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Agricultura y naturaleza

Huertos Sociales Al Xaraf en Sevilla

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Independientes de taifas y califatos

Miguel Ángel y Eduardo

Miguel Ángel y Eduardo

La Asociación Huertos Sociales y Ecológicos Al Xaraf recibe este nombre porque se dedica a lo primero y se ubica en la comarca sevillana del Aljarafe. El que ya está en marcha en Mairena del Aljarafe carece de condicionantes y dependencias administrativas. Su medio centenar de agricultores, casi todos aficionados, son vecinos de la zona que se habían reunido para conseguir del Ayuntamiento la cesión de un trozo de tierra cultivable para explotarlo en beneficio propio, de sus familias y dedicar el excedente a necesidades de personas sin recursos o en riesgo de exclusión social. Este, al principio, les dio largas, y luego, en el reportaje se verá por qué, les recibió con una condición: el huerto lo gestionaría el municipio. Los socios se plantaron. No se fiaban ni de la intención ni de la eficacia de los administradores. En mitad del escándalo, un vecino propietario de tierras se puso en contacto con ellos y les ofreció un pacto, que acabaron firmando: les cedía gratis un antiguo olivar, ahora lleno de zarzas, durante tres años. Si antes de esa fecha el propietario vende el terreno, les indemnizará con los gastos que la Asociación haya tenido, que son importantes. Esta relación entre cultivadores y dueño de la tierra supone una novedad en la enfiteusis o cesión a cambio de un canon o de pago en especies. En una región donde las ocupaciones de tierras no son una rareza, esta fórmula de explotación de baldíos es algo que abre todo un camino.

 

Un reportaje de Fernando Bellón. Fotos del autor y de José Luís Bueno.

Tres jóvenes aljarafeñas preparan su parcela

Tres jóvenes aljarafeñas preparan su parcela

Los interlocutores de Perinquiets son Miguel Ángel Agea de la Jara, terapeuta de quiromasaje, osteopatía, y reiki, y Eduardo Aguilera, biólogo e investigador. Representan al colectivo Huertos Sociales y Ecológicos Al Xaraf, la denominación árabe de Aljarafe, una loma llena de pueblos al oeste de Sevilla.

– Es una iniciativa popular, privada – cuenta Miguel Angel- , que surge cuando Alicia Martínez, una funcionaria de Medio Ambiente, hace más de un año, propuso la idea. La presentamos al ayuntamiento de Mairena del Aljarafe, y fue bien acogida, pero de manera un poco distante. Nos dijeron que recogiéramos firmas, apoyos, para comprobar que había un interés general en un proyecto de huertos sociales y ecológicos.

Se recogieron firmas, y se hicieron asambleas convocadas. Se acercaba el verano del 2012, llegó septiembre, y se decidió crear la asociación, para dar entidad al proyecto. Los comprometidos con él pensaron que adaptarse al sistema les facilitaría las cosas.

– Yo aparecía de vez en cuando por las asambleas. No había nadie que quisiera gestionar eso y me pilló a mí en el momento adecuado y me hice cargo – dice Miguel Ángel.

Obsérvese al fondo la linea de chalets. El Aljarafe es una zona con multitud de urbanizaciones recientes

Obsérvese al fondo la linea de chalets. El Aljarafe es una zona con multitud de urbanizaciones recientes

El proceso de asambleas no se interrumpió. Llegaron a reunirse en dos ocasiones con el alcalde de la población, Ricardo Tarno, del PP. Pero no dieron fruto. La idea de los implicados en el proyecto era organizar y gestionar por su cuenta la iniciativa.

– Le proponíamos nuestro servicio, nuestras ganas de llevar a cabo esa iniciativa, de desarrollarla con nuestros propios medios. Él pretendía que fuera el ayuntamiento quien llevara la gestión. Se presentó una moción en el pleno en ese sentido, apoyar la idea, que en realidad era apropiársela. Nos consideramos ninguneados. Y decidimos no contar con el Ayuntamiento y empezar por nuestra cuenta.

Se realizó una manifestación lúdico reivindicativa, no más de cien personas. La cosa caló, porque los medios le dieron publicidad, en especial Canal Sur, que la difundió con entrevistas a los demandantes. Entonces ser produjo la primera reacción, la primera consecuencia de ese itinerario esforzado. La concejal del Partido Andalucista, Rosario Gordillo, se comunicó con Miguel Ángel y con Alicia, para darles el contacto con un vecino del término dispuesto a ceder tierras. Ofrecí un terreno baldío de su propiedad, sin pedir nada a cambio. 6.500 metros cuadrados.

Eduardo, el biólogo e investigador, se sumó en ese momento al proyecto. Trabaja en investigación en emisiones de gases invernadero, comparando ecológico con convencional, y en ese momento cultivaba un huerto para autoconsumo agroecológico. Vio carteles de la manifestación y se acercó. Le pareció un proyecto bonito y necesario. Se unió a las asambleas en la fase de buscar el terreno.

– Antes de empezar a cultivar, hubo mucho trabajo – dice Eduardo- . Arrancamos las zarzas, que ocupaban un tercio del terreno, otro tercio, eran montañas de escombros que también tuvimos que retirar. Lo demás era un herbazal, que segamos a mano.

La tarea era ingente. Empezaron a mano, pero el progreso era muy lento y desanimaba a los socios activos, que eran pocos. Tuvieron que contratar una retroexcavadora, que también ayudó a quitar las zarzas en un solo día. Fue una inversión compensada, aseguran. Luego se aró el terreno con un tractor, con una vertedera primero y una grada después, aunque la vertedera no está recomendada en agricultura ecológica. Pero la presencia de capas de yeso y de la arcilla de los escombros les indujo a ello para conseguir un suelo más homogéneo. La siguiente tarea fue diseñar los caminos, la parcelación por tamaños, traer el estiércol, y por fin hacer el sorteo de parcelas y empezar a trabajarlas. En este estadio se encuentran cuando hacemos esta entrevista.

Trabajo en familia

Trabajo en familia

El lugar cuenta con un pozo que asimismo han tenido que limpiar. Otra faena de los dos últimos meses ha sido el de crear viveros. Prepararon semilleros con sustrato renovable, una mezcla de humus de lombriz y fibra de coco; no utilizaron turba porque Eduardo considera que da problemas. Las semillas son de variedades locales andaluzas en lo posible.

El plan es que cada socio gestione su propia parcela. Hay una zona común, con un huerto colectivo, para reproducir semillas y repartirlas en la siguiente temporada, y también para producir verduras, con el propósito de darles un uso social, entregar la cosecha a un banco de alimentos o a cualquier organización que la necesite. Igualmente se utilizará en eventos comunes, comidas populares y casos de ese estilo.

 

Un técnico de la oficina comarcal agraria del Aljarafe inició un curso de horticultura ecológica. Al tener que abandonarlo, se hizo cargo del mismo Eduardo.

– Estamos pensando en las rotaciones – dice Eduardo – . Lo que vamos a sembrar después de cosechar lo que cada cual está empezando ahora a cultivar en su bancal. Se trata de que cuadre un poco, no repetir familias de plantas en el mismo terreno, hacer asociaciones de plantas convenientes para que se beneficien de su compañía. Ajustar todo eso. Cada uno se diseña su plan.

– Cada vez viene más gente, dice Miguel Ángel – , porque ya ha empezado el trabajo individual, y hay menos faena colectiva. Cada uno tiene su huerto, y si no siembra, no cosechará en su día. Al ver las parcelas disponibles, se está apuntando más gente a la asociación, y hay una masa crítica de gente activa cada vez mayor.

En los dos sorteos realizados hasta el momento se repartieron 25 parcelas. Nadie se ha quedado sin su trocito de tierra. Todo el que había pedido parcelas, las ha conseguido, y todavía hay algunas disponibles. Los socios tienen en general poca experiencia agrícola, casi siempre macetas. También hay quien tiene algún familiar agricultor. Pero nadie había cultivado antes huertos. La primera producción, allá en la primavera o el verano, será la base de futuros proyectos, con sus errores y sus aciertos.

Variedad de socios es grande. Hay estudiantes, parados, paradas, todos vecinos de la zona. En los pueblos del Aljarafe hay otros siete u ocho huertos sociales para los vecinos de cada localidad, la mayoría tutelados por el ayuntamiento, supeditados a la voluntad del ayuntamiento. Aquí no hemos recibido el apoyo del ayuntamiento. Su existencia fue una guía y un estímulo para reivindicar el espacio.

– Pero aquí nadie nos dice por dónde tenemos que ir ni qué tenemos que hacer o cómo hacerlo – asegura Miguel Ángel – . Tenemos terreno y agua, y hemos hecho alguna inversión antes de empezar la parcelación. Nuestro objetivo se va moldeando en función de las necesidades. Queremos crear un espacio de múltiples usos, desarrollar la agricultura ecológica en parcelas, compartir las experiencias. Hay intercambios de todo tipo, generacional, cultural. No hay revista una ampliación, porque lo que queda por preparar de la media hectárea cedida es poco.

El olivar al fondo, omnipresente en el Aljarafe

El olivar al fondo, omnipresente en el Aljarafe

– Las zonas comunes – dice Eduardo – queremos sembrarlas de plantas silvestres, árboles, arbustos y matas aromáticas como elementos de incremento de la biodiversidad funcional. Su función en el huerto es convertirse en lugares de refugio para enemigos naturales de las plagas, y para restaurar la biodiversidad natural en una zona tan antropizada [transformada por el hombre] como el Aljarafe. Estamos poniendo encinas, durillos, madroño, y muchas aromáticas que atraen fauna beneficiosa.

– El contrato con el propietario – concluye Miguel Ángel – es por tres años prorrogables, por si vende el terreno, cosa improbable. En el peor de los casos nos indemnizaría con una cantidad equivalente a la gastada en la preparación de los huertos, para poder llevarlos a otro lado. Aunque lo más pesado y grueso ya se ha hecho. El dueño de las tierras también tiene su huerto, y nos ha dejado a nuestro aire.

En el momento de realizar el reportaje, el número de socios oscila en torno a los cincuenta, de ellos, cuarenta activos, y otros cincuenta flotantes. Las parcelas las cultivan entre 1 y 6 personas, no todas asociadas.

En el momento que atraviesa este país, coinciden Miguel Ángel y Eduardo, hay mucha gente que tiene mucho tiempo libre, que está en riesgo de exclusión social, que está en paro, y la idea de tener una parcela, cultivarla y desarrollar la agricultura ecológica les da vida. No tardará en comprobarse la idoneidad de esta fórmula novísima de enfiteusis, algo antiguo como los griegos que inventaron el término, pero con un futuro, esperemos, bien largo.

 

 

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