Almería, tecno-invernaderos y mercados casi monopolísticos
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Pocas veces una imagen literaria fue más adecuada: el Mar de Plástico de Almería. Rodando por la autovía de Málaga, al poco de salir de la ciudad hay un túnel. Al emerger de él en Aguadulce el panorama es ese mar, que se extiende treinta kilómetros lineales, hasta más allá de El Ejido. El único suelo libre de plástico que se ve es el de las urbanizaciones con sus calles y sus parques. Todo lo demás es invernadero, mejor dicho, tecno-invernadero. Las magnitudes son apabullantes en términos generales, invernaderos más tierra sin cubrir: cincuenta y cinco mil hectáreas, tres millones y medio de toneladas de hortalizas, con un valor cercano a los dos mil millones de euros. Treinta mil de esas cincuenta y cinco mil hectáreas de cultivo de Almería están cubiertas de plástico, y creciendo y modernizándose cada año. Produce durante ocho meses al año mil quinientos camiones frigoríficos llenos de hortalizas diarios. Lo cual no quiere decir que Almería sea cada año más rica.
He aquí lo que dice el informe de Caja Mar sobre la campaña hortofrutícola 2015-2016: «La pasada campaña produjimos más kilos, pero los vendimos más baratos, de forma que los ingresos percibidos por los agricultores –en general, porque esto depende de los cultivos seleccionados y de los propios ciclos– se salvaron por la vía de los kilos, no por la de los ingresos unitarios».
Hemos tenido la oportunidad de visitar un invernadero de Almería y de conversar con José Antonio López, un agricultor veterano. El lector tiene aquí un resumen ilustrado de esta visita.
Texto, Fernando Bellón. Fotos, F.Bellón y A.Bueno
José Antonio López Vargas y Purificación Cobo Miranda son un matrimonio que vive de su trabajo en invernaderos propios. Los dos proceden de Granada, muestra de los movimientos de población que se han producido en esta zona, polo de atracción de mano de obra andaluza y magrebí. Purificación nació en Almería, si bien su familia es de Guadix, La familia de José Antonio es de las Alpujarras de Granada, aunque él nació en Mendoza, Argentina, y vivió en Tucumán, durante el periodo de emigración de sus padres en América. A los 10 años, en 1965, se volvió la familia a Almería. Es el año en el que las estadísticas fijan el punto de partida de la era del plástico, de cero a treinta mil hectáreas en medio siglo. José Antonio ha sido concejal de Roquetas por Izquierda Unida.
José Antonio. Llegamos a ser agricultores porque mi familia se dedicaba a eso. No tuvimos otra alternativa. Seguir haciendo lo que hacía mi padre, trabajar la tierra. Entonces no había invernaderos, era al aire libre. El terreno en el que trabajábamos no era el mismo de ahora, estaba en otro sitio.
Cultivábamos sobre todo tomates (se plantaban en septiembre y se empezaban a recolectar en enero, febrero…), judías (se sembraban en enero, y se recolectaban en marzo), pimientos, calabacines… En lugar de invernaderos se hacían protecciones de setos, de cañas, contra el viento. Y también de setillo bajo, para proteger las plantas jóvenes del hielo. Se protegían, pero el cultivo era al aire libre.
Esto ha ido evolucionando. Al principio, las explotaciones eran pequeñas, como media hectárea. Luego, una hectárea, luego se empiezan a hacer invernaderos bajitos, poco más alto que una persona, con un tipo de plástico muy finito, que se cambaba todos los años. Y luego se empieza a subir los invernaderos, porque cambian las semillas. Al principio eran variedades de tomate de toda la vida, la altura de la planta no era tan alta.
Un equipo familiar
José Antonio. Ahora mismo yo tengo cinco hectáreas de invernadero. Lo trabajo, algunas con parte de la familia. Mis hermanos también tienen sus propiedades. Los invernaderos están ya implantados hacia 1975. Todo el mundo empieza a cultivar bajo plástico en un trozo de su finca. Ven que eso va bien y siguen cubriendo los bancales, que es como entonces se llamaba el cultivo.
Al principio el trabajo lo hacía la familia y algunos temporeros que venían del interior, de la provincia de Jaén y de las Alpujarras de Granada. Venían y estaban tres o cuatro meses, y vivían en nuestra misma casa, como si fueran un hermano más. Y luego se volvían. Más tarde empiezan a llegar los inmigrantes de fuera de la península. Los primeros fueron los marroquíes. Eso ayudó a que se multiplicaran las explotaciones, que las fincas fueran más grandes, y esta evolución atrajo a más personas, de todo el Magreb. Luego de unos años, casi en el 2000, vino mucha gente de Rumanía, y algunos de Polonia, de Ucrania y otros países del este, pero en Roquetas predominaban los rumanos. Hoy, de los cien mil habitantes de Roquetas, son más de diez mil los rumanos que viven aquí. También vinieron africanos de todos los países subsaharianos.
El gran salto al gran invernadero. Inversiones y tecnología
José Antonio. La agricultura de frutas y hortalizas en Almería está compuesta por miles de pequeñas empresas de agricultores, unos 15.000. Todo ha sido un aprendizaje. Cada explotación es un sitio donde se está haciendo cada día cosas nuevas. Lo que ven que funciona en el vecino, lo cogen los demás. Estamos hablando de un periodo de 35 ó 40 años durante el que el conocimiento se ha ido sumando. La agricultura hortofrutícola de Almería se ha desarrollado como en un inmenso laboratorio. Lo que tenemos ha sido producto de la experiencia de la gente, que ha invertido. Ahora menos, pero hubo un tiempo en que la gente invirtió mucho dinero, y la banca le daba crédito, porque la inversión era productiva, y el agricultor devolvía el crédito y pagaba sus intereses. Todo eso ayudó a que cuando algo era bueno, productivo, se invirtiera. La condición era la viabilidad económica. Las cosas han cambiado al ritmo de cambio del mundo, las semillas, las técnicas de cultivo, de riego. Todo eso, conjuntado.
Mucha tecnología venía de fuera, pero la hemos adaptado y mejorado. No todo lo de fuera se adapta a Almería. Por ejemplo, el invernadero holandés no se adapta porque aquí no es necesario, tenemos otro clima, no hay que tener un invernadero de cristal, con calefacción. Ahora hay invernaderos con calefacción, pero la mayoría no la tienen, solo usan la protección del plástico, un plástico que se cambia cada cuatro años, cuando se deteriora.
Los invernaderos se construyen con arreglo a las condiciones climáticas. Un invernadero con una estructura metálica y con unos tejidos de alambre para que el plástico no lo mueva el viento. Porque aquí tenemos mucho viento y constante. Entonces, para que los plásticos no salgan volando, desde el principio se hacía una estructura o tejido metálico doble, con un plástico intermedio; que va cosido cada equis metros. Eso dura tres o cuatro años.
[column size=»one-half» position=»first»][box color=’gray’ float=’center’ text_align=’left’ width=’100%’ margin_top=» margin_bottom=»]Manipulación interesada de precios
A mediados de mayo, ASAJA Almería denunciaba que muchos agricultores empezaban a tirar sus cosechas de melón sandía y tomate, porque se estaban ofreciendo precios de 15 cent/k en plena campaña de recolección. Esta situación de crisis de precios de todos los productos hortícolas está llevando a muchos los agricultores a plantearse arrancar. “No ha habido un producto que se haya librado de estos bajos precios, primero, fueron calabacín y berenjena con un mes de abril de precios a 10 céntimos por kilo, posteriormente entró en esta dinámica pimiento, y ahora se ha extendido a pepino, melón, sandía y tomate, que se sitúan sobre los 15 céntimos”, señalaba Francisco Vargas, Presidente de ASAJA-Almería.
Paralelamente, en la Comunidad Valenciana, La Unió de Llauradors y Ramaders denunciaba que el precio de la nectarina se había desplomado un 444%, el de del melocotón más de un 300%, y el del albaricoque un 264% desde el principio de la campaña, en una tendencia a la baja que también se observa en un claro descenso en relación a la pasada por estas mismas fechas. LA Unió criticaba que en los últimos días se había generado, de manera interesada, «una situación anómala que perturba el mercado y que ha provocado este desplome de los precios en origen. Las grandes centrales de compra, contrariamente a lo que hacían habitualmente, están haciendo tratos de compra diariamente sin ningún tipo de previsión. Esta situación artificial crea una gran incertidumbre entre los productores que se ven obligados todos los días a negociar el precio, sin ningún tipo de planificación de la recolección y que al final acaban casi regalando la fruta ya que al tratarse de un producto perecedero no puede mantenerse mucho tiempo en cámaras que además no olvidemos encarecen los costes.[/box][/column]
Cultivo sobre arena y cultivo hidropónico
José Antonio. El invernadero de cultivo hidropónico de sandías está en El Alquián, al este de la ciudad de Almería. Cada año sacamos dos cosechas, una de pepinos y otra de sandías. El pepino se siembra a primeros de octubre, y termina el ciclo a primeros de marzo. Se retira ese cultivo, y se siembra una sandía a mediados de marzo que se cosecha a final de mayo, primeros de junio. Pero cada agricultor cultiva lo que cree más conveniente. El cultivo hidropónico es minoritario. En Almería hay una alternativa que es el enarenado, menos costoso y es productivo. Cuando el suelo de alguna finca no está bien, se hace el cultivo sin suelo, que es el hidropónico. Pero la mayoría de los cultivos de la provincia es sobre suelo: una capa de estiércol y diez centímetros de arena, que se trae de las playas. Se ha retirado mucha arena de las playas, porque hay 30.000 hectáreas de enarenado.
El enarenado es un método que aprendió la gente que vivía en la costa de Granada hará cosa de 500 años. Se utiliza para proteger el suelo, y que guarde la humedad, en una zona donde hay agua, y la tierra se agrieta rápidamente al secarse. En la tierra se siembra, y se pone encima de ella esa capa de arena que permite regar cada diez días, porque la humedad mantiene el suelo. Cuando se empezó con el enarenado el riego era a manta, ahora es gota a gota.
Hidropónico es cultivo integrado, no ecológico. Hay cultivo convencional, que usa pesticidas, pero hay un control tan grande sobre ellos que no se puede mantener, y lo que se ha impuesto es el cultivo integrado; se utilizan unos pesticidas suaves que no dañen a los depredadores que has puesto en las plantas para que se coman a las plagas. Y luego está el cultivo ecológico donde no se puede echar productos químicos. Eso lo tengo en Roquetas. Dos hectáreas de cultivo ecológico, con uno y dos años de antigüedad en cada una, hasta que se considere eco certificado. Las otras tres hectáreas de cultivo integrado llevamos ocho años. Anteriormente era a base de pesticidas. Hemos podido asumir la evolución porque es rentable, y es mejor para el agricultor, porque el agricultor es el que más sufre los pesticidas, el que echa los pesticidas es el que más los sufre. Así que el cambio es bueno para nosotros, los productores, y también para el consumidor.
El agua
José Antonio. En los invernaderos próximos a la capital, se riegan la mayoría de los cultivos con las aguas residuales de la ciudad que salen de la depuradora. El agua de Almería, de las cocinas, de las viviendas, de los baños, no se tira. Hay una comunidad de regantes que la lleva a unos depósitos donde se le hace un tratamiento para que esté óptima para el riego. Luego, los invernaderos tienen los techos adecuados para recoger agua de lluvia. Si los techos son planos, están pinchados para que cuando llueve el agua caiga dentro, o puede ser un invernadero de dos aguas, que recoge el agua que baja por las rampas a una canalilla y se lleva a un depósito para almacenarla y usarla cuando convenga. Luego está el agua de la desaladora. Nuestro depósito de la desaladora tiene medio millón de litros. Y el de agua de lluvia, siete millones de litros.
El riego en hidropónico se realiza mediante la información que envían unas bandejas con sondas que hay en el invernadero. Detecta el momento en que falta humedad en las raíces de la planta, y libera el riego. Dentro del almacén está la máquina y cinco o seis depósitos con sus abonos, calcio, fósforo, potasa, nitrógeno, microelementos… Y la máquina agarra de cada depósito el porcentaje previamente marcado por las necesidades de la planta, lo inyecta al agua, y envía a la planta todo lo que necesita.
La clientela
José Antonio. Nosotros no buscamos clientela, viene. El tema de la venta es la asignatura pendiente de esta gran fábrica que es Almería. Produce durante ocho meses al año mil quinientos camiones frigoríficos llenos de hortalizas diarios. Treinta trenes diarios de hortaliza de un kilómetro de largo. Se vende todo. Y falta. Pero pagar, no te lo pagan. Te lo pagan, pero el precio solo es bueno en los momentos en que falta producción. Los mercados a los que vamos los ocupamos en más de un 50 por ciento. En los momentos en los que surge un problema meteorológico, que la producción desciende, es cuando suben los precios.
El mercado no es libre, estamos en un mercado libre falso. Lo dominan los poderosos. Yo, que empecé en esto con diez años y tengo sesenta, conozco la evolución del mercado. Antes tú vendías un producto, y en la tienda te lo podías encontrar al doble de lo que tú lo habías vendido. Ahora lo normal es encontrarlo cinco veces más caro. Unas berenjenas que el agricultor vende a 20 céntimos, en el supermercado te las encuentras a dos euros. Es una situación en la que al que cultiva no le sale a cuenta producir, y el que necesita comer, no puede pagar.
En toda Europa, los tomates, los pimientos, las cerezas, las berenjenas son productos de lujo. Y el agricultor no lo ha vendido caro. El precio cobrado por el agricultor se multiplica muchas veces al llegar al consumidor. Desde hace 30 años hubo gente que no nos conformamos y creamos cooperativas. Lo que pasa es que las cooperativas están sumisas a las grandes cadenas de distribución y no hay capacidad para rebelarse. El gerente de la cooperativa no trabaja para el agricultor, trabaja para que no falten productos que le pide todos los días la gran distribución. Eso es lo que le preocupa, y está asustado por si no le puede servir, y la gran distribución le abandona y se va con otro.