relacionados con la producción o gestión agraria. Algunos tenían experiencia de diversa índole en el campo, otros habían desarrollado algún tipo de estudios agrícolas, y todos se han comprometido a dedicarse a esta actividad, de una o de otra manera. Los objetivos más destacados del curso eran ofrecer a los jóvenes conocimiento y práctica de las técnicas tradicionales que mejoren la sostenibilidad de los sistemas agrarios, divulgar los cambios normativos en comercialización, protección de la huerta y proximidad, y formarles en la gestión sostenible de los recursos naturales, cultivos y sistemas alternativos.

Entre los módulos del curso son dignos de mención la Sanidad vegetal en horticultura ecológica, suelo, agua, fisiología de la planta y nutrición, diseño y planificación de una finca agroecológica, ejecución (manejo, operaciones culturales y maquinaria), y normativa, comercialización y distribución.

Un equipo de seis profesores, todos docentes titulados o agricultores también con titulación agronómicca y con amplia experiencia, han participado en el curso.

Hemos charlado con los alumnos sobre su experiencia en agricultura y del curso. He aquí algunas de sus impresiones.

Benja, mediana edad, de Cullera, es propietario y cultiva, seis hanegadas, media hectárea de clemenules, y tres hanegadas, un cuarto de hectárea de navelina, todas en proceso de transformación a ecológico. También cultiva una variedad de verduras para autoconsumo, aunque ha empezado a hacerlo a mayor escala, probando en cantidades pequeñas de plantas, y también intenta preparase la semilla propia. Lo llama «un experimento en la producción de hortaliza» como primer paso a ese proyecto de ampliar su trabajo y ganar clientela.

Benja acude a las faenas del campo por las tardes, cuando sale del trabajo que constituye su sustento principal.

«En este curso estoy descubriendo cosas, a pesar de que creía que sabía de agricultura, porque toda mi familia es de labradores. Por ejemplo, yo regaba cuando regaban los de al lado, o fumigaba cuando lo hacían los demás, con los mismos productos».

Su mayor argumento en el proyecto que se dispone a emprender es que el declive de la agricultura tradicional no afecta a la ecológica, que empieza a cobrar fuerza.

«Todos acabarán en ella. Yo, a todos jóvenes de este curso les aconsejaría que empezaran con poco, y sobre todo que hicieran un gran esfuerzo por formarse, como estamos haciendo ahora. Combinando la formación profesional con un trabajo en una finca como esta [se refiere a Sà iFresc] para ir aprendiendo durante un par de años, acumular experiencias, y experimentar en un campito tuyo, muy poco a poco para no llevarte una desilusión».

Verónica, una joven de Sueca, tiene una huerta familiar. Ha empezado con la producción eco porque le gusta cultivar por su cuenta, y se propone profesionalizarse. Ahora está desempleada (Tiene el grado superior de Administración en FP y de Higienista dental) y el primer paso es hacer cajas para vender y ampliar poco a poco su mercado. No tiene más experiencia que los cursos que ha hecho, en SEAE, y éste que es más completo por la gran parte de práctica que tiene.

«La mayoría de los jóvenes que quieren volver al campo es porque han estado encerrados en oficinas, quieren desconectar de la ciudad, y conectarse con la naturaleza».

Su propósito es dedicarse profesionalmente al cultivo eco, partiendo de estos cursos de enseñanza, con todas las materias que permiten conocer el flujo de trabajo en el campo y sus técnicas. Otra idea es formar una cooperativa con otros compañeros, por ejemplo los que ha conocido en el curso.

Juan Carlos Ruiz, de Castellón, es collidor y todavía joven. Tiene un trozo en la marjal de Castellón, todo hortaliza.

«Llevo trabajándolo cuatro o cinco años. Empecé de cero, como autodidacta. En Castellón faltan productores eco, y hay mucha demanda de producto ecológico. Hay posibilidades. Pero también problemas, por ejemplo, el agua; allí se riega con fertirrigación, es decir, el agua lleva incorporada productos, y esto invalida la producción eco. Otro problema es el de la tierra, porque allí está todo muy explotado, y tampoco hay tradición de horticultura, dominan los naranjos, los almendros. Es complicado el acceso a la tierra, porque se han perdido una o dos generaciones».

El agricultor e ingeniero agrícola Ricardo Lostado, "Richi", durante una de las clases practicas de Tracción animal.

El minifundismo orgánico, un modelo imperfecto

Una reflexión de Fernando Bellón

El agricultor español es autodidacta, suele pensarse y decirse. Esto es una verdad a cuartos, no a medias. Desde que el régimen anterior creo el Servicio de Extensión Agraria, los agricultores han aprendido mucho de los entonces peritos y hoy ingenieros técnicos agrónomos, y viceversa.

Estando las competencias agrarias en manos de los gobiernos regionales, es cada autonomía quien se autorregula en estas cuestiones. La Valenciana, por razones obvias de potencia agrícola y densidad de labradores, es una de las comunidades con más actividad formativa para los agricultores desde las diferentes administraciones. No se trata de cursos, de títulos, sino de seminarios o cortas sesiones en las que los labradores se informan de las novedades fitosanitarias, de métodos de cultivo, de riego, de cosecha, de variedades, etc.

Los sindicatos y organizaciones agrarias, las antiguas Cámaras, mantienen una variedad de cursillos que ponen a los agricultores al día. Esto funciona pasablemente bien.

Pero la formación reglada de los agricultores tiene sus deficiencias. Hay escuelas de capataces, formación profesional, y también estudios de ingeniería. El déficit más que de instituciones es de programas.

¿Cuántos de los chavales y chavalas que estudian agronomía terminaran ejerciendo su profesión? Si hacemos la misma pregunta a los estudiantes de medicina o de enfermería, la respuesta no será la misma. La pregunta pertinente es, ¿cuántos de los estudiantes de agronomía visitan a menudo el campo para familiarizarse con lo que estudian en las aulas? Los médicos, o hacen prácticas, o suspenden. Por lo que sé de las facultades y escuelas de agricultura, la práctica es excepcional por una serie de razones en la que están implicados desde el programa hasta el profesorado, no precisamente el que ha participado en este curso de Cerai, profesionales modélicos y con una capacidad docente y sentido moral de su trabajo poco comunes.

Sé que la afirmación anterior, hecha por un periodista, es polémica. Pero no hablo a tontas y a locas, se lo he escuchado a personas competentes en el mundo académico y rural.

Por centrar el problema voy a referirme a Alemania. La sucesión generacional en la agricultura es parecida a la española, a los jóvenes no les seduce trabajar la tierra. Allí, sin embargo, es más fácil que aquí: la mecanización y tecnificación agrícola son superiores. Algo en lo que se distinguen los germanos es en sus instituciones profesionales y en la formación agronómica a todos los niveles. Funcionan mejor, así de simple. Están organizados para defenderse y para transmitir conocimientos, y ejecutan lo que entienden que les beneficia. En España, poner de acuerdo a los labradores en cuestiones prácticas sencillas es tarea complicada.

Centrándonos en lo orgánico, algunos datos comparativos se encuentran en esta página de Euoestat, el portal de estadísticas de la UE: Organic Farming Statistics (Estadísticas de Cultivo Ecológico). Está en inglés, pero a efectos de números, no presenta problema su lectura.

El porcentaje de área dedicada a la agricultura eco en Alemana en relación al área total es de 7,3 %, y en España, el 9,3 (la media europea es del 7,5, aunque hay países punteros, la cuarta parte de la tierra cultivable en Austria se dedica a lo ecológico). En esa misma página puede encontrarse un artículo en el que se argumentan y explican una serie de datos significativos.

En esta otra página, Superficie Cultivada por Países, se detalla la evolución desde 2012.

En España estamos los primeros, pero solo en superficie cultivada.

La ventaja de Alemania es que los productores orgánicos buscan la rentabilidad, y lo normal es que se ganen la vida con holgura con este trabajo. Esto requiere cualificación, capacidad empresarial, organización y distribución. Vivir de la agricultura cuesta tanto trabajo que no es raro que los jóvenes no se interesen por ella.

Hay sin embargo en España explotaciones modélicas. Reportajes de algunas de ellas se encuentran en esta revista digital. Por ejemplo, Sa i Fresc, Fermín Salcedo, Julio Quilis y Quico Barat son hombres pragmáticos, comprometidos con la sostenibilidad de la tierra y del trabajo y que realizan constantes pruebas científicas en colaboración con el profesor Rafael Laborda, de la UPV, uno de los docentes del curso mencionado arriba, y otros profesionales de la agronomía. La Florentina de Vicent Borràs, en l’Alcúdia, Terra i Xufa, de Enric Navarro, Biosanz, de José Miguel Sanz, en Épila también son magníficos ejemplos de gestión, producción y distribución. Son una muestra de cómo se puede aprovechar el rendimiento de la tierra para vivir con cierta dignidad. Son un modelo. Pero cuando se forma a los jóvenes que pretenden ser agricultores se les ofrecen otros modelos poco viables.

Los programas de captación de jóvenes para la agricultura, en este caso orgánica, se orientan al minifundio, por llamarlo de algún modo. Es un esfuerzo nada rentable formar a chicos y chicas con un objetivo de autoconsumo. Se debe de apostar por otras fórmulas más eficaces social y económicamente hablando. La industrialización de un país no se consigue con la apertura de pequeños talleres. Estas iniciativas por bien intencionadas y loables que sean, carecen de perspectivas. No puede volverse atrás en la historia de la civilización, a la época en la que los recolectores y cazadores empezaron a cultivar la tierra de un modo itinerante. El programa de este curso pone énfasis en los avances científicos y tecnológicos sobre plagas, cultivos y sanidad vegetal. Pero esto tiene mayor efecto rentable a media y a gran escala.

En Alemania, siguiendo con la comparación, los agricultores orgánicos están bien organizados, bien preparados, bien asesorados. Recomiendo una visita a la página BÖLW (Bund Ökologiche Lebensmittelwirtschaft), que puede leerse en español mediante el traductor de Google, y donde se ve la diferencia entre estar organizados o no estarlo, algo excepcionalmente raro en España. He de matizar que en todas partes cuecen las habas de la poca competencia, porque les escribí un correo solicitando información para argumentar en este comentario, y todavía estoy esperando la respuesta.

He conocido algún agricultor orgánico de pequeña escala en Alemania. Era una especie de cooperativa entre Berlín y Frankfurt an der Oder, y estaban dedicados con un esfuerzo admirable pero poco efectivo (y eso que estaban en la linde de un bosque y en terreno bastante fértil) a la recuperación de la vida rural tradicional, por llamarla de algún modo, que a vivir de su trabajo con objetivos rentables. Su propósito es apartarse de la sociedad convencional, ser alternativos, y esta palabra figura en el programa del curso mencionado.

Tengo mucho respeto por las personas que buscan (en serio, de verdad) una vida armoniosa con la naturaleza, soluciones alternativas a los problemas sociales, políticos o del medio ambiente. La mayoría de las que conozco en Alemania y en España son encantadoras, trabajadoras, tenaces, en fin, tienen muchas virtudes. Pero no van a cambiar el curso del mundo, al revés, es probable que el mundo se los lleve por delante. ¿Cuánto puede aguantar una familia joven cultivando un huerto y vendiendo cestas a los amigos o a los vecinos? Por experiencia (ajena) sé que no mucho; a no ser que uno de los dos trabaje en la administración local, regional, estatal, sea un profesional autónomo en un área de trabajo demandada, o forme parte de una institución creada a propósito para la difusión de la ecología, haciendo cursos y organizando eventos.

He aquí más cifras sobre la producción ecológica, que se encuentran en esta página del Ministerio de Agricultura español. El total de hectáreas de cultivos permanentes eco era en 2019 en España 606.407 hectáreas; la mayoría en olivares, frutos secos y viñedos; frutales no llegaban a ocho mil, excluyendo los cítricos. Si nos vamos a las tierras arables, de un total de 494.212 hectáreas, algo más de 22.000 se dedicaban a hortalizas frescas, y unas 36.000 a legumbres y proteaginosas. La mayoría aplastante de tierras arables se dedican a cereales y a barbechos. Es decir, de las dos millones y pico de hectáreas de tierra dedicada al cultivo orgánico, una fracción responde al trabajo de accesible a una pequeña explotación. La mayoría aplastante de los productos orgánicos producidos en España se exportan, y para ello hace falta que se cultiven en cantidades altas, rentables, obtenidas en explotaciones grandes y racionales, independientemente de si sus propietarios son cooperativas o codiciosos empresarios. Proponer modelos minifundistas puede que quede muy solidario o sostenible, pero no sirve para mucho mas que sostener utopías.

Con frecuencia leo y escucho a distintos apóstoles de la agricultura alternativa una noticia puede que cierta, pero cuya explicación no comparto. La inmensa mayoría de los agricultores del mundo cultivan parcelas pequeñas según métodos tradicionales. De lo que se deduce que la agricultura tradicional a baja escala alimenta al mundo. ¿Alimenta al mundo o les alimenta a ellos, y de una manera poco saludable?

Acompañan a esta noticia otras sobre el acaparamiento de tierras, la siembra en campos gigantescos de colza y otros productos genéticamente modificados. Insisto, puede que sean ciertas, pero no se puede concluir de ellas que haya que regresar al modelo medieval, eso es un suicidio.

Por último también se habla y se discute sobre los mercados de productos locales. Se habla y se discute, pero se avanza poco. Cuando se pueda volver a hacer turismo, recomiendo que se hagan viajes por Francia, deteniéndose en ciudades medianas, y se continúe en trayecto por Alemania. Casi no hay localidad de cierto renombre que carezca de mercado de productos locales, desde los agrícolas a los manufacturados.

Por razones familiares visito cada año Nuremberga. En la plaza del Mercado, o en el puente del Museo y la calle del Rey hay, si no a diario, con una frecuencia que se me escapa, puestos con todo tipo de productos cultivados en la Tierra de los Ajos (Knoblauchland), el nombre que recibe la huerta de la ciudad. En esa huerta hay invernaderos con base de hormigón, calefacción y ventanas apropiadas al cultivo, que deben de costar un pastón, y donde los campesinos cultivan pimientos, berenjenas, tomates y otros productos mediterráneos todo el año. Vale, no sabrán a nada, aunque sean muy bonitos, pero se venden (y a alto precio), y algo alimentarán.

Hay cosas que funcionan bien y otras, muy loables, que no funcionan. Se trata de combinar la idoneidad económica del proyecto con su idoneidad medioambiental o agronómica. Por eso allende los Pirineos la agricultura orgánica funciona mejor que en España: están organizados, cultivan racionalmente, están formados. Aquí en España tenemos la posibilidad de extraer un rendimiento más que suficiente para que haya muchas personas que puedan vivir del campo explotado de modo sostenible, y estamos perdiendo el tiempo.

Me consta el esfuerzo de muchos profesionales de la gestión agraria en difundir contenidos didácticos, reglados o no, en todas las comunidades autónomas. Pero, a primera vista, da la impresión que con frecuencia (no siempre) se deben más a escenarios ideológicos y a propuestas filosóficas que a la realidad palpable y que nos da de comer.

El agricultor Savier Bauxali (Xavo), propietario de los caballos, durante la clase practica de tracción animal con Benja, uno de los alumnos.
Preparación teórica durante la clase de tracción animal.
Preciosa estampa durante la clase de tracción animal.
Richi durante una clase práctica en la finca Naturalgar, de Meliana. La alumna y el profesor sin máscara están autorizados por indicación médica.
El macho Moreno, atento a la cámara.
Soberbia estampa del macho Mel
Una práctica durante la clase del modulo de Ejecución.
Un aspecto de la huerta de Meliana, al lado de donde se celebraba la clase de tracciónanimal.
Un instante de la clase práctica en Sà-i-Fresc sobre trampas para insectos, encomendada a Julio Quilis hijo (camisa verde).
Clase de tracción animal (Foto Antonio Anguís)
Otro momento de la clase de tracción animal. "Richi", de espaldas. Xavo, con las riendas del animal. Foto Antonio Anguís.

1 Comentario

  1. SIGPAC Valencia 8 marzo, 2022

    Genial el artículo y la reflexión

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