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Agricultura y naturaleza

Humo de pajas (de arroz) en la Albufera de Valencia

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DSC_1447Artículo y fotos de Fernando Bellón

Pronto el arroz estará en su punto. En agosto emergen en la Albufera de Valencia sus espigas de verdes intensos. Un paseo por el laberinto de caminos que bordean los tancats inundados (campos cercados donde se cultiva) desde Sueca a Catarroja  e incluso hasta el término municipal de Valencia nos presentan un tapiz natural inabarcable (más de 14.000 hectáreas de arrozales en el Parque Natural de la Albufera) donde se podría rodar una película de ciencia ficción: la llanura verde, fantasmales casitas blancas que fueron centro de recolección del grano, otras que son motores para facilitar el vaciado de los campos, la Albufera salpicada de misteriosas islas de carrizo o matas, extrañas líneas de árboles, los filtros verdes o humedales artificiales de la Pipa y de Milia, la inexplicable Muntanyeta del Sants, y en el fondo oriental del horizonte la mágica Dehesa del Saler y la futurista línea quebrada de los rascacielos, uno al lado de otro, que tapan a la vista la presencia inestimable del mar Mediterráneo.

A estas alturas, se habrá vaciado el agua de los tancats. A lo largo de septiembre comenzarán a cosecharse las variedades más tempranas, y a finales de octubre se cerrará el proceso con la inundación de los campos para uso y disfrute de los cazadores.

El arroz es una de las leyendas agrícolas de Valencia, recogidas y publicitadas por mitógrafos profesionales como don Vicente Blasco Ibáñez. La otra es la naranja. Y ambas han sido teatro de conflictos, que guionizó con agilidad don Vicente para los medios de antaño.

A medida que maduraban las espigas en verano, brotaban con ellas noticias reveladoras de los intereses que se juegan en el idílico lago.

La temática más insistente es la que gira cada año como una peonza en torno a la quema de la paja del arroz. Hace poco más de una década, el otoño valenciano eran la gota fría unos días y otros un toldo de humo que se cernía sobre la ciudad y su entorno. Según un estudio encargado al Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo (CEAM), la quema sin control de paja de arroz en el Parque Natural de l’Albufera podría suponer la emisión de 2.074.250,47 Kg de CO2. con las subsiguientes molestias a la población y perjuicios ecólogicos.

DSC_1434Las protestas fueron tan estruendosas que llegaron a Bruselas, y la UE intervino. Corre el dicho de que la intervención consistió en la prohibición de la quema de la paja, con amenaza de multa. La verdad es otra. La Política Agraria Común (PAC) subvenciona el cultivo del arroz, como tantos otros. Y lo hace según unos baremos imposibles de resumir en un artículo periodístico.

A grandes rasgos y dentro del Plan de Desarrollo Rural aprobado en 2015, viene a ser una media de 800-1000 euros por hectárea, más 440 euros en concepto de ayuda agroambiental.

La primera cantidad es una mera referencia porque en algunos casos se puede reducir a la mitad y en otros multiplicarse, según circunstancias que hacen parecer el procedimiento como  kafkiano, en palabras de Enric Bellido, de la Unió de Llauradors del País Valencià.

En la segunda cantidad (440 euros en ayuda agroambiental) antes se distinguía una parte (90 euros) para premiar la retirada de la paja de arroz y evitar su quema. Hoy, ya no está dispuesto así, porque la Conselleria de Agricultura legisla la quema de rastrojos, y es la que prohibe o autoriza que en determinadas circunstancias, la paja pueda incinerarse.

Entre las excepciones establecidas en la paja del arroz, las más comunes son  las plagas  derivadas de la acumulación de matera orgánica en el agua. El resultado es múltiple, el agua se queda sin oxígeno, y por otro lado da lugar a esas colonias de plantas, la más famosa de las cuales es la Leersia oryzoides, que perjudican la cosecha el año siguiente.

En 2009 Conselleria prohibió las quemas, y se reservó señalar las excepciones. En abril de este año reguló la condicionalidad de la quema de rastrojos, entre los que se incluye la paja del arroz.

DSC_0317La quema de la paja de arroz, aseguran los ecologistas, no es una necesidad irreversible y sin alternativas.

La paja del arroz siempre se ha quemado en la Albufera de Valencia, suele señalarse. Pero sin matizar que antes de la mecanización en el cultivo de esta gramínea, hacia los años 70, las quemas se hacían de un modo muy diferente a las que ahora causan una contaminación masiva que se trata de evitar.

Hasta la década de los setenta todo el trabajo en el campo, desde  la preparación del terreno a la recolección, se realizaba a base de brazos y con tracción animal. Sólo el trillado se hacía en las eras por medios mecánicos que hoy en día son obsoletos.

Al segar manualmente, buena parte de la paja producida salía del campo formando haces (garbes) junto con las espigas, en dirección a la era de trillado. En el arrozal quedaban, además del rastrojo, los pequeños montones (gavelles) de paja que se cortaban (desbarbat) de los haces de mies una vez estos habían sido atados.  Estas gavelles, además de la paja resultante del trillado, era aprovechada para su uso en ganadería, en las huertas, como combustible, para fabricación de ciertos tipos de papel, etc., es decir, al subproducto se le daban múltiples usos que le conferían suficiente valor como para que su trasiego resultara rentable.

La mayor parte de la biomasa generada salía del tancat, y la que quedaba se acumulaba en pequeños amontonamientos aquí y allá que al arder en pequeñas piras no tenían un efecto medioambiental significativo.

Hoy las quemas se hacen, una vez más o menos seco el tancat, pegando fuego a todos los rastrojos y paja acumulada, porque toda la biomasa se queda en el campo.

Tractor fangueando en la Albufera. Fotografía de Wikipedia

Tractor fangueando en la Albufera. Fotografía de Wikipedia

Pero existen alternativas a la quema de la paja del arroz. Javier Jiménez, técnico ambiental en el Parque Natural de la Albufera, las resume así:

“Básicamente son tres. Una, no hacer nada y dejarla en el campo. Como los campos se inundan inmediatamente tras la cosecha, esto provoca la putrefacción del agua y la mortandad de peces. La segunda es triturarla y esparcirla a la vez que se cosecha el arroz con la misma cosechadora, y fanguear (fanguejar: un arado en profundidad que se realiza con unos tractores con ruedas metálicas). Esto no provoca la putrefacción del agua ya que se incorpora la paja al terreno. Esta es la alternativa elegida en otras zonas arroceras de España. El coste económico es de unos 5 ó 6 euros por hanegada, o sea entre 60 y 72 euros por hectárea. La tercera, extraer la paja de los campos con empacadoras y utilizarla/reciclarla para otros fines: producción de energía, alimentación animal, bioconstrucción, etcétera”.

Esto último es lo que hace Acció Ecologista Agró con sus propios y escasos medios. La primera experiencia, en el año 2014, gestionaron 1000 balas de paja (al precio de empacado de un euro /bala), equivalente a 15 toneladas. Participaron en la empresa alumnos de la Escuela de Capataces de Catarroja (donde se almacenaron las balas) y diversos voluntarios de CERAI, la cooperativa de bioconstrucción Okambuwa y la Fundació Assut. El año pasado recibieron 1300 peticiones de balas, que no pudieron servir en su totalidad porque la climatología de octubre obstaculizó el empacado. La mayoría de las solicitudes eran para el acolchado de huertos, pero también de colectivos que necesitaban la paja para bioconstrucción, la permacultura o actividades educativas.

Por su parte, el agricultor asegura que no puede asumir los costes de la recogida y almacenamiento.

Estos costes están cuantificados en dos proyectos realizados con el fin de estudiar la viabilidad de la retirada de la paja de los campos en el término municipal de Valencia, que suma 1.000 de las 14.500 hectáreas de cultivo arrocero.

Los programas fueron  co-financiados por la UE y el ayuntamiento de Valencia.  El primer proyecto se denominó Biocompost y el segundo ECO-RICE. La conclusión de ambos trabajos prácticos fue que el embalado de la paja y su retirada de los campos era posible, y que con las debidas gestiones se podía vender para su utilización con materia prima en varias aplicaciones (instalaciones ganaderas, mantas vegetales, producción de energía…)

Extrapolar la experiencia a la totalidad del cultivo en el parque natural solo era viable complementándola mediante la trituración de la paja e incorporación al terreno (fangueo).

DSC_1443El proyecto ECO-RICE permitió la compra de tres empacadoras que en 500 horas de trabajo en 15 días recogió 1.400 toneladas de paja de 525 hectáreas.

Javier Jiménez asegura que con más empacadoras y retrasando la fecha de la perellonà (inundación de los campos durante tres/cuatro meses, según disponen las necesidades agrícolas y las normativas autonómicas y europeas), se podría llevar a cabo un plan de retirada de paja de arroz. Este plan, complementado con zonas donde se opte por triturar la paja e incorporarla al terreno  (fangueo), podría reducir sustancialmente la superficie de campos en los que se continúe quemando por razones efectivamente fitosanitarias.”

Uno de los problemas claves de este procedimiento es la venta de la paja. No toda la compran quienes la usan como pienso, compost, material de construcción u otros usos industriales como la fabricación de cartón o papel. La mayor parte debería ir dirigida a la producción de energía. Esto implica la intervención de empresas medianas o grandes que deberían construir almacenes con la suficiente capacidad para toda la paja retirada de las 14.000 hectáreas y centrales de combustión de biomasa.

El coste de la recogida de la paja según los proyectos piloto mencionados fue de entre 6,75 y 8,5 euros por hanegada. Por la venta de la paja se consiguieron 5,8 euros por hanegada. El balance final de embalado, almacenamiento y venta fue de 0.95 a 2,7 euros por hanegada, que le costarían al agricultor. 

Existen problemas añadidos a los citados hasta ahora, que los agricultores consideran importantes.

DSC_1450El mayor, según casi todos los sindicatos agrarios, es el agua. No hay agua suficiente para inundar a conveniencia la marjal después de la cosecha con la circulación suficiente para impedir el pudrimiento de la paja. Ni los centenares de manantiales o ullales que derraman su escaso caudal en la Albufera ni el río Júcar proporcionan el volumen necesario, dicen. Antaño, recuerda Enric Bellido, del sector arrocero de la Unió de Llauradors, el agua de la marjal se renovaba hasta siete veces al año, era abundante y de mejor calidad.

También asegura que el embalado a gran escala de la paja no es posible, por la dificultad de encontrar máquinas apropiadas y porque hay años en los que llueve en otoño y la paja no llega a secarse.

Esta es otra faceta de las dificultades que determina el agua en la quema de la paja del arroz. O hay poca para renovar los cultivos o llueve a manta, e imposibilita la recogida.

Acció Ecologista Agró apunta que en estos casos el fangueado es la solución. Cuando los campos han empezado a inundarse a finales de octubre y el agua no tiene mucho nivel, tractores equipados con grandes ruedas metálicas remueven la paja acumulada. Si antes ha sido triturada durante la cosecha, la eficacia del fangueado es mayor. En otras partes arroceras de España, las Marismas sevillanas o el Delta del Ebro suelen emplear este procedimiento, si bien en las Marismas también se producen quemas no siempre justificadas, según los ecologistas. Previamente, las cosechadoras que recogen los granos separándolos de la paja trituran esta con unas cuchillas acopladas a a máquina. Esto tiene un coste, porque las cuchillas pierden filo y eficacia al ser la paja del arroz bastante dura.

Y para acabar, otra faceta de este poliédrico problema es el cinegético. Los cazadores quieren que nada más abrirse el periodo de veda en octubre, se les permita cazar en la marjal. Y para ello necesitan que las tierras estén inundadas. La inundación se apresura porque instan a los regantes a empezar a soltar agua y, en ocasiones, directamente abren compuertas tras la cosecha para acelerar la inundación de los campos y, con ella, la atracción a los patos.

Post Scriptum. Acció Ecologista Agró ha enviado a esta redacción algunas precisiones que publicamos a continuación.

Nuestra postura oficial es que no hay una única solución para la paja del arroz. Se tienen que valorar todas las posibilidades según las limitaciones de cada terreno (zonas altas o bajas, con problemas fitosanitarios y acumulación de materia orgánica…) y las climatológicas de cada año. No creemos en una solución única. Por eso no pensamos que el fangueo sea la solución. Se tiene que valorar de manera rigurosa cada alternativa en cada situación, pensando siempre en la minimización del impacto sobre la atmósfera, sobre el agua, y pensando en la reducción del uso de fitosanitarios en la temporada siguiente, 
Por otra parte, en el Banc de Palla Acció Ecologista Agró es una entidad co-impulsora, con l’Aixada com Eixida, que pertenece a la Plataforma per la Sobirania Alimentària, entre otros colectivos en defensa de la agroecología y el territorio. 

 

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