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Agricultura y naturaleza

«Ecosecha», cooperativa hortofrutícola bio regada por el Jarama en Madrid

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LA CONSTANCIA DEL GRILLO

El número de verano de 2018 de la revista de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica (SEAE) publica dos estudios muy documentados sobre dos temas apasionantes. «El parque agroecológico del Soto del Grillo. Política Municipal para dinamizar el sistema alimentario sostenible de Rivas», firmado por Alberto Cruz, de Heliconia, Sociedad Cooperativa Madrileña, que se dedica al desarrollo territorial sostenible y a la agroecología, a través de la puesta en marcha de proyectos y acciones, el asesoramiento técnico público y privado, la investigación y el diseño de políticas públicas locales. Y, bajo el epígrafe I+D+I, «Implantación de un sistema piloto de agrocompostaje profesional en la Comunidad de Madrid», firmado por el Grupo Operativo Potencial Agrocompostaje Profesional.

En nuestro número de verano-otoño de AGROICULTURA-PERINQUIETS damos a conocer algo más que un estudio y algo más que un informe sobre una potencial realidad operativa. Hemos hablado con Javier Pérez y Elisa Carbonell, que mantienen con otros dos socios la cooperativa Ecosecha, en la ribera del Jarama del Soto del Grillo, y sirven verdura y fruta fresca y ecológica a varios centenares de familias de Madrid capital y aledaños, y que al mismo tiempo, consecuentes con su compromiso orgánico, producen compostaje. También se dedican al asesoramiento, sobre su amplia y fructífera experiencia, porque, como casi todos los agroecos reconocen, solo del cultivo orgánico es difícil vivir.  El Soto del Grillo, al pie de los cantiles del Jarama, alberga dos  fincas de Ecosecha, una hortícola de seis hectáreas y media, y otra de fruta de 6.000 metros cuadrados. También producen algo de cereal en las fases de rotación, y algo de frutal más como separación de fases que como producción. 

Entrevista y fotos de Fernando Bellón.

Cosecha de calabacines a mediados de julio.

La cosecha de calabacines a mediados de julio en el Soto del Grillo.

Elisa Carbonell trabaja en Ecosecha desde hace 10 meses. Centrada en el trabajo administrativo, hace de todo. Va a la huerta en los picos fuertes de faena agrícola. Prepara las cestas. Gestiona proyectos con el Ayuntamiento de Madrid sobre huertos urbanos, y en el antiguo Matadero gestiona proyectos artístico agrícolas: plantaron en un solar abandonado hace mucho tiempo con semillas ruderales (amapolas principalmente) para visualizar un espacio vacío con una huerta, una construcción participativa de varios colectivos, y con un carácter artístico, una mutación de flores efímeras, pero que transforman el espacio durante un periodo de tiempo.

Javier Pérez lleva 15 años en Ecosecha. No es ni agrónomo de formación ni agricultor de tradición, es educador. La cooperativa se dedicaba antes a formación y consultoría en el campo del medio ambiente. Javier venía de la educación ambiental y de la jardinería con especies autóctonas. En su juventud había tenido “deslices” agrarios, montó una empresa de especies para aceites aromáticos y plantas medicinales, que no funcionó, pero le proporcionó experiencia a la edad de veinte años. Montaron Ecosecha como una nueva línea de trabajo de la cooperativa de formación y consultoría. El nuevo proyecto Ecosecha engulló al resto de la cooperativa.

Sobre la cresta de los cantiles del Jarama se ven algunos rascacielos de Rivas Vacíamadrid, y sobre el tejado de la casa, la ermita del Cristo de Rivas.

Sobre la cresta de los cantiles del Jarama se ven algunos edificios de Rivas Vacíamadrid, y en medio, la ermita del Cristo de Rivas.

Javier.-  Son ya 14 años dedicados a la agricultura. Siempre estás aprendiendo, y en el entorno de Madrid no hay mucha gente a la que copiar cosas, es un entorno estéril en agroecología, hay muy pocos agricultores y agricultoras que se dediquen a la agricultura eco.

Al principio cogimos una finca de 5000 metros cuadrados, para empezar a trastear. Aguantamos un par de años. Luego nos movimos a una finca de dos hectáreas media, En ambos caos en la vega del río Tajuña, en el termino municipal de Chinchón. Ahí aguantamos más tiempo, y nos dimos cuenta de que la finca era muy pequeña. Habíamos comprado el tractor, y se nos quedaba muy pequeño para la producción hortícola de temporada de Madrid, a pesar de que trabajábamos todo el año.

Empezamos siendo dos en el proyecto, llegamos a ser seis, y ahora somos cuatro. Se nos ha reducido un poco la cifra de negocio, y sobre todo somos más eficientes que hace unos años, y la experiencia acumulada nos ha demostrado que necesitamos menos mano de obra. La mitad del trabajo lo dedicamos a la huerta, la otra mitad es gestión logística, transporte.

Buenas ciruelas. Pero la cosecha de los pocos cerezos plantados fue saqueada en una sola noche.

Buenas ciruelas. Pero la cosecha de los pocos cerezos plantados fue saqueada en una sola noche.

Una clientela concienciada y de clase media 

Elisa.- A día de hoy, la clientela viene sola. No necesitamos hacer campañas de publicidad. Hemos conseguido un nombre gracias al boca a boca. Siempre está fluctuante, claro. Pero el número de clientes estables se mantiene. Tenemos varios formatos: los grupos de consumo, que suelen hacer compras a granel, y venden los productos a sus socios con sus propios medios, básculas y tal. Es un formato cómodo para nosotros. Ahora mismo en Madrid y periferia tenemos quince grupos de consumo. Llegamos casi hasta la sierra de Madrid.

Observamos una tendencia a la baja en estos grupos. Pero lo que aumenta son los particulares. Hay de dos tipos, los de cesta cerrada (dos cestas, con diferentes productos), que confeccionamos cada semana. Lo que está más en auge es el pedido a la carta. Para nosotros nos supone más tiempo de trabajo. Los consumidores eligen si quieren una cesta por semana o cada dos semanas.

Javier.- Tenemos una furgoneta que va repartiendo. Los miércoles por el extra radio de Madrid. El reparto se hace o a los grupos de consumo o a puntos de distribución, lugares donde ofrecemos a los consumidores ir a recoger las cestas. De estos tenemos más de cuarenta por todo Madrid. Estamos en torno a las 150 cestas a particulares por semana, unas 50 cestas a la carta.

Elisa.- A partir de septiembre ensayaremos un formato nuevo, que es el reparto a domicilio, pero solo en el interior de la M-30, y lo haremos en bicicleta. Le llamamos “La Güerta Ciclista”. La hacemos con un colectivo que se llama “Ciclos Gelca”.

En estos momentos estamos sirviendo a más de 300 familias, es decir damos de comer a unos mil madrileños. Tenemos una base de datos de consumidores y ex consumidores de entre 2.500 y 3000 personas.

Los socios de Ecosecha también siembran cereal.

Los socios de Ecosecha también siembran cereal.

Javier.- Hicimos un estudio de clientela hace años. El rango principal son mujeres de una edad entre 30 y 45 años. Clase media normal. Nuestros consumidores no son gente de dinero. Les cuesta la permanencia como consumidores, porque tienen un sueldecillo, y nuestros productos al ser ecológicos son algo más caros que en fruterías de barrio, pero más baratos que en las tiendas eco.

Elisa.- El perfil de los compradores de frutas y verduras eco cada vez es más amplio. Domina el perfil familiar, parejas con niños pequeños preocupadas por alimentar sano a sus hijos. Pero también hay personas solteras, de las llamadas healthy. Y también hay gente militante, que compran eco por razones ideológicas y políticas.

Javier.- Los consumidores que llevan más tiempo, los más estables son los que tienen conciencia política. Nos compran porque somos una cooperativa agroecológica, y porque apoyamos todo tipo de acciones políticas de izquierdas. Nuestra cooperativa tiene cierto componente político.

Elisa.- Hace nada estuvimos celebrando la «Semana de Lucha Campesina». Organizamos una serie de actividades con varios colectivos de Madrid.

Un caballón de pimientos.

Un caballón de pimientos.

Los ritmos de trabajo en un clima poco propicio para las verduras

Javier.- Nosotros ofrecemos a nuestros consumidores producto todo el año. Lo que intentamos es producir nosotros la parte local de esas ventas, y también ofrecemos naranjas, de “Naranjas Ché” de Sagunto. Pero la parte logística, de captación de consumidores, de gestión, distribución, la mantenemos todo el año.

Y la huerta varía. En verano es cuando tiene más trabajo, pero en invierno sigue produciendo coles, repollos, lombardas, puerros. En los meses de invierno vamos desmontando la huerta, para tenerla preparada para febrero.

En invierno dejamos preparada la tierra, y en primavera empezamos a plantar. Nosotros no vendemos a mayoristas, sino a particulares, la típica cesta, cerrada o a la carta. Esto constituye el 90 por ciento de nuestra clientela, más alguna tienda. Así que tenemos que producir de todo durante la mayor parte del tiempo posible. Siempre hay que estar plantando lechugas, acelgas, renovando todo lo que estás produciendo. No apostamos a producirlo todo junto para venderlo a un mayorista.

Empezamos a plantar aproximadamente a finales de febrero o principios de marzo. Cuando acaba marzo forzamos algunos cultivos con túneles: como calabacines o tomates. En Madrid los tomates se suelen plantar en mayo, y no los puedes tener hasta julio. Nosotros, plantándolos un poquito antes, los adelantamos quince días. A esto hay que añadir una dificultad, y es que Madrid se vacía en verano, es decir, nuestros consumidores no están en casa, y dejan de comprar cestas. La paradoja es que en verano tenemos la mejor huerta, pero no tenemos casi venta. Por eso forzamos el tomate antes, para que durante el mes de julio podamos colocarlo entre los clientes que no se han ido de vacaciones. También hacemos el mecanismo opuesto, plantar tardío. La semana pasada (fin de junio) hemos plantado más tomates. Estarán en las cestas a mediados de septiembre.

Dependemos mucho del año. Hay años excepcionales, con muy buena huerta en otoño, algo que se está dando ahora, merced al maldito cambio climático, que en este aspecto nos beneficia a los que cultivamos en tierras frías. Nos alarga la temporada de otoño y con un poco de suerte tenemos huerta de verano casi hasta noviembre.

Una de las cestas que se reparten en Madrid.

Una de las cestas que se reparten en Madrid.

La última quincena de agosto plantamos las últimas cosechas. Todo lo de invierno: las coles, los repollos, los puerros, aunque estos los estamos plantando ya. En otoño se plantan los ajos, las habas y poco más. Ya nos tenemos que esperar hasta febrero para plantar.

Como en otoño la huerta sigue teniendo mucha producción, llegamos hasta las Navidades. Tenemos además una cámara para conservar los productos que nos da cierto margen, una o dos semanas, según el producto, aunque las calabazas y las cebollas aguantan más, y las vamos sacando a lo largo de los meses de invierno.

Certificado eco.

Javier.- Siempre hemos tenido claro que teníamos que tener certificado ecológico. El certificado es, entre comillas, “limitante”, porque se pueden hacer barbaridades con él, o puedes vender tus productos a miles de kilómetros, algo que tiene poco de agroecológico. Pero también es verdad que conviene que la gente tenga confianza en el producto ecológico, y el certificado ayuda a ello. Desde el primer momento tenemos el certificado y todo lo que producimos y compramos tiene certificado. Nosotros tenemos certificadas siete hectáreas y pico.

El nuevo Ayuntamiento de Madrid.

Elisa.- Se ha notado en el proyecto de Huertos Urbanos.

Javier. Hemos concursado a un proyecto del Ayto de Madrid para asesorar en la formación de huertos comunitarios, y lo hemos ganado. Durante el otoño y el invierno hemos estado visitando huertos comunitarios, y eso nos ha generado ciertos ingresos extras que nos vienen muy bien. Se han duplicado el número de huertos comunitarios del ayuntamiento en este periodo. A partir del año que viene el Ayuntamiento de Madrid obliga por normativa a que las 51 escuelas municipales infantiles están obligadas a incorporar productos ecológicos locales. Tenemos esperanzas en poder ofrecer nuestra producción. La cosa va más lenta de lo que nos gustaría, pero parece que se abre una esperanza para que a las gente del entorno de Madrid se nos abra el mercado.

Este año los distintos agricultores eco del Soto del Grillo utilizarán pro primera vez el compostaje producido por ellos mismo, gracias a los recursos ofrecidos por colegios y empresas, ademas de los propios.

Este año los agricultores eco del Soto del Grillo utilizarán pro primera vez el compostaje producido por ellos mismos, gracias a los recursos ofrecidos por colegios y empresas, ademas de los propios.

Cooperativismo arraigado

Javier.- En Ecosecha tenemos varias hectáreas en producción. Pero a parte tenemos varios proyectos conjuntos con otras entidades. Por un lado tenemos una cooperativa de segundo grado, Grillo Agroecológico, donde compartimos varias cosas con ”La Huerta de Leo”, otra cooperativa con fincas próximas a las nuestras, y con otros que se llaman “El Chorrillo”. Con ellos gestionamos conjuntamente un proceso de agrocompostaje, en el que participa también el Ayuntamiento de Madrid. Gestionamos casi una tonelada diaria de residuos orgánicos, es la experiencia mayor del Estado. La materia orgánica nos llega de comedores escolares, colegios, algún restaurante, alguna empresa. Una vez aquí lo mezclamos con estructurante y vamos formando la pila de compost. Llevamos desde octubre con este proceso, y en breve empezaremos a echarlo en nuestras huertas.

Raquel y XX, de La Huerta de Leo, que comparte almacén con Ecosecha.

Raquel y Mario, de La Huerta de Leo, que comparte almacén con Ecosecha en Velilla de San Antonio.

Además compartimos la nave con “La Huerta de Leo” . Estamos a la vez impulsando otra cooperativa de productores a nivel de la Comunidad de Madrid para la distribución de productos agroecológicos solo madrileños y del entorno, con un sello local. Llevamos meses trabajando en ello, y tenemos ya reunidas unas 30 hectáreas. Más hectáreas de productos hortícolas y frutales, de las que hay certificadas en eco, que son 24; las otras seis están en proceso de certificación.

Javier y Elisa en al almacén de semillas.

Javier y Elisa en al almacén de semillas.

Banco de intercambio de semillas.

Elisa.- Es un proyecto que funciona desde hace ocho años. Recopilamos variedades locales, que son las que plantamos prácticamente al cien por cien. Regalamos semillas a pequeños agricultores para acostumbrarlos a las variedades locales. Desde este año nos hemos metido en un proyecto de custodia de variedades con 14 huertas en Madrid, que custodian 34 variedades. Nosotros nos limitamos a los pepinos, tomates, sandía, cebolla, puerro, lechugas… Algunas semillas nos las ha dado el IMIDRA. Algunas están experimentadas, otras, no. La idea es generar semilla y conocimiento en torno a esas variedades, e ir implementándolas en otras huertas. Todos los años, en septiembre organizamos en el banco de intercambio de semillas un foro de biodiversidad, donde invitamos a todos los agricultores de Madrid, y a especialistas de diferentes lugares, como Pep Roselló.

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