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Cultura y comunicación

Crónicas desde Túnez (I)

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Publicamos la primera de las dos crónicas de viaje a Túnez escritas por Joan Durà, de quien sabemos en esta revista por sus hilarantes e irónicas gacetas sobre las Fallas de Valencia del año pasado. Joan Durà, además del alma tecnológica de AGROICULTURA-PERINQUIETS, es realizador de televisión, gastrónomo y feisbuquero notable (estos textos son una recopilación de los que fue publicando en su página de Facebook). Está casado con una tunecina emprendedora y tenaz, y gracias a ella conoce al detalle la sociedad y los escenarios variados de aquel país magrebí tan parecido a nuestra España mediterránea. De hecho, Joan habla en esas crónicas de Testour, pequeña ciudad de origen romano que fue refundada por musulmanes y judíos expulsados de Al Ándalus. Viven allí, dice Joan, en la fantasía de que el reloj de la historia pudiera dar la vuelta, para regresar a los sitios de los que fueron expulsados, no con furia reconquistadora, sino para regresar a casa. Hermoso sueño. La conclusión más evidente de las crónicas de Joan Durá es que todos los hombres y mujeres somos iguales, aunque tengamos costumbres diferentes o no tan diferentes, costumbres que Joan describe con maestría. Las fotos son del autor del texto.

1. MA NAHKICH TOUNSI (Ni papa de tunecino)

Ya llevo más de dos días en este país que tanto aprecio, y todavía no había escrito nada al respecto. Sí, le tengo mucho aprecio y eso que nuestra relación no empezó nada bien. Este viaje me recordó a la primera vez que vine a Túnez (otro día contaré la aventura de la última vez que me fui de Túnez, que también tiene tela), y que sirvió para conocer a mis futuros suegros y demás parientes.

En aquella época Túnez todavía vivía una dictadura y, por tanto, soportaba un control policial férreo que se dejaba sentir también en las aduanas. Si habéis viajado a la antigua Cartago alguna vez, sabréis que cuando el avión está próximo a aterrizar reparten un formulario entre los pasajeros en el que has de escribir los mismos datos que ya pone el pasaporte y alguno más, como por ejemplo tu profesión.

En aquella ocasión viajaba con mis amigos Teresa y Rafa y, cuando estábamos a punto de pasar el control de aduanas, se me ocurrió preguntarle a él, que por aquel tiempo era periodista, qué había puesto en su formulario.

-Yo he puesto camarero. En estos sitios son muy quisquillosos y no se llevan bien con los periodistas.
-Uf -contesté-, yo he puesto realizador de TV -sincero que es uno.
-No creo que pase nada -dijo Rafa.

Me tocó pasar a mí después de Teresa. Cuando el aduanero leyó «realizador de TV» se le pusieron las orejas tiesas y empezó a interrogarme: que si era periodista, que si llevaba cámaras, que si iba a rodar un reportaje de esos de denuncia… Yo intentaba defenderme con mi paupérrimo francés mientras Rafa se descojonaba de mí, y no hubiera llegado muy lejos si no hubiera mediado Teresa y le hubiera explicado al agente que simplemente estábamos de vacaciones.

-¿Es su marido? -le preguntó por fin a Teresa, señalándome a mí.
-No, no, es un amigo. Mi marido es el otro -contestó señalando a Rafa.

La cosa pareció tranquilizarse y le tocó entonces pasar a Rafa. Muy ufano él, entrego su pasaporte y su formulario al funcionario, mientras me miraba con una sonrisa burlona. No sabía la que le (nos) esperaba. Cuando el policía aquel leyó «camarero» entendió «cameraman«, se le pusieron los ojos como platos y empezó a gritar:

Cameraman, cameraman! ¡Realizador y cameraman! ¡Una mujer con dos maridos! ¡Ustedes no están de vacaciones! -mirándonos a los tres inquisitorialmente y apuntándonos con el dedo.

Lo que más me jodió de aquel momento fue no poder reírme de Rafa. Camarero, ¡jor, jor, jor! El peligro de acabar en el calabozo del aeropuerto era grande y bloqueó el más mínimo esbozo de sonrisa. No hace falta decir que le debemos nuestra integridad física a las magníficas dotes diplomáticas de Teresa, quien consiguió hacer comprender al basilisco en el que se había convertido el funcionario las diferencias entre «cameraman» y «camarero».

Desde entonces siempre pongo de profesión «sexador de pollos» o cosas así en el formulario de marras. Pas de problèmes.

Pas de problèmes hasta el viernes cuando llegué. Ya había superado el punto problemático donde te revisan el formulariete, pero al pasar el puesto de control de equipajes con máquina de rayos-x y todo que han puesto ahora, coge el funcionario y me para.

-Monsieur, su maleta por favor.
-¿Algún problema? -le pregunto yo mientras la abro.
-¿Es usted periodista?
A mí se me escapa un «Ya empezamos…»
-¿Cómo dice…? -salta el policía que lleva dentro…
-Nada, nada, cosas mías… -contesto yo.

Esta vez terció mi mujer y le explicó al aduanero que si por rayos-x había visto que yo llevaba una cámara, tres objetivos, un mini trípode y una GoPro, es porque soy muy aficionado a la fotografía y que siempre estoy comprando cacharritos que luego no sirven para nada, y culminó su defensa del acusado (yo) con un «…total, para acabar haciendo las fotos con el iPhone, ¿sabe?».

El hombre me miró con lo que me pareció una mirada de compasión y nos dejó marchar mientras le pedía disculpas a mi mujer. ¿A mi mujer? ¡Pero si el que ha visto mancillado su honor de viajero legal y de fotógrafo-geek he sido yo! ¡No es justo, César Augusto!

En fin, visto lo visto, parece ser que a los plumillas no les tienen aprecio en ningún sitio. ¿Por qué será…?

2. EL RUSO

Celtia y chapati

Celtia y chapati

Siempre que llegamos a Túnez tenemos comité de bienvenida. Los tunecinos son muy de la familia y siempre nos encontramos a unos cuantos tíos y primos dispuestos a compartir una Celtia -la cerveza tunecina por excelencia-  e interesarse por cómo nos ha ido el viaje.

Esta vez además se les unió Sasha, un amigo del primo Iyed que es ruso. De San Petersburgo, para más señas. Bueno, como bebe bastante menos alcohol que la media tunecina y es abierto y hablador, mi suegro dice que es poco ruso.

Cuando nos presentaron me dijo que se alegraba de encontrar a alguien con quien hablar en inglés. Yo miré un par de veces a mi alrededor hasta que comprendí que se refería a mí. Luego lo entendí todo. Para alguien que no hable el tunecino, 10 días de inmersión lingüística pueden ser agotadores. Y sé de lo que hablo. Los tunecinos dominan el arte de la conversación y les encanta ejercitarlo. Pero en tunecino, claro. A estas alturas, mi spanglish le pareció un inglés digno de un personaje de Downton Abbey.

Añádele a eso que el reciente atentado de San Petersburgo le pilló en Túnez, y que su madre coge todos los días el mismo metro del atentado y a la misma hora. Iba a decir que se quedó blanco con la noticia, pero creo que su blanco es blanco nuclear, como el mío. Lo pasó bastante mal hasta que se enteró de que a su madre ese día la habían llevado a trabajar en coche. C’est la vie.

KUNG FU

El domingo hicimos jornada de germanor. Por la mañana mi suegro y yo vimos el Granada-Valencia (1-3) y por la tarde el Etoile Sahel Sousse contra el Esperance Sportive Tunis, que es como un Barça-Madrid pero en la liga tunecina, la cual no es moco de pavo ya que ha dado grandes jugadores de la talla de Abdenour, por ejemplo(!). El partido acabó empate pero yo creo que se debería decir que acabó en patadas. He visto pelis de chinos con menos patadas voladoras de las que se vieron en el Estadio Olímpico de Sousse. Sí, olímpico. Ya, ya sé que en Túnez no han hecho nunca unas olimpiadas, pero en Madrid tampoco, y eso que se han gastado una pasta. Si los de Sousse dicen que es olímpico, pues es olímpico et point à la bouche.

Promosport&Expresso

Promosport&Expresso

El partido empezó con los típicos empujoncitos, las tarascadas, y fue subiendo en intensidad hasta que en el minuto 10 un jugador del ESS le metió una plancha a uno del EST de la que todavía me estoy recuperando yo. Imagínate la víctima. Como los tunecinos son muy sinceros, pues al realizador no le importó lo más mínimo mostrar un plano corto de las heridas que presentaba el jugador abatido. En la brecha más gorda cabía el pulgar del masajista y en las otras dos el meñique. Curiosamente, la jugada no fue señalada como falta, nadie vio tarjeta de color alguno y la víctima siguió jugando hasta el final del partido.

A partir de aquí el encuentro fue un continuo de faltas, revanchas y trompicones que se saldaban siempre con los 22 jugadores de campo yendo personalmente a hablar con el árbitro, para luego discutir entre ellos. Ya os dije que a los tunecinos les gusta hablar, ¿no? Pues eso. Con cada incidencia se abría un debate cargado de ademanes que hacía dudar de si las decisiones las tomaba el árbitro o una gestora. Para amenizar el cotarro hubo invasión de campo, se encendieron bengalas que con el humo impidieron ver nada durante unos minutos, y lanzamiento de objetos contra los jugadores visitantes. Cuando uno de ellos se negó a seguir jugando si le volvían a tirar una botella, fue tildado de poco tunecino por los jugadores locales, el árbitro e incluso por algunos de su propio equipo.

La cosa terminó 7 minutos después de los 90 (y no 27 que es lo que debería haber sido), sin ningún expulsado, con los jugadores de uno y otro equipo abrazándose y saludándose, y dándole la enhorabuena al árbitro.

Viendo aquello pensé si no será que todos los jugadores de fútbol tunecinos son familia…

3. PROSHCHNAIY (Despedidas)

Esta noche Sasha ha emprendido viaje de vuelta a su casa, a San Petersburgo. Como hoy era su último día, lo aprovechó para hacer compras. Cuando le vi esta mañana saliendo hacia los zocos pensé que si no fuera por lo blanquito que está, que es rubio, las sandalias de dedito, los shorts, la camiseta de surf, la GoPro y su palo de selfies, nadie iba a imaginar que era un turista. Para llamar más la atención sólo le faltaba que fuera sobrevolándole un dron del que colgara un cartelito luminoso diciendo «Secuéstrenme, soy un rico heredero«. Por lo visto, todo fue bien y volvió de los zocos sano y salvo, y cargado de regalos para la familia.

Luego, por la noche, la despedida, con sus momentos entrañables y alguna que otra lagrimita. El primo Iyed dice que la lagrimita no era porque le diera lástima irse sino porque le espera San Petersburgo, con su falta de sol y su frío. Y digo frío tanto por el clima como por el temperamento de su gente. A mí no me dio tiempo a conocerle, pero se ve que Sasha es un buen tipo y aquí ha caído muy bien. Y eso se nota porque el comité de despedida -porque, claro, si hay comité de bienvenida cómo no lo va a haber de despedida- formado por familiares y amigos no ha parado de meterse con él y hacerle bromas constantemente. Entre los tunecinos existe la costumbre de que, cuando un forastero les cae bien, pues lo demuestran haciéndole bromas e intentando tomarle el pelo. O al menos eso es lo que yo quiero pensar…

BESSLEMA (Hasta luego)

Las despedidas en Túnez también tienen su cosa. Para empezar, son largas, largas, pero lo que se dice largas. Desde que un tunecino dice «Bueno, me voy» o, como se dice aquí «Besslema, Lucas», a ti te da tiempo de ver ‘Lo que el viento se llevóDirectors Cut‘ y, cuando Rhett Butler está con aquello de que le importa un bledo, el que se marcha aún no ha conseguido coger el pomo de la puerta. Y es que son tan buenos anfitriones que les fastidia perder clientes.

Las primeras veces que participé en despedidas tunecinas ejerciendo de anfitrión consorte me pasó una cosa muy curiosa. Cuando el invitado se levantaba con intención de marcharse, yo también me levantaba rápidamente porque a mí me enseñaron que era de mala educación que el invitado estuviera de pie y el anfitrión sentado. La cuestión es que, en cuanto me levantaba yo, me seguía mi suegro pero lanzándome unas miradas asesinas que yo no acababa de entender. A la tercera o la cuarta visita decidí ser más cauto y observar. Entonces comprobé que, a pesar de que el invitado llevara más de 5 minutos de pie, de los residentes no había hecho mención de levantarse ni el Tato. Es la manera que tienen de evitar que te marches porque, claro, es el anfitrión el que ha de abrirte la puerta. Si es que se conocen las técnicas dilatorias cosa mala. Ahora entiendo que haya familiares a los que hace tiempo que no veo. ¡Si la última vez fue como si los hubiera echado a patadas!

Por cierto, a Sasha le faltan todavía unos 30 minutos para cubrir los 10 metros que le separan del taxi. ¿A qué hora salía su avión…?

Túnez

Túnez

4. VACACIONES

Se lo intenté explicar el otro día al funcionario del SEPE pero no hubo manera. No es lo mismo irse de viaje que estar de vacaciones, como no es lo mismo estar de vacaciones que ir a estar con la familia. Yo no estoy de vacaciones; he venido a hacer vida familiar. Aun así, alguna escapadita haremos y Sidi Bou no faltará. Además, aquí no son muy de Semana Santa, ¿sabes? Más o menos como yo. Bueno, si os ponéis pesados, estoy de vacaciones pero en un hotel con un servicio de animación de lo más creativo. El programa podría ser éste:

DÍA 4

Tradicional visita anual al doctor Siala, cirujano oftalmólogo de reconocido prestigio, en la que se realizará revisión ocular a fondo. La actividad incluye intensa pero fructífera negociación con el vigilante para aparcar el coche completamente encima de la acera. Esta visita siempre me resulta agradable y divertida. El doctor empieza hablándome en tunecino, yo le recito las letras que veo en la maquinita en inglés y luego él me da el diagnóstico en francés. Un día de estos un par de dioptrías se van a quedar lost in translation.

Minis y fricassé

Minis y fricassé

Nuestra siguiente parada será la óptica del señor Maher Meziou, opticien diplômé de Paris, como reza el cartel de la puerta. Al final, de lost in translation nada. He ganado dioptrías y tengo que cambiarme los cristales. Meziou me recuerda al gato Cheshire, con sus ojos saltones, su sonrisa perenne y su manera de hablar, que parece que te esté contando una historia de misterio, aunque lo que haga sea decirte la diferencia de precio entre cristales normales y anti reflejos. Siempre me recibe con un «Buon giornooo…» -suele pasar en Túnez que cuando intentan hablar español les sale el italiano que llevan dentro- y, también siempre, me cuenta con nostalgia lo bien que se lo pasó cuando estuvo en España. La visita incluirá sesión de regateo, porque aquí se regatea todo como en la peli de ‘La Vida de Brian’. Finalmente, con su estilo misterioso e intrigante, sus ojos saltones y su sonrisa, me dice que las gafas estarán mañana.

Al salir de la óptica, aprovecharemos para poner varias veces en riesgo nuestra vida atravesando una avenida de cuatro carriles sin utilizar ningún paso de peatones o semáforo -de hecho estoy por decirte que no hay-, y así acceder a la panadería donde compraremos fricassé. Pero fricassé tunecinos, una especie de mini bocadillos hechos con pan frito, rellenos de atún, puré de patata, aceitunas, huevo duro y la imprescindible harissa. Dé-li-cieux!

Recogeremos el coche que habíamos dejado aparcado encima de otra acera, vuelta a casa, comida familiar y siesta, también familiar.

Por la tarde, multitud de actividades optativas, como ajustar las bisagras de las puertas de los armarios de la cocina, trastear con el módem, ver la champions tomando cervezas y criticando al árbitro o los jugadores en tres o cuatro idiomas diferentes, pasear al perro, etc.

La cena será de buffet libre, es decir, cada cual se lo montará a su manera con lo que haya en la nevera, que no será poco.

Después de la cena y su obligada conversación de sobremesa, tiempo de libre disposición. Tiempo para, por ejemplo, escribir crónicas o zarandajas similares.

5. MA ANDICH…? (¿Que no tengo…?)

Se me ocurrió hace unos 4 o 5 días (ya no lo recuerdo bien) insinuar levemente que me había parecido vislumbrar un ligero atisbo de sentirme un poco ocioso y eso desencadenó un efecto similar al de si en Valencia hubiera dicho aquello de «a que no hay güebos de…». En este caso, «a que no hay güebos de sacarme de paseo» o algo así. El tunecino de normal ya pega bastante en socarrón y un poquito en chulito, y si encima vas tocando las gónadas, pues eso que te llevas: unos cuantos días de experiencias interesantes y un peazo síndrome de Stendhal por no poder plasmar en fotos todo lo que estás viendo.

Actividades todas ellas aderezadas por sucesivas inmersiones en el caos circulatorio en el que se ha convertido Túnez, una urbe con una población flotante de casi tres millones de habitantes, en la que el comentario cotidiano no es «hoy pillé un atasco» sino, «hoy, en el atasco de las 5…».

En la antigua Cartago, las normas de tráfico (y creo que todas las demás) no sólo están para saltárselas, sino para además establecer en cualquier rotonda (o rond-point, como se dice aquí) un encendido debate de ventanilla a ventanilla sobre cuál es el mejor modo de infringirlas. O sea, la conducción en Túnez no se hace siguiendo un código sino el consenso.

MERCADOS

Marché Central de Tunis

Marché Central de Tunis

Ir al Mercado Municipal de Ariana y al Mercado Central de Túnez, es el equivalente a ir al de Ruzafa y al Central en Valencia. En ambos casos, caos organizado de olores y colores, con los vendedores cantando sus productos y sus precios a modo de mantra. Puestos de tortugas vivas, pasta fresca, dátiles de mil variedades, olor de pescado, de fruta y especias. A una especie invasora de cangrejos le han puesto de nombre Daesh porque dicen que se lo come todo y es muy mala, prueba de que por aquí están del terrorismo hasta la chechia (el fez tunecino. No confundir con el turco). Y con razón. Sensación de ser el único europeo en 5 Km. a la redonda.

LA FRIPE

La Fripe es como el Rastro pero permanente. Puede crecer o menguar según los días, pero nunca desaparece. Allí hay de todo, usado, nuevo, reciclado, de contrabando. Montones y montones de prendas, zapatos o artículos diversos en los que es normal encontrar una camiseta oficial de la selección de fútbol de Tanzania junto a uniformes de equipos USA de hockey sobre hielo(?) o el cargador «oficial» de un smartphone que todavía no ha salido a la venta. En la Fripe pude ver a un tipo extrayendo del montón una camiseta con el lema ‘God is a woman’ justo al lado del propietario del puesto, un musulmán practicante que estaba recitando el Corán para pasar el rato. Y es que esto de la globalización tiene su aquel.

Volviendo hacia casa nos cruzamos por la calle con un matrimonio de mediana edad en el que la mujer iba vestida como manda su religión, con su pañuelo a la cabeza y su mantón hasta los pies, cogida del brazo de su marido quien lucía una camiseta en la que se podía leer el siguiente rótulo: ‘I have a PHD: Pretty Huge Dick’. No hay nada como saber idiomas… Sensación de ser el único europeo en 15 Km. a la redonda.

TESTOUR/DOUGGA

Escapada hacia el oeste a visitar Testour, pequeña ciudad de origen romano que fue refundada por musulmanes y judíos expulsados de Al Ándalus. Como curiosidad, el reloj que adorna el minarete de su mezquita mayor marca las horas al revés, es decir, donde va el 9 está el 3 y viceversa, y las saetas se mueven al contrario. La explicación es que sus habitantes quisieron simbolizar su anhelo de volver a Al Ándalus haciendo que el tiempo corriera hacia atrás. La verdad es que te das una vueltecita y lo que parece es que a los testoureños se les paró el reloj hace años ya, ¿sabes?

Teatro romano Dougga

Teatro romano, Dougga

De allí a Dougga, villa romana en perfecto estado de conservación para los añitos que tiene y situada en un precioso emplazamiento. De visita obligada para los amantes de las ruinas y las pelis de gladiadores. Los extranjeros pagamos 2 dinares de suplemento en la entrada porque nos ponen escolta policial. Sensación de ser James Bond y el único europeo en 75 Km. a la redonda.

De vuelta a casa, paradita a comer un cordero a la mechouia (a la brasa) en un sitio de esos de carretera, némesis de cualquier inspector de sanidad de la UE, en los que compras la carne en el mostrador y al lado hay un tipo que te la hace a la brasa. El cordero estaba para chuparse los dedos de las manos con las que te lo comías, y en lugar de plato, trozos del delicioso pan de tabuna. Lo que venía siendo una torrà de cuando yo era joven, vamos. Eso sí, el papel del allioli aquí lo desempeña una maravilla llamada ensalada mechouia hecha con berenjena, tomate y pimiento picante asados y triturados. El mismo punto picante del allioli pero sin los indeseables efectos secundarios. Sensación de ser un zampabollos y el único europeo en 200 Km. a la redonda.

SOUKS

Souks

Souks, Medina de Túnez

Hacía unos tres años que no iba a los zocos de Túnez y me los he encontrado diferentes. Para empezar, por motivos de seguridad y como los zocos limitan con un montón de ministerios y edificios oficiales pues lo han llenado todo de vallas, trincheras, alambres de espino, policía, ejército, etc. Si aquello de normal ya era zona de guerra, pues imagínate ahora. Una vez dentro, casi todo seguía igual con excepción de que daba la sensación de que había más vendedores que clientes, incluso más tunecinos que turistas. Una vueltecita por mis rincones preferidos, unas compras, un par de fricassés y para casa. O al menos a intentarlo. Una odisea pillar un taxi entre el alambre de espino. Cuando lo conseguimos, nos encontramos con el personaje del día: el chófer del taxi. Clavaíto al abuelo gitano de «Gato negro, gato blanco» (la peli de Kusturica), pero sin dientes de oro. O sea, le faltan los mismos dientes y no lleva los de oro. Edad indefinida por encima de los 60, quemado por el sol, su mostacho y su gorra de cuña de piel falsa. Clavao. Como a los tunecinos les encanta charlar y como vamos a evitar el atasco de las cinco dando un gran rodeo, nos dará tiempo a que nos cuente su vida.

Con voz ronca y aguardentosa se queja de que su hijo no llegará nunca a nada porque siempre está borracho. Yo me pregunto ¿cómo se dirá «li diu el mort al degollat» en tunecino? Lo he de averiguar.

No creo que vuelva a vislumbrar el más ligero atisbo de sentirme un poco ocioso, pero si pasa, lo gritaré bien alto. Os lo aseguro.

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