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Agricultura y naturaleza

Enrique Pérez de «La Verde». En Villamartín, Cádiz

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«Esto no es para trabajar. Es para vivir»

La Verde se encuentra en Villamartín, Cádiz, un poco más arriba de la cola del pantano de Bornos, que retiene las aguas del río Guadalete, en terreno que se inunda casi todos los inviernos. Enrique Pérez, uno de los fundadores de La Verde, cuenta sonriendo que los agrónomos a los que recurrieron cuando tomaron la decisión de explotar aquellas tierras, y además, solo ecológico, les advirtieron que cultivar allí era un error, por las inundaciones y por el ph de la tierra. 30 años después, esa tierra les devuelve con generosidad todo lo que plantan y cultivan, verduras y frutas que venden en Cádiz y en Sevilla a asociaciones de consumidores, a tiendas eco, y que reparten en cajas a 20 euros. La tierra es generosa, pero pone condiciones, la primera y principal, el trabajo constante y gustoso. Enrique Pérez asegura que la agroecología que ellos practican «no es para trabajar», y precisa, «es una forma de vida. Si te metes aquí para sacarte un sueldo o para ganar dinero, no aguantas. Tiene que gustarte». Y si es así, no hay felicidad mayor que vivir en el pueblo que te vio nacer, cultivando tu tierra como ha hecho el ser humano durante miles de años.

Un reportaje y fotos de Fernando Bellón y de José Luís Bueno

 

Enrique Pérez,

Enrique, Manoli y Francisco.

Casi toda la tierra que trabajan hoy los cinco socios de La Verde es propiedad de la Cooperativa de Trabajo Asociado de ese nombre. Todos sus productos tienen certificación ecológica. En treinta años han tenido tiempo de aprender a funcionar en colectivo, han experimentado, han estudiado, se han formado, han viajado a media España y media Europa invitado por universidades y fundaciones interesadas en la agricultura ecológica, porque su ejemplo se ha expandido, como el choque de un meteorito de fertilidad, por todos los rincones del planeta.

«Un día», dice Enrique, «vimos a dos chicas cargadas con mochilones que se acercaban por el camino. Luego nos contaron que eran de Harlem, Nueva York, y que se habían enterado que acogíamos a voluntarios. También hemos tenido a un japonés que una mañana nos preparó un plato de su tierra, con instrucciones que le daba su madre desde Tokio vía Skype».

Este pequeño Paraíso, que como la Mesopotamia de la Biblia puede alcanzar los 50 grados en verano, se ha hecho un hueco en nuestro mundo globalizado, a pesar de que no mantienen página web. Su técnica secreta es la tradición agrícola ancestral, a la que suman las novedades científicas desarrolladas en los últimos siglos, excluyendo la agroquímica. Y su forma de trabajo, el comunismo primitivo, que Enrique dice que se parece más al anarquismo: «Aquí no votamos nunca. Las decisiones las tomamos por consenso o por aburrimiento, cuando ya nos hemos cansado de debatir».

Para entrar en contacto con La Verde hay dos teléfonos y dos correos. Los teléfonos: 658 625 306 y 692 033 064. Los correos: laverdeecologica@hotmail.com y laverdeecologica@gmail.com . Calle Vista Hermosa, 37 11650 Villamartín (Cádiz)

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Enrique junto a uno de los cultivos de «camuflaje».

Enrique Pérez. Empezamos en 1987. Éramos un grupo de jóvenes con experiencia militante, no en partidos, sino en movimientos sociales, en el Sindicato de Obreros del Campo (SOC), parados organizados. Reivindicábamos trabajo mediante la ocupación de fincas, para llamar la atención. El campo daba poco trabajo a finales de los setenta.

Las primeras ocupaciones después de la guerra se hicieron aquí, en el pantano, en el 78. Vino Malefakis (profesor norteamericano, autor de Reforma agraria y revolución campesina en la España del siglo XX). Estábamos gente de Villamartín y de Bornos (localidad próxima). Unas mil personas reivindicando la reforma agraria, que diera salida a los 300.000 ó 350.000 jornaleros sin tierra en Andalucía.

Enrique señala que de esas acciones salió la ley de Fincas Manifiestamente Mejorables, promovido por el primer gobierno de UCD. Uno de los primeros afectados fue el duque de Ahumada, que tenía 800 hectáreas. Enrique asegura que la estrategia de ocupaciones era complicada. Fue un movimiento social que se extendió por toda Andalucía, igual que una década antes habría recorrido Portugal como una mecha encendida.

Enrique. Nosotros ocupábamos fincas en Villamartín, pero buscando aterrizar en un proyecto concreto, algo viable, asentarnos en algún sitio para poder trabajar. Nuestra presión hizo efecto, y hablamos con la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (hoy Agencia Andaluza del Agua), y nos concedieron dos hectáreas en la cola del pantano de Bornos. Durante dos años estuvimos probando a ver qué podíamos hacer. Éramos casi veinte personas, y cuando legalizamos la cooperativa dos años después, nos quedamos en diez socios. En el 92, éramos menos, porque algunos se marcharon a trabajar en la construcción, con el boom de la construcción y de la Expo. Hoy somos siete socios, aunque dos están fuera (uno de ellos Manuel Higueras, que dirige la finca de la Marjal del Moro en Sagunto), y somos  la Cooperativa de Trabajo Asociado, Sociedad Cooperativa Andaluza de Trabajo Asociado La Verde, cultivamos solo ecológico. Todo pertenece a la cooperativa, nosotros somos socios trabajadores, dueños, pero trabajadores. Hay una  aparte de la tierra que es pública y no la podemos comprar, pero es de aprovechamiento agrícola, unas seis o siete hectáreas. Las otras, hasta completar las 14, son propiedad de la cooperativa.

Al vecino, que era ya mayor, le compraron cinco hectáreas. Las dimensiones de las propiedades en Villamartín (un término con veinte mil hectáreas) son medianas media. Hay tres o cuatro grandes propietarios por encima de las 500 hectáreas, y los demás poseen doscientas y quinientas, y también menos. No hay grandes latifundios de miles de hectáreas, aunque hay familias que entre todos reúnen miles, precisa Enrique.

Los cultivos camuflados de La Verde y Villamartín, al fondo.

Los cultivos «camuflados» de La Verde y Villamartín, al fondo.

Cooperativismo contra lucha permanente

Enrique. Al principio nos visitó el ministro de agricultura de Portugal, y nos dijo que lo de la reforma agraria era un tema importante, pero que lo decisivo era vivir del trabajo de la tierra. Muchas veces, el movimiento social de los jornaleros se dedica a la lucha permanente. Pero una vez que ya tienes la tierra es cuando aparecen los problemas: tienes que aprender a producir, a vender, a convivir, aprender economía, contabilidad, muchas cosas.

Nosotros llevábamos los productos a una especie de lonjas convencionales que distribuían a tiendas. Pero vimos que eso era inviable. Vendíamos judías, por ejemplo, a 30 pesetas y te las encontrabas en al tienda a 200, y se te quedaba una cara… Además, nos compraban lo que les daba la gana, y si habías sacado mucho tomate, no tenías más remedio que venderlo. Así que nos compramos una furgoneta, y pusimos una distribuidora. Teníamos una lista de clientes en la Bahía de Cádiz. Cuando nacimos no había nadie que consumiera producto ecológico. Fuimos los primeros en obtener certificado, que recogimos en Madrid, en 1991, donde entonces estaba la única agencia certificadora. Empezamos a hablar con gente en Sevilla, para que abrieran tiendas, para que se agruparan para comprar, en la Universidad y en otros sitios. Seguimos con esa dinámica que se ha extendido, las asociaciones de consumidores en todas las capitales andaluzas.

El periodista, en atuendo turístico conversa con Enrique en la sala de juntas de la cooperativa, que se inunda eninvierno.

El periodista, en atuendo turístico, conversa con Enrique en la sala de juntas de la cooperativa, que se inunda en invierno.

Por ejemplo, en la Bahía de Cádiz había ecologistas y un movimiento de cristianos de base. Nos pusimos en contacto con ellos, aunque nosotros nos considerábamos rojos y ateos. Y los cristianos de base empezaron a ayudarnos, ellos aportaban dinero y nosotros a cambio les dábamos productos. Y así nos permitíamos invertir sin pagar intereses, y además teníamos vendida la mercancía, algo muy interesante. También había otros colectivos de la zona de Sevilla.

En aquellos años, nacieron otros proyectos, y siempre tenían las mismas dificultades. La asociación sindical a la que pertenecíamos no creía en el cooperativismo, creía en la lucha permanente. Nosotros pensábamos que para vivir había que trabajar y demostrar que éramos capaces de organizarnos y ganarnos la vida. Había que aterrizar, llevar a cabo este modelo. Y uno de los grandes problemas de los proyectos que nacen con nosotros fue el factor humano, ni el económico ni el agronómico: broncas, celos, rencillas, poca capacidad de solucionar los problemas humanos a través del consenso. De hecho, la mayoría de esos proyectos no prosperaron. El nuestro era el más pequeño y consiguió salir adelante.

Consenso o aburrimiento, el secreto del éxito de La Verde

Enrique. Nosotros tomamos la decisión de no votar nunca. Todos los lunes nos sentábamos para organizar el trabajo de la semana en esta mesa, las rotaciones de funciones, animales, riego, cultivos, árboles, para que ninguno se especializara en algo, y si se nos ponía malo… Así que nos pusimos de acuerdo en el mecanismo de decisión, junto con los mecanismos de formación. Dedicamos mucho tiempo y parte de los recursos que teníamos a la formación; nuestra gente ha viajado fuera. Era muy importante, porque veíamos que otros proyectos mantenían unas asambleas y discusiones larguísimas, con enfrentamientos… y nosotros, no. Nosotros aprobábamos las cosas o por consenso o por aburrimiento. Si no nos poníamos de acuerdo, dejábamos aparcado el asunto. Cuando se aprobaba algo en contra de la voluntad de alguno, aquello era inviable.

Como nosotros llegamos sin formación, empezamos a dedicarle mucho a esa dinámica. Obligábamos a nuestra gente a que viajara. Hemos mandado a jóvenes a Holanda con los gastos pagados por unos calvinistas de allí, que nos ayudaban aunque nosotros les dijimos que éramos rojos y ateos. Era un intercambio, íbamos allí a coste cero, y ellos venían aquí. Nos recogían en el aeropuerto y nos paseaban por media Holanda viendo a gente que hacía semillas y otras cosas, en fin. Ellos tenían un grupo de campesinos en una región del país, y guardaban un fondo para ayudar a otras iniciativas, por ejemplo en Latinoamérica. A nosotros nos descubrieron y nos invitaron a ir allí y a explicar nuestro proyecto. Nos enviaban jóvenes holandeses de la universidad para que pasaran unos meses con nosotros.

Granadas en flor

Granadas en flor

Ha venido gente de medio mundo. Dos americanas de Harlem ha pasado aquí varios días, dijeron que habían visto en Internet que aceptábamos gente. Nunca le hemos cerrado la puerta a nadie, ni a los del Opus Dei, tres personas que vinieron un día de Madrid. A nadie le preguntamos qué piensan. Se alojan aquí, principalmente de marzo a octubre. En invierno esto, donde estamos aquí sentados, se inunda, y no se puede utilizar. Tenemos que levantar las cosas. El agua llega a la rodilla. Después se va el agua y lo limpiamos.

La Verde ha colaborado con la Junta de Andalucía en la rehabilitación de personas con problemas de adición a las drogas y con enfermos mentales. Lo han hecho de modo altruista. A los que van allí a recuperarse la Junta les paga una beca, y cuentan con un monitor. Trabajan de ocho a dos durante un año.

Enrique. Siempre hemos colaborado con colectivos de fuera, porque la gente que aterriza aquí conoce una forma de entender la agricultura y una forma de vivir. Donde había un problema de vivienda ahí estábamos nosotros como cooperativa y como personas. Donde había cualquier problema social, también estábamos… Aunque al principio hubo un enfrentamiento con el SOC porque ellos querían que nos dedicáramos solo al sindicalismo, y nosotros le dijimos que lo que queríamos ser era agricultores, vivir de esto, que es la razón de ser del movimiento, poner a la gente a trabajar en la tierra. Nos decían que nos estábamos aburguesando. Algunos llevan toda la vida en esto, y dicen que no son casta.

La Verde ha ofrecido sus experiencias a la Junta de Andalucía para la elaboración de los dos planes de agricultura ecológica llevados a cabo hasta el presente. Tambén mantienen fórmulas de colaboración con la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla y con el Instituto de Sociología y Estudios Campesinos (ISEC) de la universidad de Córdoba. También han hecho intercambios con universidades francesas. 

Convivencia de manzanos y olivos.

Convivencia de manzanos y olivos.

Cultivos ecológicos de «camuflaje»

Enrique. La mayoría hemos salido de la escuela a los catorce años, y no hemos recibido formación. Nuestra obsesión ha sido formarnos y comunicarnos con otra gente que nos pudiera enseñar.

Como fuimos pioneros, y hemos sido siempre muy activos, con ganas de aprender y abiertos a todas las visitas, con ilusión, hemos vivido curiosas experiencias Por ejemplo, Miguel Altieri vino por aquí a través del ISEC, que hacía una especie de doctorado en La Rábida.  Nos pilló de improviso, estábamos atrasados en muchas cosas, los campos estaban con hierbas hasta el pecho. Le dijimos que no nos había dado tiempo a limpiar los campos, que no estaban así porque era nuestra costumbre. Pero a él le encantó cómo teníamos todo esto.

A raíz de eso, con otros agrónomos hicimos otras experiencias de cultivo. El verano pasado vinieron calores muy extremas, y la mayoría del tomate de estos valles andaluces se pierden, porque se dan unas temperaturas altísimas. Los tomates entutorados y en plantaciones limpias, cuando les da el sol se queman. Nosotros la hierba la dejamos, no la entendemos como mala hierba. Como regamos, la hierba se pone alta y verde, y protege el tomate. La Verde era de los pocos sitios donde se producía tomate. Nuestros tomates estaban prácticamente tapados con las hierbas. Con las lechugas, empezamos a recolectarlas con el cultivo limpio. Pero al final no merece la pena seguir limpiando. Lo vamos dejando, se va amontonando la hierba, y seguimos recolectando durante un par de meses. Le llamamos agricultura ecológica de «camuflaje», sobre todo en verano, porque protege los cultivos.

Enrique en el almacén de semillas

Enrique en el almacén de semillas

Banco de semillas

La necesidad obligó a los socios de La Verde a crear su propio Banco de Semillas. 

Enrique. Aquí se dice que más piensa un necesitado que un abogado. Los dos primeros años nos sirvieron para ver lo que queríamos hacer. Entonces decidimos dedicarnos a la agricultura ecológica, conectar con gente que pudiera comprar los productos, etc. Nos ayudó una mala experiencia. Fuimos a comprar un sobrecillo de semillas de tomate, y nos costó diez mil pesetas. Un kilo de semillas híbridas de tomate de Monsanto se va a los 18.000 euros. Y además no le puedes sacar semillas, se las tienes que volver a comprar. Buscamos a gente mayor del entorno que tenía huertas en las orillas del río Guadalete, que cruza la provincia de Cádiz. Desde siempre ha habido allí huertas de una o dos hectáreas cultivadas por una familia. Nos dijeron que no compráramos semillas, que usáramos las suyas, de diferentes variedades, que guardaban de una generación a otra.

Empezamos a recuperar variedades de semillas de por aquí, y nos dimos cuenta de que había una Red Internacional de Semillas, que hacían intercambio. Conectamos con ellos. Manolo Higueras fue presidente varios años de la Red Andaluza. Nos pusimos las pilas, y empezamos por toda la provincia y muchos sitios a recuperar variedades antiguas. Viene gente de Madrid con semillas para que las repliquemos o se llevan muestras. También tenemos contacto con un banco de semillas francés. Lo caras que eran las semillas nos llevó buscar una alternativa.

Azucena preparando un pedido de madalenas cocidas en el horno moruno.

Azucena preparando un pedido de madalenas cocidas en el horno moruno.

Sin el banco de semillas la producción es inviable. Quien tenía la patente de las semillas, nos tenia atrapados. Y eran carísimas. Ahora nosotros somos autosuficientes en semillas en un 80 por ciento. También vendemos sobres a pequeños huertos. De vez en cuando viene gente a ayudarnos a repicar semillas, a analizarlas. De tomate tenemos más de setenta variedades. Desde pequeñitos a enormes. Y en el campo sembramos casi cuarenta para ir reponiendo, porque es necesario hacerlo cada siete u ocho años.

Enrique dice que en Andalucía sobreviven pocas experiencias de agricultura ecológica similares a La Verde.

Enrique. Algunas del SOC, como El Indiano, no tienen que ver con nosotros porque no practican agricultura ecológica. La gente de Marinaleda tampoco hace agricultura ecológica, hacen monocultivo de olivar y pimiento del piquillo. Quizá lo más parecido está en el Romeral, en Sierra de Yeguas, en Málaga. Lo suyo es algo más grande, porque empezaron con cien hectáreas de riego.

Luego están los agricultores tradicionales de varias generaciones, aquí en Zahara, en Villamartín, en Bornos. Creamos “La Ruta de los Pueblos Blancos”, por la sierra de Cádiz. era una cooperativa para la distribución con quince o veinte pequeños agricultores. Aquello duro diez años. A los agricultores les cuesta mucho organizarse, reunirse.

Manoli Higueras y Francisco Hidalgo preparando las cestas.

Manoli Higueras y José Hidalgo preparando las cestas.

En La Verde se ha producido ya el relevo generacional. Enrique tiene 59 años, pero Manoli y Azucena Higueras y sus respectivos maridos trabajan en la cooperativa. Azucena cuece pan una vez a la semana en un huerto moruno, y también bollos y madalenas, que se reparten en las cestas. Manuela es la encargada de la intendencia.

También tienen gallinas, la única vertiente ganadera de La Verde. Al principio tuvieron cerdos, cabras y terneros. Pero las exigencias sanitarias les obligaban a montar instalaciones muy costosas, y abandonaron el proyecto.

Los trabajos agrícolas están mecanizados en la medida de lo posible, aunque la financiación de la cooperativa nunca se ha hecho con ayuda de bancos, algo que no ha importado mucho a los cooperativistas.

Enrique. Con el tiempo nos hemos dado cuenta de que lo financiero casi siempre era solucionable. Lo humano, no. Al principio invertir era complicado. Invertíamos mediante la fuerza de trabajo, ganando poco. Pero cuando empezamos formalmente, necesitábamos un pequeño tractor, y ganábamos algo dando cursos de formación. Un día nos presentamos en un banco con la ropa de trabajo y una pala. Y en cuantito nos vio el director nos dijo que crédito, ninguno. Y se nos ocurrió financiar a través de personas que creían en este proyecto.

En otoño-invierno, la Verde produce zanahoria, lechuga, nabos, remolacha, espinacas, variedades de acelgas, variedades de lechuga, patatas, boniato. En primavera-verano: calabazas, calabacines, pimientos, fresas. Más de 30 variedades de verduras. Y frutales, más de 20 variedades, manzanas, peras de agua, perillas de San Juan, higueras, cerezos, caqui, membrillo, granada, etc.

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