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Mil palabras de Azorín Bitácora y apuntes Series

Mil palabras de Azorín (R y S)

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Continúa Rafael Escrig, autor de esta trabajosa y admirable recopilación, con la letra R, con palabras de una sonoridad rotunda. Luego se adentra en la S, y nos orienta para salir de las confusiones que produce la ignorancia semántica de la rica lengua española. La imagen está tomada de la página «Vida de Madrid».

REDROPELO.

Palabra compuesta. Del latín retro, hacia atrás y pilus, pelo. Pasada a redopelo del paño o del pelo.    

A REDROPELO.

Locución adverbial que indica que está contra la inclinación o dirección natural del pelo.

Coloquial: Contra el curso o modo natural de algo, violentamente.

El vocablo redropelo, está documentado desde 1495, con Nebrija y aparece en Covarrubias 1611, con el significado de: “Lo mesmo que redopelo, quasi retropelo: es quando pasamos la mano al paño, contra el pelo”, hasta el Usual de la Academia de 1992 y siguientes, donde dice: “Pasada a redopelo del paño o del pelo. // a, o al, redopelo. Loc. Adv. Al redopelo del paño o del pelo. // Contra el curso natural de la cosa”.

El vocablo arredropelo, se contempla desde 1726 (Diccionario de la Academia de la Lengua), con el significado de: “Lo mismo que revueltamente, confusa y desordenadamente”, hasta el 1917 (Diccionario de Alemany y Bolufer), con la siguiente explicación: “Adverbio, antiguo. A redopelo”.

En los mismos diccionarios, también encontramos la entrada redopelo, que nos lleva a redropelo.

Veamos cómo se expresa Fernando Sanchez Dragó en su blog “Nanas de la cebolla”, a propósito de “Mortal y rosa” la novela de Francisco Umbral, en la que éste llora la muerte prematura de su único hijo. Dice así:

“Mortal y rosa es, no sólo una elegía, un aullido de dolor originado por la muerte a redropelo, contra natura, de un niño de seis años, sino también la confesión, en esa especie de diván de psicoanálisis que es, a veces, la literatura, y la subsiguiente tentativa de autosanación de una triple orfandad de ala amarga y homicida.”

“¿Cómo escribirá nuestro Bejarano Galavis y Nidos? ¿En ese estilo barroco, recargado, vacuo que encontramos en los eclesiásticos del siglo XVIII, o en el truculento, empedrado de vocablos extraños, muchos de ellos traídos a redropelo, en que se expresa un Torres Villaroel? Está muy lejos Bejarano de Torres Villaroel que él conocey de los eclesiásticos “elegantes” del siglo XVIII.”

Un pueblecito: Riofrio de Ávila, Buenos Aires, Espasa Calpe, 1946, pag. 41.

REMUSGO

De remusgar. Del latín vulgar remussicare, de mussare, murmurar, cuchichear.

1. Barrunto o vislumbre que se tiene por algún indicio.

2. Viento ténue, frío y penetrante.

De la primera acepción del diccionario, tenemos la muestra, más abajo, en la referencia de Azorín.

De la segunda acepción, traigo un pequeño párrafo aparecido en “El Panorama” una publicación literaria, que aparecía todos los jueves en Madrid, entre 1838 y 1841. Esta es de fecha 7 de noviembre de 1839, se titula “Mi caja de tabaco” y la firma el conocido autor de comedias madrileño Agustín Azcona (???-1860?). Dice así:

“Al ponerme en campaña, ó sea al salir de casa, el primero de todos mis cuidados es para mi caja de tabaco. Me acuerdo de ella antes que de la capa en día de remusgo sutil por diciembre ó enero, antes que del paraguas en noches que amenace chaparrón antes de todo, en fin; porque mi caja de tabaco, si no me cobija ó abriga contra la intemperie, me presta otros servicios muy relevantes, y según las circunstancias no menos útiles.”

“Y si de las películas borrosas ascendemos a las espléndidas, cual Moulin Rouge, acaso con nuestra admiración sincera se mezclará un remusgo de discrepancia: discrepancia que trataríamos de fundamentar en hechos.”

Para el diario “ABC”, Madrid, 5/2/1954.

El Cinematógrafo, Valencia, Pre-Textos. Caja de Ahorros del Mediterráneo, 1995, pag. 148.

REPASIÓN

Palabra compuesta con el prefijo re-, del latín re-, que indica repetición y pasión del latín passio, – onis, del griego páthos, acción de padecer. Sufrir, sentir. Se puede definir como un sentimiento muy fuerte hacia una persona, cosa o idea.

La repasión es una reacción a la pasión.

Rudolphus Goclenius (1547–1628) -introductor de los vocablos psicología y ontología-, en su obra “Lexicon Philosophicum”, Frankfort, 1613, habla del sentido filosófico de la repasión. Dejemos que sea quien nos lo explique:

“La reacción es, en cierta medida, una acción del paciente, de rechazo y recíproca, por medio de la cual opone resistencia al agente (hace un esfuerzo en sentido contrario al agente) y lo cambia al mismo tiempo que es cambiado por él. De tal manera que se puede decir que el agente sufre las consecuencias del paciente que actua. Y la “repasión” es una pasión “recíproca”. Estos términos se entienden ya sea en el sentido amplio, o en el sentido estricto. En el sentido amplio cuando, sin haber hecho ninguna distinción entre agente y paciente, decimos que uno y otro reaccionan y que uno y otro “padecen las consecuencias”. En el sentido estricto o propio, cuando se da el nombre de agente a lo que en la acción es el elemento principal y triunfa, y se da el nombre de paciente al otro. En efecto, es de esta manera como la reacción se atribuye al paciente y la “repasión” al agente. Así como éste es designado “agente” sólo en la medida en que es el elemento principal, asimismo el otro es llamado “reagente” porque en cierta manera es más débil; y en sentido inverso, este último es llamado “repaciente”, en lugar de “paciente”. Por ello, reaccionar significa actuar secundariamente, y “repadecer las consecuencias” padecerlas secundariamente.”

Posteriormente, Baltasar Gracian -protagonista de la entrada de Azorín-, en su Crisis III de la primera parte de “El Criticón”, vuelve a mostrarnos el vocablo y señala:

“No hay cosa que no tenga su contrario con quien pelee, ya con victoria, ya con rendimiento: Todo es hacer y padecer; si hay acción, hay repasión (reacción).”

Y también en el punto 187 del “Oráculo manual y arte de prudencia” encontramos:

“Todo lo faborable obrarlo por sí, todo lo odioso por terceros. Con lo uno se concilia la afición, con lo otro se declina la malevolencia. Mayor gusto es hacer bien que recibirlo para grandes hombres, que es felicidad de su generosidad. Pocas veces se da disgusto a otro sin tomarlo, o por compasión o por repasión. Las causas superiores no obran sin el premio o el apremio.”

En el estudio semántico “Gracián, un estilo” que hace el profesor Francisco Ynduráin Hernández (1910-1994), podemos encontrar de nuevo el vocablo repasión, cuando dice:

“Creo que es un campo muy fecundo para el análisis del estilo de un escritor el de la formación de palabras mediante los recursos que pone a su alcance el sistema de la lengua. La derivación, formación y composición son fuente abundante en el castellano. Gracián crea por sufijación y prefijación palabras que, son nuevas, si no del todo, al menos con sentido nuevo. De las desinencias, Gracián hace nuevo uso semántico: «hombre notante», «obligación apretante». La intensificación del prefijo re-, aparece en reagudo, reconsejo, revista  (de vista), revulgo, repasión. Finalmente opone dos matices de valor en la propuesta de un hombre, «no hazañero, sino hazañoso», (del que Azorín también hace uso) de los cuales el primero supondría una nota peyorativa y no así el segundo.”

“Para Gracián, tanto el mundo físico como el social son una lucha tremenda y eterna. El concierto que vemos en el universo está formado de oposiciones. “Todo este universo se compone de contrarios y se concierta de desconciertos.” “No hay cosa que no tenga su contrario con quien pelee, ya con victoria, ya con rendimiento: Todo es hacer y padecer; si hay acción, hay repasión.” Acción y reacción es la vida universal. Todo batalla contra todo: los elementos, los astros, los males y los bienes, los tiempos. A los viejos se oponen los mozos; los coléricos, a los flemáticos; los ricos, a los pobres; unos religionarios de una idea, a los religionarios de la idea opuesta. Y lo notable es que en esta variedad, antagonismo y choque de unas cosas con otras, halla precisamente el universo su conservación. “Todas las cosas se van acabando; todas ellas perecen, y el mundo, siempre el mismo, siempre permanece.”

Lecturas Españolas, París, Thomas Nelson and Sons, Ltd. 1949, pag. 97.

RIPERS

RIPPER. RIPERT.

Derivado del apellido Ripert.

Tranvía tirado por mulas (Tranvía de sangre). Fue el precedente del tranvía eléctrico. Tenía la carrocería de un tranvía, con dos pares de ruedas y estaba tirado generalmente por un tiro de tres mulas.

Antoine Ripert  fue un importante carrocero de Marsella, que partiendo de la carrocería de un pequeño tranvía construyó un “ómnibus hipomóvil” más ligero y práctico que los pesados ómnibus que entonces circulaban en París y otras ciudades.

De tamaño reducido y gran capacidad tuvo un éxito inmediato y fue adoptado por muchas ciudades. En el Toulouse de 1881 sustituiría a los Omnibuses que circulaban en la ciudad desde 1863 estando en servicio hasta 1913.

Este coche tenía las siguientes características:

Longitud total: 5,520 m. Ancho: 1,920 m. Altura: 2,800 m.

Separación entre ejes de 1,78 m. Ruedas de  radio  reducido.  

Ancho de rodadura de 1,44 m., es decir el mismo que la vía estándar de los tranvías.

Capacidad: 12 asientos, bancos longitudinales. Dos plataformas extremas.

Enganche: tronco de dos caballos. Freno de zapatas.

Constructor: Ripert en Marsella.

Los Riperts se extendieron por Europa, siendo muy populares en Francia, Bélgica y Suiza.

Su estructura como la de los primeros coches tranviarios era de madera y hierro con un chasis muy bajo y ruedas de radio bastante reducido si las comparamos con los ómnibus. Esta característica facilitaba la accesibilidad pero a su vez los hacía depender de que los pavimentos de las calles estuvieran en buen estado.

La distribución de sus asientos era en bancos laterales en los coches de invierno o cerrados, y transversales en los coches de verano o jardineras, que tenían acceso por los laterales, en lugar de por las plataformas como en sus homónimos de invierno.

En la parte posterior y delantera sendas plataformas se adosaban a la caja central sostenidas sobre viguetas a la caja. La plataforma delantera estaba reservada para el mayoral y solía no tener acceso al interior del coche, mientras que la posterior era el acceso propiamente dicho del coche, en la que solía ubicarse el conductor.

La tracción dependía de los itinerarios, enganchándose los coches en tronco y en cuarta dependiendo de la dureza de la ruta. El tiro en Francia se adjudicaba a percherones; en España eran mulas quienes solían conducir los Riperts.

La primera línea de “tracción de sangre” de Madrid (Salamanca-Sol-Pozas) la construyó e inauguró una compañía tranviaria de origen inglés. Su cochera principal estaba en Serrano a la altura de Maldonado.

Esta línea de tracción animal tenía una clara función: unir los nuevos barrios ubicados en los ensanches de Salamanca y Pozas (Argüelles) a través del centro de la ciudad que ya en aquella época gravitaba entorno a la Puerta del Sol y Cibeles. El trazado que en origen era de vía única tenía “apartaderos” con la doble función de servir de paradas y para el cruce de los vehículos.

El segundo tranvía de Madrid se puso en servicio en 1877 y discurría desde la Plaza Mayor al Puente de Toledo como parte de un itinerario mas largo que se proyectó camino de Leganés. En años venideros cinco grandes compañías de tranvías se repartieron el callejero, estableciendo líneas que llegaban hasta barrios como Chamberí y los Cuatro Caminos, las Ventas, la Prosperidad, la Glorieta de Embajadores, el Pacífico y la Bombilla. El centro nodal de los tranvías madrileños era la Puerta del Sol.

Para comprender lo que supuso esta efemérides en la ciudad basta con reproducir lo que publicó el 1 de junio de 1871 el periódico “El Imparcial” que era el diario de mayor tirada de la época en Madrid:

“Ayer se ha verificado la inauguración del tranvía de Madrid. Esta línea, que parte del extremo del barrio de Salamanca para ir hasta el barrio de Argüelles, se inauguró ayer en toda la parte terminada, desde la Puerta del Sol hasta lo último del barrio de Salamanca. En la Puerta del Sol esperaban a los convidados a las once y media seis preciosos y cómodos coches, tirados por tres caballos, que condujeron a los convidados hasta el punto antes indicado. Allí se sirvió un espléndido almuerzo, servido por el fondista Lhardy, y al que han asistido cerca de 200 personas. Entre éstas figuraban muchos hombres importantes del comercio, la industria y la ciencia, representantes de la prensa, políticos eminentes, extranjeros interesados en empresas industriales planteadas en España y comisiones de las corporaciones populares (…).La mesa formaba una extensa herradura y estaba con mucho gusto adornada y colocada en el espacioso local que ha de servir de depósito de carruajes. Las paredes de éste estaban tapizadas con los colores nacionales y adornadas con guirnaldas, escudos de armas y banderas españolas e inglesas”

“Azorín camina por la carretera del Este. Y en lo alto de la verdosa loma, en medio de un gran recuesto tapizado de césped, se detiene y contempla la lejanía… El telégrafo rezonguea sonoramente; un gallo canta; por la carretera van lentamente coches negros, coches blancos; vuelven precipitados coches negros, coches blancos; detrás los ripers repletos de figuras negras cascabelean, los simones en larga hilera espejean al sol en sus barnices. En frente, sobre una colina verde, destacan edificios rojizos que marcan su silueta en el azul blanquecino del horizonte, y un enrejado de claros árboles raya el cielo con su ramaje seco. A la derecha, aparecen los grandes cortados y socaves amarillentos de los tejares, y acá y allá, los manchones rojos de las pilas de ladrillos; más lejos, cerrando el panorama, la inmensa mole del Guadarrama, con las cúspides blancas de nieve, con aristas y resaltos de azul negruzco… Dos, tres blancas humaredas se disuelven en la lejanía suavemente; por la carretera pasan coches; los cocheros gritan: ¡ya! ¡ya!; el aire en grandes ráfagas trae las notas de los organillos, cacareos de gallos, ladridor. Cerca, un rebaño pasta en el césped: las ovejas balan; se oye el silbido largo, ondulante, de una locomotora; y de cuando en cuando, incesantemente, llega el ruido lejano de cuatro o seis detonaciones. Y Azorín, cansado de sus diez años en Madrid, hastiado de periódicos y libros, piensa en esta danza frenética e inútil de vivos y de muertos…, y regresa por la carretera lentamente. Van y vienen coches negros, coches blancos; un hombre pasa de prisa con una cajita gris al hombro; en la tapa dice: S. Juan de Dios. A lo lejos suena roncamente el batir de tambores; el viento trae el fó-fó asmático de una locomotora. Y mientras cae la tarde, ante los barracones asordadores, mientras tocan los organillos y se baila frenéticamente, y los mozos van y vienen con los platos, y se grita, y se canta, y se remueve en espasmo postrero la turba lujuriosa de chulapos y fregonas, Azorín, emocionado, estremecido, ve pasar un coche blanco, con una caja blanca cubierta de flores, y en torno al coche, un círculo de niñas que lleva cada una su cinta y caminan fatigadas, silenciosas, desde la lejana ciudad al cementerio lejano… Y ya en Madrid, rendido, anonadado, postrado en la emoción tremenda de esta pesadilla de la Lujuria, el Dolor y la Muerte, Azorín piensa un momento en la dolorosa, inútil y estúpida evolución de los mundos hacia la Nada… La Voluntad, Madrid, Biblioteca Nueva, 1939, pag. 151.

ROLLO

Del latín rotulus, cilindro, y éste de rueda del latín rota.

Columna de piedra, que antiguamente era insignia de jurisdicción y que en muchos casos servía de picota.

Un rollo es una columna de piedra, ordinariamente rematada por una cruz o una bola, que representaba la categoría administrativa del lugar, levantándose sólo en los villazgos que tenían plena jurisdicción e indicando el régimen al que estaban sometidos: señorío real, concejil, eclesiástico o monástico. Además marcaba el límite territorial. En ciertos casos, era un monumento conmemorativo de la concesión del villazgo y compartía con la picota las funciones de ajusticiamiento.

Existen en aquellos pueblos de Castilla y León que tenían alcalde y, por lo tanto, jurisdicción para juzgar y condenar a muerte. Servía también para castigar y hacer pagar las penas menores a los delincuentes comunes, que tras ser azotados, eran expuestos a pública vergüenza.

Los rollos son similares a los cruceros o humilladeros, pero su significado y uso es distinto.

“Y de pronto, en el silencio de la noche, oigo aullar unos perros. Ante mí tengo una gradería de piedra en la que se asienta una columna: es un antiguo rollo. Más lejos aparece la masa enorme de un edificio anchuroso. Estoy en Esquivias. Las calles están desiertas; las tapias de los corrales se alejan formando callejuelas angostas; los anchos colgadizos ensombrecen las puertas.”

Los Pueblos, Madrid, Biblioteca Nueva, 1935, pag. 27.

ROZAGANTE

Del catalán rossegant, y éste del latín vulgar rosicare, rozar.

Aplícase a la vestidura vistosa y muy larga, que roza y se arrastra por el suelo.

“Trompetas y melodiosas arpas célicas. El traje rozagante y los pies ligeramente echados hacia atrás. Los ángeles de la belleza y del arte, tienen un trabajo inmenso: deben estar allí donde se esculpe, pinta o escribe; hay variedad de gustos en estos ángeles; no les culpemos de lo que tan sujeto a disputas se halla en este mundo sublunar.”

Superrealismo, Madrid, Biblioteca Nueva, 1929, pag. 51.

“El grupo atraviesa el zaguán, donde un perro amarrado a una cadena gruñe sordamente con la cabeza baja… Y entra en el cementerio, de grandes arcadas, ruinosas, con anchas hendiduras negras que las rayan de arriba a bajo, repletas de nichos con lápidas borrosas. La hierba crece rozagante entre las junturas de las piedras; los pájaros saltan y trinan en los panteones; brilla el sol en los cristales de los nichos; un dulce sosiego se percibe en el aire. Y de cuando en cuando, a lo lejos, se oye el silbido de una locomotora, el cacareo persistente de un gallo.”

La Voluntad, Madrid, Biblioteca Nueva, 1939, pag. 198.

SAHUMERIO

De humo. Acción y efecto de sahumar. Del latín suffumare, de sub, bajo, y fumus, humo.

1. Acción y efecto de sahumar.

2. Humo que produce una materia aromática que se echa en el fuego para sahumar: perfumar una cosa a fin de purificarla o para que huela bien.

3. Materia quemada para sahumar.

El uso del sahumerio nos llega desde las primeras civilizaciones. Los egipcios lo usaban en sus ceremonias, lo mismo que el pueblo hebreo, los griegos y todos los pueblos de la antigüedad y es fácil suponer que el hombre primitivo lo usase también como ofrecimiento a los dioses. Al quemar animales, el humo ascendía a los cielos y servía como ofrenda y como alimento propiciatorio a sus deidades. Este tipo de sacrificio, es lo que conocemos como holocausto, del griego holókauston, de ólou, completamente y kauston, quemado.

También se ha usado el sahumerio con fines estéticos y terapéuticos, quemando hierbas o bayas de diferentes especies de plantas como el enebro, la salvia, el café o el estoraque.

En este sentido, el medicinal, veamos lo que recoge el libro “Gaceta de literatura de México” escrito por el polígrafo D. José Antonio Alzate y Ramírez, Méjico (1737-1799). El libro está editado en Puebla, en 1831.

El párrafo escogido se titula “Sahumerio de azufre para la epidemia”, y dice así:

“En la Gaceta número 6 de 1784 se estableció el sahumerio de azufre como preservativo contra la epidemia. D. Francisco Bracamonte, que tenía esto muy presente, al ver á todos los de su casa acometidos por la que acabamos de esperimentar, se valió del arbitrio, mandó sahumar con azufre las camisas de dos de sus hijos, al tiempo que uno de ellos se hallaba recien acometido, y el más chico estaba sano; el primero al punto comenzo á sentir grande alivio, y el segundo es el único de toda la familia que hasta en el día no ha esperimentado la más ligera novedad.

Si la epidemia ha sido aquella fiebre alcalecente que los ingleses conocen por fiebre amarilla y los franceses por fiebre de Guinea, no es dudable que el uso del sahumerio de azufre, en virtud de que es un accido de los más activos, destruya los efectos del alkali pestífero.”

“Pablo se ha sentado ante su mesa para comenzar a escribir una nueva obra. Ya están listas las cuartillas sobre la mesa. Pero, ¿no se percibe en la estancia un ligero perfume? Sí, sí; algo han quemado aquí. A duras penas se nota; pero, sí, hay algo en el ambiente que indica un sahumerio.”

Blanco en Azul, Madrid, Espasa Calpe, 1968, pag. 66.

SALTATRIZ

Del latín saltatrix, –icis. Mujer que tenía por oficio saltar y bailar y lo hacía con destreza y habilidad.

Triz” es un sufijo propio del femenino de algunos nombres cuyo masculino termina en -dor o -tor. Realmente resultan muy escasos estos femeninos terminados en –triz, y algunos de ellos alternan con la forma regular –ora. Cantatriz y saltatriz son términos en desuso (aunque los incluye el DRAE). En el primer caso ha prevalecido el común cantante (el cantante, la cantante).

“No quisiera despedirme de estos recuerdos sin decir algo de la soledad verde. La frase no es mía. La frase es de un gran poeta. No sentíamos en nuestro tiempo –sea dicha la verdad- entusiasmo por el arte flamenco. El flamenquismo, por otra parte, no había alcanzado el incremento que alcanzara luego. Pepa la Banderillera –de quien habla Próspero Merimé, en sus cartas a Estébanez Calderón- no se había aupado todavía a figura nacional. Después han sido exaltados toreros, guitarristas, cantadores y bailadoras. Hasta se ha querido encarnar a España, toda España, en ese arte. Ha sido creada toda una literatura ditirámbica o saltatriz. La misma recatada poesía lírica ha sido particionera en el arrebato. Nos hemos olvidado, enajenados como estábamos, de que la verdadera poesía lírica, la grande, la inmortal, es la que se conmueve ante el destino trágico del hombre y busca anhelante –como decía Fray Luis de León- el “principio propio y escondido” de las cosas.”

Madrid, Madrid, Biblioteca Nueva, “Obras Selectas”, 1943, pag. 1029.

SEGUR

Del latín, securis, hacha grande para cortar. Derivado de segar, del latín secare, cortar.

El “segur” tiene su origen en la primitiva herramienta campesina para segar, pero poco a poco formó parte de las armas de guerra, pues los campesinos, las adaptaron en sus necesidades armamentísticas. Las usaron los pueblos escitas, persas, macedonios, francos y romanos. La introducción de la herramienta-arma en Europa, se debe a las migraciones hacia el oeste de los pueblos indoeuropeos, así como el propio nombre que deriva de la raíz indoeuropea sek, cortar.

En los ejércitos romanos, los “segures” eran el signo por excelencia de la guerra y se portaban, como estandartes, delante de los cónsules, para que les recordara el hábito de la guerra y en tiempos de paz no llegaran a olvidarse de sus gladios. Entre los hispanos, tomó el nombre de “franciscas”, porque eran usadas por los francos.

En el vocabulario de herramientas para la agricultura, existen muchos términos derivados de la raíz latina secare. En Extremadura está vivo el término segureja, y el aumentativo segurón, ambos arcaísmo castellanos, que va siendo desplazado por la variante hacha, del francés hache.

Otro término derivado de secare, es el conocido vocablo sicario, del latín sica, que era el nombre de un puñal de punta muy aguda y filo curvo, usado en la antigua Roma. La secta judía de los “sicarios” también conocidos como “Celotas” fueron los primeros en utilizarlo durante la ocupación romana en Palestina. El sicarii era la persona que escondía la sica entre sus ropas y apuñalaba a romanos o simpatizantes de los mismos durante las asambleas públicas. El vocablo ha perdurado a lo largo del tiempo y hoy designa a los asesinos a sueldo.

“Y como junto al poeta, las sirenas de las locomotoras, el resoplar de los trenes que llegan o se marchan, el tintineo de una herrería, el golpear férreo y sonoro de de los topes de los vagones que hacen maniobras, el ladrido de los perros, el ris-ras de una segur en un prado, el ki-ki-ri-ki de los gallos, las horas del reloj de la Fábrica de Gas, del reloj de la Misericordia, del reloj de los Agustinos, a la salida de la ciudad, del reloj del Buen Pastor. En el silencio, a través de la niebla o del humo, todos estos ruidos resuenan en el valle.”

Félix Vargas, Madrid, Biblioteca Nueva, 1928, pag. 252.

SEÑERO

Del latín, singularius. Solo, solitario, sin par. Que está aislado o separado de toda compañía.

Veamos este conocido poema de Gerardo Diego (1896-1987), titulado “Al ciprés de Silos”:

Enhiesto surtidor de sombra y sueño,

Que acongojas el cielo con tu lanza.

Chorro que a las estrellas casi alcanza,

Devanado en sí mismo en loco empeño.

Mástil de soledad, prodigio isleño;

Flecha de fe, saeta de esperanza.

Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza,

Peregrina al azar, mi alma sin dueño.

Cuando te vi, señero, dulce, firme,

Qué ansiedades sentí de diluirme

Y ascender como tú, vuelto en cristales;

Como tú, negra torre de arduos filos,

Ejemplo de delirios verticales,

Mudo ciprés en el fervor de Silos.”

“Los refranes, por su parte, nos brindan vocablos peregrinos; no los modernicemos, como se suele hacer; perderán, con ello, su sabor, allende de que destruiremos su eufonía. No por mucho madrugar, amanece más aína. No pongamos temprano en vez de aína. Más vale señero que con ruín compañero. No pongamos solo en vez de señero. La verdad, como el olio, siempre anda en somo. No pongamos aceite en vez de olio, ni encima en vez de somo.”

Para el diario “ABC”, Madrid, 12/5/1954. El Cinematógrafo, Valencia, Pre- Textos. Caja de Ahorros del Mediterráneo, 1995, pag. 177.

SO

Del latín sub, bajo, debajo de.

Corominas, refiriéndose al uso de la preposición so en épocas posteriores a los siglos XIII y XIV, nos dice: “Renuncio a tratar del uso en épocas posteriores, y de su lucha con bajo y debajo cada vez más preponderantes: pertenece esto a la gramática histórica y a las gramáticas generales; ya Juan de Valdés en 1535 da muestras de considerarlo anticuado, desaconsejando que se emplee, a no ser en los refranes “so la color está el engaño”, “so el sayal hay ál” y en la frase “so la capa del cielo”.

“Viven bajo las aguas, como la argironeta; corren bajo la superficie de los lagos, como el dolomelo orlado; fabrican su morada so las piedras, como la segestria; se agazapan en un pozo guateado de blanca seda, como la teniza minera; se columpian en aéreas redes, como la tejenaria. Corren, nadan, salta, vuelan, minan, trepan, tejen, patinan. Y en su insociabilidad hosca tienen como mira capital, como sentido esencialísimo, el amor a la raza.”

Antonio Azorín, Madrid, Biblioteca Nueva, “Obras Selectas”, 1943, pag. 206.

SOMBRAJOSO

Neologismo derivado de sombroso, de sombra, del latín umbra, y el sufijo –oso, que indica relativo a, o semejante a.

Que hace mucha sombra, o que la proyecta.

En las primeras ediciones de La Voluntad, hasta 1940, la palabra “sombrajoso” (de nuestras dos referencias) aparece escrita como “ombrajoso”. También en la edición comentada por I. Fox de Clásicos Castalia.

En ambos casos, discrepo de la etimología, que le hace derivar sombrajoso del sustantivo sombrajo, del latín umbraticum, reparo o resguardo para hacer sombra, hecho con de ramas, mimbres, esteras, etc. (ver la edición de Clásicos Castalia con notas de Inman Fox, en página 121 y 61). Aunque, ciertamente, la raíz de la palabra, parece ser sombrajo, pienso que la derivación no se ha hecho tanto de forma gramatical (sombrajo > sombrajoso), lo que nos llevaría a una sombra producida por algún elemento artificial, sino estética, es decir, haciéndola derivar de sombroso, sombrío, sombrizo, umbroso y todos aquellos adjetivos que expresan la proyección de una sombra natural.

“El campo claro ya el horizontese aleja en amplia sabana verde, rasgado por los trazos del ramaje sombrajoso, surcado por las líneas sinuosas de los caminos. El cielo, de verdes tintas pasa a encendidas nacaradas tintas. Las herrerías despiertan con su sonoro repiqueteo; cerca, un niño llora; una voz grita colérica. Y sobre el oleaje pardo de los infinitos tejados, paredones, albardillas, chimeneas, frontones, esquinazos, surge majestuosa la blanca mole de la iglesia Nueva, coronada por gigantesca cúpula listada en blancos y azules espirales.”

La Voluntad, Madrid, Biblioteca Nueva, 1939, pag. 9.

“Sobre el Colegio, en el lindero de la huerta, dos álamos enhiestos que cortan los rojos muros en estrecha cinta verde, traspasan el tejado y marcan en el azul su aguda copa. Más cerca, en primer término, dos, tres almendros sombrajosos arrojan sobre el negro fondo del poblado sus claras notas gayas. Y a la derecha, al final del llano de lucidoras hojas largas, sobre espesa cortina de seculares olmos, el negruzco cerro de la Magdalena enarca su lomo gigantesco en el ambiente de oro.

El pueblo duerme. La argentina canción de un gallo rasga los aires. En los olmos las cigarras soñolientas prosiguen con su ras-ras infatigable.”

La Voluntad, Madrid, Biblioteca Nueva, 1939, pag. 70.

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