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De dónde salieron los griegos Cultura y comunicación Series

¿De dónde salieron los griegos?

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Por Waltraud García

La recopiladora matiza sus preferencias por la historia, y presenta la nueva serie sobre la Grecia Antigua que comenzará a publicarse en la edición de febrero.

La historia y la literatura han sido dos pasiones desde mi adolescencia, adquiridas en dos lenguas, y a lo largo de mis viajes entre mi familia española y mi familia alemana. Dicho por una agrónoma puede sonar a una broma de aficionada. Nada de eso; es algo que tiene que ver con algo tan serio como la «Crítica de la Razón Práctica» (Kritik der praktischen Vernunft). Se ha de tener en cuenta que una alemana lleva dentro a Kant mediante la educación, que le impulsa a un comportamiento moral.

Mi convicción era que no me podía ganar la vida con algo aleatorio ni caprichoso, y la literatura y la historia se me presentaban como dos laberintos en medio de un océano de autoridades académicas inaccesibles, mientras que la botánica, la gestión de plagas, la entomología, la química de los suelos y otras disciplinas se atienen a números y a fórmulas que varían con los avances de la ciencia, pero no por el capricho pendular de las autoridades que difunden su conocimiento.

Por eso, cuando el editor de Agroicultura-Perinquiets me propuso el resumen de la Historia General de la Agricultura del profesor Calero, decliné el ofrecimiento, y eso que la tengo por un trabajo excepcionalmente bueno, y preferí una obra de historia y sociología, la Guerra Campesina de 1525 de Peter Blickle. Acabada la cual, me atrevo a presentar una especie de Trabajo Fin de Máster (TFM), en el que espero graduarme bien.

¿De dónde diantres salieron los griegos?

Especular sin constricciones académicas es maravilloso. Para una hispano-alemana es todavía más placentero, porque la española se puede permitir emitir hipótesis (razonadas y razonables) entroncadas con la realidad; y la alemana, derivar y hasta delirar por las pistas de la fantasía como hizo Schliemann en Micenas y en Troya. La combinación de ambas cosas va a ser estupenda, porque yo soy una aficionada a la historia, sobre todo a la historia grecolatina, capaz de leer a Momsen, el viejo cascarrabias alemán, a Gibbon, el entretenido inglés, al sabio santanderino Menéndez Pelayo o al listillo de Tucídides.

La historia que me interesaba en mi juventud era la que me contaban mis familiares en España y en Alemania. Me refiero a la historia vivida, sobre todo las historias de guerra: bombardeos, hambre, trucos para la supervivencia, anécdotas tremendas y escenas cómicas. Mi generación se ha distanciado de esta costumbre de los viejos de hablar de su juventud, pero a mí siempre me sedujeron los cuentos de unos y de otros. Perteneciendo a dos culturas desemejantes, las narraciones eran muy parecidas. Eso me acostumbró a leer las historias sesudas con un distanciamiento brechtiano y cervantino, un escepticismo de andar por casa.

Yo nací poco después de que la Alemania Federal firmara técnicamente la paz con los aliados que la derrotaron, excepto la URSS, que no firmó nada ni si quiera con la RDA. Crecí en dos países excepcionales, el de los Wunderkinder, y el de la Transición Democrática. No había más remedio que averiguar qué demonios les había hecho tan raros. Pero me dio por los griegos.

La historia de los griegos es la historia de sus guerras, sus conflictos, sus proezas, sus vergüenzas. Adelanto que los retratos estadísticos y los tópicos ideológicos aceleran mi paso para alejarme de ellos. La historia que me interesa es la de los pueblos, el de sus gobernantes, sus enemigos, sus amigos, sus héroes y sus villanos.

Voy a seguir el índice de un libro poco conocido, pero muy completo y sintético: Early Greece, del profesor británico Oswyn Murray, hombre de temperamento, que envió a Boris Johnson, antiguo alumno suyo en Oxford, una «renuncia de amistad» cuando el despeinado llegó a ser Primer ministro. En dieciséis capítulos desarrolla la historia de los griegos desde sus mitos fundacionales a la Guerra de los Persas. Voy a atenerme a ese orden, si bien es posible que lo interrumpa antes, en el capítulo catorce, la aparición en escena de los Persas.

Como he advertido en la última entrega de la Revolución Campesina en Alemania de 1525, tengo que curarme en salud, para evitar que la editorial Fontana me ponga una demanda por trabajar el texto sin su permiso, que no pienso pedirlo porque estoy segura de que me lo negarían, conozco a los anglosajones. Así que he resuelto hacer un Trabajo Fin de Máster con el libro de Murray y dos más, A History of the Archaic Greek World, del norteamericano Jonathan M. Hall, y la Introducción a la Grecia Antigua del profesor español Gómez Espelosín. Citando y combinando los tres ofreceré al lector una visión lo más completa y variada posible de ese enigma insoluble hasta para los propios griegos actuales: ¿de dónde narices salieron hace tres milenios?

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