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Cultura y comunicación

Fuera tropas rusas de Ucrania. Por una España neutral

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Por Fernando Bellón, editor de Agroicultura- Perinquiets.

No quiero ver las noticias sobre la invasión rusa a Ucrania ni tampoco mirar las fotografías que se publican en los medios. No me gusta ver sufrir a las personas, porque me pongo en su lugar y me estremezco. Me limito a escuchar la radio y a leer las informaciones en Internet. La mayoría de lo que se dice y se publica son impresiones emotivas, moralistas, ideológicas, partidarias, rocambolescas, delirantes; y muy pocas documentadas y elaboradas con rigor. Entre estas últimas, las que Pío Moa cuelga en su bitácora, y los análisis medidos y hechos con gran conocimiento de causa de Rafael Poch de Feliu.

Lo que interesa conocer es imposible saberlo, porque ni siquiera los estados mayores en conflicto tienen claro el escenario en el que están actuando, como sucede en cualquier guerra. Los resultados favorables a uno pueden volverse en su contra en cosa de horas. Una perspectiva necesaria es de al menos dos semanas.

Tendrán que pasar varias más para que empecemos a saber cómo se inició la invasión, qué progreso tuvo en los territorios ucranianos, qué resistencia han opuesto los invadidos, qué medios militares han utilizado unos y otros… Ahora es el tiempo de la especulación, y sólo las personas que conocen y entienden los escenarios en conflicto están preparadas para especular con solvencia.

Yo de momento me estoy nutriendo de las informaciones que me llegan de mi familia en Alemania, donde la preocupación por lo que está pasando es grande y dolorosa. En la RFA viven miles de rusos y de ucranianos, de ucranianos-rusos y de rusos-ucranianos. Tengo la impresión de que la convivencia debe ser tensa pero sin llegar al odio étnico. De momento la mayor preocupación de los eslavos residentes en Alemania es procurar alivio a sus familiares en el teatro de guerra, intentar sacar a los niños y a todos los que puedan salir.

Los varones mayores de 18 años y menores de 60 tienen vedado escapar de la guerra. Se consideran prófugos. De nuevo me pongo en su piel, y vivo su desesperación. He conocido a serbios y a croatas que escaparon por los pelos de la antigua Yugoslavia, porque no querían combatir.

No querer combatir es una reacción natural, porque nadie quiere arriesgar su pellejo ni su vida por una causa que ni le va ni le viene. Incluso cuando la causa es la defensa (obsérvese que no he utilizado el facilón calificativo “legítima”, que no viene a cuento, todas las defensas son legítimas) del país, del patrimonio, de la familia, no todo el mundo reacciona con violencia hasta que la violencia llama a su puerta. Así que es lógico comprender a los “desertores”, que utilizan el sentido común, como a los “reclutadores”, que quieren garantizar una fuerza humana imprescindible.

“¿Qué va a pasar?”, se preguntaba Pío Moa el 27 de febrero. Y comparando las fuerzas militares de Rusia con las de la OTAN, deducía que, salvo locura nuclear, la relación de las fuerzas es tan abismalmente contraria a Rusia que a la larga es difícil creer que pueda salir ganando. Luego especulaba sobre las intenciones de Putin, y afirmaba que si lo que se propone es reconstruir el imperio ruso o soviético, hay que empezar a dudar de su salud mental, algo en lo que coinciden muchos analistas. El día 28, el mismo Moa insistía en que Putin perderá probablemente.

“Y el objetivo de Putin que parece claro, de implantar en Kíef un gobierno prorruso, es inviable, y un gobierno neutral muy difícil: la OTAN hará lo posible por impedirlo. ¿Qué podemos esperar? Debemos, en todo caso, permanecer neutrales en este conflicto, pero nuestros políticos basura quieren involucrarnos como lacayos fiables de los enemigos de España.

En relación con este tema de la neutralidad española, Moa cita a Rafael Bardají, que ha asesorado a varios ministros de Defensa españoles. “En España, Pedro Sánchez quiere la inmortalidad de su foto de las Azores. Aunque dicha foto tenga que ser en los baños de la OTAN si con ello logra estar al lado del presidente americano 30 segundos… Y, sin embargo, España debería mantenerse neutral ante el conflicto en Ucrania.”

Argumenta Bardají que la OTAN había perdido su sentido tras la desaparición de la URSS, y que inició una ofensiva diplomática para integrar países de la antigua esfera soviética a su declinante organización, cosa que Rusia veía como una provocación.

“Hace años, Henry Kissinger propuso acordar un estatuto especial para Ucrania basado en el reconocimiento de su soberanía nacional y en el sostenimiento de un régimen de neutralidad. Económicamente a Ucrania podía relacionarse libremente tanto con la UE como con Rusia (o con quien quisiera), pero militarmente debía permanecer neutral. Esa sería la única fórmula para que Ucrania dejase de ser un terreno de confrontación para convertirse en un puente entre ambos lados. Lejos de favorecer esta opción, la OTAN eligió el camino opuesto: prometer a Ucrania una progresiva asociación con la vista puesta en la plena participación en unos cuantos años.”

Estas razones no obstan para que Bardají condene la agresión. “Putin invadiendo un país soberano ha pisoteado el principio sacrosanto del orden liberal salido de la Segunda Guerra Mundial de no modificar las fronteras por la fuerza ni iniciar una guerra que no fuera puramente defensiva. Estos principios recogidos en la Carta de la ONU fueron refrendados en París en el acuerdo firmado con Rusia en 1991.

Por su parte, el 24 de febrero, Rafael Poch de Feliu reconocía que Putin ha obrado según había anunciado. Pero que al cruzar el Rubicón ha confirmado el rostro imperialista de su estrategia apoyada ahora en la violencia.

“En una lectura superior, estamos ante un pulso entre imperios nucleares con Ucrania como víctima y objeto. Ese pulso ofrece vitaminas a una OTAN en crisis, consolidación y fortalecimiento al vector antirruso del nacionalismo ucraniano, y enormes riesgos para Rusia.

«El objetivo de Rusia no es un enfrentamiento militar con occidente, sino la negociación contenida en los puntos del 17 de diciembre, neutralización de Ucrania y retirada de la OTAN de su entorno, pero cualquier revés militar se volverá inmediatamente contra su régimen porque creará una gran reacción social en la propia Rusia.

«Bombardear, invadir y cambiar regímenes es algo que en Occidente conocemos bien. Lo llevamos practicando 200 años. ¿Tiene Rusia capacidad y potencia para emular los desastres de sus adversarios en Yugoslavia, Irak, Afganistán, Libia, etc.? Las breves guerras victoriosas se pueden escapar de las manos de quien las inicia, cobrar vida propia y salirse de los guiones previstos.”

Frente a los análisis de los columnistas que escriben de todo sin saber de casi nada, estas valoraciones cobran un valor superior. Un fenómeno curioso es la nula reacción popular en Occidente. Al lado de las grandes manifestaciones contra la intervención norteamericana en Irak y en Oriente Medio en general, la población se ha quedado en casa. Desde luego, no ha tenido quién la azuce a ocupar las calles. En el caso de España, la cosa tiene una explicación: gobiernan quienes en aquellas guerras se mostraron hostiles a la guerra; y ahora se ven obligados a mantenerse al lado de la OTAN y sus disparates. En el resto de Europa, no le encuentro yo una explicación lógica, aunque tiene que haberla. Francia, Italia, Gran Bretaña, Alemania no tienen una izquierda militante poderosa, y el chaleco salvavidas del buenismo no funciona ya.

Con los columnistas desconcertados y la ciudadanía amedrentada por la posibilidad de perder la vida cómoda y segura que llevamos décadas disfrutando, nadie mueve un dedo por Ucrania más allá de las lamentaciones y declaraciones solidarias inconsecuentes.

Y sin embargo, esta guerra tendrá graves consecuencias, mucho peores que el Covid. Nos vamos a empobrecer todos, menos las industrias armamentísticas, las energéticas y los especuladores económicos más poderosos. Y no tardaremos mucho en notarlo. Pase lo que pase.

Si la guerra llega a durar dos semanas, es decir, más allá del 13 de este mes, nos podemos dar por muy dañados. Putin se verá obligado a machacar a una terca Ucrania, con miles de bajas civiles. Y las consecuencias de eso serán espantosas, sobre todo para los ucranianos. Los países de la OTAN tendrían que armar guerrillas, comandos, una resistencia, y Putin (confirmaría la sospecha de que se ha vuelto loco) sería capaz de recurrir a la fuera nuclear. Ese es el peor de los escenarios, el Apocalipsis puro y duro.

Otro es que se consiga un alto el fuego, y que se eternice el conflicto pero sin acciones bélicas.

En el primer escenario perdemos todos. En el segundo, no gana nadie, que es lo mismo que decir que la invasión no le ha servido a Putin más que para enemistarse con el mundo entero y para ganar algo de territorio, pero no toda Ucrania, es decir, ha conseguido lo contrario de lo que pretendía. Esto, a medio plazo, le costará el enfrentamiento con la ciudadanía rusa, que apoyará a aquel que se lo quite de en medio.

Mientras tanto, la OTAN habrá recuperado su esencia y su existencia. Sería el momento para que España se declarara neutral y diera unos pasitos para desengancharse de una alianza uno de cuyos más fuertes miembros ocupa territorio español desde hace tres siglos.

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