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Cultura y comunicación

El desasosiego de Víktor Ferrando

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“Planet Ferrovia Sector IX Via Lusitânea

Centro de Cultura Contemporánea de Castelo Branco

Un crítico de arte portugués titulaba su artículo sobre la exposición del escultor español Víktor Ferrando en el Centro de Cultura Contemporánea de Castelo Branco de esta manera: “O dessassosego que travessa o spírito de Víktor Ferrando”. Daba en el blanco, porque Víktor Ferrando es un creador desasosegado: en sus esculturas impone un orden férreo, marcial, que no admite debilidades ni fracturas, armaduras de un interior tumultuoso y frágil ; en sus instalaciones deja que corra la intuición, la emoción, el desasosiego.

Un reseña de Fernando Bellón (La foto de portada y la grande del reportaje son de Ángel Rosique, algunas de las otras de José Ceia)

Después de un tránsito en la Ciudad de las Ciencias de Valencia, los colosos metálicos de Víktor Ferrando han ido a parar a Portugal. Pero les acompañan cinco instalaciones donde las turbulencias ferrandinas se muestran sin inhibiciones. Es el Víktor neofuturista, neo dadaísta, neosuperrealista, un fenómeno escenográfico. Combinando estos tres ismos que fueron subversivos, Víktor renueva su capacidad detonante.

Víktor y Juanjo, uno de sus maestros-colaboradores preparando una instalación

Víktor y Juanjo, uno de sus maestros-colaboradores, preparando una instalación

El mundo de las instalaciones artísticas es ambiguo y escurridizo, porque cualquier reunión de escombros puede ser una instalación.

Las instalaciones artísticas no tienen exclusividad profesional. Es su mérito y su riesgo. Cualquiera puede realizar una instalación; luego, si una galería de renombre y con medios la exhibe y la publicita, pasa a ser artística.

El impacto sociocultural de semejantes eventos, aunque los suscriba una firma cotizada, es casi nulo, pero ni al maestro ni a sus galeristas promotores les importa tres ardites. La clave es la vanidad de uno y la codicia disfrazada de “state of the art” de los otros. No obstante, ambos estímulos son fútiles, la vanidad no lleva lejos, y la codicia del marchante se basa en la estupidez del dinero, algo cada vez menos común.

El valor de las instalaciones con etiqueta de artísticas está en su esencia efímera y en la capacidad creativa de quien las hace. Muchas son un capricho y una filfa. Unas pocas, como las de Víktor Ferrando, conmueven y transmiten mensajes inquietantes.

Yo he seguido la trayectoria de Viktor Ferrando desde que empezó a estampar su firma contundente en el arisco mercado del arte. He visto surgir sus colosos bautizados con nombres esotéricos y, tras algunos amagos en los que estuvieron a punto de perder su alma, rebautizados  de planetas y satélites, una apuesta temática inteligente.

Enseguida descubrí en Viktor Ferrando a un creador primigenio. Y en esta cualidad está todo su arte: lo que sale de sus manos, extraído a martillazos de su cerebro es de una autenticidad irreprochable. Algo que se aprecia mal, porque Viktor Ferrando se hace fotografiar ante sus obras en actitudes teatrales, que dan la impresión engañosa del recurso publicitario. Un recurso legítimo de quien aspira a vivir de la fragua y la maza. En realidad, el Víktor de las fotos es el Víktor en estado puro. Si viviera en otra época, sería considerado un enviado de los dioses.

El artesano desafiante

El artesano desafiante

A los efectos mercantiles, Víktor Ferrando empieza ya a ser un artista reconocido. En términos visuales, no es difícil distinguir de otros autores sus obras megaférricas, que salen directamente de su cabeza, como surgió Palas Atenea de la cabeza del padre Zeus. Quiero decir que Víktor ni siquiera hace bocetos. No le gusta llamarse “artista”, y firma como escultor (“sculptor”) en el sentido artesanal. Él se ve como un herrero mitológico, sometido a un deber impuesto.

Lo más chocante de Víktor es que se combinan en él, de un modo espontáneo, el vanguardista subversivo y el ciudadano conservador, eso que hace un par de décadas se llamaría un “buen burgués”. Víktor cree haber rescatado del Hades el Futurismo, da igual que sea ruso o italiano. Está convencido de tener la misión de poner patas arriba algunas cosas. Y a la vez contemporiza con la autoridad, el poder establecido, la etiqueta. Fausto redivivo.

Esta paradoja es un lastre en el podrido mercado del arte. Hoy, cuando todo son copias, revisiones, imposturas, la hipocresía es el mayor ingrediente del ingenio, y el cinismo un valor casi supremo. La autenticidad pasa desapercibida o se desprecia.

Al verlo fotografiado junto a los estereotipos del conservadurismo presente, uno tiende a pensar que es un artista hipócrita y arribista. Pero es preciso corregir el engaño, porque Viktor, como he dicho, no se tiene a sí mismo por un artista, sino por un artesano, y el artesano es siempre un hombre al servicio de quien le contrata, que puede ser un rey, un papa o un alcalde. Artesanos eran Fidias y Miguel Ángel, «técnicos», porque el concepto techné, en griego significa oficio o arte. La presente idea del arte y de lo estético es dieciochesca, ilustrada. Y si algo es Víktor Ferrando es un multifacético creador renacentista.

Es en este universo en el que hay que ver y entender las instalaciones de Víktor Ferrando, que deben tanto a su imaginación y a sus recursos como al susurro de sus progenitores, de huella tan renacentista y mitológica como la suya. En las instalaciones vemos al Víktor transparente, al servidor de unas pulsiones emocionales que señalan el estado de unos tiempos en los que casi todo se corrompe, al artesano creador que canaliza los miedos ocultos del universo en el que vive.

Marinetti, il disinfestattore

Una ventaja de Viktor es que tanto su padre como él son coleccionistas de los más variados objetos. Tiene en casa la materia prima de sus instalaciones. Cuando se le ofrece la oportunidad, solo ha de meterse en los almacenes nada caóticos en los que guarda sus tesoros, y dejarse llevar por la intuición.

En esta instalación ha utilizado maletas, botas y hormas de zapatos, bocinas de coches antiguos, una extraña caja electromecánica y un maniquí con dos latas de desinfectante. El personaje, Marinetti, está suspendido en el aire, y la máscara con la que se protege del desinfectante que exhibe le conecta con ese curioso potenciómetro o lo que sea, que distribuye tubos que van a parar a las bocinas.marinetti il disinfestatore

Detrás del maniquí, poco visible en esta foto, hay un viejo coche de juguete de bebé con otro maniquí dentro, también provisto de máscara antigás.

La escenografía está muy bien estudiada y mejor dispuesta. Yo creo que una de las capacidades sin explotar de Víktor es la de escenógrafo y performer. Si se decide a ejercitarlas, le auguro resonantes éxitos.

El mensaje de la instalación está relacionado con los maltratos al medio ambiente, algo que a Víktor y a su padre Manuel les preocupa y les ha hecho adalides del reciclaje. Los detalles de este mensaje son polisémicos, y el espectador debe interpretarlos a su gusto. A mí me resulta destacable el contraste entre el optimismo de Marinetti, que ignoraba o menospreciaba el medio ambiente, y la inquietud de los Ferrando por el futuro del planeta. En esta instalación veo yo una representación de los conflictos reales, físicos, de nuestro mundo post industrial, y los interiores de Víktor.

Desolation

A Víktor le encanta poner nombres en inglés o en latín a sus creaciones. No es una muestra de pedantería, sino un hábito adquirido en su vida trashumante. Víktor ha recorrido varios continentes y ha pasado años formativos en diferentes países donde ha aprendido sus lenguas: inglés, francés, alemán, portugués. Siendo su mente en este sentido infantil (capaz de asimilar idiomas sin esfuerzo), en lo tocante a la creatividad se comporta como un niño.

IMG_6761Pero no lo es. De ahí su desolación, su desasosiego. La parte delantera de esta instalación tiene su origen en Las Atarazanas de Valencia: los dos raíles, y la pierna ortopédica en un cepo de lobo o de oso, que no se ven en esta fotografía. Lo recuerdo bien. Al trasladar la idea a Castelo Branco le ha añadido maniquís femeninos, uno de los cuales emerge de un mar de sifones, sostenido por unas muletas, y se comunica vía cordón umbilical con una criatura descompuesta que yace sobre una especie de placa base de ordenador. Otro maniquí femenino enmascarado sale de un retrete y parece respirar el óxido de los dos raíles.

Esta escena es mucho más inquietante que la mejor película de miedo del momento. Supongo que será licito interpretar estas mujeres hieráticas, korai helénicas sin sonrisa, como un fruto de las obsesiones eróticas del escultor. Es posible. Pero yo creo que si un visitante dedica un rato a contemplar lo que Víktor le ofrece, volará mucho más alto.

Fluxus Communication

Esta magnífica pieza evoca explícitamente a Wolf Wostell, una de las referencias estéticas de Víktor Ferrando. Procede también de otra creación anterior que ha llevado varios títulos. He aquí otra de las pruebas de la heterodoxia del escultor: es capaz de adaptar a las circunstancias sus monstruos de hierro reciclado. El movimiento Fluxus implicó a muchos artistas, a ideólogos, a filósofos. Esto es algo propio de Alemania. En España, los creadores se buscan la vida por su cuenta. Yo veo en esta instalación de Víktor una reflexión sobre la soledad del artista ibérico.

fluxus communicationEl contenido y el mensaje de esta instalación es obra de una sola persona y no lo es. Imagino a Víktor colocando trastos en la sala, ayudado de sus colaboradores, anónimos artesanos veteranos de los que ha aprendido el oficio. Yo les he visto trabajar juntos, y puedo decir que están compenetrados. La imaginación febril de cada uno de ellos se concentra en el escultor, y lo que expone es la creación de todos. El artista, solo, pero acompañado de una nube de personas con las que se conecta. Suena a pamplina intelectual, pero responde a una realidad que yo he presenciado. Sin su equipo de trabajadores, el resultado de sus instalaciones y de sus colosos metálicos sería decepcionante. Víktor es una esponja emocional y profesional.

Symbiotic Interlock

A mi juicio, las teorías estéticas son una milonga. En especial las teorías estéticas postmodernas. Algo artificioso y retórico para lucirlo en el ojal del uniforme del gremio, como la deontología, la objetividad y la independencia de los periodistas o el juramento hipocrático de los médicos. El ámbito de la Estética es la Universidad, y sus ejecutantes más preclaros, los profesores-comisarios y críticos de arte, con sus ensayos esotéricos.

Pero las teorías estéticas se han instalado en el mercado del arte durante décadas, y revistas de renombre y de gran peso comercial (más de la mitad de sus páginas son publicidad de galerías) las propagan como si fueran Evangelios. Así que hasta el más provinciano de los estetas teóricos recurre a ellas con desparpajo impune, porque nadie va a perder el tiempo en cuestionar sus pedantes dogmas.

IMG_5839Yo veo en Symbiotic Interlock de Víktor Ferrando la representación nítida de este callejón sin salida de la estética. Y lo más estupendo es que el instalador no ha hecho un ejercicio deliberado de crítica, sino que le ha salido a borbotones del alma, sin que acaso él mismo se dé cuenta.

Víktor ha empleado el automóvil descacharrado que hay detrás de las extremidandes motorizadas en otras instalaciones, y parece obsesionado por la interconexión de botellones que pueden simbolizar un veneno o un maná, con maniquíes enmascarados, desmembrados o descabezados, y con las piezas oxidadas y descontextualizadas (¡a que suena bien!) de máquinas y motores extraídos de yacimientos arqueológicos industriales.

Pues bien, tómese una plantilla lacaniana, aplíquese al texto icónico de esta instalación, y empezarán a verse tremendos complejos.

El más básico, a mi entender, el de la milonga estética. Garrafones de vidrio que envían líquido a un motor seco, una plancha con conmutadores eléctricos y otros artilugios inservibles, el tronco de un maniquí manipulando una de las cajas, y un coche mutilado conducido por un tipo sin cabeza que intenta empujar un mecanismo inútil. ¡La teoría estética!

D.J. Lambretta

Por último, una broma sobre la enajenación del consumo. ¿”Disc Jockey Lambretta”? No lo sé. He pescado en Internet un vídeo de un grupo ruidoso italiano que se llama así. Lo más probable es que sea una asociación de ideas de Viktor. ¿Qué ha querido transmitir? ¡Qué importa! Lo que vale es lo que el espectador “lee”, interpreta.IMG_5820

Un ser descabezado y con una mochila de timbres manipula dos controles de vaya usted a saber qué. De nuevo un batallón de garrafones. Y delante, una pieza de hierro con un yunque en el que yace un muñeco, un bebé. Cuatro Lambrettas sin jinete tiran de ese colérico carro.

El ciudadano del siglo XXI, fascinado por el consumo de veneno-soma se deja arrastrar con entusiasmo por la fuerza mecánica, y está dispuesto a sacrificar su futuro (el recién nacido) a cambio de confort y placer vulgar emanados de cacharros absurdos, dos columnas sobre las que sujeta su concupiscencia, los simbólicos platos donde se mezclan los ruidos infermales. Cree que los timbres que lleva a la espalda le avisarán a tiempo, antes de que los caballos-Lambrettas le arrastren al abismo. Pero a al vez sabe que esto es un sueño. Por eso está colérico, no puede dominar sus deseos, es decir, no puede transformar su ilusión en realidad.

El ángel Jesrad

Visión ferrandina de Alejandro Magno, situada en El Cairo.

Visión ferrandina de Alejandro Magno, situada en El Cairo.

En su novelita Zádig, Voltaire describe el amargo itinerario del protagonista, un rico y virtuoso joven persa parecido al santo Job. Sus innumerables desgracias concluyen con la intervención de un viejo sin piedad, que resulta ser el ángel Jesrad. El ángel Jesrad da las últimas lecciones a Zádig para que pueda vivir en la virtud, en la prosperidad y en la seguridad. Dice Jesrad: «Todo aquí abajo es peligroso, y todo es necesario».

Yo veo a Víktor Ferrando como una mezcla perfecta de Zádig y de Jesrad. Una persona nítida y además compleja. En realidad, todos los seres humanos somos un amasijo de contradicciones. He aquí otra personalidad que aparece en Zádig, una especie de corsario o gonfaloniero musulmán que podría ser no el Víktor Ferrando presente, sino un tatarabuelo suyo.

Dice Voltaire que las cualidades del bandido son robar con furiosa rapacidad, regalar liberalmente, ser intrépido en la acción, benévolo en el comercio, desenfrenado en la mesa, alegre en el desenfreno, y estar lleno de franqueza.

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